lunes, 1 de abril de 2013

DOÑA CORRELACIÓN DE FUERZAS ES UNA VELETA


Aprovecho la cita del eminente ecónomo del blog a la mencionada señora, tan conocida en todas partes y tan poco tenida en cuenta a la hora de balancear los objetivos y los logros políticos, para meter un inciso que, tal vez, les renueve algo el ánimo.

Digamos que Doña Correlación de Fuerzas (DCF), «la vieja dama», es una compleja suma algebraica en la que hay sumatorios de distinto signo con potencias verdaderamente altas y con divisores de peso, a los que también cabe aplicar potencias o raíces. Por ello el resultado es tan difícil de predecir y depende más de los factores relevantes que de otros que, a pesar de su valía conceptual, ejercen de pelotón de infantería y no resuelven casi nunca la operación. Uno de los relevantes sumandos, ya lo conocen por don Antonio Gramsci, es la hegemonía ideológica o cultural. Eso pesa mucho, tanto que cuesta años de acumulación de fuerzas para conseguirla. En cambio, en poco tiempo puedes perderla incluso de vista.

Todo viene a cuento puesto que hemos vivido unas décadas de abandono de las atenciones que la Señora se merece por las múltiples izquierdas políticas, sociales o culturales. Ese abandono en pos de poder administrativo, de votos un tanto circunstanciales y la misérrima perspectiva del corto plazo, ha costado muy caro a las clases populares e, incluso hoy, a las medias. Caro en todos los sentidos del término, entre los que incluyo de forma relevante aunque no exclusiva la cartera, vinculada al trabajo, e incluso el albergue, relacionado con la hipoteca.

El simple recuerdo de lo que las derechas han hecho en el país por los siglos de los siglos no ha sido nunca suficiente para modificar, renovar o ampliar los poderes que da o que quita la mencionada señora que con lo modernos que somos vamos a llamar a partir de ahora por sus siglas, al más puro estilo anglosajón (por eso hemos asistido en diversas ocasiones a la formación en negocios de Esade), o sea: simplemente DCF.

Como no voy a darles la tabarra con la triste historia del país o de los países de nuestro lastrado estado semifederal, iré directo al motivo del escrito: Algo se mueve en la DCF.

Si alguien (en realidad la mayoría) pensaban que todo el devenir es mejor y para que necesitamos, pues, el sentimiento de clase, la organización social, la participación política, el interés sobre los negocios públicos, la exigencia de la prestación pública, el equilibrio de rentas, la fiscalidad justamente redistributiva, la democracia profunda y los bancos honrados (dentro de lo que cabe), puesto que todo será de color de rosa a pesar de las voces que siempre se muestran agoreras por simple manía persecutoria.

Pues bien, ahí está la crisis y con ella la implosión de un pretendido modelo de perfección social y de dejadez cívica. Lo que iba siempre a mejor ahora va a peor a la velocidad de la luz y no solo se lleva el salario mensual, sino también el mencionado albergue, el almuerzo de los niños y la operación de vesícula en un periodo razonable y sin costes añadidos. Durante unos años, además de perplejos y paralizados, hemos estado atemorizados por un cada día peor y hasta donde podemos llegar. Vaya usted a saber y dios nos coja confesados.

Pienso yo que ya en estos momentos aparecen no brotes verdes, sino rojos en el espacio social. La dejadez civil y cívica está rompiéndose y surgen y se consolidan líneas de acción y fuerzas sociales con un ímpetu y una capacidad de convocatoria que no se refleja, faltaría más, en los medios, precisamente por que empieza a tener solidez. No se trata solo de plataformas para evitar embargos, o frenar los recortes sobre la educación o la sanidad, sino que en la inmediata capa bajo la superficie las personas que forman parte voluntariamente o como afectados hablan de política, se muestran extraños a la economía tal como es hoy y empiezan a intuir que hay otro mundo ahí fuera por el que vale la pena mover el culo.

En una sola población, Badalona, la PAH moviliza 47 voluntarios y atrae a sus asambleas y a sus acciones a centenares de otras personas. Y eso de forma semanal. No son solamente aquellos que han perdido o van a perder la vivienda los que asisten, discuten y ocupan sucursales bancarias. Hay abogados, economistas, gerentes, bancarios y un largo etcétera de ciudadanía que se vuelca no simplemente a ayudar al prójimo, sino a combatir por una sociedad más democrática.

Lo mismo ocurre en otros ámbitos a los que he visitado, son probablemente sociológicamente distintos, con formas y lenguajes matizadamente distintos, pero empiezan a ser muchos y con características de transversalidad social.

En ellos encontramos sindicalistas que si dejar de serlo se aplican a otras actividades, así como personal politizado y militante que hace lo mismo. Casi nadie manosea interesadamente el movimiento (cosa que sería imposible), a riesgo de ser el hazmerreír de la asamblea.

Eso afecta a nuestra DCF. Así se empieza para determinar donde terminará instalándose.

Tal vez tenga una iluminación divina, que erró el tiro sobre Roma, pero a la vista de lo que llevo apreciado, un magrebí haciendo un cartel con un romaní y un extremeño con acento catalán, pienso que la dicha DCF se está moviendo. Lo comprobaremos en unas semanas cuando la ley hipotecaria pase por el congreso de los diputados, aunque hoy mismo la derechota ya está viendo que el terreno que pisa está resbaloso y ha empezado con la cantinela centenaria de la violencia y el enfrentamiento que supone luchar por los derechos democráticos, sociales y económicos.

Esto se pone interesante.

Lluís Casas desde una novela negra o de pitos y serenos que a pesar de todo es lo mismo.