Después de un largo periodo a la sombra me reincorporo
a mi despacho sin ventana y
sin actividad asignada. Son ya muchos meses con ello, por lo que he cogido una
enorme práctica a sobrevivir en base a una inteligente combinación de
resistencia y farmacología moderna. A la espera está el pase a la reserva y en
todo caso la llamada a filas. Ya veremos.
El retorno a lo cotidiano nos proporciona una capacidad de
comprensión mucho más intensa que la que disponíamos cuando el tiempo era
simplemente inexistente. Eso viene a cuento porque los asuntos a tratar van a
ser de aúpa y lo que se escriba lo será con contundencia.
Antes de nada, les comentaré una apreciación sociológica
que tal vez coincida con su propia experiencia, en todo caso es un toque de
alarma. Casi todo el mundo ha vuelto (en caso de haberse ido) muy asustado, muy
alarmado, con el vientre más bien flojo y, seguramente, con las tragaderas
ampliadas. Ojo con ello.
La noticia de la reentré, de momento, es la creación, por
fin, de un banco malo. Explícitamente malo, puesto que hasta ahora, todo y
siéndolo, no se anunciaba públicamente ese carácter de maldad.
Ese banco, lo habrán leído y escuchado abundantemente
estos días, se construye en base a los activos tóxicos de la banca y ex cajas
que no pueden soportar la carga contable del patrimonio acumulado en viviendas,
terrenos y otras circunstancias constructivas. De ese modo, su balance sufre
una limpieza casi a fondo y recupera, provisionalmente, un aspecto de capacidad
de desarrollo del negocio. La clave está, como muchos de ustedes saben, en que
los valores con que están contabilizados esos presuntos activos tóxicos son
enormemente superiores a su valor real de mercado, en caso de que hubiera o
hubiese mercado, es decir presuntos compradores. Esos bancos, Bankia, etc. no
pueden absorber las pérdidas que se generan si ponen la valorización al día y
van directos y a la velocidad de la luz a la quiebra y al cierre.
Las ayudas públicas y el traslado de esas pérdidas al
nuevo banco malo (que será de algún modo algo público, como siempre que hay que
perder pasta) les da un aliento nuevo y cierta capacidad de reacción. Aunque
incluso con esa operación, hay entidades que no podrán con su perversa alma y
necesitadas de la intervención europea pueden acabar saldadas de una manera u
otra. Con, posiblemente, cuantiosas pérdidas para sus inversores, accionistas
de verdad o titulares del trapicheo vergonzoso de las preferentes.
De todo ello, hay abundante información en la prensa, no
del todo sesgada, ni del todo cierta. Pero a eso ya estamos más que
acostumbrados en cuanto el olor del dinero de verdad impregna las noticias.
Hoy quisiera transmitirles una cierta preocupación por los
fines reales y recónditos de ese banco (estoy a la espera de la creatividad en
el nombre). Me explico.
Ese banco intentará evitar gastos para el contribuyente o
bien, transferirá capacidad especulativa futura al sector que con dinero
caliente invierta con cuatro duros en terrenos, viviendas, etc. que pueden
después encarecerse y acercarse de nuevo a los valores especulativos de tan
rancio abolengo en este pedazo de península.
La pregunta no es especulativa, ni es poca cosa. Afecta al
fondo de la cuestión y a las maniobras que se intuyen para que la segunda
opción sea posible.
En primer lugar quisiera resaltar, como tantas veces he
hecho, que la vivienda en España está falta de un stock público que merezca tal
nombre y que sea además de alquiler. En Europa están allá por el 30% del
mercado. Aquí no llegamos ni a los dos dígitos.
Los efectos de tamaña diferencia son muy evidentes,
endeudamiento familiar excesivo por compra de vivienda (con sus consecuencias
sobre el poco consumo de otros bienes), transporte obligatorio que encarece el
coste de ir y volver del trabajo, urbanismo desbocado, precios sin referencia
al coste real, corrupción en la promoción y en la calificación de terrenos y un
etcétera ya muy conocido, pero no abandonado.
El banco malo podría favorecer el crecimiento de ese
sector público de vivienda de alquiler y dar al traste de una vez a la
especulación habitual en estos lares. Podría también volver a hacer florecer
esa especulación si los bienes afectos al banco terminan en malas manos. Claro
está que se necesita un tiempo para ello y una nueva capacidad de endeudamiento
familiar. Pero todo puede llegar y los contratos e hipotecas pueden hacer
virguerías jurídicas.
En fin, espero que desde la tribuna del congreso de los
diputados se pongan en claro esas alternativas y, si hay suerte, llegar a donde
deberíamos: cortar de una vez por todas con el submundo promotor basado en la
especulación y el asalto a las rentas salariales.
Demos al asunto una o dos semanas para comentar finalmente
cual es el camino elegido. A la vez sabremos qué tipo de crisis podemos continuar
teniendo.
Lluís Casas, sospechando que es gerundio.
Postdata: Nada he dicho sobre la desaparición de Fernández
Buey. Ahora corrijo el fallo con una simple anécdota histórica. En 1971, estaba
yo de vuelta de la mili y rehaciendo mi carrera universitaria en Económicas.
Cumplimentando mi destino me invitaron a un seminario sobre marxismo y
comunismo, en realidad la puerta de entrada al PSUC. Las sesiones se
celebraban, cómo no, en una iglesia y con una encíclica como tapadera de
documentos más peligrosos. El ponente fue Paco y yo entré en el PSUC.
ANUNCIO:
SOY PARTIDARIO DE LA
INDEPENDENCIA
Por
si les es desconocida mi postura al respecto y, a la vez, por si resulta de
utilidad, pero sobre todo por necesidad de reafirmarlo antes del día señalado,
hago este anuncio general: Yo, el autonombrado Lluís Casas de “nom de plume”,
soy un acérrimo partidario de la independencia de Catalunya. Ya lo he dicho y
he quedado descansado.
Ahora
les detallo las cuestiones sobre las que me sentiría mucho mejor siendo
independiente. Cuestiones que en el balance general tienen un peso definitivo,
independientemente de la gravedad newtoniana que les apliquemos, por lo que son
básicas tanto en la Tierra,
como en la Luna:
Primera,
quiero ser independiente de la banca fraudulenta, abusiva y especuladora. Al
margen del añadido territorial de su nombre.
Segunda,
quiero ser independiente del banco de España, en cuanto institución que no
cumple sus cometidos y hace acoso a los intereses de la mayoría, sin controlar
lo que debe y como debe. Mi independentismo se extiende a las competencias
concurrentes o lindantes en el ámbito de mi propia comunidad, Catalunya.
Tercero,
quiero ser independiente del Banco Central Europeo, si sigue siendo una
institución controlada por el Bundesbank y dedicada a hacer acopio de excusas
de mal pagador provocando, junto a la nombrada troika, la disgregación europea.
Cuarto,
quiero ser independiente de la
Patronal empresarial como eje alternativo para ir a ningún
sitio, excepto si es a un fondo de beneficios a corto plazo y solo para
algunos. Se entiende como patronal tanto la central de negocios de Madrid, como
las sucursales de Via Laietana.
Quinto,
quiero ser independiente también del
sistema judicial que no funciona y que se toma la ley por peteneras con
interpretaciones sui generis en cuanto se tocan derechos y libertades que
figuran en la declaración de los derechos humanos. Al conjunto judicial le
destaco por insufribles el tribunal supremo y el tribunal constitucional. Ambos
órganos interpretativos según convenga a la coyuntura marcada por la ideología
mayoritaria en ellos.
Sexto,
quiero ser independiente de mayorías absolutas basadas en la abstención y en el
incumplimiento de los compromisos electorales e imposibilitadas de llevar a
cabo políticas que ayuden a la mayoría de la población y no solo a los excelsos
propietarios de la estación del AVE de Guadalajara. Mi independencia se hace
extensiva a lo que ocurre en La
Moncloa o en la
Plaça de Sant Jaume. Ambos ejemplos paradigmáticos del mal
hacer político y de la corrupción semi oculta.
Séptimo,
quiero ser independiente de la prensa y otros medios de comunicación
dependientes de los dineros de la publicidad, de los intereses de sus
propietarios y de los poderes fácticos, tanto aquí en la Diagonal, como allí en
donde estuvieran.
Octavo,
quiero ser independiente de la planificación urbanística basada en el negocio
de unos pocos y en la destrucción del territorio humano y geográfico. Por lo
que quiero ser independiente de Eurovegas, esté donde esté y lo promocionen
unos u otros. Tanto en Gavà, como en Torremocha.
Noveno,
quiero ser independiente de un sistema fiscal basado en que los ricos paguen lo
mínimo y el resto asumamos la práctica totalidad de los costes públicos. Con
ello queda afectado el sistema fiscal federal y el autonómico a partes casi
iguales.
Décimo,
quiero ser independiente de la tolerancia permitida y hasta regulada sobre la
evasión fiscal y los privilegios de algunos colectivos con mano en el poder
ejecutivo y legislativo. Evasión en la que figura Suiza como eje del mal y en
donde se han encontrado restos recientes que afectan a familias bancarias y
políticas catalanas.
Para
no alargarme, estas diez cuestiones se
resumen en dos:
Uno,
quiero ser independiente de ser independiente, sin que me señalen con el dedo y
Dos,
quiero ser independiente para decidir todo lo que afecta a los intereses
personales y sociales sin mediatizar, limitar o coartar la libertad, los
derechos sociales, el desarrollo y la ecuménica sostenibilidad del planeta.
Por
todo ello, iré a la manifestación convocada y buscaré la pancarta adecuada para
que nadie confunda mi presencia y la utilice para fines poco escrupulosos.
Lluís
Casas, comprometido hasta el moño.