Este enunciado más parecido a un concurso periodístico sobre palabras cruzadas no es un truco, dada la evidencia del estilismo acusado del personaje presidencial que representaba todo lo contrario al “atapeït” [lleno, repleto] catalán.
No hay, pues, más causa en la coincidencia que querer expresar dos cosas a la vez aprovechando que las ideas están ahí y no se han ido. Fenómeno cada vez más habitual por lo que respecta al firmante y a su intimo pariente en las letras. Incluso, debo confesar, he llegado a intentar la utilización de la tecnología que ofrecen los llamados móviles (nombre que proviene probablemente de la facilidad con que desaparecen del bolsillo del propietario) para gravar in situ, es decir allí en donde aparecen o surgen las ideas, un breve resumen para recuperar después con mayor calma e intentar expresarlas por escrito. Como si dijéramos al estilo rumiante, sabio animal. Vano intento, pues cuando aquellas se dan por presentadas, el desmemoriado no recuerda la existencia del instrumento tecnológico o bien, usándolo oportuna y adecuadamente, deja la inspiración inscrita y olvidada en la memoria “mecánica”. Meses después suele ser sorprendido por su propia voz expresando un conjunto de frases que han quedado periclitadas o simplemente ya incompresibles.
Pienso que hay que volver al secretario humano que actúa de acompañante y consultor. Un Dr. Watson, por ejemplo, seria extraordinariamente útil. Incluso ahora con la epidemia de gripe.
Después de este introito un tanto desvariado, vayamos a por leña.
Lo de Lincoln va por el film del todopoderoso Steven Spielberg que nos ofrece en estas fechas tan cercanas a los Oscar. Un film histórico, en el buen sentido del término, perfectamente logrado desde el punto de vista cinematográfico y que enlaza en la oficial historia del asesinado presidente. Ahí está la parte de la crítica más sólida de la película.
Nuestro siempre loado y clarividente líder, residente en Parapanda, lo ha puesto en evidencia aquí mismo y Vicente Navarro en otros artículos recientes que pueden encontrar en su blog (http://www.vnavarro.org), describe con abundante información lo que la historia oficial y hollywoodense siempre nos han escondido, el carácter social del pensamiento y de la acción política de Lincoln y sus relaciones con los movimientos (ahora diríamos de izquierda, socialistas, etc.) de transformación de su tiempo. La guerra de la secesión no solo fue una guerra contra el esclavismo, tuvo sus raíces en la emancipación humana, en los problemas sociales y, claro está, en el poder del estado.
En resumen y para incitarles a ver el film, que vale la pena a pesar de esos costosos 10 euros que puede llegar a costar, una buena revisión del nacimiento de una nación, muy alejada de la versión muda de D. W. Griffith, también muy recomendable.
El otro asunto tiene un mayor coste explicativo. El “atapeït” catalán suele estar asociado al estado resultante de una buena comilona, bien acompañada con los líquidos correspondientes. Coincide también con el leve y disimulado gesto de desabrocharse el cinturón para dar aire a la hinchazón estomacal. Es un término que se utiliza cuando ya bien rellenito el colectivo de la mesa, alguien propone o pone directamente sobre la mesa un segundo postre llegado por sorpresa. Todos exhiben su buena educación y su hipocresía gustativa alardeando que ya no pueden más, que están “atapeïts”, rellenos a reventar y niegan por tres veces lo ofrecido. Hasta que aceptan gustosos y entusiasmados a la cuarta vez.
El “atapeït” es un estado ambiguo, un poco mentiroso, muy burgués. El individuo o la colectividad “atapeïda” saben que nada más necesitan para colmar el hambre o el disfrute, pero saben también que en cuanto surja la oportunidad volverán a caer en la tentación.
La expresión cuadra a la perfección con el estado, esta vez, mental de una buena parte de los residentes en Catalunya a propósito del infinito debate preeminente del dret a decidir y de la gran variedad de cosas que le cuelgan. Es tan exclusiva su presencia en los medios, tanto los producidos en la misma Catalunya, como los llegados de la capital ex federal, que el hartazgo está al llegar, en consonancia con el “atapeït”, se trata ahora del “n’estic tip”. El hartazgo exige una reacción de rechazo clara y contundente, pero mientras eso llega, hoy estamos más bien “atapeïts”, en espera de si la llegada de algún artículo hasta ahora discretamente escondido da por bien finalizada la tarde que empezó antes de las dos del mediodía y podemos despedirnos o quedar para otro día en buen estado y placidamente adormilados.
Esa distancia entre el hartazgo con su reacción y el “atapeït” con la suya es una fina línea que asemeja al filo de la navaja. Si el enredo actual no consigue encontrar una solución o al menos, una forma de debate y de pugna política que sea bien comprendida y susceptible de ser asimilada por la ciudadanía, no seria yo quien especulase con las posibles derivadas.
En este asunto, la mayoría del instrumental político y, en parte social, no han acertado con los tempos que merece un problema de estas dimensiones. El ahora ya, que ya es hora, todo y comprensible implica una velocidad de riesgo, de frustración, de cansancio o de pura reacción sin sentido, pero con consecuencias graves. El esto nunca toca, ni tocará, lleva al mismo camino. Como la estrategia de si no quieres una taza, allá van dos caldos. Método muy imperial, muy de realeza hispánica, que ha dado resultados tan esplendidos como los tres últimos siglos de nuestra historia no es de aconsejar, ni de repetir. Al no irresoluto, la historia responde con la evidencia del error. Tiempo al tiempo.
En estas estamos, a fe mía. “Atapeïts”, en la última confianza de que alguna puerta se abrirá con el apreciado último manjar y con sentimientos resurgentes tirando hacia el hartazgo más clamoroso.
Mientras llega lo uno o lo otro, eviten las comodidades inoportunas, no se vayan de la mesa, no se aflojen los cinturones, controlen la lengua, administren la rojez de las mejillas, síntoma inequívoco que lo que hagan va a estar equivocado. Calma y reflexión. Nos quedan todavía algunos miles de millones de años de dulce Sol por la mañana.
Lluís Casas et alias.