miércoles, 19 de septiembre de 2007

DON ALLAN GREENSPAN


Don Lluis Casas



Dicen que los escritores se dividen en dos clases, aquellos que alaban a su editor y los que huyen de él. Yo por si acaso, me acojo a la primera categoría, añadiendo que para mi las sugerencias de mi editor son ordenes de realización inmediata.

Digo lo anterior por la inconmensurable sorpresa al leer el correo certificado con el que el editor más importante de Parapanda me conminaba a opinar sobre las graciosas declaraciones del ex-mandamás económico de los USA a propósito de la burbuja inmobiliaria, la guerra de Irak y otras menudencias.

Siempre procuro alejarme a la mayor distancia posible del Imperio, pero como temo más a mi editor que lo tengo más cercano, voy al grano.

Si alguien no lo recuerda, Allan Greenspan (81 años) fue presidente de la reserva federal de los USA durante un largísimo período. La reserva federal es algo más que el banco central europeo respecto a las políticas financieras y monetarias americanas del norte, puesto que nadie ha obligado nunca a la reserva federal a tener un credo fijo como el que reluce en Europa por influencia alemana: stop a la inflación. La reserva federal estadounidense siempre ha basculado con comodidad entre el control de la inflación y el impulso al crecimiento, unas veces gana uno y otras la otra. No es menor contar con un sistema financiero mundial al que expulsar los déficits inflacionarios y hasta ahora el dólar tenía esta fuerte personalidad. La inflación estadounidense se disolvía en el mundo mundial. Ojo, ahora el euro empieza a competir en ello. Lo dicho es pertinente, puesto que el presidente de la reserva federal es uno de los responsables del crecimiento habido y so solo de la continencia monetaria.

Presentado el personaje en su faceta profesional, diré que A.G. corresponde al prototipo del experto liberal americano de gran carácter, sinceridad verbal y física y valor y autonomía reconocidos y muy longevo en edad y capacidad. Demócrata probablemente. Ha sobrevivido, más bien que mal, claro está, a diversos gobiernos y a períodos económicos variados, aunque en el fondo podríamos afirmar que presidió una década prodigiosa para la economía estadounidense con el presidente Clinton como eje político.

No es de extrañar pues que, liberado de sus responsabilidades gubernamentales, se explaye en sus memorias contando lo que piensa sobre lo divino y lo humano, de todo aquello sobre lo que no tiene ya influencia directa. Y a este propósito ha dejado retratado a esa mente prominente de Jorge Bush, diciendo que la guerra de Irak responde a los intereses petroleros, que la especulación inmobiliaria era sabida y que no hay sorpresa en su explosión y otras lindezas por el estilo.

Con respecto a Irak y el petróleo no puedo confirmar o negar lo dicho por el colega, solo señalar que Bush es un producto del petróleo de Tejas en todos los sentidos, su experiencia empresarial (hundió algunas empresas), la salvación de su alma (un santo bebedor), el modelo de crecimiento (sin límites, ni coartadas) y la financiación de sus campañas, todo del petróleo. Lo tomado fue devuelto en forma de políticas anti-ambientalistas, con libertad absoluta para la poderosa maquinaria petrolera, Alaska incluida y, tal vez, una aceptación del calentamiento global como instrumento de dominación. Por lo que a nadie le extrañaría lo dicho.

Con respecto a la burbuja hallo en mí más claridad de respuesta, efectivamente nadie mínimamente cuerdo puede negar que se veía venir, que todo el mundo sabia como se cocían las hipotecas en los USA y que la única incógnita era la hora del estallido. Más aún, todo el mundo sabe, Leonard Cohen dixit, que muchas entidades bancarias y oficinas financieras siniestras estaban jugando con un fuego que podía quemar la economía mundial. Exprimo su esencia: la gente en los USA, como aquí, necesita vivienda. Uno. Le ofrecen hipotecas (en los USA la hipoteca no es como aquí, es una deuda endeble jurídicamente) a tipos muy reducidos. Dos. Le prometen que en tres meses habrá una revalorización de su finca impresionante y podrá, a crédito, comprase un cadillac. Tres. Los hipotecantes, bancos y otras empresas financieras especializadas, venden esos compromisos otras entidades con el anzuelo de su revalorización. Cuarto. El proceso se repite y se extiende. Cinco.

El mundo vive de rentas sobre una deuda original que podría ser como la que sigue:

- Piso de 60 metros, en zona colindante con la RENFE, necesidad de restauración profunda, parece ser que hay un desconocido plan urbanístico sobre la zona, precio de entrada 60 millones de pesetas, pago diferido a 40 años, tipo de interés variable al 1%, no se necesitan garantías salariales. Podrá venderlo por más, mucho más. No haremos preguntas capciosas.

Finalmente, el tipo de interés sube al 8%, el comprador no paga, el piso no se revaloriza por que nadie lo quiere. El banco o cosa parecida se puede quedar con el piso, pero ha contraído una deuda con otros inversores, no tiene efectivo. Chilla, se le oye, los que mantienen depósitos en el banco corren a sacarlos…..El movimiento se expande, crece y llega a Tokio, vía Madrid.

¿Por qué se ha esperado tanto en reaccionar?, ¿por qué les entidades públicas reguladoras y las privadas encargadas de valorar riesgos no han funcionado correctamente? ¿Por qué entidades serias juegan con fuego? Que nadie responda en base a la libre empresa y a la libertad de capitales, como con seguridad hará ese profesor enchaquetado en colores que circula por Barcelona defendiendo al poderoso y al especulador. No se trata de libre empresa, ni de zarandajas parecidas. Simplemente de un funcionamiento honrado y eficiente de los jefes de los bancos y de las auditoras nos librarían del gangsterismo financiero. ¿Recuerdan la crisis de ENRON, facturas falsas con la firma del auditor?

Alguien habrá ganado mucho dinero, los bancos centrales habrán desplazado recursos públicos para cubrir agujeros y el piso sin pagar y el ocupante desahuciado.

De eso se queja Greenspan y yo.

Lluis Casas, preparando cátedra

martes, 11 de septiembre de 2007

HOMENAJE A SALVADOR MILA: Otra vez el Pacto por la vivienda

No podía faltar a la cita de actualidad mi comentario sobre el recién firmado pacto de la vivienda (no por la vivienda, ¿estamos?) del gobierno catalán. Lo que viene a continuación requiere un cierto esfuerzo anímico e intelectual por parte del que escribe; huelga decir que por razones obvias desconozco el esfuerzo del lector. Y ello a resultas de un sentimiento de ambigüedad frente al conjunto formado por el pacto en si mismo y las delimitaciones que se han establecido en torno a el. No es raro en política sentir esa impresión, pero en este caso, a mi parecer, resultaba posible una clara victoria y la satisfacción consiguiente. El retraso respecto a la fecha de la foto de presentación del pacto se debe a ese estado anímico. Foto a todas luces excesiva e innecesaria. Yo diría hiriente. No es justo tener que ver desde el televisor de la habitación a 400 euros como se celebra intramuros algo que tienes muy distante o que estás pagando con 40 años de tu vida.

Les recordaré en pocas líneas que la propuesta de ley, substrato del pacto, fue presentada en sociedad en noviembre del 2005, con la aquiescencia entusiasta de las reinas promotoras del mercado inmobiliario catalán (veían una oportunidad de evitar males mayores y de asegurarse actividad empresarial en las futuras horas bajas). La propuesta fue frenada por medios nada claros, pero que en esencia correspondieron a una fuerte incomprensión de la fueraza política hegemónica en el gobierno, el verlas pasar de la segunda, al frente populismo de la derecha contra ese instrumento democrático y jurídicamente impecable de la expropiación y a una campaña de prensa durísima. Unos por no decir lo que había y otros por decir lo que no había. No se debe dejar de citar que esa sociedad de creencias de progreso, sindicatos, asociaciones de vecinos, intelectuales sin organismo y un largo etcétera que dejaron desnudo de apoyo real y moral al impulsor del proyecto. Es de suponer que piensan que el marxismo-leninismo es esperar sentado que te sirvan el vermú. El consejero que se lanzó al ruedo con la propuesta de ley, con el apoyo de la racionalidad más exigente y la moderación adecuada, pero convencido de su necesidad y bondad, fue extirpado del gobierno seis meses después. Por razones de cuota, dijeron algunos.

Lo que pasó a continuación fue un intento de salvar los muebles en un incendio causado por cobardía política. La propuesta quedó obturada en el parlamento por efecto de la derecha, que siempre aplica medidas drásticas cuando se trata del mundo del dinero (no quería perder la posibilidad de la ley si recuperaba la mayoría gubernamental) independientemente de la necesidad social de que se trate. Se perdieron muchos meses debatiendo si eran tirios o troyanos. Las elecciones dejaron despejado el camino y la propuesta recayó en un nuevo gobierno ideológicamente replicante del anterior. Desde noviembre del 2006 ha estado en la cocina en manos de un cocinero de puchero que no cree en la propuesta porque no cree en nada. Su objetivo ha sido, no la ley, sino el acuerdo. De ahí una espectacular fotografía de prensa en la que el consejero y el líder de la especulación inmobiliaria si no se besaban (como antaño el tío Brezneff y el tío Walter Ulrich: dos estantiguas), estaban a punto de hacerlo. Foto que hizo un enorme daño político al consejero, bien merecedor de ello.

Bien, después de dos años del inicio de la partida estamos de nuevo en el frente parlamentario, con la derecha cabreada (se prefirió el mundo económico a la derecha política y por motivos de maquillaje escénico los echaron del escenario). Nos espera al ritmo del parlamento unos seis meses más. Después ley, reglamento, financiación, acción….Es decir estamos, si nada se estropea, a más de dos años de apreciar los primeros efectos. Tiempo de cocción, cuatro años. Y eso que las hipotecas suben.

Hasta ahora me he situado en las discontinuidades del terreno, ahora entró en la parcela. Las medidas propuestas son posibles, si el cabo furriel lo permite, son adecuadas y podrían ser suficientes si estuviéramos en el año 2000. Por lo tanto, unos reformistas acérrimos como los residentes y habitantes parapandeses estamos de acuerdo. Excepto que...

Excepto que la adjudicación de la vivienda de protección se haga a través del promotor privado en un porcentaje del 30%, el porcentaje está equivocado, debería ser el 0%. Y para entenderlo les remito al escándalo gallego. Un líder del PP de Galicia, promotor inmobiliario, se hacía pagar en negro 50.000 euros por vivienda protegida, sino te quedas sin ella. Piensen ustedes que si están en ese cupo del 30% podrían tener que pagar incluso derecho de pernada. Un verdadero medioevo inmobiliario.

Este excepto no es económico, ni político. Corresponde a lo más profundo de un ser honesto, honrado y garante de la cosa pública. Por todo lo demás me atengo al padre de la ley, consejero caído: es lo que ahora podemos hacer y lo que ahora debemos hacer.

Lluis Casas, en honor de Salvador Milà

martes, 4 de septiembre de 2007

EL PACTO POR LA VIVIENDA ¿CON QUIEN?


Retomo el teclado informático después de unos días de playa con lo que considero el asunto estrella de la década política y económica: la vivienda. El verano agosteño ha sido desprendido en noticias, de las que les recuerdo algunas, por si acaso no han mirado el recibo de la hipoteca o la siesta se ha prolongado excesivamente:

La esperada crisis de las hipotecas basura norteamericanas explotó por fin. Y con ello se ponen en evidencia la falta de controles reales sobre ciertas oscuridades del sector financiero, entre ellas el mal funcionamiento de las agencias privadas de control y el penoso pensamiento débil de los responsables económicos que sabían lo que tenia que suceder, pero esperaban que no llegara nunca.

La reacción pública, americana y europea, hecha de miles de millones de euros y dólares en beneficio de un sector torpe y egoísta. Pregunta retórica e ingenua: ¿Podían los mencionados millones haber llegado antes y en beneficio del acceso digno a la vivienda? No dude nadie de mi beneplácito a reducir los costes de la crisis, simplemente contemplo la posibilidad de haber reducido antes sus efectos.

Los tipos de interés siguen la empinada senda que produce agonía en la economía familiar. Los políticos y los ecónomos se ponen de los nervios y empiezan a emitir las señales de su fracaso (?) en forma de posibles desgravaciones y otras hiervas de mal gusto. Todo por no hacer los deberes debidos: oferta pública de vivienda y regulación urbanística.

La alarma fiscal se desata, la reducción paulatina del “mercado” inmobiliario afecta a las administraciones regionales y locales, que ven como sus ingresos provenientes de un mercado inflacionario disminuyen significativamente. Todo el mundo sabía que si el negocio inmobiliario se reducía, el negocio fiscal también y que iba a pasar de inmediato. Pues bien, a algunos les ha cogido por sorpresa.

Si ustedes tienen la paciencia de repasar hemerotecas o simplemente este diario digital, comprobaran que todo lo sucedido estaba previsto. Nada ha ocurrido que no se supiera y que no dispusiera de posibles medidas correctoras eficientes. Mientras tanto en casa hemos cambiado de ministra del ramo, una operación de cirugía a un muerto, que lógicamente no logrará que resucite oportunamente. El ejemplo de las malas prácticas continúa en nuestra otra casa. En Catalunya la ley de la vivienda, propuesta en noviembre del 2005 sigue por caminos extraños, pendiente de acuerdos gubernamentales, parlamentarios y de un esperpéntico pacto de la vivienda con los promotores inmobiliarios. ¿Se dan cuenta que unos adultos todavía creen en los reyes magos? ¿O es que simplemente no creen en nada?.

El pacto de la vivienda es un estropicio político que significa reducir los objetivos de la política de vivienda pública en beneficio de los promotores habituales. Estos consideran que son los dueños del rancho y que la política pública debe servir para asegurarles la actividad en tiempos de cólera, es decir: mercado reducido, tipos de interés altos, alarma familiar, etc. No para ofrecer a los ciudadanos una vivienda accesible económicamente y poco supeditada a los vaivenes del ciclo económico, sino dirigida a satisfacer la demanda demográfica.

La realidad del poder económico y la debilidad política frente a retos claros como la política de vivienda es en nuestro caso transparente y alarmante. El ciclo inmobiliario ha durado lo suficiente para que a nadie extrañe el resultado. Todo se ha visto venir, lenta e implacablemente. Los ciudadanos han visto desaparecer las rentas del trabajo hacia el pozo sin fondo de una vivienda ultra valorada por el precio del suelo (precio absolutamente especulativo o político, puesto que no se desgata, ni desaparece con el uso), y ahora podrían ver venir una reducción significativa del valor pagado. Ello ha comportado un notable disfunción en el posible ahorro y en la diversificación del gasto familiar. La vivienda lo absorbe todo y no deja nada para otros: cultura, ahorro, equipamiento familiar. La expresión “dejaré a mis hijos como herencia un piso y una hipoteca” no es un simple chiste, sino una realidad social. La calidad de vida entre españoles y europeos tiene un diferencial permanente a causa de ello.

Durante algún tiempo pensé que el sector inmobiliario era susceptible de nuevas política públicas que beneficiasen a la comunidad. Los márgenes de beneficio eran tan altos que permitía ajustes significativos y que incluso el sector más digno empresarialmente podía entender que no era bueno para nadie participar en carreras con un caballo desbocado. Alguien terminaría con los huesos rotos. Pues bien, en beneficio de la historia, debo reconocer que no disponemos en España de valor político y democrático para favorecer a la mayoría reduciendo lo que se lleva la minoría. La lista de políticos y de partidos de débil carácter es muy larga y afecta a todas las esferas de la derecha y la izquierda. Bien es verdad que con intensidad desigual. Lo que en un artículo anterior llamé el gran fracaso de la democracia española: la renuncia a una política pública de vivienda estable y consistente, se ha hecho este verano más que patente.

Por lo que doy por acabadas mis reflexiones acerca de ello y me hecho a llorar.

Lluis Casas en plena depresión pos vacacional.