domingo, 28 de septiembre de 2008

VISCA (el camp d') EL BARÇA. O la especulación inmobiliairia de unos terrenos (1)





Tal vez los lectores, a la vista del titular que encabeza el articulillo, crean que me he vuelto loco o que por fin afloran mis contradicciones nacionalistas. Nada de eso. El título significa que afluyen novedades o, mejor dicho, puestas al día de lo que siempre ha imperado en el mundo inmobiliario de la ciudad de Barcelona. El campo del Barça, o el Nou camp, con cincuenta años de veteranía, es hoy, en plena crisis inmobiliaria, la pieza de caza que las (bulímicas) ambiciones económicas y políticas de un simple han puesto a la vista de los cazadores de parcelas.

El asunto del campo del Barça es lo de siempre en materia inmobiliaria: se pilla una zona calificada de blanda (equipamientos) y se cambia a alta densidad edificatoria, con viviendas, zonas comerciales, etc. El resultado son millones de euros para unos pocos y más ciudad de mal vivir para todos y especialmente para los que durante cincuenta años han sufrido domingos por la tarde y miércoles por la noche la invasión extraterrestre de cien mil aficionados a la cosa redonda: la alegría de los vocingleros es el sufrimiento del vecindario, cuando gana el equipo casero.

El asunto, aupado a la primera página mediática por motivos de relevancia popular --el futbol, el Barça y todo eso-- toma ahora la deriva del debate mediático y político, en donde todos buscarán la tontería máxima que les haga aparecer en la foto de primera plana, tontería que les permita despistar al ciudadano y claudicar frente al inmobiliario. Ojo al detalle, presiento un cierto acuerdo de fondo: yo presento el asunto como una reducción de la petición, tu te cabreas y todos contentos.

El proyecto de remodelación de la zona de equipamientos, propiedad del club (un nombre un tanto sorprendente, puesto que de remodelación nada de nada, simple derribo y a otra cosa, mariposa), zona situada en el mejor espacio disponible en la ciudad para la voraz atracción que sienten los tiburones inmobiliarios hacia los grandes espacios urbanos, hace años que da vueltas en los despachos consistoriales. El proyecto está a la espera de un concejal más sensible a los argumentos económicos privados (por lo visto lo han encontrado). Esos despachos, poco pertrechados de la valentía política necesaria para su función, no se atreven. No se atreven a decir lo que deben: basta de especular con el poco espacio que le han dejado (las operaciones inmobiliarias) a la ciudad y a los ciudadanos. Si el Barça quiere hacer negocios que compre acciones de una banca de inversión americana, que hoy por hoy están muy accesibles. Si el Barça quiere pasta para malgastarla con inútiles quimeras humanas, que busque patrocinador, pero que deje tranquila y confiada en el futuro a la ciudad (de la que lleva el nombre y a la que dice representar) y a sus sufridos vecinos. Y en todo caso, que realice una adecuada gestión de su negocio y alcance sus objetivos sin pedir limosnas, ni favores a quien no las tiene y no puede darlas.

En el colmo de la desfachatez pública, el actual presidente, perdedor de todas las consultas recientes a su electorado, exige las mismas malas artes que el consistorio (con Pasqual Maragall al frente) utilizó contra la ciudad y a favor del R.C.D. Español, en alianza estratégica con grupos promotores que se dieron el atracón. Todos los vecinos recuerdan el mal campo de Sarria al observar los monstruos edificados en su lugar.

Este asunto tiene vertientes delicadas, tanto respecto al posible uso que se le quiere dar a esos terrenos del Barça, como al sujeto activo y al predicado que le sigue. El mal ejemplo del Español, nos dice mucho sobre la desfachatez política y social que reina en la república catalana. El Español es un club privado que pertenece a dos socios relevantes: la familia Lara (Editorial Planeta) y la Generalitat. No se sorprendan: ésta ha otorgado créditos abundantes sobre la garantía del futbolista Tamudo a través del banco oficial de la Generalitat. En fin, por ello Tamudo puede ser considerado metafóricamente como una especie de funcionario de la Generalitat en comisión de servicios en el Español. Aunque eso sí, fuera del convenio colectivo de los funcionarios. Esos créditos, sorpréndanse, fueron otorgados por el eminente españolista Jordi Pujol (convenientemente denunciados por el titular de este blog cuando le dio la desventura de ser diputado) probablemente como acción benéfica hacia el desarrollo de las nuevas tecnologías y para generar ocupación entre la alta tasa de paro de los futbolistas. Creo saber que todavía están vivos y renovados. Esos tiempos vieron una espectacular alianza entre los dos palacios de la Plaça de Sant Jaume, uno con créditos, otro con recalificaciones urbanísticas en beneficio de un grupo de futboleros. Lo que puede la feria de abril!!

El hecho que el presidente del Barça exija igual trato al que obtuviera el Español en materia de especulación urbanística tiene sus pelendengues, que diría acertadamente mi abuela. El Barça es más que un club, en relación a su impronta catalanista y a su inespecífica representatividad social. Ahora bien, en este caso, su presidente se pasa por el sobaco (allí donde yace el billetero) esos aspectos tan relevantes y quiere ser como el Español. Quiere beneficios privados a cambio de costes públicos para la ciudad y sus vecinos. No se lo pierdan, es un individuo que no esconde sus ambiciones políticas, cercanas a CIU. Incluso en algunos momentos pretendió dar el salto al palacio sito en el parque de la Ciudadela. Pretensión coyuntural producto de una copa de Europa y, tal vez, de otras copas mal tomadas. Hoy la presión por los resultados futbolísticos y por las malas artes con que dirige el club, lo lanzan a parecerse a un conocido presidente madridista que hizo lo mismo con su ciudad que el barcelonista quiere hacer con la suya. Alerta las masas barcelonistas!, su actual presidente rompió la norma no escrita que exigía que procediera del submundo inmobiliario, como la mayoría de los demás, Núñez incluido. Pues bien, el que no tenía ese pecado original quiere terminar asumiéndolo. Paradojas.

Lo que ofrece la vida si esperas lo suficiente! Les auguro un segundo artículo a no más tardar.

Lluis Casas, visca el Barça.

martes, 23 de septiembre de 2008

LOS MÁS MALOS DE ESTA CRISIS




En el articulo anterior, a propósito de la confluencia de intereses entre los gobiernos económicos de varios países y la banca en quiebra --unos para la salvación de su alma con dinero público del sistema financiero y otros por motivos de supervivencia básica personal-- me emplacé a explicar el por qué hemos de salvar al sistema financiero con las aportaciones económicas públicas y, en cambio, cuando de trata del submundo inmobiliario, el asunto tiene otro carácter. Hecho lo primero, quedé ahí comprometido para lo que sigue: noblesse oblige, que diría un refitolero. Doy por sentado que mi comentario anterior aclaró apropiadamente la primera cuestión y me lanzo exclusivamente a la yugular de los máximos especuladores de este mundo. Especuladores reiterados a pesar del paso de los años y de los múltiples tropiezos y percances ocurridos amparados en la flaca memoria de muchos mortales. Esta reiteración a olvidar viene de antiguo como lo demuestra la enseñanza de Maese Niccoló, afamado florentino, que dejó dicho: “que quien engaña siempre encontrará a quien se deje engañar” [El Príncipe, XVIII, 1].

La crisis actual ha irrumpido tras los muchos esfuerzos realizados entre unos tipos de interés muy bajos que permitían ofrecer vivienda a precios permanentemente al alza (en beneficio del promotor, no se olvide) con unos riesgos hipotecarios que carecían del cálculo de riesgo más elemental y unos mecanismos financieros de diseño que expulsaban al mercado internacional una deuda imposible de pagar en cuanto las condiciones iniciales empeorasen un poco. Y eso, efectivamente, ocurrió en los USA, la patria de la desregularización, de la ingeniería financiera y la albañilería contable.

La inflación de operaciones y el volumen de éstas exigieron intereses más altos que rompieron el esquema. Al mismo tiempo que la energía y los alimentos apoyaban el incremento de precios y la exigencia del alza de los tipos de interés, el esquema con el que trabajaban familias e inversores coyunturales (tipos bajos, estables y poco análisis de riesgo) que se habían aventurado a pedir crédito para sus compres inmobiliarias se rompió, y lo que era pagable se volvió imposible. Esa deuda, en principio dudosa, se repartió por los mercados mundiales y cuando se produjo la explosión financiera se montó el lío del siglo. Si yo tengo activos que no voy a cobrar y he recibido préstamos que tampoco puedo pagar, todos estamos en un buen lío. Fin. De los USA venimos y en Europa caemos.

Dejaremos atrás la descripción estadounidense y nos acercaremos a la vieja Europa donde el problema es distinto, pero con raíces parecidas. El empuje que en algunos países ha tenido el negocio inmobiliario, base de la crisis financiera y especialmente en aquel país situado en el lado oriental de la península ibérica, se ha basado en la reconversión de una importante superficie agrícola en suelo edificable para usos diversos. Esa reconversión transformaba un precio agrícola en un montón de dinero en 24 horas, con solo conseguir algunas firmas de munícipes poco ortodoxos y la tolerancia de determinados controles ambientales o urbanísticos. La falta de vivienda pública y de alquiler ha impulsado a las familias a invertir en una vivienda a precios de escándalo. Los inversores a pequeña escala, que se adhirieron al sistema de “invierta hoy, venda mañana y gane mucho”, añadieron leña al fuego. La promoción fue la reina de las ferias durante casi una década. Recuerden un promotor urbanístico se permitió el lujo de adquirir ENDESA.

Tan locos se volvieron con el dinero instantáneamente fácil que en pocos años hemos doblado la superficie edificada. Y todo al margen de las necesidades reales de la doliente población. El mercado de la inversión del ahorro y de la necesidad de vivienda mantuvieron unos años esa ficción de que todo era posible; ficción, insisto, basada en tipos de interés muy bajos y en la posibilidad de revender con beneficios. Es decir un negocio montado en una ficción. En cuanto la ficción se funde y aflora la realidad el negocio, no vale nada: para decirlo en la jerga de la ciudad de Parapanda es pura farfolla.

Explico ahora un pequeño detalle, olvidado demasiado a menudo en los comentarios. Una cosa es el sector inmobiliario, que genera oferta de suelo y de edificación; y, otra muy distinta, el sector de la construcción, la verdadera “fábrica” de viviendas. Este último trabaja bajo costes de competencia y es el responsable de la inmensa mayoría de los trabajadores implicados en el asunto. Ahora bien, si el primero se constipa, el segundo coge neumonía. Ese detalle tiene mucho sentido cuando afirmo que en esta situación de oferta excesiva de vivienda y de operaciones financieramente insostenibles hay que matar al microbio provocador, que no es otro que la operación inmobiliaria sin base de planificación territorial, sin demanda efectiva de uso y montada sobre la especulación de precios, aunque exhibiendo inescrupulosamente un buen fajo de billetes que parecen indicar algo apetitoso.

Pero como los efectos implican a la producción de viviendas hay que ser cuidadoso con el bisturí. Ningún daño hace perder buena parte de ese conglomerado de empresas compuestas de delincuentes recalcitrantemente habituales y de entidades con alguna seriedad. Estas últimas si han hecho honor a esa característica de seriedad sólo pasaran una ligera fiebre y perderán unos kilos. A los demás no los queremos, ni los necesitamos. No necesitamos una red de oficinas más extensa que las de las cajas de ahorro, una en cada esquina. Eso sólo se aguanta si el comprador paga márgenes descomunales. Según una reciente conversación con un alto directivo de una gran constructora, los costes reales de producción material de una vivienda de cualidad estarían en torno al 50% del precio al que se anuncia el la página de ofertas inmobiliarias. Otra cosa son las empresas constructoras. A las que hay que tratar de forma distinta. Las responsables de ese 50%, que tiene una enorme concreción: baldosas, cemento, persianas y trabajadores. En ese terreno, en donde se mueve la ocupación, la inmigración y toda la industria auxiliar, la administración debe poner mecanismos de reconversión y de digestión de la crisis.

La separación entre uno y otro, inmobiliario y constructor, puede y debe hacerse. En primer lugar las infraestructuras públicas pendientes son fuente de contratos para un sector de la construcción, la vivienda pública o la vivienda regulada y especialmente la de alquiler lo son para el resto. El abanico de posibilidades podría ampliarse a equipamientos públicos, urbanización y dignificación de nuestros pueblos y ciudades, obras de carácter diluido en el territorio y de capacidades flexibles para las empresas. Ahí, el sector público tiene un amplio abanico donde impulsar de nuevo el sector productivo. Yo, particularmente, estoy a la espera de esos programas, que, ¡oh casualidad!, responde a un carácter keynesiano, imprescindible para la salida de esta crisis.

¿Resuelve eso la crisis financiera internacional?: Ni mucho menos, pero ayudaría a la digestión de nuestra propia crisis, la que aportamos autónomamente con nuestro, con perdón, maldito sector inmobiliario.

Lluis Casas, mediador y consolador Solidaridad con los trabajadores peruanos e indonesios de la multinacional Nestlé.


viernes, 19 de septiembre de 2008

EL LENGUAJE Y LA CRISIS ECONÓMICA




No les voy a decir nada nuevo al comentarles la dificultad de relacionar el lenguaje “técnico” económico que se usa en la prensa y en las universidades con las realidades cotidianas y con la visión que tienen los sectores populares de la crisis económica. El lenguaje es una permanente manipulación, aunque algunas de las manipulaciones han acabado en espléndidas obras literarias y otras en apasionadas relaciones. No debe sorprendernos que esa manipulación, oculta bajo una terminología técnica, los intereses materiales e ideológicos de los grupos económicos. Lo anterior no niega la utilidad de disponer de términos y expresiones específicas para los fenómenos sociales y económicos, simplemente alerto sobre lo oculto en la terminología.


Generalmente lo oculto en esos casos corresponde a intereses poco confesables, a interpretaciones próximas a los poderes y cosas así. En fin, los dados a las lecturas de los años setenta sabrán de qué les estoy hablando y para los “nuevos”, les tengo preparado un sistema de traducción que pongo a continuación. Les advierto que es una muestra, no un diccionario completo. Los ejemplos los he extraído de un texto reciente de la revista “Papeles de Economía” de la fundación de cajas de ahorro (FUNCAS), escrito por un conocido catedrático de economía catalán con amplias vinculaciones sentimentales con la izquierda, por lo tanto muy poco sospechoso.



A. Reducción del ahorro familiar: Dícese de la desaparición en manos de la inflación y del tipo de interés del excedente monetario que tienen las familias. Excedente que aparece cuando la hipoteca está de acuerdo con sus ingresos y el precio de la vivienda no está manipulado. En circunstancias normales las familias ahorran, en las actuales circunstancias han de asumir costes financieros desproporcionados y durante un período de tiempo excesivo. Véase endeudamiento familiar. El término técnico es tan abstracto que sirve para un conde que decide no ir al casino, como para el jubilado que recorta el desayuno.


B. Un gran endeudamiento familiar: Dícese de las deudas financieras de las familias, deuda contraída generalmente con las cajas de ahorro y por motivo de la adquisición de la vivienda, que tiene valores por encima de los que las condiciones económicas medias permiten. En circunstancias normales, el endeudamiento está relacionado con el valor real de la vivienda y con la capacidad de pago de las familias. El análisis de riesgo de las entidades bancarias ajustaba esos parámetros, pero la reducción del tipo de interés y la revalorización(o especulación) inmobiliaria han roto los diques técnicos y las familias se han sumido en una especie de deuda perpetua. El término técnico culpabiliza a las familias, como si fueran seres irresponsables que se gastan el salario en tabaco y copas. Al contrario, el mecanismo que hemos vivido obligaba al endeudamiento extremo, so pena de vivir bajo un puente o con los padres.


C. La caída de la construcción: dícese del ajuste hispánico que se está operando en el sector inmobiliario. En España el peso de ese sector en el PIB era más del doble que en la mayoría de los países europeos, lo que a largo plazo no tiene el más mínimo sentido económico. La reconversión del suelo rústico en grandes operaciones inmobiliarias impulsada por numerosos grupos especuladores ha dado en terminar de forma brusca. De hecho se trata de la caída de la promoción, sector verdaderamente protagonista del asunto que arrastra a la producción material (la construcción) en su suicidio.


D. Reducción de la confianza de los consumidores: Dícese de la reacción ciudadana habitual cuando los precios, el tipo de interés suben rápidamente y aumenta el paro. Los psicólogos mantienen que es una reacción natural al aumentar los riesgos del entorno. El entorno es algo alejado de la capacidad de acción de las familias, que solo pueden alzar defensas preventivas generando ahorro con la reducción de los gastos. El fenómeno afecta tanto a consumos básicos, como a las inversiones, vehículos, etc. Esa confianza no es tan abstracta como apunta el término, sino basada en el día a día y con la vista puesta a final de mes o en el trabajo que está pendiente de un hilo.


E. Alzas de precios en energía, alimentación: Dícese de la manipulación de los precios de esos productos por parte de conglomerados inversores internacionales, que aparentemente no tienen nombre, ni pagan impuestos. Esos fenómenos, a veces temporales y otras veces más permanentes reconvierten los costes de producción industriales, los salarios y los tipos de interés a través del auge desconsiderado de la inflación. No se conocen operaciones bélicas contra esas fechorías sociales. Generalmente el aumento de esos precios está relacionado con la demanda y los costes de producción y distribución. En esos casos y cuando no aparece la mano especuladora, no suele ocurrir nada alarmante.


F. Acumulación de estocs de viviendas: Dícese del fenómeno mágico producido por un elevado número de viviendas sin vender. Curiosamente, coincide regularmente en el tiempo con grandes necesidades de vivienda por parte de la población. La convivencia de ambos fenómenos se debe a los precios y a los tipos de interés y a los salarios reales. También resulta curioso que en el estoc se incluyan 400.000 viviendas vacías en Almería, todas ellas unifamiliares y con piscina y otras 200.000 en zonas urbanas densas, pero a millón de Pts. el metro cuadrado. Es chocante que la vivienda pública o la regulada de alquiles o de compra no sufra esas inquietudes y su mercado sea estable y duradero.


G. Crisis financiera internacional: Dícese de los apuros que pasa el mundo cuando las entidades financieras han hecho tropelías y han generado movimientos financieros sin base real. Lo sorprendente de las crisis financieras es que son los trabajadores y las empresas decentes las que suelen verse más perjudicadas. Como en el caso de las alzas de precios de la energía o los alimentos, no se conocen operaciones policiales inmediatas y radicales.


En fin, podríamos continuar hasta el fin de nuestros días.


Lluis Casas experto en bisutería letraheridamente fina.

jueves, 18 de septiembre de 2008

LA OPERACIÓN RESCATE EN LOS USA





Si algún comentarista económico se fija como objetivo dar diariamente al público su parecer sobre lo que acontece en el mundo de los intereses y de las cotizaciones --ni que sea atendiendo exclusivamente a lo más importante-- lo tiene crudo. Corre casi tantos riesgos en sus opiniones como los inversores en bolsa en sus inversiones que se han apalancado con acciones del sector financiero o del inmobiliario. Los sustos son de aúpa y las explicaciones del por qué parecen sacadas del baúl de los recuerdos de 1929. No se asusten, estamos, me parece, en el 2008.


Para hoy, el magnate de Parapanda, patrocinador de este medio digital, me ha pedido un comentario sobre la socialización de las pérdidas privadas que ha emprendido el gobierno estadounidense al hacerse con la propiedad de bancos quebrados: en jerga, el rescate. Horas después la noticia parecía un cuento de hadas frente a las nuevas quiebras que se anuncian, con cifras inconmensurables. Dinero anotado en los balances, que alguien dejará de poseer.


Si nos guiamos por lo que nos dicen los noticiarios, la situación está sorprendiendo permanentemente a los gobernadores de las economías occidentales. Nadie atina a establecer cuál es la dimensión del problema y cómo se debe responder a ello para romper con la dinámica de hoy peor que ayer, pero mejor que mañana. El oscurantismo de las entidades financieras frente a sus riesgos ha sido a lo largo de este último año un método para esconder responsabilidades privadas de los gestores que han impuesto mayores riesgos de los aceptables a sus entidades y que ahora proceden a repartir los costes entre todo el mundo mundial. Sólo eso merecería la cárcel sin piedad ninguna. Y, sin dudarlo, por varios cientos de años. Pero hay más, los reguladores de los mercados financieros, reguladores estatales y mundiales, públicos y privados, están apareciendo como los tontos del pueblo, tanto por el efecto de la ocultación de los hechos practicado por la banca, como por su inacción efectiva sobre este asunto.


¿Qué nos deparará para mañana ese ciclo diabólico de quiebras y percances? ¿A dónde llegará el escandaloso reflejo del aventurerismo financiero? Ni los economistas, una tribu especialmente pendenciera, sabe nada al respecto: ellos son los profetas del pasado. Tampoco los analistas que ahora han puesto de moda una aparente humildad: no lo sabemos, afirman desparpajadamente.


Preguntas cabales que no tienen respuesta atendiendo a lo que los bancos gubernamentales hacen y parece que saben. El gobierno de los USA, el terreno mejor abonado para la crisis, parece haber establecido una especie de tómbola para bancos y entidades financieras en quiebra. Algunos consiguen el premio de la salvación pública y otros no. Las voces procedentes del miedo y de la ideología ultraliberal se están desprendiendo de los últimos retazos del eslogan que tantos dividendos les ha dado: “lo privado es lo más guay y lo público es una caquita”, para pedir ahora solemnemente y sin ninguna vergüenza la llegada del capital público para su salvación. Entre nosostros, por ejemplo, ha causado sensación las palabras del presidente de la CEOE que viene a decir “congelemos por un tiempo el libre mercado”, aunque aclara que de lo que se trata es que Papá-Estado, ese padre putativo que todos tenemos, abra la chequera sin mirar a quién… siempre que sea empresario.


A parte de ese desvergonzado descaro ideológico con que se está produciendo ese fenómeno, y que se debe, sin ninguna duda, al ingrato placer de no encontrar nada en un bolsillo que horas antes andaba repleto (ya saben que don Carlos de Tréveris nos advirtió que la ideología se acomodaba a lo que el bolsillo del potentado demanda), una sensación que obliga a perder los modales, a renunciar a lo dicho y agarrarse a un clavo ardiendo; insisto, aparte de ese descaro, lo importante es que sí.


Efectivamente la economía pública debe intervenir, aportar fondos y garantías, tranquilizar los mercados financieros y proceder a la curación de los daños. El motivo es muy simple. Tan simple que da reparo decirlo: o el sistema financiero reemprende la vía de la normalidad, es decir, financiando a las empresas y a los particulares en sus proyectos económicos o la economía va a estrangularse a si misma, como una serpiente arrollada a su propio cuello. Por lo tanto, el devenir de las empresas y de los particulares en sus habituales negocios financieros, emprender una inversión, comprar un piso, etc. depende en gran medida de que ese sector alcance de nuevo la tranquilidad y los recursos para inyectar alegría al futuro inmediato.


Algunos de ustedes pensaran con toda la razón del mundo que lo dicho es de una desfachatez que asusta. Efectivamente así es. A pesar que el mundo financiero --mayormente privado y el mundo regulador de las finanzas, mayormente público-- han demostrado una estupidez inmensa y unas ansias de beneficio rápido inagotables, que han terminado en un revolcón de aúpa. A pesar de eso, digo, hay que salvar los muebles de la economía y para ello el sector público debe aportar sus recursos a la banca privada. La aportación debe hacerse con la prudencia adecuada para que el mismo estúpido que ha conseguido la quiebra no vuelva a estropear la función. Y así parece que lo están haciendo. Por una puerta entre el dinero público y por la de detrás se marchan los idiotas de turno (con toda probabilidad con los bolsillos repletos). Pero lo están haciendo selectivamente, lo cual tiene su lógica. Ahora bien, se trata de una lógica que tiene consecuencias nefastas para aquellos trabajadores de las empresas que no han sido rescatadas.


Ahora bien, si hasta aquí les he manifestado que comparto el fondo de lo que la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco de España están haciendo, también debo decirles que eso no es todo y que sin lo que falta, el acuerdo sólo es de principios.


Pienso que una vez aceptado que los fondos colectivos en manos de gobierno salvan el sistema financiero, ha de actuar la guardia civil y todos los demás cuerpos y escalas de la policía fiscal y financiera y —dado que estamos hablando de USA— es de cajón que la actuación de los “hombres de Harrelson” sería apropiada. Los responsables deben pagar públicamente por los errores cometidos y los desmanes programados; y una vez el sistema financiero recupere el aliento y la regularidad, los costes que ha sumido el conjunto de los contribuyentes deben cobrarse adecuadamente. Por lo tanto, lo comprado, cuando se venda, debe rehacer la hacienda pública que se ha sacrificado hoy.


Fíjense que hablo del sistema financiero, no de las empresas inmobiliarias, que es otro asunto probablemente más pudendo todavía. Y en ello me emplazo para la próxima entrega.


En todo caso, no me resisto a traer a colación la siguiente paradoja: en el país del ultraliberalismo más tonante, las autoridades han reaccionado de manera intervencionista, cuyos motivos ahora no interesan; pero en la Europa de nuestros dolores de barriga –y no exactamente neoliberal, es más con una tradición intervencionista, por ejemplo los gobiernos conservadores ingleses y franceses de los años cuarenta y cincuenta--, los gobernantes están a verlas venir.


Lo dicho: quedo emplazado para la próxima entrega.



Lluis Casas, reformista obligado.



Post scriptum. La empresa Nestlé (irrespetuosa con los derechos humanos) sigue sin responder a las demandas de los trabajadores del Perú e Indonesia.

lunes, 8 de septiembre de 2008

MÁS MEMORIA, MUCHA MÁS MEMORIA


Como era previsible, el juez Garzón se ha lanzado al asalto de los últimos reductos franquistas de la memoria sobre la guerra civil y la represión fascista. No parecía, hace tan solo tres años, que esta cuestión irresoluta y medio oculta bajo las alfombras de múltiples gobiernos tuviera la resonancia mediática y sentimental (en el sentido más noble del término) que está teniendo. La prensa de todo tipo acoge, con distintos puntos de vista el problema, y les da una resonancia que por descontado nadie hubiera imaginado. Así estaba de mal enterrada nuestra guerra civil.
En otras ocasiones he comentado el asunto a raíz del fallecimiento de Gregorio López Raimundo o de la maldita enfermedad de Jordi Solé Tura. Hoy lo hago con las portadas mediáticas llenas de esa realidad mal e indebidamente oculta y por el reflejo de un acontecimiento personal reciente.
Por mi edad, no viví la guerra civil, que ha sido una gran protagonista de mi formación ideológica y ética, a la vez que era motivación de múltiples lecturas clandestinas primero y normalizadas democráticamente después. La viví también con gran distanciamiento en casa. Distanciamiento que puedo explicar tanto por motivos de represión, como por el gran retraimiento de quienes fueron testigos, actores y victimas. Todos ellos estaban en casa.
Esa distanciación forzada en lo más personal y familiar, pero en absoluto traumática para mi, está pasando a un estado en el que ya nadie puede rectificarla. Por enfermedad y en mayor medida por fallecimiento, mis familiares cercanos no pueden volver atrás en esa prudencia psicológica que les hizo no contar casi nada. Supongo, por lo que sé, que es una situación muy generalizable.
Desde la perspectiva del hoy, la mayoría de nuestros conciudadanos no pueden comprender la potencia de esa circunstancia histórica. Entreven sus significados por elementos relativistas, como la literatura internacional, que es un reflejo de la importancia del conflicto y de sus efectos sobre los que lo vivieron. Las anotaciones históricas, a miles, son otra constatación de su relevancia. Todo ello facilita, a quienes por nacimiento se han visto en otras circunstancias políticas y sociales, cierta aproximación a lo que aconteció. Pero el hecho de su hasta ahora parcial ocultación oficial por la democracia española no ha permitido a buen seguro mayor identificación con lo que fue la más intensa experiencia modernizadora y social de nuestra historia.
Todas esas cosas, Robert Kappa, Ernest Hemingway y tantos otros, no substituyen lo que podría llamarse la memoria familiar y el recuerdo claro y detallado de lo que cada familia experimentó. Yo mismo, que como ya he señalado, me sentí muy marcado por la guerra civil, lo fui principalmente por comprensión histórica y política, nunca con la misma intensidad en mi experiencia familiar.
Hace unos meses murió mi padre, soldado de la República por unos cortos meses, herido en el frente y afortunadamente extraviado para los dos ejércitos en la fase final de la derrota, con lo que pudo reintegrarse a la vida civil sin costes añadidos.
Nunca me explicitó esa experiencia, existían en casa datos sueltos que conformaban un relato breve y excesivamente conciso de su pequeña historia militar. Tampoco yo quise insistir, pensando que tal vez no era cosa que le fuera posible relatar. Así quedó el asunto durante muchos años.
Una larga enfermedad lo llevó hace unos meses al hospital y a su final. En los últimos instantes de consciencia antes de la sedación que lo mantuvo aislado del dolor y del entorno, se sumió en unas ensoñaciones que interpreté sin ninguna duda como su memoria del frente de guerra. Mi padre, que nunca pudo o supo explicarme sus vivencias en la guerra civil, murió en el frente de levante, luchando verbalmente con los rebeldes sesenta y ocho años después de finalizada esta. No reproduzco las palabras, que son signo de la dureza y crueldad de la guerra. Simplemente constato la tremenda marca que dejaron unos hechos y hasta donde puede llegar una memoria que nunca pudo expresarse personalmente o socialmente y que lo hizo finalmente en el trance de la muerte.
Lluis Casas

jueves, 4 de septiembre de 2008

LOS CATALANES PERPLEJOS. Mano a mano con López Bulla



El picador colombiano Reinario Bulla Bulla todavía en activo.


Digo yo

Ya saben, si han seguido la prensa estos últimos días, que los sociólogos catalanes apuntan a que los residentes en el Principat están perplejos frente a lo que les pasa. No saben qué le pasa realmente al país, obviamente tampoco por qué, ni tan siquiera a donde han de ir a buscar el pan.
Los sociólogos, sesudos ellos, apuntan las causas. Desorientación política, dudas frente al futuro colectivo, efectos de la llegada de muchos inmigrantes.


Nunca he creído todo lo que dicen los sociólogos. Personalmente siempre miento en las encuestas y creo que la capacidad inventiva del personal cuando le preguntan cómo se siente es muy grande. También apunto que la desorientación debe ser un fenómeno permanente y que tal vez lo grave sea si aumenta descaradamente o desaparece bajo las botas históricas, de las que les hemos perdido la dirección, afortunadamente. Pienso, también, que seria importante ver esa perplejidad según sectores sociales, puesto que no es lo mismo que los del Barça estén perplejos a que lo estén los del Español, por poner un ejemplo poco conflictivo. ¿Se imaginan a los empresarios perplejos? O a los mismos guardias urbanos.


En fin, la noticia y el comentario tienen interés si los relacionamos con algo imprescindible para la moral de la tropa: qué dice el sargento y que explica el comandante. Ahí creo que esta el quid de la cuestión.


Hasta hace unos pocos años los líderes políticos emitían mensajes esclarecedores (independientemente de que mintieran o no dijeran la verdad) para el personal: González y Pujol, eran maestros en ello. Hoy sus correspondientes parecen, uno, pertenecer al silencio de los corderos y, otro, al cuento del pastor mentiroso y el lobo. Ciertamente si el comandante no explica qué cota hay que tomar, la cosa es grave para la tropa de asalto. Si además la clase de los sargentos anda a la greña sobre cómo debe cogerse el fusil, peor todavía. Esta, pienso yo, es la circunstancia que genera esa inquietud psicológica colectiva. El personal necesita directrices (esté de acuerdo con ellas o no), interpretación clara de los medios para alcanzarlas y recomendaciones morales que reconforten y den confianza en el proyecto. Tampoco es bueno que un conflicto dure eternamente, como la resolución estatutaria y el sistema de financiación de la Generalitat. El desgaste a largo plazo desbarajusta la moral más alta.


En definitiva, los sociólogos nos avisan que ni los líderes políticos, ni los estamentos representativos están haciendo bien los deberes. El personal necesita desayunar con noticias claras, indicaciones precisas y la constatación de que hoy hemos avanzado un poco. Esperemos que los que no disponen de voz y deberían tenerla, entiendan el mensaje.


Lluis Casas, peripatético.


Me responde JLLB


Mi querido amigo y maestro:

Comparto con usted la desconfianza hacia las encuestas y en aquella sociología de carácter mercenario, que aunque minoritaria me dicen que es muy influyente. Sobre la rigurosidad de las encuestas un poeta humorístico italiano de principios del siglo pasado, Trilussa, dejó dicho algunas cosas en dialecto romano acerca de la media aritmética sobre el consumo de pollos per cápita; de ahí que, como usted conoce, algunos nos refiramos a las estadísticas como el pollo de Trilussa. Sobre los sociólogos, ya lo ha visto usted, no soy tan radical: ustedes los economistas suelen tenerle una indiscriminada ojeriza a esos científicos sociales. Hago la excepción de nuestro común amigo el doctor Alós-Moner i Vila, nieto del gran medievalista de renombre universal, don Ramon Maria Alós-Moner. Nuestro común amigo es economista y sociólogo reputadísimo en entrambas disciplinas académicas.

Querido amigo: yo no creo que exista una perplejidad específicamente catalana. En ese sentido sería clarificador que hiciéramos la distinción entre los conceptos “perplejidad” y, si me permite el vulgarismo, “cabreo” de naturaleza política. Aunque puesto a decir heterodoxias, sin ser excesivamente hereje, la perplejidad tiene un volumen mucho más amplio que el cabreo político de aquellos catalanes que estén cabreados políticamente. Es más, estimo que la perplejidad (o, por mejor decir, las perplejidades) están, con mayor o menor relieve, repartidas por todas las latitudes del mundo occidental o, hablando con más propiedad, noroccidental. Así pues, dejo aparte el cabreo político porque: es otra cosa y ya lo he tratado hace pocos días en este mismo blog. Hablaré, maestro, de las perplejidades.

De la perplejidad de cada persona en particular ante los grandes cambios, perdón por el énfasis, epocales que estamos viviendo desde hace ya algunas décadas. A saber: de ese cincuentón que, en el ecocentro de trabajo, le cambian el chisme con el que aproximadamente se había acostumbrado por un nuevo chirimbolo tecnológico; de esa persona que, a nueve o diez años de jubilarse, le despiden (como está sucediendo ahora, aprovechando que el río Genil pasa por Parapanda) y sabe –con perplejidad y temor— que no hay posibilidad, a su edad, de volver a colocarse; de esos padres que, educados en la cultura de la ética del trabajo, observan en sus hijos unos valores diferentes; de esas personas que, para sus adentros, observan los movimientos migratorios y se sienten, lo expresen o no públicamente, azorados; de esas mujeres que, con perplejidad y odio legítimo, ven cómo la violencia machista alcanza cotas dramáticas y ven las dificultades de los poderes públicos en abordar ese horror; perplejidad ante ese preocupante nivel de violencia juvenil que –para mayor abundamiento— es videodigitado y publicado en Internet; perplejidad porque lo que es fundamental para el perplejo aparece –o tiene esa sensación— como irrelevante para el Estado. ¿Debo seguir, don Lluis?

Lo curioso del caso es que nuestros intelectuales no están debidamente al tanto de estos graves asuntos. A algunos de ellos parece irles de maravilla aquella sentencia de Boetius: “si tacuisses philosophus manisses” [Si te hubieras callado seguirías siendo un filósofo]

Puede ser que todavía sea demasiado pronto para leer adecuadamente esta gran ruptura de civilización, esta época axial, en palabras de Karl Jaspers. O puede que, a pesar de que todavía es pronto, haya una notable distracción ante tantas perplejidades, a sus causas y efectos. En todo caso, la generalizada opinión de que “vamos a la deriva”, a parte de que no tiene originalidad alguna, esconde la necesidad de pensar. Que no es original lo demuestra que, desde Esquilo hasta nuestros días –pasando por Los Buddenbrook-- es frecuente oír a un personaje (por lo general de clases acomodadas) que se lamente cinco veces al día de que “las cosas van mal y que esto no es lo de antes”. En todo caso, esta expresión no la han hecho históricamente sólo los filisteos, también las clases populares --perplejas y atemorizadas, incluso ante los cambios que tendencialmente les favorecían—exclamaban de vez en cuando que “¿dónde vamos a parar?”. ¿En la suya no, don Lluis? Porque en la de un servidor era moneda corriente. Con una cosa harto chocante: cuando sacaba buenas notas (perdón, siempre) mi madre adoptiva, la tita Pilar, no decía ni pío; pero cuando no iba a misa exclamaba: “Animicas mías del Purgatorio, ¿dónde vamos a parar?”.

En resumidas cuentas, entiendo que estas perplejidades son “universales” y tan catalanas como de los Montes de Toledo y de la ribera del Duero, de la Borgoña y Montepulciano… Y ahora, egregio maestro, le dejo con Trilussa, famoso por su pollo. Le saluda desde Parapanda, JLLB




Sai ched'è la statistica? É 'na cosache serve pe' fa' un conto in generale

de la gente che nasce, che sta male, che more, che va in carcere e che sposa.
Ma pe' me la statistica curiosaè dove céntra la percentuale,

pe' via che, lì, la media è sempre egualepuro co' la persona bisognosa.

Me spiego: da li conti che se fannoseconno le statistiche d'adesso

risurta che te tocca un pollo all' anno:e, se nun entra ne le spese tue,

t'entra ne la statistica lo stesso perché c'è un antro che ne magna due.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

INFORME NO PEDIDO PARA EL GOBIERNO ZAPATERO: ¿Cómo abordar la crisis?




Dice la tradición que al final del veraneo suele aparecer entre los humanos una enorme ansia de buenos compromisos para con el futuro inmediato. Suelen ser de carácter sanitario, como dejar de fumar o relacionados con la ética personal, cómo portarse mejor con la familia o tratar adecuadamente a los conocidos y otras por el estilo, incluso se incluyen algunas propuestas profesionales, como decirle al jefe las cuatro verdades que han permanecido ocultas durante años. El gobierno del estado no debe ser distinto del común de los mortales y es adecuado que inicie el desarrollo del curso con buenos propósitos para enmendar sus errores y para obtener mejores resultados en el período que viene. Pero como, en fin, el gobierno no funciona como la biología humana exige, también es costumbre, que los comentaristas económicos le planteen esos deseos de mejora, ahorrándole el desgaste de las meninges e inútiles discusiones. Y aquí estamos.

Desde esta bitácora digital y con mucho menor riesgo del que conllevan las verdaderas bitácoras marineras voy a decirle al tío Solbes y al equipo económico (si es que existe, cosa que de la que dudo) lo que le conviene al país. No esperen grandes cosas, a mi edad ya tengo bien aprendido que todo gobierno que consiga realizar medianamente bien dos o tres tareas por año es todo un éxito. Por ello seré breve y conciso.

Pienso que al gobierno se le plantean cuatro frentes inmediatos que debe resolver con urgencia y que marcarán el devenir del curso o incluso más allá. El primero, la gran urgencia nacional de la financiación de las CCAA y de los ayuntamientos. El segundo la planificación y el desarrollo efectivo de las medidas para reimpulsar la economía, el tercero la cuadratura del círculo presupuestario y, finalmente, pero no de orden menor, el modelo económico sobre el que debe desenvolverse la economía española en el futuro.

Estarán de acuerdo conmigo que las cuatro tareas son como el resumen de los diez mandamientos, puesto que dicen mucho con poco. Pero así es y no creo que sea época de ponerse deberes menores.

Todas las tareas conllevan tensiones políticas y económicas: con el entorno inmobiliario, con los dioses financieros, con los monstruos empresariales y con los estamentos representativos de la política, incluso con los sindicatos. Pero siempre es así desde antes de Marx, el barbudo de Tréveris: la economía y la política conviven en perpetua lucha, por ello algunos hablamos de, e incluso estudiamos, economía política y no teoría económica. Mucho me parece que algunos de los grandes errores de la política económica de los gobiernos de ZP se deben a la ignorancia expresa de esa gran verdad absoluta (a modo de la velocidad de la luz).

Vamos a empezar de acuerdo con la ordenación propuesta con la financiación de las CCAA y los ayuntamientos. Reconozcamos de entrada que ha sido el tirón catalán el que ha puesto sobre la mesa un grave problema previamente existente y su necesidad de darle una salida, por fin, adecuada y racional. Aunque, claro está y a pesar de la mala memoria de muchos, este hecho siempre ha sido así, ya desde el primer gobierno democrático e incluso antes: Catalunya ha tirado del carro de la estructura del estado. ¿A quien se quejarían los Rodríguez Ibarra del reino sin el impulso político de Catalunya por conseguir un estado federal que les incluye a ellos?

Añado a la financiación autonómica la cenicienta de las finanzas públicas, la que corresponde a ese variado mundo de los munícipes. Lo hago por que considero que no puede mantenerse una situación como la de hoy: las dos administraciones que generan la inmensa mayoría de los bienes públicos y todos los bienes y servicios sociales deben disponer de sistemas de financiación racionales, competentes, suficientes e independientes del mal humor de los funcionarios estatales domiciliados en Madrid.

Hoy en España hay muchísimo más estado en las CCAA y en los entes locales que en el gobierno mal llamado central (tengo para mi que debería ser gobierno federal). Analicen, si no están de acuerdo, los servicios públicos que usan habitualmente y contabilicen quien se los proporciona. El resultado es rotundo, a menos que residan en Afganistán o dispongan de acciones de las eléctricas.

La financiación regional y territorial debe terminar con un modelo que permita que nuestro país se integre en lo que la media europea indica: mayor y mejor gasto social y mayor y mejor gasto en infraestructuras urbanas y generales. Si el gobierno federal, manteniendo un espejismo de que ellos son los más importantes, retrasa o no adelanta mecanismos mejores a los actuales, la crisis territorial está servida. Y continúo insistiendo en que tampoco es racional y adecuado retrasar las reformas detrás de la crisis económica (argumento que sirve para todo y para nada, puesto que al gobierno no le consta su existencia), tampoco le sirve a un gobierno escudarse detrás de los territorios menos dinámicos y que menos aportan al beneficio general. ¿Alguien se imagina a los USA gobernando desde la perspectiva de Ohio y no de Nueva York o California (ojo al parche les hablo de peso económico, no de dignidades, ni de necesidades)?

Hecha esta breve presentación del primer problema, paso a la segunda: ¿cómo enfrenta el gobierno la crisis? Aceptando que esta se produce por dos fuegos cruzados, uno internacional en el que poco se puede influir (aunque siempre hay que intentarlo) y otro interno que da mucho más juego a las medidas gubernamentales, les diré que es éstos son los aspectos que hay que tratar. Punto uno, reducción de la dependencia energética (en donde estamos en excelente posición eólica y solar y con amplios márgenes de racionalidad de consumo a aplicar). Punto dos, reforma de las normativas urbanística y económicas que tienden a potenciar la especulación del suelo. Hay que acabar con el negocio sucio de la apropiación indebida y dejarlo en lo que debe, la promoción debe ser una actividad que tienda a dar resultados equivalentes a otros sectores y que proporciona bienes necesarios. Punto tres, acelerar el impulso a los sectores tecnológicos. Punto cuatro, reducir el peso político de las ex empresas públicas en sectores que son básicos, las comunicaciones y la industria básica. Punto cinco, atención prioritaria al sistema de transporte ferroviario.

Aduciendo la brevedad paso al siguiente apartado, el presupuesto del 2009. Aquí la inversión pública es capital. La crisis no nos debe hacer retroceder en este punto y la ideología monetarista no debe asustarnos respecto al déficit, ni respecto al endeudamiento. Tenemos márgenes amplios en ambos aspectos y debe imponerse un mayor acento keynesiano el las finanzas públicas.

Finalmente nos queda lo más importante, el modelo de crecimiento de futuro. Ya saben lo que voy a decirles: ciencia y tecnología, empresas con alto valor añadido, apuesta decidida y poderosa financieramente para mejorar la perspectiva de los sectores vinculados a la investigación y al desarrollo de productos. Otro más acercarnos de verdad en el ámbito de las prestaciones sociales a la media europea. Inversión en vivienda pública de alquiles, eje básico para alejar la especulación de la necesidad social. Estos dos objetivos deben marcar el nuevo modelo, con la reducción del sector inmobiliario a lo que sea normal, es decir, mucho menos de la mitad actual.

En fin, ya ven que hay donde escoger.

Lluis Casas, escéptico