domingo, 25 de noviembre de 2012

TRASPASAR EL RUBICÓN



Hoy toca, como le tocó a Julio César en su día, atravesar el río Rubicón, el límite armado para todo general romano. Julio César fue en busca de su verdad política por encima de principios casi nunca mancillados, yo lo hago, mucho más cómodamente, en forma de confesión pública para mutuo conocimiento al albur de una fecha que marca el destino de los laborantes de forma indeleble. Unos pensando que la diosa Fortuna les ha sido favorable, otros sintiéndose repentinamente estreñidos.

Llevo ya algunos años, podría ser que ya sumaran bastante más de un quinquenio, dándoles la tabarra con artículos ahora sí, mañana también en este medio en el que el debate, la ironía y la más que necesaria siesta se dan la mano con alegría, sin perder por ello oportunidad, el sentido crítico y la benevolencia democrática.

Por si les interesa saberlo, la historia menor del asunto empezó cuando José Luis (Don José Luis López Bulla) me pidió una colaboración a propósito de las enormidades urbanísticas que se producían en aquel entonces por doquier, les hablo de mediados del 2005, cuando todavía, en palabras presidenciales madrileñas, estábamos a la caza de Gran Bretaña y habíamos superado a Italia con relativa comodidad. Éramos la estrella ascendente de la Champions del PIB.

Yo, en aquellos momentos tenía un cargo político en el primer gobierno de izquierdas que gobernó Catalunya (de lo que estoy más que orgulloso), cosa que exigía una cierta discreción en los menesteres de la emisión de opinión urbi et orbi. Y todo y que me tentaba muy mucho escribir sobre el asunto, el hecho de ser persona con ciertas dificultades para autocensurarse en sus opiniones (en tales casos es preferible callar) y tanto como para mantener mi libertad de expresión fuera del alcance de mi propia autocensura, como para no complicar más la vida a un  gobierno ya muy aturullado por los medios de la derecha,  se me ocurrió elegir un nombre figurado para el affaire. Como dicen los franceses un “nom de plume” que me permitiera ser y no ser, estar y desaparecer y, en definitiva, decir lo que pensaba y sabía con las menos restricciones posibles. Siempre cumpliendo teutónicamente con el deber del silencio por razón del cargo.

La elección del nombre alternativo y protector recayó en Lluís Casas, apodado también don Lluís Casas por el maestro armero de este blog, elevado a la condición de alcalde de Parapanda en ocasiones, a catedrático de la London School en otras y con el tiempo transformado en fotógrafo aficionado con blog propio. Curiosamente y sin saberlo, el nombre corresponde también a un, posiblemente, digno empresario inmobiliario.

La elección del nombre no puedo justificarla. Tal vez lo de Casas estuviera relacionado con el segundo apellido de mi padre, es decir el apellido de mi abuela (no quiero que se sienta menospreciada) o con el contenido del primer artículo, el submundo urbanístico e inmobiliario. Vayan ustedes a saber, ahora que uno ya no puede confiar en el Dr. Freud. Lo de Lluís todavía resulta más oscuro e incomprensible. Ni siquiera es un nombre que hubiera elegido para mi personalidad real de poderlo hacer y no tengo antecedentes que puedan explicarlo. Ahí tienen el caso por si alguien quiere hacer una tesis.

El primer artículo que se publicó (que se transformaría en una serie de cinco, si no me equivoco) se tituló “Catalunya, la Marbella difosa”. Lo escribí en catalán, la lengua vehicular propia y trataba de la especulación urbanística en Catalunya y de su peculiar forma de planteamiento: sin aspavientos, ni grandes fotos de enormes promociones, pero con parecidas tendencias corrompidas e idéntica destrucción del paisaje y del paisanaje, que daban por resultado tanto o más dinero que en otras zonas e igual de mal repartido. Como años después se pudo comprobar en Santa Coloma de Gramanet sin ir más lejos. Una forma de hacer absolutamente “nostrada” en la que la aparente discreción esconde la misma corrupción.

Don José Luis al recibirlo, me solicitó en aras de la comprensión del lector latino americano, muy abundante en el blog, que los hiciera en castellano. Una lengua más internacional e imperial que el lánguido catalán.

Me lo pensé con mucho cuidado y no tomé la decisión en función de la debida obediencia hasta que escribí el siguiente artículo ya en la lengua de amanuense de Juan Marsé y Manolo Vázquez Montalbán a modo de prueba sentimental con resultados como mínimo compresibles para los lectores y a costa de esfuerzos tolerables.

Lo curioso del caso es que volver a la lengua que, obligadamente, constituyó la base de mi formación escolar, cultural  y académica fue un placer. Yo hablaba en catalán en mi entorno familiar y vecinal desde siempre, pero en la escuela todo se hacía por decreto franquista en castellano (sorprendentemente excepto las clases de francés e inglés que se salvaron de la criba, probablemente por desconocimiento patológico de los censores educativos del momento, que duró 40 años, nada menos), de modo y manera que mi capacidad de expresión escrita estaba mucho más consolidada en la lengua adoptada por obligación que en la adquirida por nacimiento.

Lo cierto era que, además e independientemente de mis lecturas en cualquiera de los dos idiomas, hacía mucho tiempo que no utilizaba la pluma, la máquina de escribir o el ordenador para hacerlo en castellano. Nada en mi entorno me exigía a ello, el trabajo en la administración municipal o autonómica fue siempre en catalán. El entorno próximo que exigía otro tipo de escritura más de lo mismo. Así que terminé por disfrutar con la recuperación de un mecanismo de comunicación escrita que había quedado en la reserva. Y comprobé, sorprendido, que me espabilaba tal vez mejor con la escribanía castellana. No hay rencor por ello.

Las derivas del tripartito en la segunda legislatura me expulsaron del cargo al que me habían nombrado (una historia que tal vez merezca en su día un largo comentario), pero en pocas semanas volvía a estar en situación parecida, aunque en otro departamento del gobierno. Por lo que la personalidad de Lluís Casas no se vio afectada, ni tampoco, claro está,  su producción escrita.

La cosa debía terminar con el final, claramente previsto, de la expulsión electoralde la izquierda del gobierno. Cosa que a mí me afectaba solo parcialmente, puesto que he sido funcionario de carrera, mediante oposiciones libres y adquirido el carácter de autonómico mediante concurso. Esperaba pues una solución, obligada legalmente, que configurara mis últimos años de ejercicio profesional con cierta decencia. Como esa solución consistió en meterme en un despacho sin ventana y otorgarme la categoría de altamente peligroso, he gozado durante casi dos años de emolumentos muy altos (los derechos adquiridos que nadie podía eliminar) por un trabajo inexistente. Eso sí, mi carácter centro europeo creado en base a mi inicial licenciatura de ingeniería técnica, hizo que cumpliera a rajatabla los horarios y el resto de las exigencias formales del cargo público, ofreciéndome a trabajar en aquello que me correspondiera, pero no en otra cosa. Con respuestas a mi iniciativa surgidas de la profunda sordera sectaria.

Por la cercanía del Rubicón existencial que tenemos a los 65 (los que conservamos el noble título de trabajadores en activo, cada vez más restringido), me permití la licencia de seguir el eslogan, tan mal entendido, de los liberales del diecinueve: “laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même”, o en versión más castiza: “para lo que me queda en el convento,…” Tal vez fuese una decisión acomodaticia y poco militante, pero el abalanzarme en la soledad contra enemigos tan conspicuos no lo he hecho nunca. Dejo el suicidio para tiempos más exigentes. Todo llegará.

En esas circunstancias y, como por pura lógica debe entenderse, aumentó el aspecto crítico de los artículos por lo que mantuve a don Lluís al frente de la empresa y de la firma, aunque sin necesidad de refugios fiscales en Suiza o en la isla de Mann.

Ahora que las circunstancias han dado el giro casi definitivo con mi pase a la reserva, hasta la efemérides final (crucemos los dedos), podría substituir al mentado don Lluís por el nombre verdadero del escribidor y, por lo tanto, recibir los coscorrones correspondientes de los lectores en la cabeza real y no en la imaginada.

Pero no va a ser así. Como tantas veces ocurre, el personaje absorbe al autor y se hace con él. Don Lluís ha escrito tanto y durante tanto tiempo que no me permite que lo substituya a riesgo de una cierta conflagración que no estoy en condiciones de mantener. El tío se aprovecha de las circunstancias y yo me doblego a ellas. Qué vamos a hacerle, siempre he sido un reformista.

Pero de todos modos, con la habilidad que da la edad, la experiencia y la miopía, hemos llegado a un acuerdo entre caballeros, un “gentleman agreement”, como dirían más victorianamente los ingleses con el carácter de que su incumplimiento pone en riesgo el honor y la vida.

El acuerdo es simple, y creo que, en definitiva, bastante cuerdo y justo. Yo, por mi parte, podré comunicar a todos los lectores mi verdadera identidad (aunque pienso que ya es conocida por muchos), pero continuaré con la firma de siempre, que tanto agrada a don Lluís.
Una solución cómoda para todos y que clarifica al autor y a su personaje.

Pues bien, ahí va la solución al enigma. Enigma que por otro lado ha dado en generar conclusiones sorprendentes y que me alagan a más no poder. Entre otras, alguien pensó que don Lluís era don Fabián Estapé (nacido en Port Bou, al lado de mi residencia exterior en Colera), otros atribuían la verdadera autoría a don José Luis, cosa que creo más razonable. En fin, yo me hubiera alegrado de que me hubieran confundido con el Capitán Trueno o en su caso, y puestos a elegir con Peter Strauss, afortunado acompañante de Candice Bergen en el film “Soldado Azul” de Ralph Nelson. Nada de ello ha habido por desgracia.

El que hoy firma es Enric Oltra i Querol, para servirles en todo aquello que dispongan y que yo pueda alcanzar. Si a alguien no le consta el conocimiento, puede dirigirse al Facebook o al Google, en donde tropezará con las mismas piedras y personas con las que he tropezado yo a lo largo de mi vida, puesto que no hay ningún secreto que valga la pena exponer o esconder.

Enric Oltra Querol es Lluís Casas, este un tanto desmejorado después de la confesión del primero.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

EL DÍA DESPUÉS DE LA HUELGA GENERAL



Me abstendré de comentarios generales en torno a la huelga general de ayer. Simplemente les diré que coincido con el sumo manager de este blog y ahí lo dejo.
Mi intención es llamar la atención sobre aspectos colaterales de la convocatoria, algunos pienso que son importantes para el inmediato futuro, otros son simplemente anotaciones sociológicas que quiero compartir con los pacientes lectores, en caso que los hubiera.
En primer lugar, hoy al llegar al presunto trabajo (me quedan 4 días laborables de rutina matutina), algunos compañeros que no hicieron huelga me han comentado que, a pesar de lo anterior, si fueron a la manifestación y en cualquier caso estaban por las reivindicaciones expuestas para el día de autos. Cosa que coincide con otros muchos comentarios que ayer, en el fragor de no poder mover un solo paso, oías en el entorno del Passeig de Gracia. El asunto tiene su relevancia, puesto que define una actitud con la que hay que contar. En realidad, muchos trabajadores, profesionales, trabajadores públicos, comerciantes, etc. sienten miedo, temen por sus ingresos que les son imprescindibles, temen por su puesto de trabajo en lamentable equilibrio inestable o simplemente su conciencia de “clase” no llega a tanto como para añadirse a la huelga. Sin embargo, la mayoría coinciden con los objetivos que planteaba la huelga y muchos de ellos se añaden con gusto a la manifestación. Una actitud que puede recibir críticas de los más acérrimos partidarios de la lucha de clases, como un servidor de ustedes, pero que existe y pesa. Mi opinión es que hay que tener en cuenta este factor. Al hacerlo incrementamos, sin duda alguna, la capacidad política de las acciones en defensa de los derechos laborales, de la democracia en sentido pleno. No es más que el antiguo lema, muy a menudo olvidado, de sumar y no restar. Otra cosa es el como.
En segundo lugar, anotar la coincidencia, que sin lugar a dudas no es simplemente un encuentro casual, entre la convocatoria de huelga+manifestación y los movimientos del gobierno del PP hacia las víctimas de los desahucios. Por descontado, el gobierno hace gala de una consistente inoportunidad en sus iniciativas. Si la reforma jurídica que impone el asalto a los más desamparados es en serio, la hubiera tenido que explicitar antes del 14 de Noviembre. No ha sido así, simplemente porque el gobierno no trata en realidad de modificar en profundidad nada sino simplemente de cubrirse las espaldas con medidas mínimas y a toda prisa por aquello que les comentaba ayer y que no sabemos a ciencia cierta que es. Esa es una manipulación torticera, cosa que la mayoría sospechamos en seguida y hoy se nos está confirmando a medida que conocemos los tortuosos vericuetos de la propuesta gubernamental. Hecha toda ella de retazos de realidad que conforman lo que en catalán llamamos una “enganyifa” y una eminente periodista llamó anoche “una mierda colgada de un palo”. Mi conclusión es que el PP no tiene capacidad de gobernar la crisis, cosa asaz demostrada en el casi un año que lleva a los mandos, pero que tampoco sabe introducir los aditamentos que permitan sortear las enormes dificultades de los ciudadanos con alguna buena noticia que suavice rigores y reduzca las víctimas. El asunto también es de calibre…
En tercer lugar le corresponde al conglomerado político de intereses varios que está en el gobierno de Catalunya, que, en voz del líder del socio-rémora, opina que está escandalizado de lo politizada que se presenta la huelga y del apoyo recibido de los partidos que conformaron el gobierno de izquierdas (2003-2010), culpables para el de todos los males del mundo mundial. Creo recordar que el verdadero líder espiritual de este partido democratacristiano dijo allí en lo que ahora debería ser Palestina (o dicen que dijo) algo acerca de la escandalización de los poderosos, de los ricos y de los incumplidores de las leyes divinas (entendidas como ahora hacemos con los derechos humanos). Un hombre que gasta diariamente cientos de euros en un hotel madrileño para apoyar al PP en su política antisocial y negociar empresarialmente los reglamentos y las leyes debería ser más prudente con sus opiniones y con sus escándalos. Probablemente, si repasásemos el cumplimiento que este político y su partido hacen de los diez mandamientos se produciría no un escándalo, sino algo mucho peor: unas risas de profunda vergüenza. Como ya saben esta es una persona que me cae mal, muy mal. Como a algunas féminas, según me han contado.
A continuación viene el pelotón mediático de los torpes, o de los torpes mediáticos, que ayer lucieron plumero conocido y archi sabido. La huelga es inútil t hace daño al bolsillo, en Alemania está prohibida y los piquetes atentan a la libertad. Lo de siempre, aunque por simple acumulación queda no solo torpe sino francamente aburrido. Además el día no dio para mucho, puesto que la derecha gobernante se mantuvo discretamente en un rincón intentando no verse comprometida en debates de fondo y simplemente aplicar la ley de la porra a ver si caía algo con que dar un mamporro complementario al sindicalismo.
Dejo para el final el capitulo del balance y perspectivas. Esto va para largo, pero teniendo en cuenta que el agua pasa de hervir líquido o vapor simplemente con una escaso detalle energético. Algo muy simple.

Lluís Casas sacando pecho. Qué satisfacción produciría ver al conjunto de los sindicatos en un proceso lento y seguro de unión. Queda poco.

martes, 13 de noviembre de 2012

PERDÓNALOS, SEÑOR, AUNQUE SEPAN LO QUE HACEN


  O bien, si ustedes son más modernos: Es la economía, estúpidoDe ambos títulos haré abstracción de cualquier veleidad descriptiva que pondría en duda nuestra excelente formación católica y romana o nuestra capacidad de estar al día respecto a pasadas elecciones en el centro del imperio, los USA.

Con ello quiero llamarles la atención respecto a algunas afirmaciones y normativas económicas que aplican los gobiernos catalán y español (acompañados por otros pastores y rebaños de ovejas) que niegan las más elementales bases del conocimiento económico. Ya sé, ya sé, que la economía no es exactamente una ciencia equiparable a la química (en honor de la Sra. Merkel) o a las matemáticas (desconozco políticos diestros en esta especialidad, por algo será). La economía es reflejo de los intereses, de la ideología y de las habilidades y las oportunidades bien o mal aprovechadas.

Pero a pesar de ello, la economía tiene bases objetivas para valorar las distintas políticas económicas que se aplican o se pueden aplicar, así como para determinar ganadores o perdedores en cada circunstancia.

Como antes se decía, incluso en las facultades de económicas, se trata de la economía política. Substituida después por la política economía, cambio de orden que altera en profundidad el concepto. Hay espacio para las dos, sin duda, pero es falso que solo pueda nombrarse a una.

En esta crisis sistémica que dicen, estamos asistiendo a un abandono espectacular de las experiencias y del conocimiento acumulado en el tratamiento de las crisis producidas por la especulación financiera o por el crecimiento desmesurado y también especulativo de los valores inmobiliarios. La primera víctima y la principal ha sido el sector público, las administraciones y sus programas de inversión y de gasto social, en la vana intención de reducir déficits que solo existen por efecto de la reducción fiscal a los ricos, por las aportaciones a la banca privada y a las grandes empresas oligopolistas de la energía, de los servicios de concesión pública y otros sectores definidos por su trato preferente con el BOE o DGC (o los equivalentes a todos los niveles). La corrupción, todo y siendo indecente e indeseable, forma parte de lo que llamaríamos el chocolate del loro. Chocolate caro y con enorme capacidad de podredumbre.

Hasta ahora no les he explicado nada que no supieran o hubieran leído en algún artículo del profesor Krugman o de otros profesores con o sin Nobel, que intentan día a día poner alguna luz en esta cueva de piratas en que se ha convertido el gobierno económico.

A ello voy ahora. Mi amigo y sin embargo economista, don Lluís Torrens, me envía una serie de cálculos sobre los efectos reales de los recortes en el gasto público. Efectos sobre el crecimiento o decrecimiento económico, sobre los ingresos fiscales y sobre la cifra final real que se consigue al final. Es un trabajo nada ideológico, sino muy técnico, pero que pone patas arriba todo lo que andamos oyendo sobre las bondades futuras de los recortes.

En síntesis y para no chafarle el artículo que le corresponde en primera plana a mi excelente proveedor de información, solo les anotaré algunas cifras relevantes, sin detallar métodos y tiempos, cosa que no me puedo atribuir. Ahí va:

1.   Para ahorrar 1 euro neto hace falta recortar 2,26 euros en inversión o 2,91 euros en gasto de personal.

2.   El ahorro necesario para conseguir 1 M € de ahorro neto para el conjunto de las administraciones es de       2.261.019 euros, y para la Generalitat 1.194.467, y como consecuencia cargarse 16,5 puestos de trabajo por cada millón reducido.

3.   El ahorro neto conseguido al reducir un millón de euros de gasto público en personal para el estado es de 335.289, para la Generalitat 815.834 y   para el resto de las adm. públicas 480.546 euros.

4.   El ahorro neto conseguido por cada millón de euros recortados a la inversión es de 429.174 euros.

Como se produce este milagro a la inversa, refiriéndome al que aconteció con panes y peces, se preguntarán ustedes.

Todo es muy simple, tanto que da que pensar respecto a las capacidades de ministros y demás, ya por lo escasas que puedan ser técnicamente, como por lo amplias que son en intereses ocultos.

Una reducción del gasto público implica en primer lugar reducir la demanda de bienes y servicios, una reducción consecuente de ingresos fiscales, IVA, IRPF, sociedades, seguridad social  y otros y un incremente del gasto en paro y ayudas sociales. El efecto se reproduce y amplia como consecuencia de la cadena económica (los llamados multiplicadores) que extienden sus efectos mucho más allá del punto concreto inicial. Al final significa que para reducir esos puntos de déficit público vía recorte tendremos que echar a toda la población vinculada con los servicios públicos y con las actividades privadas que se producen por iniciativa pública.

Fíjense que un euro de ahorro queda en cifras más que disminuidas. De ahí la tendencia sistemáticamente observada del ciclo eterno del recorte, más déficit, más recorte, más déficit…hasta que…

En fin, esperando que mi compadre don Lluís Torrens publique a través de los grandes medios de comunicación que están al servicio de la verdad su completo estudio, vayan pensando en cómo parar este tren sin conductor. O más bien este tren conducido por un loco. Para más dudas revisen el excelente film de Andrey Konchalovsky “El tren del infierno”.

Lluis Casas, saltando por la ventanilla.

martes, 6 de noviembre de 2012

HEMOS, HEMOS, HEMOS


 Ya saben ustedes por la prensa, la TV, la radio y otros medios de incomunicación que los problemas económicos de los españoles han sido provocados por el “hemos”. Hemos, es la primera persona del plural del verbo ser, en su versión pasado más o menos reciente. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Hemos gastado más de lo que ingresábamos. Hemos comprado bienes a los que no podíamos acceder. Hemos hecho hipotecas cuando no tocaba. Hemos, hemos, hemos.

No es solamente la víctima el verbo haber, hay otros, pero todos utilizados de la misma forma, en primera persona del plural. De forma que el lector, el escucha, el voyeur se siente formando parte de un gremio total, unívoco. Una especie de homínidos irresponsables, malgastadores, estúpidos que se lanzan en masa, como diría el gran prócer, de infausta memoria, FFB (afortunadamente fallecido en 1975), por el barranco dando un paso adelante. Del hemos a la culpabilidad y al castigo solo hay milímetros. Claro, nos pasa lo que nos pasa, como una especie de castigo divino colectivo. Todos somos culpables, sin distingo ninguno, ni volumétrico, ni conceptual. Y hemos de pagar por ello.

Es la sociología, es la política, es la filosofía, es la economía de la mentirosa propuesta que todos formamos parte de un conjunto de intereses y de acciones, sin distingo entre unos y otros. No hay clases, no hay sectores sociales, no hay capacidades económicas. No hay nada que diferencie a unos y a otros. El que unos pocos se estén llevando el gato y un porcentaje del PIB monstruoso al agua, a su agua, al mismo tiempo que la mayoría ve decrecer sus ingresos, por no decir desaparecer, no tiene significado ninguno para la inmensa mayoría de los medios, de los políticos y de los comentaristas de café o barbería (incluidas la peluquerías femeninas de las que no tengo testimonio directo) que utilizan tan alegremente ese tiempo y esa persona verbal.

La mentira, la ocultación de la realidad es tan grande que no solo produce cabreo, sino que incluso llega a sorprender al ciudadano algo cualificado en los haceres de los intereses económicos, de poder y de control social. No termina de creerse que a estas alturas de la historia humana y con la información disponible todavía seamos oficialmente todos y que el hemos, el somos, el estamos, etc. se convierta en el gran ocultador de la enorme estafa económica que banqueros, políticos de centro y de derecha, grandes empresarios, especuladores del suelo, estafadores de hipotecas, etc. han construido sobre una parte de los residentes en zonas sociológicas que viven de un sueldo mes a mes.

No solo cabe mentar a Marx y Engels, como consolidadores del pensamiento materialista. La lista sería infinita, incluso la Bibliaestaría incluida: antes pasará un camello que un rico por…

Dejemos la imaginería insustancial de que formamos parte de un solo colectivo con intereses y responsabilidades únicas y comunes y volvamos a la realidad: ni hay responsabilidades únicas y comunes en la crisis y en las políticas aplicadas con desfachatez sublime hay intenciones razonablemente colectivas, ni hay una sociedad con intereses únicos y comunes. Como siempre se ha sabido.

Si el 1% de los ciudadanos se hace con el 90% de la riqueza, un ejemplo realmente existente, es que estamos entrando directamente en el siglo dieciocho o diecinueve.

Ni siquiera los intereses llamados nacionales son aglutinadores de la totalidad de la ciudadanía. Siempre esconden bajo capas aparentes de lengua, historia, cultura, toros o castellers una realidad de enfrentamientos y de intensa lucha por hacerse con todo.

¿O no? 



Lluís Casas, hasta la cruz de los pantalones.

jueves, 1 de noviembre de 2012

EL BIEN O LA BONDAD: ¿CUAL ES NUESTRO PROBLEMA?




Repetiré la cita para que no busquen en Google, en este blog entre algunos escritos del que firma, en los libros de referencia, etc. De modo que resulte fácil el recuerdo o el conocimiento. La cita dice así, aproximadamente: “El bien no existe,  existe la bondad”. El autor no es nada sospechoso de una caridad meliflua (hay otras caridades, que merecerían otro nombre). Fue un hombre de letras, periodista, escritor, político, comunista, ruso, judío y respondía al nombre de Vasili Grossman (“El libro negro”, “Por una causa justa”, “Todo fluye”, “Años de guerra”, “Un escritor en guerra” y de donde extraigo la cita, la enorme “Vida y destino”. También Jonathan Littell en “Les Benignes” (la tengo en versión catalana), reproduce casi íntegramente la cita.

En ambos casos, sus autores sitúan la frase en un entorno de pacifica conversación, entre dos comunistas el primero y entre un nazi y un comunista el segundo. El encuentro en ambos casos es desigual, uno ejerce de carcelero y el otro de prisionero y en los dos, la presunta víctima es la que expresa lo que, sin duda, pensaba el autor Grossman que en la persecución del bien, concepto abstracto inexistente en la vida concreta, se producían actos que no atendían a su esencia, el estalinismo, el nazismo en las dos obras, pero también otros ismos que se pueden añadir sin duda ninguna, como el simplismo o el neoliberalismo. En cambio, la bondad atendía a un acto humano, no a un concepto, y, por ello, era existente y tenía consecuencias en la vida del que daba o recibía ese acto de bondad.


Como ven, el autor es de fiar, no un alma angélica o un hombre abstraído de los graves problemas que se vive (y el mismo también) en su entorno. Es una persona comprometida que llega a ser sospechosa y perseguida. También el repetidor de la frase, Jonathan Littell (como autor contemporáneo de ahora mismo, un americano que escribe en francés en Barcelona, tiene su relevancia como recuperador de la idea (aparte de la autoría de una espléndida y tremebunda novela).Desde que las leí, casi consecutivas, me quedé aprehendido por lo dicho y en muchas ocasiones de palabra o de escrito lo he repetido.


Ustedes se preguntaran a qué viene este rollo, que no lo es. Y tendrán toda la razón del mundo. Mis motivos van en el sentido de hacerles presente que con la crisis y con las consecuencias dramáticas que se están produciendo (ya tenemos suicidados en casa), un repaso somero a las propuestas de políticas alternativas, obviamente casi todas desde la izquierda (sea la que fuera, unas más sinceras que otras), propiamente desde los partidos y los sindicatos hacen hincapié en la prosecución del bien. Cosa comprensible, deseable e imprescindible. El bien común, la recuperación de la justicia social, de los derechos laborales e incluso financieros son objetivos a perseguir.


Mi pregunta se sitúa en “¿y mientras tanto?”, puesto que la reforma política, económica, social, democrática que el país necesita no es cosa de cuatro días, ni fácilmente accesible a través de los medios que la democracia exige, votos y mayorías.


Ese mientras tanto tiene diversas caras. La del político, activista o militante que luchan por convertir sus ideas en democráticamente hegemónicas, pero también tiene la cara de las víctimas de la crisis. Con sus desahucios, su pérdida de trabajo, su hambre, su desespero frente a un futuro que parece o es inexistente. Es el dolor profundo, no de una enfermedad con la que puede lucharse, sino con un destino que no aporta más que mayor desazón cada día.


Para ese mal, ¿ponemos encima de la mesa bondades que palien con inmediatez sus efectos? Difícilmente ustedes encontraran en esas ofertas bien intencionadas, acertadas, imprescindibles, medidas que afronten la emergencia social. Pueden hallar, afortunadamente, entidades y personas que afrontan esos actos no en persecución del bien abstracto, sino de la bondad concreta. Comedores colectivos, reparto de comida y de enseres básicos, dinero para afrontar la luz o el agua, el bocadillo de los niños para la escuela y miles de otras necesidades perentorias y que nos mantienen humanos.


En un reciente debate de internauta, hice propuestas en este sentido a un grupo de amigos o compañeros o camaradas, lo que quieran señalar, con la idea que en el programa político aparecieran medidas concretas e inmediatas que permitieran la emergencia de esa bondad, sin afectar el objetivo básico del bien. Recibí una crítica afectuosa en términos de citar la caridad cristiana o musulmana, tanto da. Y algunos silencios.

¿Estoy en un error? Los problemas sociales concretos, que tienen nombres y apellidos y exigencias absolutamente básicas e inmediatas, ¿no merecen algún esfuerzo consecuente y enérgico?
¿Lo han de hacer, lo hemos también de hacer los partidos de izquierdas y los sindicatos? Yo pienso que sí. ¿No sé ustedes?


Para los que tienen un poco de veteranía, ¿recuerdan el “Aquí hi ha gana” de los años ochenta? Fui testimonio y participe de reuniones entre parlamentarios y ejecutivos de partido para conseguir un acuerdo intra instituciones que permitiera desplegar un programa de urgencia que paliara en lo posible los traumas que en aquel entonces eran menores que los de ahora, aunque muy graves también. No hubo posibilidad de acuerdo. La derecha lo impidió y la izquierda quedó coja.


Lluís Casas mirando las consecuencias de una caída ¿voluntaria? desde un balcón.