sábado, 17 de agosto de 2013

CRÓNICAS BAJO EL CIPRÉS (2)

CRONICAS BAJO EL CIPRES 2: SOSTIENE OLTRA…
Las tardes (la vesprà en puro valenciano y en perfecta definición) y las noches de agosto dan para mucho, según y cómo.
Casi todos los lectores conocen a mi compadre Enric Oltra, coautor de muchos artículos que llevan mi firma e impulsor ideológico de todos, con el que paso muchos ratos hablando de esto o de lo otro en el común lugar de veraneo. Las horas se pasan volando yendo o viniendo de un tema a otro, aunque es justo reconocer que en este estío y en el lugar en donde nos encontramos hay una presencia indudablemente hegemónica, ni que sea por las apariencias externas: Las banderas esteladas o no en la costa y en las entradas a los pueblos, las celebraciones de todo tipo en las que aparece de manera explícita lo del día D, 11 de septiembre, los debates múltiples en donde siempre surge la cuestión, los conciertos de uno u otra en la que el eslogan vuelve a ser el mismo, las camisetas del Barça trasmutadas hábilmente en la senyera y las playas, centro de interés y documentación en torno a rumores, fechas y zonas próximas a los ombligos. Todas son motivo para la confirmación de un nacionalismo catalanista que empuja hacia el estado catalán para ahora mismo, con un proyecto de inmediata hora basado en la cadena humana.
Enric es un compadre excelente, hay que reconocerlo y también paciente contertulio cuando no se topa con la común choricería hoy día tan habitual tanto en Madrid como en Barcelona. Si hay algo que no soporta son los juegos malabares con el dinero público y con los derechos del ciudadano y las verdades o mentiras ocultas. Sin duda, Enric es un hombre de radicalismo cierto, pero también de flexible practicismo, nunca censuró mis artículos, por ejemplo.
Sostiene Oltra que, a coste moderado, cualquier paso adelante es bienvenido y que, en cuanto a retroceder, ni pensarlo. Al menos mientras se pueda mantener la posición sin poner en riesgo cosas mayores. En fin es un reformista radical, reformismo forte que dirían algunos y demócrata profundo, que tiende a verlas venir anticipadamente y con prudencia.
Con esos mimbres, el hombre está ahora que si si, que si no con el asunto cada día más complicado de la relación España Catalunya y el aplastante “dret a decidir” que tenemos en los medios de nuestro entorno inmediato.
Sostiene Oltra, y lo tiene dicho ya para conocimiento de amigos y cofrades, que sin ser independentista de esencia, es más que probable que su voto, si se produce esa circunstancia, sea por la opción de largarse con viento fresco y sin esperar a la marea.
También sostiene Oltra que no solo Catalunya debería emprender las de Villa Diego, sino el resto de comunidades o pueblos de España en razón al soberano fracaso de la democracia actual y a la prevalencia de formas de gobernar y de establecer el sentido del Estado basadas en las más puras tradiciones de la derechona y del caducado, hace siglos, espíritu imperial uniformista para cualquier cosa e incompetente para entender la asociación humana en términos de igualdad y la deseable compañía de la economía productiva como base del desarrollo.
Sostiene Oltra que la transición fue casi un espejismo hacia un estado bien poco transformado y que el tiempo pasado ha dado en esclarecer la solidez del espíritu nacional en versión aparentemente moderada que ahora  gobierna casi todo.
Sostiene Oltra que Catalunya, aceptando ese término geográfico y esencialista con todas y cada una de las contradicciones y contraindicaciones que esos estandartes de la falsa unanimidad conllevan y anotando que solo Winston Churchill o Charles De Gaulle pudieron utilizarlos con sentido adecuado del ritmo con sus conciudadanos y con la historia, ha consumido sus energías políticas, económicas y morales en proyectar una España distinta al uniformismo, o sea lo que podría resumirse en el federalismo no de boquilla.
Sostiene Oltra que desde Catalunya se ha intentado ese cambio en multiplicidad de ocasiones (a menudo acompañada, pero casi siempre en cabeza). Desde el último Austria, con la Pepa en Cádiz, con la primera república, con la segunda, con el estado autonómico,  con las reformas estatutarias, con las propuestas de financiación, hasta hoy mismo en que las ganas y la energía se terminaron y todo apunta a que vivimos un capítulo que pone fin a un ciclo.
Sostiene Oltra que si viviéramos de demostraciones observaríamos como en los últimos tiempos la constatación objetiva sería larga y contundente. Cita las infraestructuras básicas que han sido adecuadamente explicadas por el profesor Germà Bel, cita el sistema de financiación de las CCAA como coadjutor, cita el asunto de la lengua catalana, baleárica, valenciana o aragonesa de la franja, como tercer elemento de raigambre gobbeliana. Cita la falta de influencia sólida en los quehaceres madrileños del reformismo catalán. Pónganle ustedes los apellidos que quieran. Ilustren además la lista breve anterior con todo lo que les es dado en añadir y, si lo desean, complementen las faltas de unos con las de los otros, las de Barcelona mismo. El resultado, algebraicamente, será siempre el mismo: estamos a las últimas.
Sostiene Oltra que es evidente que el Empordà no es el Baix Llobregat, que Figueres no es Cornellà, pero sí que es obvio que unos van lanzados hacia la confirmación independentista y otros hacen ver que no ven nada y que nada ocurre y nada hay que hacer. Es decir carecen de propuesta coherente y creíble.
Sostiene Oltra que una cuerda tensada como esta no tarda en romperse y es imprevisible lo que ocurrirá en cada extremo.
Sostiene Oltra que si Madrid (otro término mayestático) cuenta con el ahogo financiero para reducir las huestes del independentismo, cosa que hace amablemente cada día, es que no sabe identificar la realidad.
Sostiene Oltra que si Barcelona calcula que con los 16.000 del ala esto será Jauja es que no sabe llevar las cuentas o que no les da la más mínima importancia.
Cada uno a lo suyo y la calle va hacia abajo.
Sostiene Oltra que el hecho es que los días pasan y los extremos se llenan de entusiastas y las ocasiones de encontrarse se pierden. Asunto que en la historia hispánica ocurre cada dos por tres.
Sostiene Oltra que si se hace un calendario de expectativas, el asunto se pone al rojo vivo. Son solo meses los que faltan para que se tomen decisiones de gran envergadura, decisiones o votaciones, o ambas cosas. Los resultados de unas y otras están por ver, pero que el tiempo cada día es más limitado eso va a misa. Como si dijéramos estamos a seis meses o un año de las elecciones municipales del 1931, por poner un ejemplo. Y sabiéndolo nos lo pasamos en grande en la playa, los que podemos. Otros continúan cercando al poder bancario.
Sostiene Oltra que preguntado un líder de sólido racionalismo sobre lo que los partidos parlamentarios hablan acerca de las posibles derivas violentas, sean de unos o de otros, la respuesta fue que no existían conversaciones en torno a ello. Cosa que si es cierta puede ser más peligrosa que la creencia en los 16.000 millones.
En fin, sostiene Oltra que más vale tomar todos los baños posibles en este ejercicio no sea que en el siguiente, por unos o por otros, la cosa quede aplazada sine die, como tantas veces.
Lluís Casas por la transcripción



jueves, 8 de agosto de 2013

CON LA MALETA A CUESTAS

A punto de coger el correo de Andalucía, el sevillano histórico (es un decir), siento una necesidad ineludible de contar una historia ejemplar a modo de factor de cambio y adaptación para los artículos que surgirán a la sombra del correspondiente árbol protector en la cercanía del Mediterráneo ampurdanés (técnicamente llamado Mar d’Amunt por hallarse más allá del Cap de Creus).

Planté en su día un azofaifo (en catalán ginjoler), con la esperanza de que se convirtiera a su debido tiempo en sombra protectora alternativa al consabido pino, pero la Tramontana y la escasez de riego natural lo convirtieron en una especie de árbol frustrado y ya no puedo contar con él, al menos hasta que los brotes verdes recientes se consoliden y sean señal de adaptación, sobrevivencia y esplendor para un futuro incierto. De modo que les dejo en la duda sobre bajo que sombra acudiré con los libros y el portátil para seguir dando la tabarra.

El asunto lo presento como algo arteramente teatral. He fundido lo que serían varios actos en uno solo, he asumido la regla de la unidad de lugar, cuando en la realidad la cosa se desarrolló en varios, he sintetizado personajes varios en unos pocos de manera que la redacción se hiciera asumible (la lectura ya dirán) y he dado, en contra de las normas de los grandes maestros, determinación ideológica a lo ocurrido, en vez de dejar al lector al albur de sus reflexiones. Es la influencia de mi periodo de mantenedor de cine club.

La obra se desarrolla en un bar existente, en un pueblo real y con gentes contantes y sonantes. No les atribuyo nombre y localización para preservar su exigido anonimato y evitar que los ocasionales visitantes echen a perder una zona y un personal genuino.
El bar, como los dos o tres que hay en el lugar, es una zona masculina, en donde se intercambian no solo las cartas de la brisca, sino informaciones diversas, sobre los negocios agrícolas, el tiempo inclemente que siempre hay en la zona, calor en verano y niebla en invierno, los deportes y fichajes (deporte significa futbol y especialmente el Barça y su antítesis el Madrid), algunos asuntos discretos personales que mantienen al día lo que ocurre, lo que podría haber ocurrido y lo que seguramente ocurrirá. Todo en torno a una cerveza, un carajillo o un café que suelen durar sus buenas dos o tres horas. Unas veces hacia el mediodía y  otras, las más, al caer la tarde, después de las campanadas del fin de la siesta.

La presencia femenina es puramente ocasional para el vermut familiar o el refresco rápido. Ellas tienen sus propios equipamientos para el alterne y el intercambio de opiniones, la misma calle a partir de las siete de la tarde en cómodas sillas bajitas para las veteranas del lugar y la piscina por la mañana mientras los niños agitan el agua y las madres no parar de cascar leña. Ciertamente habría que incluir en centro cívico, convertido mediante una ocupación rápida y efectiva en centro femenino. Juega un rol complementario a la calle, a las tiendas de alimentos y a la piscina, con el aditamento de actividades propias del coser y cantar. Ellas no intervienen directamente, pero suelen estar a la que salta en todo.

Tienen ahí el marco general, un pueblo más que representativo y en nada peculiar que podría ser cualquier otro, pero que no lo es.

El grupo que nos interesa, que suele variar diariamente en su número y protagonismo, lo componen unos personajes de cierto peso en el lugar. No son ni el maestro, ni el guardia civil, ni el médico, ni el cura, ni siquiera Peppone en tanto que primera autoridad. Las cosas sociológicas han variado en mucho para que ese núcleo se mantuviera todavía.

El asunto son las relaciones económicas y laborales que la crisis está generando en el pueblo y la perplejidad que esta impone a casi todos.

En la mesa, médium imprescindible para las actividades habituales del grupo, hay un juego de cartas inactivas, pero a la espera de la agitación consabida, las bebidas que acompañan día a día a los asistentes, unas en fase de extinción y otras de relevo, dado que la reunión parece que se prolonga más de lo que suele.

Ahí está el delegado de la entidad bancaria del pueblo, la única existente (pongan el nombre que quieran). Hombre que maneja la casi la totalidad de los flujos económicos de los residentes en el pueblo y de algunos asiduos visitantes al estilo de segunda residencia, sueldos, pensiones, subvenciones europeas a la actividad agrícola, ahorros de todo tipo, los créditos y las hipotecas, además de ciertas confesiones más reservadas si cabe que las que el cura realiza los miércoles y los viernes, dado que no hay plantilla fija en la Iglesia. Este bancario, un tanto exaltado, argumenta sobre los motivos de no conceder unos ciertos créditos que otros comensales han solicitado. Los argumentos se basan en el riesgo de la actividad propuesta, una cierta falta de patrimonio que avale con garantía la concesión del crédito y las órdenes recibidas desde la cúpula bancaria, en donde ahora se decide el todo del todo, sin casi intervención facilitadora del hombre instalado en la delegación.

La reacción del bancario, tan justificativa y tan abiertamente pública (cosa extremadamente extraña en el lugar), es debida a la reclamación de otro socio habitual que además de su actividad agrícola tiene un proyecto que apunta a la exportación y a la producción de calidad. Cosas que suenan en el lugar un tanto peculiares, dada la idiosincrasia inmovilista del entorno. El afectado, irritado y afectado por algo que le desmonta un futuro alternativo, le argumenta que su proyecto no solo no es una locura, sino un futuro para el pueblo. Su proyecto puede extenderse, generará puestos de trabajo, añadirá valor añadido a la producción agrícola tradicional, incorporará tecnología y conocimiento de procesos y de gestión.

Los argumentos del anterior interesan mucho a un tercero, también habitual de la mesa y acérrimo vencedor a las cartas. Es un mediano industrial dedicado a la carpintería industrial.  La industria está en el pueblo y la mayoría de sus trabajadores son residentes y conocidos desde el momento de construcción del castillo de frontera que significó la aparición del pueblo. El hombre puede ser un proveedor importante del proyecto y ve con ojos desorbitados la posible pérdida de una ocasión de consolidar su empresa en momentos más que delicados. Sus argumentos se vuelven paulatinamente más agresivos, siempre dentro de lo que es normal cuando las cosas son de importancia y las diferencias un tanto incomprensibles.

El siguiente personaje, un tanto fuera de juego sobre el asunto, es el presidente de la asociación cultural del pueblo, es decir el organizador de la fiesta anual y de alguna manera la voz pública de los tradicionalistas del lugar. El debate no le va nada, no entiende que va el proyecto, le pone nervioso todo lo que signifique cambio y tecnología y ve con horror los argumentos en torno a la posible pérdida de subvenciones europeas, algo que argumenta otro comensal pasará irremediablemente. Eso es el hundimiento, la destrucción social de la comunidad y el abandono por parte de los jóvenes. Piensa también que, si como afirma el bancario, el proyecto no cuaja la subvención anual del banco a la fiesta mayor puede pasar a mejor vida. Refleja esos pensamientos de forma de pacifico moderador y escéptico renovador social. Nadie le hace caso.

El siguiente en la pequeña comunidad hoy ya muy agitada es un reciente jubilado, vuelto al pueblo después de una larga vida profesional en la ciudad que con ironía y una cierta mordiente argumental explica que el dinero del banco surge del propio pueblo, de sus ahorros y de sus laboros, por lo que considera una apropiación desconsiderada por parte del banco no analizar adecuadamente el proyecto, no entender que es lo que necesita el pueblo y definir su posición con maneras de cacique y con argumentos con poco sentido. Propone que si esa es la tónica para los residentes del pueblo y clientes del banco lo más adecuado sería abandonar la entidad financiera en grupo y negociar unas condiciones más favorables a los intereses del pueblo con otra, aunque no tenga sucursal allí mismo.

Cuatro es el número fijo para las cartas, pero no el de asistentes diarios. Hay los mirones de la partida, que por turnos o por necesidades de trabajo se van turnando en la mesa y las cartas. De esos hoy hay tres más, alguno con una cara y unas manos que anuncian su trabajo en el campo, aunque no se equivoquen, trabajo ya mecanizado y con expertas experiencias en el mercado de los productos que genera. Su idea es que, aunque su producción no se adecua al proyecto, su situación podía mejorar en base a la aparición de oportunidades colaterales, aparte de ciertos cambios productivos que intuye podría hacer. Ve ventajas, ve oportunidades, ve negocio. Intuye posibles alianzas en caso que el banco mantenga la negativa.

El penúltimo asistente, manejándose siempre como escurridizo pleiteante, era un gran señor de la tierra, ahora traspuesto en inversor en bolsa y creciente cliente bancario. Se ha acostumbrado a invertir con créditos, riesgo de máxima garantía en estos momentos. Está, pues, en clara dependencia del banco y no le interesa ni el futuro del pueblo, ni el proyecto en sí. Teme el vencimiento próximo y la falta de liquidez de que disfruta en estos momentos. Tiene avalado parte de los créditos con los últimos bienes terrenos que su familia posee en este mundo. Por todo ello, no hace más que resaltar lo bien que le ha ido a todo el mundo hasta ahora con la gestión del delegado bancario y de su buen criterio. Él sabe de estas cosas.

Finalmente aparece en escena, puesto que hasta ahora estaba en la barra disimulando, el propietario del bar. Conspicuo personaje aparecido en el pueblo desde lo más profundo del sur que con habilidades conocidas y desconocidas se ha hecho un lugar en el pueblo. Un lugar y unos seguidores en razón a la caza y a las merendolas pantagruélicas que ofrece a partir de octubre. Es hombre de sentencias y de pocos rodeos, su fama de afinado tirador y de corpulento agitador le rodea de un liderazgo ambiguo pero efectivo. Su palabra manda mucho.

Se acerca a la mesa y con sus manazas sobre los hombros del delegado bancario le dice a media voz, mira, yo no sé de riesgos, ni de políticas financieras y corporativas, pero sí sé  que tu estás aquí en este pueblo y aquí te ganas la vida con el dinero de todo el pueblo y con sus créditos, hipotecas, depósitos y comisiones. Tú mismo. Tu banco elige.

No les cuento como termino el asunto. No puedo, todavía ronda en el bar, en las calles, en el ayuntamiento y en la sucursal bancaria en donde el ambiente ha cambiado. Todo el mundo espera.


Lluís Casas en la estación de Francia y con maleta de cartón


CRÓNICAS BAJA LA SOMBRA DEL CIPRÉS (1)

Lluis Casas
  

La naturaleza del entorno veraniego en la que me hallo contiene diversas especies de árboles proveedores de la adecuada sombra protectora del sol y del calor. Ya les expliqué en otra temporada las sutiles diferencias entre posar la tumbona bajo una especia u otra, por lo que no voy a repetirme, al menos en eso.

Como a pesar de mi creencia en que las vacaciones son para agitar lo menos posible el cuerpo y el alma y, tal vez, como compensación a esta determinada actitud, cada ejercicio veraniego busco alternativas nuevas para la sombra.

Es una manera de cambiar, sin que nada cambie, muy al estilo de Lampedusa, pero aplicado a un ámbito menor. Por ello y aunque he observado que el displicente azofaifo (también llamado jinjolero), mi aspiración sombreada desde que lo planté y al que consideraba perdido, ha rebrotado con fuerza y ganas, aún no genera ni altura, ni amplitud suficiente para plantar las instalaciones personales bajo su protección. Hay que tener en cuenta que el azofaifo da buenos frutos, poco conocidos, pero se defiende con ganas a través de puntiagudas espinas de las que es mejor alejarse un tanto. En esas condiciones solo un ratón seria capaz de aprovechar lo poco que tiene que ofrecer, de momento. Por ello he buscado en derredor alguna novedad vegetal no utilizada. Está el roble, con más de 10 años encima, pero de tamaño menor todavía. Está la mimosa, ya un tanto adulta y capaz, pero mal situada frente a la cocina y otras malas vistas.

Finalmente he decidido que este agosto me lo pasaré de ciprés en ciprés, según y como esté el sol en su transición horaria. Cipreses, como los pinos los hay en abundancia en derredor. Unos limitados en su desarrollo natural por las preferencias subjetivas de los humanos, otros, liberados de esta servidumbre, campando hacia el cielo a sus anchas, muy a la romana, pero en cualquier caso todos disponibles al efecto de servir de acomodo a un servidor y sus exigencias de confort.

Informados ya de este complejo problema anual, el de la sombra y el cambio, me temo que poco tengo que añadir sobre cualquier otra cuestión sea vegetal, humana o, ya que estamos frente al mar, marinera. Como tampoco es caso de dejar el artículo así, a medias o ni siquiera iniciado en lo que pueda ser de interés, me atrevo a relatarles al menos un cuento:

Claro está que les hablaré de un país en donde al parecer va a acontecer un fenómeno extraordinario, probablemente solo previamente experimentado en circunstancias bélicas graves o de desastre natural al estilo de la desaparición de los dinosaurios. Me refiero, como es lógico, a ese absurdo y surrealista modo de gobierno en el que queda excluida de conocimiento, crítica y presunta aprobación la ley fundamental anual de toda legislatura: el presupuesto y lo que le acompaña.

Se entiende que todo gobierno democrático debe presentar al ciudadano y a su parlamento su política económica, financiera, sus prioridades de gasto en inversiones, su modelo de distribución de recursos corrientes, su política fiscal, etc. Ello es, sin duda, y en palabras mayestáticas el eje de lo que un gobierno piensa hacer y como. Pues bien, como ustedes saben muy bien, en Catalunya esos condicionamientos democráticos no se dan si al gobierno de turno se le pasa por la cabeza no presentar los presupuestos para el ejercicio siguiente y decide prorrogar los existentes. Y sanseacabó.

Para hacerlo se apoya en la creencia que una hipotética mayoría parlamentaria le autoriza a poner al país del revés y a pasarse los métodos y tiempos políticos por sean dichas las partes. Para evitar las críticas del sector del público que todo lo tiene en cuenta, he de reconocer que al gobierno le faltan algunos datos importantes para confeccionar un presupuesto cabal. Ya está dicho. Pero teniendo en cuenta ese detalle, podemos relatar que esa circunstancia se ha dado, se da y se dará en todos y cada uno de los presupuestos habidos y por haber. En este país y en cualquier otro.

En mis tiempos activos tuve que ver con muchos presupuestos, pequeños, medianos y grandes y nunca me encontré con todas las incógnitas despejadas llegado el momento del debate democrático en la sede en donde se debe aprobar o suspender el proyecto. Dicho esto, a modo de apoyo experimental al argumento, también hay que explicar que los mecanismos para hacer consistente un presupuesto al que le falta algo, ni que sea substancial, son muchos y variados. No les relataré ahora el tratado de confeccionar un presupuesto solo con lo puesto y proveyendo cambios venideros, pero, créanme, hay técnicas y mecanismos jurídicos suficientes y sólidos para hacerlo. Lo importante es que existan presupuestos anuales debidamente aprobados en sede democrática.

Dicho así, puede parecer que un presupuesto prorrogado es un elixir marciano. Tampoco es eso, la ley permite la prórroga, pero entiende que es por motivos tan poderosos como la no aprobación del proyecto (eso significa que existe proyecto y que ha sido rechazado por la cámara correspondiente) o que, como ocurre a menudo, el gobierno no se ha constituido y la prórroga es exigible hasta que este hecho se produzca.

Nada de eso ocurre en Catalunya, el año 2013 va camino de su semestre final con la prórroga del presupuesto del 2012, en principio por razones aceptables, las elecciones de noviembre pasado. Razones que desaparecen en cuanto vence el plazo honesto para que el nuevo (o viejo) gobierno haya realizado sus deberes constitucionales. Pero no nos quedamos ahí, con la prorroga del 2012 en danza y en pleno periodo de inicio del proyecto para el 2014 a presentar en noviembre, el gobierno y su muleta argumentan que dado lo que hay, mejor una nueva prórroga y así “anem fent feina”.

Si las circunstancias socio económicas fueran otras, que no lo son, tal vez me callaría, pero me da la impresión que los motivos aducidos, el déficit aceptable, los débitos del gobierno federal y otras menudencias son solo excusas que ocultan lo verdaderamente importante: el reflejo de la política neoliberal imperante en el gobierno y aceptada por su muleta. Si tuviéramos presupuesto, las rebajas en sanidad, educación, servicios sociales, investigación, etc. la política fiscal regresiva, la distribución de las inversiones y todo el conjunto de quisicosas al detall saldrían al descubierto y las distancias presuntas entre gobierno y muleta saldrían a relucir con intensidad y claridad. Y eso, amigos, no puede ser. No sea que se confirme que al margen de determinar una fecha plebiscitaria y una pregunta fundamental, en todo lo demás la cosa está más bien cruda 8º al menos eso espero).

En síntesis, alguien pretende ocultar que al decidir se decide todo, si o no, por descontado. Pero, ojo, también el cómo y con qué, y quienes. No vayamos a joderla y con el si o con el no se produzca un cambio no previsto, esto es que las élites tengan que apujinar. Como si dijéramos.

Yo se que algunos intentan torpedear esa estrategia política, exigiendo que sea el que sea el posible presupuesto este pase por las horcas caudinas del Parlament. Intención que hay que valorar y en su caso apoyar. Ahora bien, no se dejen engañar con los Bárcenas caseros y con los Rajoy de la casa, porque en los medios todo irá de eso.

Lluís Casas, como ven más agitado de lo que debería.

viernes, 2 de agosto de 2013

EL QUÉ Y EL CÓMO

Cada día estoy más interesado en oír el cómo se va hacer alguna cosa y no tanto en el qué. Me explico, no sea que me mal interpreten.

Es evidente que tanto los partidos, los sindicatos, las más variadas instituciones o empresas, e  incluso los propios individuos suelen y deben fijarse eso que llamamos programas, objetivos o alternativas. Se trata en el fondo de definir lo que son o somos en cuanto al futuro de nuestros asuntos y a una pretendida esencia profunda.

En la mayoría de los casos, a parte de una cierta filosofía (cuando hay alguna) de base que se desprende de ello, la cosa no es muy útil para encarar el día a día y los conflictos que se devienen de ello. Ahí cuenta también, y con mucho peso, la practicidad, las habilidades de negociación o presión, la oportunidad, es decir el realismo y, tal vez, eso tan ambiguo que llamamos suerte. En ese día a día, a menudo el programa, programa, programa y las bases existenciales se apartan un poco o un mucho por necesidades evidentes de supervivencia. No hablo de hipocresía, ni de simple mentira o enredo de despistados, todo eso corresponde a otro negociado y aquí no se trata. Dicho lo dicho, así crudamente, vayamos a ese cómo que me parece tan importante.

Si de recuperación económica se trata, por poner un ejemplo de intensa actualidad, no me interesa oír esas líneas generales que apuntan a incrementar la ocupación, mejorar los salarios, rehacer los contratos fijos, exportar tecnología y aumentar la investigación, el desarrollo tecnológico y los sectores de alta cualificación. Todo eso me parece muy bien ya sin ahondar en ello. Pero en cambio lo leo con una cierta distancia, como si me hablaran de Saturno, en donde no haré nunca las vacaciones, ni tengo inversiones que cuidar.

Ahora bien, en cuanto las propuestas y el debate se derivan a como hemos de hacer para que aumente la ocupación, es decir qué medidas económicas, jurídicas, sociales hemos de desarrollar. Con qué recursos contamos para ello, que tipos de organismos se ponen a desarrollar lo decidido y un etcétera que ahorro por innecesario. Ahí sí que me tienta la curiosidad, me siento involucrado y el interés crece exponencialmente. Lo mismo puedo argumentar con respecto al “dret a decidir”, en donde siento una enorme curiosidad por saber sobre qué bases se edificará eso y que tipo de vivienda será: tipo aglomeración o de segregación de clases. Como haremos para confirmar democráticamente una cosa u otra. Qué pasa si el resultado no define claramente el camino. Qué pasa si ese camino discurre por acantilados sin protección o incluso ocupados por otros con veleidades agresivas. ¿Llegaremos a aceptar un nuevo buque Uruguay en el puerto de Barcelona? En fin, añadan todas las preguntas concretas que quieran y se les ocurran, banco central, moneda, embajadas…Si hay discurso sobre el qué, no existe sobre el cómo. Grave situación.

Los comentarios en el mismo sentido se pueden repetir con el cambio climático, con la sostenibilidad, con el coste de la energía y sus alternativas solares, eólicas, etc. Los objetivos son compartidos, comprendidos y hasta apoyados, pero: ¿cómo se va hacer?

Es como si Julio César hubiera tenido claro que quería conquistar la Galia, pero carecía del conocimiento de cómo hacerlo, con qué legiones, en qué época, con qué diplomacia disuasoria, pasando por la actual Suiza o no. El mismo personaje nos sirve para la reforma institucional de la república romana, pero a la inversa. Si en el asunto galo, César tenía claro el cómo, con la reforma de la república demostró que no. De ahí su asesinato. No supo valorar los medios y los fines, el tiempo y las alianzas, el nombre de la cosa y los intereses aristocráticos. Un ejemplo claro de saber dónde se quiere ir, pero no cómo.

Alcancen a plantearse el asunto de la crisis económica, de la crisis europea, del papel del sistema financiero, del caos en los derechos sociales, de la pérdida de garantías democráticas. Y piensen en esos términos de objetivo, medios, capacidades, prioridades y costes. Verán que los asuntos toman a menudo otros derroteros y las acciones se transforman y se pegan al suelo, tal como aconseja el manual del soldado. Tal vez el resultado sea poner en orden cronológico adecuado las acciones globales, generales que exigen mucho y acercar aquellas que antes simplemente llamábamos peyorativamente reformistas, es decir a escala de la capacidad real.

Si les he decir la verdad, ni así me sentiré tranquilo, aunque algo más que persiguiendo grandes nombres y grandes conceptos. Que todo se ha dicho, me gustan y están en mi genealogía vital.

Lluís Casas, atormentado por el calor y la inmediatez de la huida