Una vez
contempladas con calma las elecciones andaluzas y antes de ver los resultados
de las próximas del mes de Mayo, locales y autonómicas, me pongo a trasladar en
papel digital algunas reflexiones sobre el conjunto de movimientos, partidos y
otras construcciones efímeras que han participado en lo que podríamos llamar,
con optimismo de la razón, las alternativas al estatus quo.
Observemos,
primero, una lista aproximativa de esos elementos variados que al mayor o al
detall se han lanzado a limitar primero los daños del liberalismo exacerbado,
de los recortes en servicios de bienestar o en derechos sociales y civiles y
complementariamente a edificar partidos y propuestas unitarias que
se proponen como gobiernos más cercanos al pueblo y a sus problemas de
existencia digna.
Empiezo con las
llamadas mareas: verdes, naranjas, blancas, etc. según el sector a reivindicar;
la vivienda, la escuela, la sanidad, los servicios sociales, etc. Los colores
identificativos son esencialmente las únicas diferencias constatables entre
ellas, al margen de las teorificaciones de cada sector. En todas se trata de la
defensa del servicio público, de la calidad de este, de la no discriminación
entre los ciudadanos y del entendimiento que esos servicios son la base de una
sociedad cohesionada y justa, en la medida de lo posible. Las mareas no se han
compuesto por arte de magia, ahí están los sindicatos como elementos
estructuradores y agitadores de la calma chicha. También algunos partidos o
elementos afines que desde las izquierdas han enlazado sus propuestas
esenciales y sus actividades políticas con la reivindicación concreta en la
calle.
La segunda parte
de la lista, la confeccionaría con los variados motivos de la estricta
alternativa política, centrada en “otra forma de hacer política” y con “otros
elementos para hacer política” resumen ambas de largas perífrasis que no caben
en un artículo. Ahí tenemos movimientos reivindicativos con una base política
explicita, aunque a menudo sin escasos elementos descriptivos del qué y el
cómo. Muy a menudo esas “propuestas” se han construido a la contra, utilizando
un análisis histórico como mínimo controvertido (la transición principalmente)
y con elocuentes artilugios verbales, como la mentada casta. Son opciones con
gran fuerza mediática, muy dadas a la estigmatización de la oposición existente
hasta ahora y ciertamente sectarias a la integración de sensibilidades. Unas
han derivado programadamente en partido político, otras en estructuras más
laxas y abiertas. Las hay de raigambre más o menos local y otras de grandes
ambiciones estatales. Evito nombrarlas, dado que no puedo garantizar la
acertada calificación de cada una, si la hubiera.
Añado como
tercera parte, la que surge producto de la crisis o de la reflexión de las
estructuras políticas existentes. Me refiero principalmente a los partidos de
izquierda y al mundo sindical organizado. También ahí hay cambio, en algunos
casos sincero y en otros puramente oportunista. También podemos establecer que
el movimiento que se produce es por causas obligadas, rupturas y fracasos
electorales sonados, o por cuestiones de análisis del futuro y de sus
expectativas. No me alargo en la cuestión para evitar broncas conmigo mismo.
Introduzco
también, inevitablemente, los cambios que se producen en los medios de
comunicación tradicionales y la explosión digital de los nuevos. De golpe, los
medios han perdido el aura de cierta objetividad matizada y han entrado de
lleno en el sector facineroso del titular y del impulso a uno u a otro a
elección del capital o crédito preferente y de los intereses puramente
mercachifles. El nuevo mundo digital está dando la batalla ya sin la hipócrita
seriedad u objetividad con que nos han ido metiendo goles a mansalva durante
tantos años los medios sospechosos habituales. Este magma, que me siento inútil
en describirlo, es explosivo o puede serlo.
Añado
finalmente, pero solo por la circunstancia de la limitación articular, el
surgimiento desenfadado de una conciencia, siempre existente, de que esto no es
exactamente democracia y a por ellos. No les escribo sobre organizaciones,
plataformas y demás, sino de sentimiento profundo y de cierta conciencia
exigente con dejar el salón y salir a la plaza. La crisis económica, mejor
dicho: la crisis de la especulación urbanística/constructora y financiera, han
hecho mucho por este despertar. La visión diaria de los desalojos de la
vivienda, de las dificultades en alimentar a la familia, del paro permanente y
del puesto de trabajo retribuido por debajo de las necesidades básicas, son
elementos que insuflan malestar y a menudo necesidad de cierta acción.
Paso ahora a lo
más interesante para mí, ya veremos si para los lectores. Todo ese movimiento o
movimientos hacer pensar y hasta hace poco prever cambios de gran profundidad
tanto en las estructuras de representación política, como en la forma del
gobierno y la relación con el ciudadano-votante. En algunos momentos la
expectativa de cambio ha sido extraordinariamente intensa y ha movilizado
partidarios y detractores y sus respectivos ejércitos a sueldo (sueldos harto
distintos, todo hay que decirlo). El resultado andaluz ha supuesto una sensible
rebaja en aquellas expectativas y estamos a la espera de las flores de mayo
para confirmar o no cualquiera de las alternativas.
Pienso que una
de las debilidades de eso que mal llamamos movimientos alternativos ha sido una
falta profunda de capacidad organizativa y de coordinación (ahí sale el
leninista, qué le vamos a hacer). Hemos asistido semana si, semana no a
mítines, manifestaciones sectoriales que no han cuajado en algo coherente y
conjunto. La explosión de organizaciones político electorales se ha producido
con edificaciones harto inestables y sobre suelos un tanto peligrosos.
Son muchas las
localidades en donde los impulsores de la alternativa coinciden con personajes
que como mínimo cabe considerarlos como una curiosidad política o sociológica.
La falta experimental en la acción política de los nuevos, así como las
resistencias numantinas de algunos viejos han dado en producir cosas realmente
curiosas: 3 o 4 ofertas electorales con el término unitario en las siglas en
una misma localidad.
En fin, no
quiero alargarme, simplemente noto a faltar una acción de coherencia
organizativa (no una síntesis al estilo PSOE) que pueda realmente planear la
gobernabilidad administrativa y política. No olvidemos que la mentada tantas
veces experiencia de Syriza es producto de años de práctica política en una
unidad diversa.
El acento que
pongo en lo anterior me da la impresión que se afirma con lo que Andalucía nos
anuncia: trasvase de votos en la izquierda y en la derecha, pero estabilización
matizada del estatus quo, ¿o no?