jueves, 31 de agosto de 2006

EL FIN DE LA VIVIENDA Y DE LAS EMPRESAS INMOBILIARIAS



Lluis Casas i Carreteras


Otro cuento de ciencia ficción.

Deduzco después de las caliculares vacaciones que el asunto del ladrillo está acabado. Al menos así lo siento yo. Durante los desplazamientos veraniegos he afinado mi agudeza visual y lo que he visto no me ha gustado. Lo he contrastado con mis recuerdos acumulados y ha ido a peor. Lo he pasado por el lóbulo frontal y el resultado ha sido sobrecogedor. Mejor me voy al cine.

¿Qué voy a decirles que su experiencia no conozca? Busquen imágenes de la costa, de los pueblos y de las ciudades. Incluso desde una posición de máximo realismo económico y humildad humana, ¿no era posible, ya en democracia, un desarrollo urbano y turístico diferente? O un poco distinto, si quieren. No nos pongamos maximalistas, ni radicales libres. No contesten, por favor.

Después del anterior adiós al urbanismo me temo que tengo que comunicarles una mala noticia, tengo disposición para comentar otros aspectos de conocida solvencia constructiva: ¿Qué les parece, hablamos de infraestructuras públicas? Tal vez ahí haya alguna buena noticia social.

Empecemos. Tal vez les sonará que el gobierno de Catalunya ha aprobado un plan de infraestructuras de movilidad. Carreteras, ferrocarriles y cosas así.

El asunto es importante, primero por que ya es atrevimiento planificar cosa tan compleja, segundo que hay mucho dinero en danza y tercero que afecta a millones de personas y miles de millones de toneladas de mercancías. Creo que es un buen comienzo.

El debate se agrió ligeramente por motivos de coyuntura política. En política no vemos de momento otros motivos. Los dos partidos gobernantes discreparon del asunto, aunque finalmente se aprobó unilateralmente.

Que se debata i se agrie la coyuntura es lógico dado el asunto. No podía ser menos y no debía ser menos. Al margen de los codazos electorales, hay una causa noble. Un plan de infraestructuras es un gran plan, un enorme plan, que configura futuros de todo tipo y por ende costes y beneficios sociales que se transforman en costes y beneficios privados distribuidos de forma a-equitativa. Por lo que el papel de lo público está perfectamente legitimado.

Preguntas: ¿Dónde se instala la industria, el comercio, la vivienda, los centros logísticos, etc., etc.? Respuesta: de forma programada, de acuerdo con la planificación básica urbana y territorial, es decir transporte, agua y energía. Conclusión, si programamos el transporte, en términos de moda, la movilidad, estamos programando el 80% del desarrollo social.

En esas condiciones suele ser útil la prudencia, un cierto tiempo de maduración de los proyectos, el distanciamiento respecto a las urgencias más inmediatas y… una visión muy general de la cuestión, por ejemplo: de donde venimos y a donde vamos.

Hasta ahora no creo que haya producido ningún sarpullido mi comentario, aunque no está lejos de hacerlo. Sigo.

En tiempos no muy lejanos, la racionalidad planificadora se quedaría ahí. Hoy no es posible. Los costes ambientales, sociales y en términos de salud pública ya no lo permiten. ¿Qué hay de nuevo, viejo?

Normas decentes y costes excesivos. La contaminación atmosférica, los impactos naturales, los costes energéticos y un etcétera consecuente. Y leyes, es decir pactos entre caballeros, Kyoto y la salud. No es broma. En muchas áreas metropolitanas cercanas ya disponemos de costes a escala humana de la contaminación atmosférica, por ejemplo. Costes valorados en términos epidemiológicos y en defunciones. No son cifras pequeñas, casi como el tabaco (no se si me está permitido el decirlo) y además son cifras que incumplen la legislación.

Si la planificación de la movilidad comporta menor o mayor transporte público, más ferrocarril, menos plataformas automovilísticas son cuestiones importantes para el inmediato futuro. Si un país resuelve incrementar el porcentaje de transporte por ferrocarril es una decisión de alto valor planificador y de consecuencias ambientales favorables. Habrá menos resfriados, por así decirlo y muchísimas menos pulmonías.

Si me aceptan ustedes este segundo bloque de criterios estamos al cabo de la calle, como diría mi abuelo.
Ya solo queda el interés. Y no precisamente el tipo de interés, que está muy bajo, sino otro: el cemento, el beneficio por cercanía y el control social y político sobre el futuro.

No tiene sentido que el ferrocarril esté por debajo de los dos dígitos en porcentaje de carga, todo para el camión. No tiene sentido que el vehículo privado sea el eje de los desplazamientos por causa del trabajo y sin alternativa. No tiene sentido que Catalunya, como puro ejemplo, disponga de menos recorrido ferroviario ahora que hace 50 años. Si a la largo de los primeros 500 kilómetros desde la frontera está el complejo productivo más importante del mediterráneo, como podemos entender que haya una sola línea de ferrocarril en dirección a Europa y con ancho español.

No vale entonces decir, corre, corre que te pillo. Y proceder a lo clásico, una autopista, un desdoblamiento, un carril más. Hay que ir de una vez al fondo y hacerlo bien. Dos años más no importan. Si importa cambiar la trayectoria, sobre todo cuando te mueves. Hay que hacer política de transporte a largo plazo, cosa que puede comenzar en seguida. No lo duden y no se asusten por la inclusión del impacto ambiental en la planificación del transporte. Es nuevo y es bueno.

Lluis Casas i Carreteras

miércoles, 9 de agosto de 2006

EMPIEZA EL BAILE INMOBILIARIO




Lluis Casas


Después de cinco artículos altamente eficaces el gobierno responde. No es un eslogan al uso, podría llegar a ser verdad. Soñemos. Como Martin Luther King. Pero esperemos que con mejor suerte.

Aunque en plena canícula y tomándome en Parapanda, con permiso de la autoridad circulatoria, unos vinos con Ferino de Hizla, al que saludo efusivamente, no he podido resistir la tentación de insistir en mi obsesión.

Motivos no me faltan.

La campaña mediàtica a cargo de algunos medios de difusión coincide hoy con la noticia de que los españoles tenemos alarmadas a las administraciones europeas con nuestro juego sucio fiscal de raíz inmobiliaria. Tanto dinero negro a la vez molesta en Bruselas. Allí hay que cuidar las formas, todo hay que hacerlo poco a poco, sin que se note demasiado y con las mejores maneras aceptablemente posibles (fíjense en el matiz). Son partidarios de las buenas digestiones y no de los atracones. No se si será por su visión casi calvinista o por que no disfrutan de los beneficios alternativos al inusual mercado inmobiliario hispánico. Pero así son ellos y así son las cosas. Sea por lo que fuere, me alegro. Un rapapolvo a nuestra benedicta agencia tributaria es solemnemente merecido. Una estirada de orejas a los ministerios económicos suele despertar conciencias y almas dormidas. Lo más importante es que se avive el seso y despierte para cumplir lo que las leyes le exigen y la política económica demanda, expresión no por clásica menos descriptiva de lo necesario. Me abstengo de comentario respecto a los preclaros notarios, ilustres abogados y bienintencionadas inmobiliarias, citados también por el fiscal comunitario. Todos agentes voluntarios o no de los estropicios. Según el buen criterio europeo, no mío. Solo una precisión, los notarios son gente pública en el mejor de los sentidos y al servicio público se deben, no al servicio del público. Eso les toca a los artistas que tienen suerte.

La guinda del notición es conocer vía UE que el ejército público español para el control de los descontrolados inmobiliarios es de dos personas, creo que a tiempo completo. Es de suponer que tendrán al menos dos ordenadores y que estos están conectados a la red. Según tengo entendido, cobran cada mes. Nuestra historia está plagada de regimientos preparados para perder. Nuestra clarividencia consigue que, en general, se pierda. En el negocio de lo subterráneo así ha sido hasta ahora. Ya sabemos porqué.

En fin, que hay grandes noticias veraniegas. ¡Qué le vamos a hacer! Tumulto en nuestras playas.

No quería adentrarme en estos berenjenales todavía. El submundo económico es espectacular, pone de los nervios y genera grandes dosis de criminalidad. Pero su mayor peligro radica en que oculto como está, cuando aparece de sopetón esconde a su vez la realidad y garantiza su propia permanencia futura. A menos, todo hay que decirlo, que surja un nuevo Fernández Ordóñez (el lamentablemente fallecido, no el otro).

Pero un general español nunca elige tiempo y lugar. Palma donde le indican. Con dos coj… eso sí. Y ahí voy yo.

Sigo con la prensa. Aparecen algunos individuos que en menos que canta un gallo han pasado de las chapuzas constructoras a poseer media España. Los nombres y currículo son preciosos. Uno hay referido a la noble actividad pocera, solo como ejemplo. El resto tiene distintas cualidades por el estilo. Algunos saben hablar. Incluso, según me han asegurado, alguien les ha entendido en alguna ocasión. Todos tienen montones de dinero y extensas propiedades a punto de recalificar.
Nada se cita sobre su aplicación a la escribanía.

¿No les parece sospechoso? Marbella, la triple A inmobiliaria, los gansters de Chicago. Me suena a raro. No ha salido ningún banco, ningún conglomerado industrial, nadie conocido que no esté vinculado al fútbol. Todo el dinero que corre por las venas inmobiliarias parece que está en manos de gente oscura, simple, surgida de la nada y en dos días. Francamente, no me lo creo.

Agradezco al periodista el riesgo que ha corrido, riesgo ilustrado con fotos carcelarias incluidas, pero no me lo creo.

Matizo: no creo que la burbuja inmobiliaria (eso de burbuja es una forma elegante de referirse en realidad a un sutnami) sea solamente o principalmente un negocio situado en los límites sociales y legales. Hay otro mundo, mucho más grande detrás, esperando y acumulando. Se han fijado en los numerosos vehículos privados de más de 60.000 euros que circulan por nuestras calles. Hay tantos que ya se ha podido calibrar la dimensión en términos de déficit comercial. España fabrica vehículos baratos e importa los caros. Son signos. El lenguaje de los signos siempre ha sido muy importante. Para el fisco definitivo.

Una idea para acabar, tengo a la familia esperando bajo la sombrilla. El 30% de las rentas salariales se gastan en vivienda (creo que es más), un 20% más de lo razonable. Este 20% es una deducción neta a las rentas salariales y un incremento, no diré neto, hay comisiones, a las rentas de la propiedad, del negocio bancario, del consumo suntuoso y de la acumulación de capital.
Toma ya. Me ha dado demasiado el sol en la cabeza.

Lluis Casas sobreviviendo.