domingo, 29 de octubre de 2006

MUNICIPES Y CORRUPTOS



Lluis Casas*


En Parapanda hay honda preocupación por la ola de casos de corrupción urbanística que recorre España. Honrada preocupación, diría yo. Estimulante preocupación, afirmo. Por ello se me pide una tesis doctoral. No habrá tal, aunque sí algunas buenas reflexiones.


A propósito hay, a mi parecer, tres caminos complementarios que recorrer, a saber: primero, conocer los motivos de la corrupción urbanística; segundo, aproximarse a su dimensión real; tercero, entender que no es factible pretender cambiar la psicología humana.


Los tres caminos han sido recorridos parcialmente en artículos anteriores. La experiencia me confirma que la base de la situación actual está lejos en el tiempo. La encontramos en el abandono de la política de vivienda, en la dejadez de la política fiscal sobre las plus valúas urbanísticas, en la trasnochada arca municipal y, claro está, en el excesivo número de municipios y de ello, y para una mayoría, su escasa capacidad política y técnica. Los condimentos están preparados.


Segundo. Las dimensiones no son las que parecen. Ni todo el beneficio inmobiliario es fruto de la corrupción, ni la corrupción es el único problema respecto al exceso de apropiación económica del mundo inmobiliario. La mayor es el negocio inmobiliario y la menor la corrupción. Ello no concuerda con la impresión mediática, en la prensa es más vistoso que aparezcan los palomos y los poceros y el enclave marbellí. Por ello, los ciudadanos terminan por padecer presbicia. Pero, ojo, el verdadero negocio está en la mayor, en donde confluyen empresas de gran dimensión, entidades financieras de elegante nombre y apellidos de rancio abolengo.


Tercero. La corrupción es consustancial a lo humano. Igual que el delito en general y la mentira en particular. Woody Allen dispone de un espléndido arsenal de películas que lo relatan. No hay que buscar presunciones psicológicas para el corrupto, sea corrupto por activa o por pasiva. No hay corruptos, se hacen y los humanos caemos como moscas en cuanto olemos el pastel.


Planteado el problema en sus bases, me acerco a la cuestión municipal. Primera pregunta, ¿por qué los municipios están el la ola del huracán? Respuesta: Por que tienen amplias competencias urbanísticas. Son la base del gran negocio inmobiliario: la recalificación del suelo.

Segunda pregunta. ¿A qué viene ese apetito de dinero? Respuesta: la hacienda local esta hecha una birria, desde los siglos de los siglos y así parece que continuará. Por ello, cuando un regidor consigue entender como funciona la máquina inmobiliaria de hacer dinero, se hace socio y empieza a financiar servicios locales. Y ya no puede apearse, o no le dejan apearse.


Tercera pregunta. ¿Puede evitarse? Respuesta: Sí. Hay que querer hacerlo y utilizar el instrumental existente al efecto. Existe, es amplio y hay donde aconsejarse. Salgan a Europa, señores.


Cuarta pregunta. ¿Los ayuntamientos tienen la culpa? Respuesta: No, solo los que han caído en la tentación. Del mismo modo que la justicia solo envía a prisión al delincuente. No al resto de la humanidad.
Quinta pregunta. ¿Hay que modificar la legislación y las competencias locales? Respuesta: Sí, pero no por la corrupción, sino para dotar a nuestros sufridos municipios de aquello que necesitan, capacidad técnica, leyes fiscales adecuadas y recursos económicos. Del resto se encargan el juez de guardia y los votantes. En cuanto a las competencias urbanísticas hay que quitar presión económica a la recalificación del suelo y establecer medidas planificadoras del territorio y de control que impidan barbaridades. No está prohibido ser alcalde y padecer de locura transitoria.


El resto corresponde a lo que el buen catalán se refiere como mear fuera del tiesto.


*Lluis Casas. Presidente del Centro Musical Parapapandés Georges Brassens