El éxito de la
izquierda nueva y renovada en Grecia ha ocupado, ocupa y ocupará noticias y
titulares durante un buen periodo de tiempo.
Obviamente Syriza ha tomado medidas tan inmediatas (el
nombramiento de jefe de Gobierno y de los ministros se ha producido a una
velocidad sorprendente para los trámites que existen en estos pagos) que ha
generado en parte sorpresa, alivio y sobre todo esperanza a un lado y una
enorme presión mediática por el otro. Se cita la falta de reformas serias y
estructurales ahora como si la responsabilidad fuera del nuevo ejecutivo y no
del aparato político-económico que llevó a Grecia a la quiebra y la ha
mantenido en una fase de empobrecimiento crónico, excepto, claro está, para las
élites de siempre. Es obvio que el gobierno de Tsipras y de Varoufakis va a
cometer errores, va a tener que rectificar decisiones para encontrar la vía
posible para la recuperación de su país y para aligerar la carga brutal que
soportan la mayoría de los griegos, sin que sus esfuerzos hayan servido para
algo práctico hasta ahora. Ya hay en los medios miles de propuestas para que lo
iniciado derive en lo de siempre.
A pesar de ciertas
críticas a bote pronto, como centrarse en la falta de mujeres en el Gobierno,
se está estableciendo entre muchos que el nuevo gobierno y el partido del que
surge va a poner toda la carne en el asador de la troika, el BCE, Alemania y
otros impasibles aparentes de la política de ajuste y recorre, caiga quien
caiga. Es evidente el esfuerzo por plantar cara a las no soluciones practicadas
hasta ahora. Como Syzira ya esperaba, sus acciones van a ser contestadas con
presiones financieras y de cualquier otro tipo (la ayuda técnica de Barack
Obama no va a servir de mucho). El acuerdo con una derecha nacionalista y el
nombramiento de su líder como ministro de defensa apuntan certeramente a las
medidas de orden interno para evitar conflictos de orden histórico y donde va a
estar una buena parte de la defensa y ataque del nuevo gobierno griego.
Como todo ello
está más que de actualidad y comentado desde casi todos los puntos de vista,
voy a ir por otros caminos apenas esbozados en algún artículo aislado.
Me refiero a una
vuelta a la política “nacional” (no me preocuparía llamarla nacionalista) en
Europa, política que teóricamente debería ser ya inexistente de acuerdo con los
fundamentos iniciales de la
UE , ya desde los años cincuenta. Esa
política ”nacional” significa que los intereses de cada país o coalición de
países son los ejes primarios sobre los que pivota la acción diplomática, los
movimientos estatales económicos, los esfuerzos militares y una larga lista de
instrumentos de presión, defensivos u ofensivos (que vienen a ser lo mismo de
facto). Históricamente, la instrumentación de la presión sobre el eje militar
ha sido manifiesta, hoy se ha desplazado hacia las herramientas económicas
estatales o privadas. Simplemente recordar lo que hace cien años se vivió: la
lenta e inexorable marcha hacia la guerra en base a un conjunto de ideas y
concepciones de alto riesgo y nulo resultado.
No ha sido Grecia
la que ha impulsado esa recomposición de algo que creíamos ya al margen. La
crisis ucraniana nos muestra cruelmente que la trayectoria de retorno a las
viejas políticas de hegemonía era ya cosa en marcha. Una crisis, la de Ucrania,
que se parece excesivamente a la crisis balcánica de los noventa para que no
haya relación entre ellas. Como hay parecido con el juego internacional sobre los
restos del estado soviético a principios de los noventa. La acción de la
OTAN y
de la
UE sobre
los países del entorno soviético fue (y es) algo más que la incorporación al
capitalismo. Ha habido des de el primer día una apuesta de carácter estratégico
hacia el este europeo. No añado más simplemente porque me circunscribo a Europa.
Un primer paso del
nuevo gobierno griego ha sido posicionarse diferente frente a las presiones
sobre Rusia de la
UE. En la
UE el
estado griego tiene tanto poder como cualquier otro, hasta el veto si hace
falta. ¿Ha sido simplemente una táctica, un aviso para el resto de “socios” de la
UE ? o, simplemente la aceptación de que hoy
por hoy, la
UE no
puede verse como un conjunto de socios que actúa en beneficio de todos y sin
generar sospechas fuera, sino una estructura política internacional en la que
Alemania maneja en propio interés (o ideología o cultura) los instrumentos
fundamentales de la cooperación generada durante cuarenta años.
Ese surgimiento
del interés “nacional” griego no es más que la advertencia general de como se
está comportando una buena parte de la
UE respecto
a la crisis, la deuda y el desarrollo de elementos de recuperación económica.
No es solo una política “nacional”, sino de clase o de intereses hegemónicos:
la banca alemana en primer término. El ministro de economía griego lo ha
expresado muy gráficamente, así como su primer ministro en una carta a la
población alemana.
Eso no significa
que volvamos a los tiempos de la entente, de la triple alianza o cosa parecida.
Mucho ha cambiado Europa para ser tan simple como para pensarlo. Lo que si
sugiero es que la configuración de la
UE como
algo estabilizador, pacífico y colaborador en política interna e internacional
ha cambiado. Internacionalmente, la
UE no
ha conseguido establecer una política propia y ha seguido los intereses de su
socio trasatlántico en la
OTAN en
múltiples conflictos, algunos de los cuales han estallado en su propia casa o
en la de su vecino inmediato. Internamente, tampoco se ha consolidado el cuajo
europeo como un conjunto de verdaderos socios con intereses comunes y respeto
entre iguales. El acuerdo inglés ha sido siempre la sombra iniciática del mal
camino y la imposición alemana sobre la economía del euro el remache de lo
erróneo del camino.
En su momento
pensé que Maastricht era una ocasión que con graves defectos y faltas debía ser
utilizada como plataforma para dar los pasos definitivos hacia una Europa
unida. Erré. Maastricht fue un modelo alternativo (y oculto) para una UE distinta
a la pensada y desarrollada hasta entonces. Maastricht es la hegemonía de unos
europeos sobre otros europeos Y quedó demostrado cuando los acuerdos se rompían
si a Alemania le convenía, como en el origen de la crisis (tipos de interés
bajos para que Alemania se recuperase y el Sur se endeudase).
El tratamiento
mediático desde Alemania de la crisis que afectaba intensamente al sur,
incluida Francia, ha sido demostrativo del renacer de un pensamiento germánico
que debidamente modificado, matizado y discretamente maquillado conecta con la política
del mismo Bismarck. Una ansia hegemónica de larga trayectoria histórica y nulos
resultados positivos.
Hoy, con un
conflicto (yo diría que paulatinamente provocado) en Ucrania que se acerca a
momentos de una gravedad impensable. Rusia, con un gobierno autoritario y
corrupto ha reconstruido una política “nacional” por el cerco al que se le ha
sometido. Grecia, insinúa una vía de cierto parecido: los intereses “nacionales”
se defienden al coste que sea.
No están
equivocadas, ninguna de las dos. En el interior de muchos otros países el mismo
pensamiento crece y no solamente entre los huevos de la serpiente. Miren, si
no, lo que ha hecho y hace Gran Bretaña. Y observen como Alemania se ha dotado
de estructuras políticas y económicas no democráticas para defender a sus
bancos y a un pensamiento ciertamente rayano en el racismo sureño.
Lluís Casas entre
dos celebraciones, la primera guerra mundial y la liberación de Auschwitz.