miércoles, 30 de diciembre de 2009

LA DICTADURA DE LA RELIGIÓN



Estamos, afortunadamente España, en una democracia política formal. Con absoluta seguridad, muchas personas compartimos las inmensas insatisfacciones respecto a las múltiples insuficiencias formales y esenciales de esta democracia. Pero, pese a todo, ésta contiene los elementos suficientes como para sentirnos razonablemente complacidos por esta situación política. Sobre todo a la luz de los recuerdos no tan lejanos del franquismo.


Dicho eso hay que añadir que en otros ámbitos de la vida social e individual no cabe decir lo mismo. En primer lugar citaré, con el acuerdo ampliamente mayoritario de los parapandeses, el mundo de la economía. En esos asuntos todavía se ejerce la autoridad “ancien regime” y existen enormes zonas sociales en donde la dictadura es plena o, como mucho, preponderante. Dictadura que se ejerce al albur de los sentimientos y deseos de los que se consideran autoridad en razón a la simple propiedad de los títulos de acciones o de contratos de gestión. Bien es verdad que la legislación laboral ejerce una, cada vez menos, firme acción reguladora en beneficio de quienes están sujetos a la actividad económica, los trabajadores, pero no poseen títulos de propiedad. No solo está “eso”, sino que como consumidores tampoco estamos en donde debiéramos, véase simplemente el reciente caso de esa aerolínea de mal nombre y peor propietario, que ha dejado en el suelo personas, ilusiones y dinero. Claro, sin la más mínima acción de la benemérita. Simplemente con referirse al monopolio financiero, al poder semi absoluto de algunas empresas, a la inexistencia de contrapesos en el interior de la empresa, etc. está todo dicho. Y por ello lo dejo aquí.


Existe otro ámbito de características muy especiales en donde la democracia brilla por su ausencia, y como el anterior, ejerce una influencia indudable sobre la legislación que se pretende democrática y libre, laminándola y provocando un enorme desequilibrio en los derechos y deberes de los ciudadanos. Probablemente pocos se han puesto a pensar lo mediatizada que está nuestra democracia formal por la influencia religiosa. Y no solo por el indiscutible fenómeno católico, tanto en su versión orgánica, como mitológica, sino por el mismo espíritu genérico que casi toda religión ejerce: la imposición de usos, costumbres, formas de vida y recursos económicos en los que no rigen norma democrática ninguna, ni siquiera el mínimo respeto humano por el “otro”, el no creyente, el agnóstico o el simplemente ateo. Quienes hayan leído a Richard Dawkins entenderán perfectamente lo que digo; para los que no, les recomiendo su lectura, puesto que al margen de lo ya sabido, casi todo, es enormemente reconfortante verlo escrito en los términos contundentes con que lo hace el eminente biólogo. “El espejismo de Dios”.


Así como en el formalismo de los derechos, libertades y obligaciones que impone la democracia nadie puede imponerse a otro u obligar a otro sin mediar los elementos de garantía, en las creencias y en las organizaciones religiosas el asunto es muy otro. Ahí priman el poder más desnudo y las exigencias más estafadoras que se pueda imaginar. La religión provoca un continuo chantaje sobre la democracia y sobre la libertad individual. Estas deben hacer frente permanentemente a una influencia nacida del "non sens", de lo mítico sin prueba, del más extraño absurdo. Una democracia, como demostraron y aplicaron en sus inicios los padres de la patria americana a finales del XVIII es ajena a la religión, nada tiene que ver con ella. Los derechos y libertades que esta fija preservan a todos de la influencia de lo que no forma parte de la esencia democrática. Las creencias religiosas y otras de parecida constitución no deben invadir nunca el espacio social político.


En materia religiosa, y a pesar de la teología (que no es ciencia ninguna, sino simple especulación interna a cada creencia) es claro que estamos en un campo en donde ni la ciencia, ni la constatación empírica tienen nada que decir, por lo que la estructura política de la democracia debe estar ajena a ella, puesto que su fundamento es la razón y el acuerdo sobre derechos y libertades iguales para todos. Si uno cree, se aleja de la razón y por supuesto de la política si pretende estar en ella en base a la religión. Si uno cree, no debe impedir que otro que no crea deba comportarse de forma distinta a la que la ley democrática permite y eso es lo que ocurre cuando en el político prevalece su creencia o las indicaciones de quienes sin ser políticos ejercen influencia en ellos. La creencia es un campo puramente personal y en todo caso grupal, no se debe derivar de ella ninguna obligación para los que no creen o no creen en “eso”. Ni siquiera familiarmente, los hijos no debieran depender de la creencia paterna que impone una mentalidad y obliga, sin correspondencia libre, a quienes se están formando mentalmente. Eso de la libre elección de escuela, es, en el fondo, la libre violación de la mente naciente.


Por ello presumo que una de las debilidades de nuestro sistema democrático es el tratamiento preferente al creyente y a la estructura “militar” orgánica de cada religión. No digamos ya con respecto a la religión dicha nuestra, el catolicismo. ¡Qué estupidez! Ni la financiación religiosa es democrática, ni lo son los actos excluyentes públicos que se realizan en la calle, el espacio de todos. Ni lo es una especie de respeto reverencial hacia el hecho religioso distinto del que podamos tener respecto a otros fenómenos. ¿Por que Cristo si y no Júpiter o un frasco de perfume o simplemente el Barça como objeto mítico?


Un pensamiento político debe pugnar por las mayorías que le permitan acceder al ejercicio del poder y tiene que aceptar que el juego democrático implica opiniones políticas diversas y un respeto absoluto por ellas. Nadie en política, es decir, en democracia, amenaza con excomuniones por cosas que están en el pensamiento mítico de unos y no en el de otros.

El concepto de familia, el aborto, las costumbres sociales, la educación, el fin de la vida, y un largísimo etcétera deben regularse socialmente y políticamente al margen de las creencias religiosas. Allá cada cual en su determinación puramente personal, pero socialmente nadie debe ser obligado por lo que creen otros. Ni siquiera debería tener que soportar la presencia de una monja o un cura circulando en el hospital donde es atendido, si no lo ha pedido expresamente.


Una mirada a los periódicos nos indica diariamente como esa forma particular de entender la vida o una parte de ella quiere imponerse a todas las demás simplemente por que se reclama como la única verdadera. Es un sin sentido que provoca en un racionalista deseos que no quiero expresar. La democracia debe optar por eliminar las prácticas dictatoriales que tienden a identificar lo que uno piensa con lo que la sociedad debe hacer y que provienen de simples especulaciones sin posible base racional e, incluso, razonable. Ni cristianos de ningún tipo, ni musulmanes, ni judíos, ni etcétera tienen el monopolio de la verdad social, pueden creer lo que quieran o lo que les han obligado a creer familias y religiosos violando su propia libertad de pensamiento, pero nunca deben ejercer, ni se debe dejar que lo hagan, la influencia social y política. Por que lo que dicen que dijo Cristo y no qué dicen que dijo Mahoma. O por que no Visnú o cualquier otra creencia, no son razones democráticas. La democracia tiende a ser laminada simplemente por la influencia social de cada religión y por la deriva de que yo soy el único que sabe y además me lo ha dicho dios. Cosa que, obviamente, nadie puede demostrar.


La democracia es ajena a la religión. Absolutamente ajena. Tanto que solo debe permitir que cada uno, con respeto absoluto a los demás, haga la práctica religiosa que desee. Y nada más. La democracia no debe permitir la religión en ámbitos sociales generales, no en la escuela, etc. Ni debe financiar el más mínimo acto religioso.


Rouco Varela es un dictador. No respeta la democracia, ni a las personas que piensan de forma distinta a él, ni a las más mínimas formas de tolerancia social y política. Como tampoco lo hace un imán que define el mundo como un lugar en que los fieles deben prevalecer sobre los infieles al precio que sea.


Para la democracia no hay fieles, sino personas que asumen los derechos, obligaciones y las libertades democráticas y su funcionamiento jurídico. El resto corresponde al ámbito privado que, en todo caso, debe atenerse al respeto democrático de la ley. Por mi, el burka no debería aceptarse, ni, por supuesto, la sotana. Manifestaciones las dos de la supeditación de la libertad personal y de los propios derechos.



jueves, 24 de diciembre de 2009

LIBERTAD PARA JUANTXO



COPENHAGEN 2: HOY YA SABEMOS DONDE ESTAMOS





Les ruego olviden el escaso optimismo del artículo anterior: COPENHAGEN. Fue realizado en la esperanza de que era posible encontrar entre los intereses nacionales una línea de encuentro en beneficio de los intereses globales. No ha sido así. Dejaremos para otros la distribución de culpabilidades. Señalar, en este caso, no es pecado, pero no tiene demasiado sentido hacerlo sin haber asistido a todos los encuentros abiertos, cerrados, semiconocidos, totalmente desconocidos que se han producido y evaluar quién y por qué.


En definitiva, Copenhagen nos ha traído la seguridad de que no estamos seguros en manos de quienes tienen en este momento responsabilidades cruciales. El cambio climático y todo lo que le ronda son problemas de una trascendencia tal que merecían puñetazos en las mesas y advertencias más duras que en cualquier conflicto desde el final de la guerra fría.


Hoy sabemos que es muy difícil acceder a ese mínimo de gobierno mundial que necesita el planeta para afrontar los retos del cambio climático. Hemos conocido además que, ni con toda el áurea acumulada, el presidente Obama es, realmente, lo que quiere representar. Copenhagen no es su fracaso, faltaría más, pero es uno más en la lista de desencuentros con lo que prometía y que sus votantes americanos y una parte del resto de los humanos teníamos derecho a esperar. No decaerá el apoyo a reformas o reformas parciales, pero es ya innegable que el Presidente ha perdido muchas plumas en los combates iniciados sin conseguir ningún premio gordo. Llegó a Copenhagen con límite de tiempo y con propuestas propias más que insuficientes para cualquier cosa y que permitieran un frente amplio con la UE y otros países de modo que la exigencia a esas potencias en desarrollo que parecen ser las reticentes a medidas globales se sintieran llamadas o exigidas a acuerdos serios y aplicables. En fin, el esfuerzo, si vale, lo será para un futuro más o manos inmediato.


Si la estructura política ha fallado estrepitosamente, ONU incluida, no debemos olvidar que una parte importante de los movimientos ecologistas, ambientalistas, etc., asociados a otros entramados alternativos racionales y consecuentes también lo han hecho. No ha sido por falta de agitación y propaganda. En ese aspecto, tal como les relataba la semana pasada, el cambio climático ha pasado de ser una teoría de nosocomio a tener el carácter de política fundamental. Y eso se lo debemos principalmente a esos colectivos mundiales o nacionales. No, el fracaso está en algo que es elemental en política y que se explica en las facultades que le son propias: ha faltado articulación política, es decir, los movimientos ecologistas deben dar el salto a la política formal, tal como algunos han hecho en Alemania, parcialmente en Catalunya (en un proceso sorprendente). Deben crear esas influencias a nivel estatal, local, etc. que permitan operar como factor de poder real, puesto que como lobby ya lo son, pero sin la influencia que en otros casos da el poder económico, o religioso, o...


Creo que esa conclusión no está en la perspectiva inmediata de ese movimiento (en realidad una multitud de ellos) y que Copenhagen puede operar desgraciadamente como factor de alejamiento (a menos que contemos como real una revolución espontánea de las masas iluminadas por no se qué elemento, tal vez una crisis ecológica local tremenda) de lo que es la forma adecuada de actuar políticamente: organizándose e influyendo en todos los campos del combate político.


En fin, señores, si bien no podemos tener la fiesta en paz, al menos encaramos el 2011 sabiendo más.



Lluis Casas, desesperadamente esperando.



Radio Parapanda. En exclusiva:
HABLA EL MAESTRO UMBERTO ROMAGNOLI




miércoles, 16 de diciembre de 2009

COPENHAGEN





Estarán ustedes, qué duda cabe, al tanto de las múltiples reuniones de Copenhagen que tuvieron no hace mucho un prolegómeno en Barcelona. En todo caso, si no lo estuvieran, les advierto que es lo más importante que ocurre en el calendario internacional después de la victoria de Obama. Probablemente más, mucho más importante que el cambio de Presidente, aunque, justo es reconocerlo, las esperanzas puestas en la cumbre de Copenhagen lo son más desde que existe una era obamiana. La crisis económica siendo otro asunto de extrema importancia, no lo es tanto en la perspectiva del futuro planetario.


Antes de meterme en materia, voy a hacerles un poco de memoria sobre la evolución que ha sufrido la temática ambiental en los tres o cuatro últimos años. No es un asunto baladí, dado que la velocidad de cambio ha sido enorme (aunque también insuficiente). De esa evolución hay constancia en algunos artículos del autor en este blog de la eximia ciudad de Parapanda.


Si nos situamos en el 2006, por ejemplo, los temas ambientales eran considerados por la prensa bienpensante, como La Vanguardia por ejemplo, asuntos graves de índole extranjera. Nada de lo que ocurría en el propio país era considerado asunto urgente o simplemente creíble. Les recuerdo la campaña contra Salvador Milà (ilustre parapandés, por cierto), el único conseller realmente capaz y dispuesto al combate ambiental que ha tenido Catalunya. Los empresarios mantenían una especie de mito, el medio ambiente era un peligro contra la productividad y el desarrollo económico y, al cabo, no había para tanto. Todo lo que olía a cambio para introducir el concepto de coste ambiental era rechazado porque iba contra el país. Una postura más propia de un burócrata pasado de moda que de un empresario que apunta al futuro. Yo mismo oí con mis propios oídos a un secretario de gobierno, jurista por más señas, increpar a un directivo hidráulico porque había ordenado cumplir con la ley y realizar los informes preceptivos sobre la inundabilidad de las operaciones inmobiliarias que podían tener esos riesgos. El argumento era: Esteu parant el pais. Luego se ha visto que quienes paraban el país eran los inmobiliarios sin freno. El actual regidor de urbanismo y secretario de gobierno entonces no dijo ni pío al respecto de la crisis inmobiliaria.


El medio ambiente era, en todo caso, asunto de gentes preocupadas por los pájaros y las plantas, una especie de hippies que había que tolerar (en clave de fastidio), pero en todo caso, no dejar que creciera su influencia. En nuestra casa las cosas estaban muy crudas frente a una realidad internacional mucho más puesta sobre el problema.


En Europa la preocupación ambiental era considerada un asunto importante y formaba parte significativa de los programas de gobierno. El mundo empresarial tenía en marcha operaciones que anticipaban la importancia de un sector económico de primera división que podía reemplazar sectores obsoletos y que tenía unas características muy interesantes, juntaba alta tecnología e investigación con creación de empleo. A pesar de ello, era muy difícil establecer políticas internacionales coherentes de de impacto. Incluso las opiniones en contra del cambio climático y de la destrucción ambiental eran habituales en los medios.


En fin, un mundo, ya ven, hoy absolutamente caduco en su fase de pensamiento y propaganda. Aunque aún en pié por lo que hace a la acción internacional suficientemente decidida y de dimensión adecuada al problema. Por eso hoy tenemos Copenhagen.


Si en tres años el ambiente del medio ambiente ha cambiado tanto, ¿cómo es posible que todavía resistan los reductos que impiden acciones claras, plausibles, posibles y buenas para todos? Esas son las razones de las dificultades para establecer tres dimensiones de la acción: la primera, la acción coordinada internacional que frene la acción humana de gran impacto. La segunda, el programa estatal para enfrentar la nueva sociedad respetuosa (o paulatinamente más respetuosa) con el medio ambiente y en tercer lugar, el cambio de educación social de los comportamientos de consumo que permitan la racionalidad de los recursos limitados, tanto en energía como en materias no renovables.


Hoy, Copenhagen, no ha dado culminación a los debates y se nos aparece como una gran frustración por la falta de compromiso real respecto a los retos inmensos que se apuntan ineluctablemente en el horizonte. A pesar de ello, habrá resultados que mejoraran lo que hoy tenemos. Un consuelo limitado pero que da nuevas oportunidades a la propuesta que en el medio ambiente (y lo que le ronda, cambio energético, nuevos materiales, consumo inteligente, etc.) puede ser el eje de una fase de desarrollo mundial sobre bases más limpias y por ello más seguras.


Esperemos a ver si esa figura de Presidente de la esperanza del mencionado Obama termina mejor de lo que ha empezado en Copenhagen. No se lo pierdan: el futuro, uno u otro, se determina ahí junto a la sirenita.



Lluis Casas esperanzado, y pesimista (al por menor)





Radio Parapanda. Oye:
TRIBUNAL INTERNACIONAL DE LIBERTAD SINDICAL: EL DERECHO EN MANOS DE SUS DESTINATARIOS

jueves, 10 de diciembre de 2009

TRINCHET Y FERNANDOEZ ORDOÑEZ: VAYA PAREJA DE DOS





Recordarán ustedes por otros artículos publicados aquí mismo mi gran aprecio por esas dos ejemplares personalidades del mundo financiero. Casualmente, mi afectuosa inclinación es totalmente compartida en Parapanda por la mayoría y particularmente por el presidente del cabildo, con cuyos escritos sobre esos individuos coincido plenamente. Coincidencia de la que se alegran las masas que han propuesto celebrar una fiesta de toros embolados con ellos.


No hay duda que los dos personajes merecen ese aprecio y todos los regalos verbales que podamos hacerles. Son dos individuos inasequibles al desaliento, como dirían en otra época poco dorada y más bien gris, cuyos espléndidos aciertos en manejar los bancos centrales de la UE y de España están en boca de todos. Incrementaron el crédito para disfrute oligárquico de la banca y los inmobiliarios. Permitieron a las familias endeudarse hasta las cejas (la libertad de endeudamiento ante todo). Aceptaron en beneficio de la tolerancia financiera que la bola de deuda sobre activos dudosos creciera, de modo que así permitían a unos cuantos acceder al Porsche Cayenne (vehículos cuyos presuntos titulares ahora están devolviendo en número de 300 a los bancos por falta de pago) y finalmente con la crisis en alza cerraron el crédito por si acaso y lo volvieron a abrir en una clara demostración de coherencia técnica y adaptación a las circunstancias.


Parecía que el estropicio que propiciaron equivaldría a unas largas vacaciones pagadas. No señor, en beneficio del ahorro público, tanto el gobierno federal como el de la UE los han mantenido en el cargo, tal vez me digo, para amortizar esas camisas mixtas que usa el Trinchet y ese excelsa inteligencia al servicio de unos pocos del Fernández. O por falta de candidatos alternativos.


Recientemente, como tienen dificultades de contingencia verbal, han vuelto a las declaraciones ortodoxas confirmando que pertenecen a la fracción ciegamente liberal de este mundo terrenal. Insisten en la necesidad de reformas laborales radicales como instrumento para rehacer las economías, no citan las de quien. Y en el colmo de la valentía lo hacen en una reunión de mercados financieros, por lo que, como era de esperar, fueron muy aplaudidos por banqueros que están al borde de un ataque de nervios después de lo que les han permitido pasar las autoridades. Eso de desplegar las tropas frente a un enemigo inventado está muy visto y luce poco. En todo caso, uno recibe los parabienes de los que han encargado el artilugio. Quod era demostrandum.


No sólo se han atrevido a pontificar sobre ese mundo desconocido de los salarios normales y de los contratos basura, argumentando que era necesaria más madera para el fuego empresarial, sino que retoman el curso natural de las cosas y expresan la necesidad de volver a reducir el gasto público (que les ha salvado de una muy buena) para conseguir en breve plazo esa augusta sensación de equilibrio financiero público. Un buen chiste, a decir de doscientos premios Nobel de economía. Cuando apenas se vislumbra una hipótesis de mejoría, esos dos se lanzan al ruedo a solicitar que se aten los machos los políticos en los gobiernos para reducir las posibilidades de crecimiento. Tienen tal niebla en el cerebro y tales caudales en el bolsillo y los tiene en tal evidencia pública, que nadie va a hacerles ningún caso. Afortunadamente. Incluso la industria, el comercio, la producción en suma (cosa que ellos me temo desconocen, puesto que en lo único que creen es en las finanzas, cosa apetitosa donde las haya) sigue mendigando ayudas públicas e inyección de recursos para el crédito. Esos si saben donde está el tomate.


Hay cosas que se comprenden con enormes dificultades por muy buena intención que se tenga y la permanencia de Fernández Ordóñez al frente del banco de España es una de ellas. ¿Qué tendrá que ver con el PSOE, que es quien presuntamente gobierna este estado federal con permiso de 8 jueces?



Lluis Casas, sacando crédito



¿ELECCIONES ANTICIPADAS?



Les escribo inquieto por mi futuro en este medio, a causa de los comentarios que el insigne editor de este blog me ha hecho, en carta privada, con respecto a mis vacaciones improvisadas e incomunicadas a raíz de una confusión en torno al viaje de su eminencia (y su larga entrevista con don Benedicto Dieciséis para leerle las cuarenta, todo hay que decirlo) en Roma. Pese a lo cual, reemprendo debidamente confeso mi habitual artículo y lo hago rogando que el inestimable público lector acepte las oportunas excusas por ese vacío tremendo que ha provocado mi escapada.


Así las cosas, se me ocurre que ya es hora de comentar lo que el ambiente político traspúa: el gobierno catalán vive desde hace unas semanas un espíritu de elecciones anticipadas que rompe con el pacto a muerte sobre la longitud de la legislatura con que se selló su inicial andadura (y acuerdo sobre sus muertos sobre como resolver los problemas internos en el despacho presidencial).


¿Por qué unas elecciones anticipadas se preguntaran ustedes? Se lo explico, argumentando primero que de lo que se trata es de constatar que el gobierno vive en un ambiente de elecciones anticipadas, aunque posiblemente éstas se produzcan en su momento previsto, en noviembre del 2010. Para mi, reconociendo la diferencia entre una y otra cosa, los efectos negativos de esa situación sobre la psicología social gubernamental me parece que son evidentes. No es lo mismo (según Teresa de Ávila) vivir sin vivir en mí, el caso de elecciones anticipadas sin fecha, que una larguísima campaña electoral, en donde se puede encontrar pozos y agua en casi cada esquina. Lo de las elecciones anticipadas es una situación de provisionalidad sin objetivos claros, a la espera del penúltimo disgusto y con la expectativa de alguna mejoría fugaz. El peor de todos los escenarios. Y no crean que eso sea producto de la presión de la oposición. No señores. De hecho y de forma efectiva oposición, lo que se dice oposición, no la hay. Puesto que de hacer balance de propuestas y de alternativas quedaría el asunto muy chungo, francamente.


Una de las razones, probablemente la de mayor impacto, es sin ninguna duda el fallo del tribunal constitucional respecto al Estatut y lo es con fallo o sin él. La monstruosa espera y la infinidad de maniobras que a la sombra del conspicuo tribunal se producen, generan un enorme desgaste en el gobierno catalán. Y ese factor imperturbable es más evidente cuanto menor es el tiempo para cualquier posible reacción. Me abstengo de mayores comentarios en la certeza que el lector sabe tanto, sino más, que yo.


La segunda en orden ordinal es, también sin dudas por mi parte, la crisis económica, especialmente por lo que hace al paro y a la indefinición del futuro económico más o menos inmediato. Es obvio que el ejecutivo de la Plaça de Sant Jaume no provocó la crisis, por lo que la culpabilidad no puede atribuírsele, pero las inconsistencias propias, así como las derivadas provinentes de Madrid, han marcado responsabilidades de cierto nivel. Si en España la gestión de la crisis (e incluso antes de la crisis) ha sido más bien poco lucida, con un inicio más propio de los negacionistas que de pensadores racionales, en Catalunya no ha llegado tan lejos, pero es indudable que las familias victimas del terror del paro no han sentido el más mínimo apoyo real, ni los efluvios de un futuro con alguna garantía más allá de la supervivencia pura y dura. Catalunya no ha sabido reaccionar a la crisis inmobiliaria, ni a la falta de vivienda pública, ni a un probable nuevo modelo industrial, ni, ya puestos, a los recientes espectáculos de corrupción. Ha salido airosa, en cambio, con la crisis bancaria local, es decir la concentración de cajas dentro del territorio del principado. En ese aspecto hay más que un aplauso, aunque también alguna frustración al no poder crear una caixa pública fetén.


En tercer lugar, apunto un problema ya conocido, pero que en las actuales circunstancias ha dado en crecer exponencialmente. Se trata de la falta de habilidad presidencial en expresar lo que sus compatriotas y ciudadanos requieren en circunstancias tan anormales. Es evidente que entre las habilidades personales del President no está la capacidad comunicativa, la simpatía y todo aquello que facilita a un líder el camino del entendimiento con los ciudadanos. Eso ya se sabía. Pero también existía una cierta esperanza en que el cargo facilitara el cambio, cosa que no ha ocurrido ni con Polonia actuando a favor. El President parece no tener gran cosa que decir ni incluso cuando se transforma en discípulo de Companys frente a la agresión judicial y españolista. Es duro aceptar, sobre todo después de la facilidad de contacto de Maragall, un Montilla ensimismado en administrar un negociado. Y además viendo como el negociado marcha paulatinamente por los cerros de Úbeda sin mayor control real que el que tuvo don Pasqual, mártir a todos los efectos de la escasez de pilotaje. Debo decir que, de todas maneras, desde el primer día en el mando, consideré que Montilla seria el encargado de reproducir la escena del balcón, proclamando la República Catalana. Y estoy seguro de que no le temblará el pulso.


A continuación situó los nervios nada templados de alguna de las formaciones políticas del govern. Esos nervios y esas convulsiones nada bueno anticipan para nadie. Al margen de la presión tentadora de CIU, al margen del envite de Carretero, al margen de la deriva de un mensaje profundamente falto de realidad, el alejamiento de la seriedad institucional y del cumplimiento de los compromisos es malo. Para todos. En una línea parecida, el socio mayor ha dado muestras de un excesivo compadreo con CIU, aplicando una parte de los costes sobre sus socios, sobretodo sobre el pequeño, que ha visto desaparecer su cartera en varias ocasiones. De ellas dos más que significativas, la ley de educación y la actual rebaja fiscal a los ricos muertos. Todo el mundo sabe que el coste de un hipotético acuerdo socio convergente (dios nos coja a todos confesados y a ciertos elementos ya en la cárcel) es la presidencia y ese es un preció altísimo que no tiene solución en el Parlamento y en su sillón más prominente. El socio menor también se la juega puesto que ha visto desaparecer parte de un argumento muy sólido: el tripartito es una garantía para las políticas de izquierda. Eso no se está cumpliendo al nivel deseable y por ese agujero se marcha una parte de la credibilidad del defensor de los valores sociales y públicos del govern. En fin, nervios en un escenario muy cambiado con nuevos líderes en dos de las formaciones del pacto de govern.


Dejo para el final (podría haber escrito un decálogo, pero he desistido por el momento) los vientos del noroeste, tan malos ellos cuando soplan y tan maléficos cuando no soplan. La medida de las cosas está en su punto medio, y esos vientos soplan a su aire sin promediar desde hace varios años, arrastrando cuanto encuentra a su paso, sea amigo o enemigo. Uno ya voló, Maragall, ¿qué nos depara el futuro?


Todo ello apunta a una inestabilidad que será creciente y acelerada. Lo dicho aires de elecciones anticipadas, aunque se celebren el 20 de noviembre.



Lluis Casas, en plan pitoniso pito