martes, 15 de abril de 2008

HEMOS DESCUBIERTO QUE...

... la sequía y la crisis inmobiliaria están relacionadas

Don Lluis Casas

En otra época no tan pretérita, tal como nos explica maravillosamente Andrea Camilleri en su libro El pastor y las ovejas, la pertinaz sequía sería la forma en que dios o los dioses habrían encontrado para eliminar el mal, es decir la especulación inmobiliaria y sus efectos sobre la naturaleza y el paisaje.

Sin agua no hay piscinas, ni campos de golf, ni siquiera jardines adosados y llegado el caso ni macetas en el balcón. Esos efectos tan nocivos para las promociones inmobiliarias pueden acabar con ellas, como así se está observando en la vertiente mediterránea de nuestro vecino lingüístico y como ya se produjo una vez, si aceptamos la Biblia, en el Egipto de Charlton Heston, que en paz descanse.

Esa relación divina entre fenómenos humanos (la crisis inmobiliaria) y fenómenos de la naturaleza (la sequía) hace tiempo que para la mayoría ha pasado a simple broma o comentario tabernario. La razón y la ciencia nos han dado métodos más prácticos y veraces de análisis de la realidad (aunque un montón de políticos y periodistas no están al caso de ello).

De todas formas hay una línea analítica que las hace coincidir y que debe considerarse para no tropezar de nuevo con la misma piedra. La planificación territorial, el urbanismo, la implantación de actividades humanas, tanto residenciales como económicas (la agricultura incluida), las infraestructuras de movilidad, etc. deben adaptarse razonablemente a los recursos disponibles en el territorio teniendo en cuenta los impactos articulados sobre el entorno más inmediato y más lejano. El agua es uno de esos recursos articulados, que posee además un poder magnético sobre los humanos dada su imprescindibilidad. Y no solo debe tenerse en cuenta como recurso vital, también como fenómeno metereológico agitado e imprevisible. Las habituales riadas del Maresme son un recuerdo recurrente de errores pasados y recientes. Las inundaciones en la zona industrial de Tarragona nos recuerdan el buen hacer de CIU en el gobierno, cuando evitaba adjuntar a los planes urbanísticos los informes de inundabilidad, en caso que estos advirtieran y exigieran mediadas serias para evitar los malos temporales.

En mi memoria reciente constato una reunión entre altísimos cargos gubernamentales para inquirir a otros altísimos cargos por que se ponían trabas al desarrollo inmobiliario a través del cumplimiento de la ley que prevé que todo lo malo se ha de prevenir. La frase que tengo clavada es: “ens esteu parant el país”. Nunca he sabido a que país se referían. Meses después, las inundaciones de Tarragona en donde están implantadas algunas de las empresas más poderosas económica y tecnológicamente, quedaron afectadas y en cierta medida paradas por una gota fría, previsible, prevista y evitable en sus consecuencias. No hubo rellamada para excusarse. Pienso que el caso correspondía a otro país distinto del aludido anteriormente. Podría relatarles cientos de casos que insisten en lo mismo, la frenética ansia de beneficio del sector inmobiliario unida a la irresponsabilidad y a veces el desconocimiento o, incluso, la simple corrupción de los responsables políticos o técnicos del asunto, producen males difíciles y caros de solucionar. Incluso imposibles algunos de ellos.

En un pueblo cercado a Barcelona, una coalición de alcalde de derechas y de promotor local edificó un inmueble bloqueando la riera del lugar. Ningún caso hacían a razones y experiencias. Así se comportan, tal vez con más disimulo y mayor prestancia de argumentos, la mayoría del sector inmobiliario que cuenta, a priori, con la aceptación entusiasta, con el laissez faire, con la irresponsabilidad de las administraciones y, llegado el caso, con la prensa. Así les va ahora a la mayoría, ciegos como han estado al precipicio al que se acercaban. Los problemas de abastecimiento y depuración no son menores.

Ahí está nuestra joya de La Cerdanya, entre montes nevados y en plena zona húmeda. Pues bien, ese agente del mal ha conseguido que el agua escasee, dado el nivel de urbanización extensiva y que algún abastecimiento se haga incluso con camión cuba. Imagínense como estará la depuración. Otro si, el bienamado Port Aventura. La describo: promoción turística con pérdidas en zona seca. Los financieros que auxiliaron al promotor están ejecutando ahora la parte oscura, escondida. Es en donde radican los beneficios. Una enorme promoción de viviendas. Siguen en zona seca.

NO soy de los que piensan que todo el urbanismo es malo o especulador. Por mi edad, asaz provecta, tengo asumido que es más práctico vivir en un recinto razonablemente cómodo que en una tienda de campaña, y que eso comporta una afectación intensa del territorio y de los recursos necesarios para una vida aceptable. Lo malo no es urbanizar, ni implantar industrias o carreteras. Lo malo es hacerlo de espaldas a sus consecuencias y sin incorporar todo lo que la razón nos indica como necesario. Los intereses de todo quisqui deben tenerse en cuenta, en tanto no afecten a intereses más generales y más generosos.

Afortunadamente, disponemos ahora de legislación suficiente para evitar los desastres del pasado y los procedimientos técnicos desarrollados para ello. Existe esa fuerza legislada: en Bruselas, en Madrid y en Barcelona. Sólo falta el valor político de hacerla realidad en una nueva forma de desarrollo territorial consecuente con sus efectos. No negaré que ello comporta costes, políticos y económicos. Las empresas que impulsan las promociones ven incrementadas las exigencias constructivas, las obligaciones en términos de cesión de terreno, de urbanización de mayor calidad, de asunción de las redes de abastecimiento y depuración, ya que son cosa suya.

Ese coste ahorra uno mayor posterior. Como el que ahora se plantea con las cientos de urbanizaciones ilegales (quiere decir sin norma legal y sin estructura de servicios urbanos) que se desparraman por Catalunya. ¿Saben quien pagará? La administración, es decir todos. En muchos casos veremos cosas curiosas, como que el alcalde vigente que aplicará las medidas de reforma fue en su momento el promotor que vendió sin atenerse a calles, abastecimiento, etc. ¿Qué otro modo hay para entender el descalabro paisajístico en esa inversión natural que es la costa o las montañas catalanas?

La sequía pone al descubierto, por la vía del desabastecimiento, esos fenómenos conocidos, pero innombrables. El país, utilizando la expresión de la memoria, no se para por hacer las cosas adecuadamente. El beneficio excesivo, el beneficio que no pone lo que debe de poner en la promoción, no es deseable, no hace funcionar el país con seguridad, con garantía. No ahorra costes, los desplaza.

Con el frenazo inmobiliario y con la sequía, los dioses nos advierten de lo equivocados que andábamos, nos dan un periodo de reflexión para mejorar nuestra vida y la futura.

¿No están de acuerdo?

Lluis Casas (Parapanda School of Economics)