El fin del mes
de Agosto no solo da por terminadas las vacaciones masivas (para quien las haya
podido tomar), sino que abre la puerta a un ciclo escolar nuevo. Del mismo
modo, el resto de actividades humanas, tal vez con la excepción del ejercicio
económico o la contabilidad de la edad, inician también su rotación anual
abriendo expectativas y aflorando todo lo que ha quedado aplazado hacia
mediados de Julio, justo en el límite entre Agosto y septiembre.
Si tratásemos de
hacer balance de estas últimas semanas nos encontraríamos con una cierta
diversidad teatral en los asuntos políticos o económicos. Tenemos el drama de
Egipto, con un golpe de estado militar claramente previsible con la historia
reciente del país y con los intereses de “clase” del estamento dirigente de las
fuerzas armadas, núcleo de intereses económicos y de poder que han permanecido
incólumes a la pretendida revolución de la calle. El drama egipcio se
transforma en tragedia al mirar a Siria, a menos de un palmo en el Google Maps.
Tragedia que se tornará en holocausto a poco que las cosas se compliquen. Un
asunto que pone en ebullición cosas tan importantes como el petróleo, la
relación entre China, Rusia y el occidente en pleno desvarío. Las recientes
experiencias de transformación en Túnez y Libia no son alentadoras para pensar
en accesos democráticos en esa parte del mundo. Ahora mismo Obama y compañía
están intentando hacer despegar aviones y misiles que con absoluta seguridad
van a complicar un poco más las cosas. Es evidente que las luchas tribales o
religiosas o una mezcla de ambas, junto a los intereses económicos y políticos
son difíciles de tratar con los esquemas de las democracias occidentales. Y más
si añadimos su ejemplo histórico hasta ayer mismo.
Los dramas y
tragedias anteriores se añaden a la opereta gibraltareña española. Sin lugar a
dudas un ejemplo más de lo parecida que es la política de la derecha española
con la tradicional ejecución de la propia de los hasanidas de Marruecos,
simplemente cambiando nombres: Perejil, Ceuta o Melilla, Gibraltar, qué más da.
Lo que es simplemente un problema absolutamente menor se convierte en virtud de
cualquier incidente callejero o marino en grandes maniobras y presuntas
tensiones que alejan lo verdaderamente importante de las primeras páginas de la
prensa. En fin, lo que parecía una nueva guerra con la pérfida Albión, está hoy
en las páginas de curiosidades de la prensa.
Queda pendiente
la comedia alemana de sus elecciones que va a decidir el futuro de gran parte
de Europa. Una comedia de enredo, evidentemente, en donde nadie es lo que
aparenta y que se está llevando por delante países enteros a la chita callando.
Últimamente aparecen libros y artículos, incluidos los escritos y pensados en
alemán, que evidencian las carencias básicas de la política de derechas (y de
izquierdas hasta hace poco) alemana en relación a la UE y a la composición diversa de los
países que la componen, así como su papel desestabilizador de las economías del
Sur siempre que les sea necesario. Tanto en un sentido: el recorte, como en el
otro, los tipos de interés bajos.
No cito la
verbena del «dret a decidir» por prescripción facultativa, pero ahí queda la
cita para aquellos en los que he introducido dudas.
Si no fuera por
esas cosillas veraniegas tal vez hubiera sido útil observar el comportamiento
económico y laboral del propio país y centrar la atención en unas dinámicas
exportadoras que confirman que la salud económica no depende tanto del poco
salario, o del déficit fiscal (en realidad de los ingresos no habidos por
fraude), que de una estrategia empresarial adecuada. Si nuestro mercado interno
está para el arrastre es por falta de suelto en los bolsillos de la gente y en
cambio, las empresas que miran al exterior no se sienten afectados por ello y
tenemos un superávit comercial emergente.
El debate
económico cambia substancialmente en cuanto vemos lo anterior. La crisis no ha
sido por un exceso de celo sindical respecto a derechos y salarios, sino por
las fluctuaciones brutales de una economía basada en gran parte en la
especulación inmobiliaria y en la participación entusiasta del sistema
bancario. El resto lo ha aportado el recorte y sus implicaciones de bajada de
ingresos fiscales, junto al aprovechamiento de la coyuntura para reducir
salarios y derechos laborales. El resultado lo tendremos a la vista durante
años: cronificación de la reducción del consumo interno (que supera los límites
del consumo básico personal), superávits comerciales sólidos, paro consistente
durante años y las pérdidas humanas y otros derivados para colocarlos en el
balance en el apartado de pérdidas consolidadas.
En fin, que la
vuelta al cole nos coge con los deberes por hacer y la promesa del gran
mentiroso de una reducción de impuestos para el final de la legislatura. Toda
una mala lección para consumidores de prensa rosa o amarilla.
Lluís Casas, en
solitario.