CRONICAS
BAJO EL CIPRES 2: SOSTIENE OLTRA…
Las
tardes (la vesprà en puro valenciano y en perfecta definición) y las noches de
agosto dan para mucho, según y cómo.
Casi
todos los lectores conocen a mi compadre Enric Oltra, coautor de muchos
artículos que llevan mi firma e impulsor ideológico de todos, con el que paso
muchos ratos hablando de esto o de lo otro en el común lugar de veraneo. Las
horas se pasan volando yendo o viniendo de un tema a otro, aunque es justo
reconocer que en este estío y en el lugar en donde nos encontramos hay una
presencia indudablemente hegemónica, ni que sea por las apariencias externas:
Las banderas esteladas o no en la costa y en las entradas a los pueblos, las
celebraciones de todo tipo en las que aparece de manera explícita lo del día D,
11 de septiembre, los debates múltiples en donde siempre surge la cuestión, los
conciertos de uno u otra en la que el eslogan vuelve a ser el mismo, las
camisetas del Barça trasmutadas hábilmente en la senyera y las playas, centro
de interés y documentación en torno a rumores, fechas y zonas próximas a los
ombligos. Todas son motivo para la confirmación de un nacionalismo catalanista
que empuja hacia el estado catalán para ahora mismo, con un proyecto de
inmediata hora basado en la cadena humana.
Enric es
un compadre excelente, hay que reconocerlo y también paciente contertulio
cuando no se topa con la común choricería hoy día tan habitual tanto en Madrid
como en Barcelona. Si hay algo que no soporta son los juegos malabares con el
dinero público y con los derechos del ciudadano y las verdades o mentiras
ocultas. Sin duda, Enric es un hombre de radicalismo cierto, pero también de
flexible practicismo, nunca censuró mis artículos, por ejemplo.
Sostiene
Oltra que, a coste moderado, cualquier paso adelante es bienvenido y que, en
cuanto a retroceder, ni pensarlo. Al menos mientras se pueda mantener la
posición sin poner en riesgo cosas mayores. En fin es un reformista radical, reformismo forte que dirían algunos y
demócrata profundo, que tiende a verlas venir anticipadamente y con prudencia.
Con esos
mimbres, el hombre está ahora que si si, que si no con el asunto cada día más
complicado de la relación España Catalunya y el aplastante “dret a decidir” que
tenemos en los medios de nuestro entorno inmediato.
Sostiene
Oltra, y lo tiene dicho ya para conocimiento de amigos y cofrades, que sin ser
independentista de esencia, es más que probable que su voto, si se produce esa
circunstancia, sea por la opción de largarse con viento fresco y sin esperar a
la marea.
También
sostiene Oltra que no solo Catalunya debería emprender las de Villa Diego, sino
el resto de comunidades o pueblos de España en razón al soberano fracaso de la
democracia actual y a la prevalencia de formas de gobernar y de establecer el
sentido del Estado basadas en las más puras tradiciones de la derechona y del
caducado, hace siglos, espíritu imperial uniformista para cualquier cosa e
incompetente para entender la asociación humana en términos de igualdad y la
deseable compañía de la economía productiva como base del desarrollo.
Sostiene
Oltra que la transición fue casi un espejismo hacia un estado bien poco
transformado y que el tiempo pasado ha dado en esclarecer la solidez del
espíritu nacional en versión aparentemente moderada que ahora gobierna casi todo.
Sostiene
Oltra que Catalunya, aceptando ese término geográfico y esencialista con todas
y cada una de las contradicciones y contraindicaciones que esos estandartes de
la falsa unanimidad conllevan y anotando que solo Winston Churchill o Charles
De Gaulle pudieron utilizarlos con sentido adecuado del ritmo con sus
conciudadanos y con la historia, ha consumido sus energías políticas,
económicas y morales en proyectar una España distinta al uniformismo, o sea lo
que podría resumirse en el federalismo no de boquilla.
Sostiene
Oltra que desde Catalunya se ha intentado ese cambio en multiplicidad de
ocasiones (a menudo acompañada, pero casi siempre en cabeza). Desde el último
Austria, con la Pepa
en Cádiz, con la primera república, con la segunda, con el estado
autonómico, con las
reformas estatutarias, con las propuestas de financiación, hasta hoy mismo en
que las ganas y la energía se terminaron y todo apunta a que vivimos un
capítulo que pone fin a un ciclo.
Sostiene Oltra que si
viviéramos de demostraciones observaríamos como en los últimos tiempos la
constatación objetiva sería larga y contundente. Cita las infraestructuras
básicas que han sido adecuadamente explicadas por el profesor Germà Bel, cita
el sistema de financiación de las CCAA como coadjutor, cita el asunto de la
lengua catalana, baleárica, valenciana o aragonesa de la franja, como tercer
elemento de raigambre gobbeliana. Cita la falta de influencia sólida en los
quehaceres madrileños del reformismo catalán. Pónganle ustedes los apellidos
que quieran. Ilustren además la lista breve anterior con todo lo que les es
dado en añadir y, si lo desean, complementen las faltas de unos con las de los
otros, las de Barcelona mismo. El resultado, algebraicamente, será siempre el
mismo: estamos a las últimas.
Sostiene Oltra que es
evidente que el Empordà no es el Baix Llobregat, que Figueres no es Cornellà,
pero sí que es obvio que unos van lanzados hacia la confirmación
independentista y otros hacen ver que no ven nada y que nada ocurre y nada hay
que hacer. Es decir carecen de propuesta coherente y creíble.
Sostiene Oltra que una
cuerda tensada como esta no tarda en romperse y es imprevisible lo que ocurrirá
en cada extremo.
Sostiene Oltra que si
Madrid (otro término mayestático) cuenta con el ahogo financiero para reducir
las huestes del independentismo, cosa que hace amablemente cada día, es que no
sabe identificar la realidad.
Sostiene Oltra que si
Barcelona calcula que con los 16.000 del ala esto será Jauja es que no sabe
llevar las cuentas o que no les da la más mínima importancia.
Cada uno a lo suyo y la
calle va hacia abajo.
Sostiene Oltra que el
hecho es que los días pasan y los extremos se llenan de entusiastas y las
ocasiones de encontrarse se pierden. Asunto que en la historia hispánica ocurre
cada dos por tres.
Sostiene Oltra que si se
hace un calendario de expectativas, el asunto se pone al rojo vivo. Son solo
meses los que faltan para que se tomen decisiones de gran envergadura,
decisiones o votaciones, o ambas cosas. Los resultados de unas y otras están
por ver, pero que el tiempo cada día es más limitado eso va a misa. Como si
dijéramos estamos a seis meses o un año de las elecciones municipales del 1931,
por poner un ejemplo. Y sabiéndolo nos lo pasamos en grande en la playa, los que
podemos. Otros continúan cercando al poder bancario.
Sostiene Oltra que
preguntado un líder de sólido racionalismo sobre lo que los partidos
parlamentarios hablan acerca de las posibles derivas violentas, sean de unos o
de otros, la respuesta fue que no existían conversaciones en torno a ello. Cosa
que si es cierta puede ser más peligrosa que la creencia en los 16.000
millones.
En fin, sostiene Oltra que
más vale tomar todos los baños posibles en este ejercicio no sea que en el
siguiente, por unos o por otros, la cosa quede aplazada sine die, como tantas
veces.
Lluís Casas por la
transcripción