Cada día estoy más interesado en oír el cómo se va hacer alguna cosa y no tanto en el qué. Me explico, no sea que me mal interpreten.
Es evidente que tanto los partidos, los sindicatos, las más variadas instituciones o empresas, e incluso los propios individuos suelen y deben fijarse eso que llamamos programas, objetivos o alternativas. Se trata en el fondo de definir lo que son o somos en cuanto al futuro de nuestros asuntos y a una pretendida esencia profunda.
En la mayoría de los casos, a parte de una cierta filosofía (cuando hay alguna) de base que se desprende de ello, la cosa no es muy útil para encarar el día a día y los conflictos que se devienen de ello. Ahí cuenta también, y con mucho peso, la practicidad, las habilidades de negociación o presión, la oportunidad, es decir el realismo y, tal vez, eso tan ambiguo que llamamos suerte. En ese día a día, a menudo el programa, programa, programa y las bases existenciales se apartan un poco o un mucho por necesidades evidentes de supervivencia. No hablo de hipocresía, ni de simple mentira o enredo de despistados, todo eso corresponde a otro negociado y aquí no se trata. Dicho lo dicho, así crudamente, vayamos a ese cómo que me parece tan importante.
Si de recuperación económica se trata, por poner un ejemplo de intensa actualidad, no me interesa oír esas líneas generales que apuntan a incrementar la ocupación, mejorar los salarios, rehacer los contratos fijos, exportar tecnología y aumentar la investigación, el desarrollo tecnológico y los sectores de alta cualificación. Todo eso me parece muy bien ya sin ahondar en ello. Pero en cambio lo leo con una cierta distancia, como si me hablaran de Saturno, en donde no haré nunca las vacaciones, ni tengo inversiones que cuidar.
Ahora bien, en cuanto las propuestas y el debate se derivan a como hemos de hacer para que aumente la ocupación, es decir qué medidas económicas, jurídicas, sociales hemos de desarrollar. Con qué recursos contamos para ello, que tipos de organismos se ponen a desarrollar lo decidido y un etcétera que ahorro por innecesario. Ahí sí que me tienta la curiosidad, me siento involucrado y el interés crece exponencialmente. Lo mismo puedo argumentar con respecto al “dret a decidir”, en donde siento una enorme curiosidad por saber sobre qué bases se edificará eso y que tipo de vivienda será: tipo aglomeración o de segregación de clases. Como haremos para confirmar democráticamente una cosa u otra. Qué pasa si el resultado no define claramente el camino. Qué pasa si ese camino discurre por acantilados sin protección o incluso ocupados por otros con veleidades agresivas. ¿Llegaremos a aceptar un nuevo buque Uruguay en el puerto de Barcelona? En fin, añadan todas las preguntas concretas que quieran y se les ocurran, banco central, moneda, embajadas…Si hay discurso sobre el qué, no existe sobre el cómo. Grave situación.
Los comentarios en el mismo sentido se pueden repetir con el cambio climático, con la sostenibilidad, con el coste de la energía y sus alternativas solares, eólicas, etc. Los objetivos son compartidos, comprendidos y hasta apoyados, pero: ¿cómo se va hacer?
Es como si Julio César hubiera tenido claro que quería conquistar la Galia , pero carecía del conocimiento de cómo hacerlo, con qué legiones, en qué época, con qué diplomacia disuasoria, pasando por la actual Suiza o no. El mismo personaje nos sirve para la reforma institucional de la república romana, pero a la inversa. Si en el asunto galo, César tenía claro el cómo, con la reforma de la república demostró que no. De ahí su asesinato. No supo valorar los medios y los fines, el tiempo y las alianzas, el nombre de la cosa y los intereses aristocráticos. Un ejemplo claro de saber dónde se quiere ir, pero no cómo.
Alcancen a plantearse el asunto de la crisis económica, de la crisis europea, del papel del sistema financiero, del caos en los derechos sociales, de la pérdida de garantías democráticas. Y piensen en esos términos de objetivo, medios, capacidades, prioridades y costes. Verán que los asuntos toman a menudo otros derroteros y las acciones se transforman y se pegan al suelo, tal como aconseja el manual del soldado. Tal vez el resultado sea poner en orden cronológico adecuado las acciones globales, generales que exigen mucho y acercar aquellas que antes simplemente llamábamos peyorativamente reformistas, es decir a escala de la capacidad real.
Si les he decir la verdad, ni así me sentiré tranquilo, aunque algo más que persiguiendo grandes nombres y grandes conceptos. Que todo se ha dicho, me gustan y están en mi genealogía vital.
Lluís Casas, atormentado por el calor y la inmediatez de la huida