Lluis Casas
La naturaleza del entorno veraniego en la que me hallo contiene diversas especies de árboles proveedores de la adecuada sombra protectora del sol y del calor. Ya les expliqué en otra temporada las sutiles diferencias entre posar la tumbona bajo una especia u otra, por lo que no voy a repetirme, al menos en eso.
Como a pesar de mi creencia en que las vacaciones son para agitar lo menos posible el cuerpo y el alma y, tal vez, como compensación a esta determinada actitud, cada ejercicio veraniego busco alternativas nuevas para la sombra.
Es una manera de cambiar, sin que nada cambie, muy al estilo de Lampedusa, pero aplicado a un ámbito menor. Por ello y aunque he observado que el displicente azofaifo (también llamado jinjolero), mi aspiración sombreada desde que lo planté y al que consideraba perdido, ha rebrotado con fuerza y ganas, aún no genera ni altura, ni amplitud suficiente para plantar las instalaciones personales bajo su protección. Hay que tener en cuenta que el azofaifo da buenos frutos, poco conocidos, pero se defiende con ganas a través de puntiagudas espinas de las que es mejor alejarse un tanto. En esas condiciones solo un ratón seria capaz de aprovechar lo poco que tiene que ofrecer, de momento. Por ello he buscado en derredor alguna novedad vegetal no utilizada. Está el roble, con más de 10 años encima, pero de tamaño menor todavía. Está la mimosa, ya un tanto adulta y capaz, pero mal situada frente a la cocina y otras malas vistas.
Finalmente he decidido que este agosto me lo pasaré de ciprés en ciprés, según y como esté el sol en su transición horaria. Cipreses, como los pinos los hay en abundancia en derredor. Unos limitados en su desarrollo natural por las preferencias subjetivas de los humanos, otros, liberados de esta servidumbre, campando hacia el cielo a sus anchas, muy a la romana, pero en cualquier caso todos disponibles al efecto de servir de acomodo a un servidor y sus exigencias de confort.
Informados ya de este complejo problema anual, el de la sombra y el cambio, me temo que poco tengo que añadir sobre cualquier otra cuestión sea vegetal, humana o, ya que estamos frente al mar, marinera. Como tampoco es caso de dejar el artículo así, a medias o ni siquiera iniciado en lo que pueda ser de interés, me atrevo a relatarles al menos un cuento:
Claro está que les hablaré de un país en donde al parecer va a acontecer un fenómeno extraordinario, probablemente solo previamente experimentado en circunstancias bélicas graves o de desastre natural al estilo de la desaparición de los dinosaurios. Me refiero, como es lógico, a ese absurdo y surrealista modo de gobierno en el que queda excluida de conocimiento, crítica y presunta aprobación la ley fundamental anual de toda legislatura: el presupuesto y lo que le acompaña.
Se entiende que todo gobierno democrático debe presentar al ciudadano y a su parlamento su política económica, financiera, sus prioridades de gasto en inversiones, su modelo de distribución de recursos corrientes, su política fiscal, etc. Ello es, sin duda, y en palabras mayestáticas el eje de lo que un gobierno piensa hacer y como. Pues bien, como ustedes saben muy bien, en Catalunya esos condicionamientos democráticos no se dan si al gobierno de turno se le pasa por la cabeza no presentar los presupuestos para el ejercicio siguiente y decide prorrogar los existentes. Y sanseacabó.
Para hacerlo se apoya en la creencia que una hipotética mayoría parlamentaria le autoriza a poner al país del revés y a pasarse los métodos y tiempos políticos por sean dichas las partes. Para evitar las críticas del sector del público que todo lo tiene en cuenta, he de reconocer que al gobierno le faltan algunos datos importantes para confeccionar un presupuesto cabal. Ya está dicho. Pero teniendo en cuenta ese detalle, podemos relatar que esa circunstancia se ha dado, se da y se dará en todos y cada uno de los presupuestos habidos y por haber. En este país y en cualquier otro.
En mis tiempos activos tuve que ver con muchos presupuestos, pequeños, medianos y grandes y nunca me encontré con todas las incógnitas despejadas llegado el momento del debate democrático en la sede en donde se debe aprobar o suspender el proyecto. Dicho esto, a modo de apoyo experimental al argumento, también hay que explicar que los mecanismos para hacer consistente un presupuesto al que le falta algo, ni que sea substancial, son muchos y variados. No les relataré ahora el tratado de confeccionar un presupuesto solo con lo puesto y proveyendo cambios venideros, pero, créanme, hay técnicas y mecanismos jurídicos suficientes y sólidos para hacerlo. Lo importante es que existan presupuestos anuales debidamente aprobados en sede democrática.
Dicho así, puede parecer que un presupuesto prorrogado es un elixir marciano. Tampoco es eso, la ley permite la prórroga, pero entiende que es por motivos tan poderosos como la no aprobación del proyecto (eso significa que existe proyecto y que ha sido rechazado por la cámara correspondiente) o que, como ocurre a menudo, el gobierno no se ha constituido y la prórroga es exigible hasta que este hecho se produzca.
Nada de eso ocurre en Catalunya, el año 2013 va camino de su semestre final con la prórroga del presupuesto del 2012, en principio por razones aceptables, las elecciones de noviembre pasado. Razones que desaparecen en cuanto vence el plazo honesto para que el nuevo (o viejo) gobierno haya realizado sus deberes constitucionales. Pero no nos quedamos ahí, con la prorroga del 2012 en danza y en pleno periodo de inicio del proyecto para el 2014 a presentar en noviembre, el gobierno y su muleta argumentan que dado lo que hay, mejor una nueva prórroga y así “anem fent feina”.
Si las circunstancias socio económicas fueran otras, que no lo son, tal vez me callaría, pero me da la impresión que los motivos aducidos, el déficit aceptable, los débitos del gobierno federal y otras menudencias son solo excusas que ocultan lo verdaderamente importante: el reflejo de la política neoliberal imperante en el gobierno y aceptada por su muleta. Si tuviéramos presupuesto, las rebajas en sanidad, educación, servicios sociales, investigación, etc. la política fiscal regresiva, la distribución de las inversiones y todo el conjunto de quisicosas al detall saldrían al descubierto y las distancias presuntas entre gobierno y muleta saldrían a relucir con intensidad y claridad. Y eso, amigos, no puede ser. No sea que se confirme que al margen de determinar una fecha plebiscitaria y una pregunta fundamental, en todo lo demás la cosa está más bien cruda 8º al menos eso espero).
En síntesis, alguien pretende ocultar que al decidir se decide todo, si o no, por descontado. Pero, ojo, también el cómo y con qué, y quienes. No vayamos a joderla y con el si o con el no se produzca un cambio no previsto, esto es que las élites tengan que apujinar. Como si dijéramos.
Yo se que algunos intentan torpedear esa estrategia política, exigiendo que sea el que sea el posible presupuesto este pase por las horcas caudinas del Parlament. Intención que hay que valorar y en su caso apoyar. Ahora bien, no se dejen engañar con los Bárcenas caseros y con los Rajoy de la casa, porque en los medios todo irá de eso.
Lluís Casas, como ven más agitado de lo que debería.