Ante todo
establezcamos lo que es evidente: el recibo de la luz no existe, es un mito
histórico de los años en los que en las viviendas no existían neveras,
lavadoras, hornos microondas, televisores, aparatos de alta fidelidad,
calefacción y/o refrigeración, agua caliente para la ducha y la cocina,
lavavajillas y unos diez mil aparejos más que hoy nos resultan imprescindibles.
En aquellos
tiempos por ejemplo, la refrigeración de alimentos perecederos consistía en
bajar a la bodega de la esquina en busca de un pedazo de barra de hielo. Se
trasladaba en un cubo y mientras el hielo devenía agua absorbía calor y
refrigeraba (es un decir) el pescado y la leche fresca hasta el día siguiente
como mucho. Por cierto, la actividad logística del hielo era considerada por
los tiernos infantes cosa exclusiva, puesto que permitía hacerse en la bodega
con cachos de hielo que se usaban tal que helados de agua. Otro cantar era el
agua caliente, surgida de la cocina y distribuida por el cuerpo a cazos para
mantener una higiene de ciclo semanal, en el mejor de los casos. El proceso
exigía un lavadero, claro.
De hecho hay que
considerar que solo teníamos a nuestro alcance, a diversos niveles, la radio y
la luz nocturna. Ambos instrumentos consumían como es evidente energía, y esta
llegaba en forma de electricidad. Antes la luz la producían candiles y velas,
otra forma de energía más elemental y un tanto peligrosa. La calefacción iba
por las mismas, con la mesa camilla. Todo ello producía CO2 en abundancia y
cierto número de fallecimientos a porcentaje fijo.
Si el recibo de
la luz no existe, ¿qué es eso que nos cargan Endesa o cualquier otra eléctrica
cada dos meses? Pues simplemente el recibo del consumo eléctrico que engloba el
gasto primario de la luz y las sofisticaciones posteriores que no producen luz
sino sonido, calor, frío y otras muchas y diversas molestias.
Además
consideren que el consumo eléctrico no es más que un consumo energético, como
hay otros. Quienes disfrutamos del gas, sea natural o antinatural, del gas oil
o allí en las montañas de leña o de los nuevos productos bio combustibles
también estamos en ello bajo otras formas de transformar materia en energía o
al revés. Por no citar los diversos combustibles dedicados al transporte,
las gasolinas.
Estamos pues
ante uno de los componentes del consumo energético, una parte del todo que
puede dar luz y también otros muchas utilidades.
La cosa es
noticiable por el aumento previsto en el coste energético eléctrico con que nos
van a cargar nuestras cuentas. Una cifra en porcentaje que nadie ha definido
con exactitud y veracidad. Como tampoco nadie se ha ocupado de explicar los
porqués de forma accesible para los cerebros humanos. Las cifras que se dan van
desde un posiblemente modesto 3,5 % a otro espantoso del 40%. Cifras que se
utilizan según y cómo y para qué.
Hay varios
hechos evidentes, la energía fósil (provinente del carbono) se está haciendo
escasa, más cara de explotar y muy fácil de manipular hacia arriba o hacia
abajo. La energía nuclear produce lo que produce entre muchas urticarias
fatales y depende de un producto asaz escaso y monopólico, como también los
residuos subyacentes, fáciles de utilizar bélicamente y de imposible
estabilización segura. Las energías renovables, entre las que se cuenta la tercera
más antigua, la hidráulica, pero también la eólica y la solar, no han
desplazado todavía al combustible provinente de los seres vivos de este planeta
ya hace millones de años. Las primeras fueron el Sol, obviamente y aun
utilizado a espuertas en las playas y la leña, con experiencias harto complejas
como demuestran las termas de Caracalla.
Si estas nuevas
formas del aprovechamiento energético basadas en el uso del cerebro y en la
previsión de los pecados del carbono no están donde deberían se lo cargamos al
debe de gobiernos y empresas especializadas en la extracción, refino, venta de
carburantes y gas y a las beneméritas eléctricas hispanas. Empresas de
raigambre patriótica y de influencia definitiva en las políticas
gubernamentales y en los destinos finales de las carreras políticas.
Ahí tropezamos
señores y señoras con el complejo asunto del oligopolio energético. Las
eléctricas, ahora en manos privadas en una operación copiada de los rusos
después de Gorbachov (perdón, hay una que fue pública propia, privada
posteriormente y ahora pública en forma italiana, una ordalía del non sens),
mantienen un constante pulso contra la nueva tecnología, contra los gobiernos
animados a reducir nuestro déficit comercial crónico (principalmente por la
factura energética) y contra cualquier cosa que atente contra el statu quo, su
statu quo. Una situación que les elimina competencia, permite acuerdos
inconfesables y exprime el limón nacional para ir a acampar allén de los
Pirineos.
Esto es así y es
de sobra conocido ya en tiempos de María Castaña. Pero hete aquí que como el
recibo eléctrico tiene una componente de alto voltaje en el consumo de los
hogares y en la forma de mirar y votar a los gobiernos, al señor Rato (entiendo
que quiten lo de señor), en tiempos ministro de economía se le ocurrió pactar
con las eléctricas un sistema de freno y marcha atrás con el recibo de la luz,
ahora si, ya para entendernos del todo. De forma y manera que las presuntas
subidas de coste se veían parcialmente retenidas por el pantano del acuerdo y
se acumulaban en espera que llovieran ángeles del cielo. Insisto, los costes
presuntos (es decir incomprobables e incontrolados) manifestados por las
eléctricas se trasladaban a un almacén con la ficha de pendiente de cobrar.
Pero el almacén se ha quedado pequeño y las cláusulas sobre intereses se
hinchan de tal manera que leer las cifras da mareos al energético Rajoy. De ahí
viene la magnífica idea de no acumulemos más deuda y ya puestos carguemos con
una subida de la factura que no viene de uno de de diez mil.
Por ello la
sorpresa que nos llevaremos si consultamos la cuenta en agosto o septiembre
podrá hacer temblar las columnas del templo, sin ninguna necesidad de
intervención del Sansón de turno. En el maremágnum del coste de la crisis, las
eléctricas se empezaran a cobrar los favores otorgados y injustamente
calculados. El ciudadano, el consumidor devenido en deudor de una inmensa
cantidad de dinero (decisión en la que no intervino, ni pudo controlar) va a
empezar a… ¿devolver?, ¿pagar los atrasos?, No se que termino usar, lo dejo a
su disgusto.
Por cierto, como
en otros suministros básicos, como el agua, en la electricidad existen diversos
niveles de contrato que permiten consumir modestamente sin entrar en números
rojos. Eso afecta a un porcentaje enorme de los consumidores eléctricos, ahora
eso va a conmutarse. Alerta con las descarga.
Simplemente
usando Internet y buscando factura elèctrica entraran en un mundo
desconocido y apabullante.
Lluís Casas con baterías.