martes, 16 de julio de 2013

¿CUÁNTO NOS CUESTA EL RECIBO DE LA LUZ?

Ante todo establezcamos lo que es evidente: el recibo de la luz no existe, es un mito histórico de los años en los que en las viviendas no existían neveras, lavadoras, hornos microondas, televisores, aparatos de alta fidelidad, calefacción y/o refrigeración, agua caliente para la ducha y la cocina, lavavajillas y unos diez mil aparejos más que hoy nos resultan imprescindibles.

En aquellos tiempos por ejemplo, la refrigeración de alimentos perecederos consistía en bajar a la bodega de la esquina en busca de un pedazo de barra de hielo. Se trasladaba en un cubo y mientras el hielo devenía agua absorbía calor y refrigeraba (es un decir) el pescado y la leche fresca hasta el día siguiente como mucho. Por cierto, la actividad logística del hielo era considerada por los tiernos infantes cosa exclusiva, puesto que permitía hacerse en la bodega con cachos de hielo que se usaban tal que helados de agua. Otro cantar era el agua caliente, surgida de la cocina y distribuida por el cuerpo a cazos para mantener una higiene de ciclo semanal, en el mejor de los casos. El proceso exigía un lavadero, claro.

De hecho hay que considerar que solo teníamos a nuestro alcance, a diversos niveles, la radio y la luz nocturna. Ambos instrumentos consumían como es evidente energía, y esta llegaba en forma de electricidad. Antes la luz la producían candiles y velas, otra forma de energía más elemental y un tanto peligrosa. La calefacción iba por las mismas, con la mesa camilla. Todo ello producía CO2 en abundancia y cierto número de fallecimientos a porcentaje fijo.

Si el recibo de la luz no existe, ¿qué es eso que nos cargan Endesa o cualquier otra eléctrica cada dos meses? Pues simplemente el recibo del consumo eléctrico que engloba el gasto primario de la luz y las sofisticaciones posteriores que no producen luz sino sonido, calor, frío y otras muchas y diversas molestias.

Además consideren que el consumo eléctrico no es más que un consumo energético, como hay otros. Quienes disfrutamos del gas, sea natural o antinatural, del gas oil o allí en las montañas de leña o de los nuevos productos bio combustibles también estamos en ello bajo otras formas de transformar materia en energía o al revés. Por no citar los diversos combustibles dedicados al transporte, las gasolinas.

Estamos pues ante uno de los componentes del consumo energético, una parte del todo que puede dar luz y también otros muchas utilidades.

La cosa es noticiable por el aumento previsto en el coste energético eléctrico con que nos van a cargar nuestras cuentas. Una cifra en porcentaje que nadie ha definido con exactitud y veracidad. Como tampoco nadie se ha ocupado de explicar los porqués de forma accesible para los cerebros humanos. Las cifras que se dan van desde un posiblemente modesto 3,5 % a otro espantoso del 40%. Cifras que se utilizan según y cómo y para qué.

Hay varios hechos evidentes, la energía fósil (provinente del carbono) se está haciendo escasa, más cara de explotar y muy fácil de manipular hacia arriba o hacia abajo. La energía nuclear produce lo que produce entre muchas urticarias fatales y depende de un producto asaz escaso y monopólico, como también los residuos subyacentes, fáciles de utilizar bélicamente y de imposible estabilización segura. Las energías renovables, entre las que se cuenta la tercera más antigua, la hidráulica, pero también la eólica y la solar, no han desplazado todavía al combustible provinente de los seres vivos de este planeta ya hace millones de años. Las primeras fueron el Sol, obviamente y aun utilizado a espuertas en las playas y la leña, con experiencias harto complejas como demuestran las termas de Caracalla.

Si estas nuevas formas del aprovechamiento energético basadas en el uso del cerebro y en la previsión de los pecados del carbono no están donde deberían se lo cargamos al debe de gobiernos y empresas especializadas en la extracción, refino, venta de carburantes y gas y a las beneméritas eléctricas hispanas. Empresas de raigambre patriótica y de influencia definitiva en las políticas gubernamentales y en los destinos finales de las carreras políticas.

Ahí tropezamos señores y señoras con el complejo asunto del oligopolio energético. Las eléctricas, ahora en manos privadas en una operación copiada de los rusos después de Gorbachov (perdón, hay una que fue pública propia, privada posteriormente y ahora pública en forma italiana, una ordalía del non sens), mantienen un constante pulso contra la nueva tecnología, contra los gobiernos animados a reducir nuestro déficit comercial crónico (principalmente por la factura energética) y contra cualquier cosa que atente contra el statu quo, su statu quo. Una situación que les elimina competencia, permite acuerdos inconfesables y exprime el limón nacional para ir a acampar allén de los Pirineos.

Esto es así y es de sobra conocido ya en tiempos de María Castaña. Pero hete aquí que como el recibo eléctrico tiene una componente de alto voltaje en el consumo de los hogares y en la forma de mirar y votar a los gobiernos, al señor Rato (entiendo que quiten lo de señor), en tiempos ministro de economía se le ocurrió pactar con las eléctricas un sistema de freno y marcha atrás con el recibo de la luz, ahora si, ya para entendernos del todo. De forma y manera que las presuntas subidas de coste se veían parcialmente retenidas por el pantano del acuerdo y se acumulaban en espera que llovieran ángeles del cielo. Insisto, los costes presuntos (es decir incomprobables e incontrolados) manifestados por las eléctricas se trasladaban a un almacén con la ficha de pendiente de cobrar. Pero el almacén se ha quedado pequeño y las cláusulas sobre intereses se hinchan de tal manera que leer las cifras da mareos al energético Rajoy. De ahí viene la magnífica idea de no acumulemos más deuda y ya puestos carguemos con una subida de la factura que no viene de uno de de diez mil.

Por ello la sorpresa que nos llevaremos si consultamos la cuenta en agosto o septiembre podrá hacer temblar las columnas del templo, sin ninguna necesidad de intervención del Sansón de turno. En el maremágnum del coste de la crisis, las eléctricas se empezaran a cobrar los favores otorgados y injustamente calculados. El ciudadano, el consumidor devenido en deudor de una inmensa cantidad de dinero (decisión en la que no intervino, ni pudo controlar) va a empezar a… ¿devolver?, ¿pagar los atrasos?, No se que termino usar, lo dejo a su disgusto.

Por cierto, como en otros suministros básicos, como el agua, en la electricidad existen diversos niveles de contrato que permiten consumir modestamente sin entrar en números rojos. Eso afecta a un porcentaje enorme de los consumidores eléctricos, ahora eso va a conmutarse. Alerta con las descarga.

Simplemente usando Internet y buscando  factura elèctrica entraran en un mundo desconocido y apabullante.


Lluís Casas con baterías.