lunes, 5 de mayo de 2014

LA MESA DE LAS TRES PATAS

La física elemental nos dice que para mantener el equilibrio en objetos inanimados es suficiente con tres patas (también sirve ninguna, el plano). Como la desconfianza en la ciencia es notoria, la mayoría de nosotros disponemos de sillas de cuatro patas que suelen bascular en cuanto las medidas de las patas o el nivel del suelo no son el adecuado. Ellas solas buscan ese equilibrio físico sobre las tres patas susodichas, agitándose bajo nuestro peso y movidas por el desplazamiento de este sobre las nalgas.

Los animales, sean racionales o no, buscan otro tipo de equilibrio, unos tienen dos patas, otros cien, algunos se han buscado la complicidad de ninguna y muchos otros disponen de patas aladas, cosa eficiente y algo turbadora de cara a sostener un libro. Esas soluciones se basan en una necesidad externa al equilibrio estático, que es el equilibrio dinámico. El consumo energético en una palabra. Si te mueves las cosas varían y cómo.

Por otro lado, la sabia planificación de esos adminículos tan raros, los pies, también da garantías de estabilidad a dos patas rígidas haciendo guardia, pero eso es saltarse las normas y no cuenta.

De modo que siempre que tengamos que apoyarnos en algo o alguien el consejo es buscarse al menos tres puntos de apoyo. Es lo que ocurre a la salida de las tabernas, tres individuos debidamente beodos se mantienen en pie, aunque sea complicado lograr una dirección y un sentido con finalidad concreta. En cuanto se reduce el número de componentes la cosa tiende a estabilizarse en el suelo en diversas posiciones, todas ellas estables respecto al momento anterior. La física aplicada es inexorable.

Este tratado, se preguntaran ustedes, a qué viene. Dado que según la prensa Hitler está invadiendo Ucrania y en Cataluña las bofetadas están como norma de comportamiento, ese asunto de las tres patas importa un pimiento. Y no les quito la razón, pero, tal vez, lo que pongo ahora les haga reflexionar un tanto.

La silla de tres patas representa lo que podríamos decir un modelo social y económico alternativo (no me atrevo a decir nuevo, dado que solo hace unas pocas décadas que estoy por aquí y me he perdido mucho). Esas patas serían el límite en el crecimiento como lo entendemos ahora (PIB) como modo de estabilizar el medio, la distribución del trabajo de modo que el paro se aleje de las alternativas sociales y deje de ser un foco de derribo social y la renta básica como insumo familiar como forma de garantía de estabilidad de vida.

Seguro que ahora comprenden la analogía. Está expuesta ex profeso para hacer entender el significado de esos conceptos tan duros para todos: limite su consumo y disfrute de cosas menos materiales y más longevas. Trabaje menos, para que todos puedan hacerlo y para que dispongamos de tiempo para “otras cosas”. Cobre de la sociedad un sueldo básico que le permita una sobrevivencia digna al margen de lo que hagan los banqueros y los asesores empresariales.

La cosa de las tres patas está siendo muy discutida en ciertos barrios políticos, no porque unos se opongan de forma frontal. El problema se halla más en el como conseguir que se entienda y en asegurarse que la máquina funcione tolerantemente bien. Muchos comprenderán las reticencias sindicales (de parte de ellos), otros harán hincapié en como escapar del crecimiento del PIB, sin caer desfallecido. Los menos pensaran que, al fin y al cabo, la tierra es para quien la trabaja y si hay cambio climático, igual es para bien.

Otros  muchos exclamaran, ¡hostia!, como nos ponemos a ello sin ser fusilados, colgados de un árbol y excluidos de primera división. También habrá quien opine que la locura puede ser contagiosa y que la esterilización en masa de las ideas no era tan mala ocurrencia.

En fin, que estamos frente a una situación paradójica. Casi todo el mundo es de la opinión que así no se puede continuar. Y a continuación, casi todo el mundo pone pegas a cambios substanciales. No sea que metamos la pata.

Esas tres patas son políticas de fondo, aplicables mediante cambios profundos en muchos ámbitos, la fiscalidad, la banca y el dinero, el tipo de producción, las relaciones mercantiles internacionales, la obsolescencia programada, el consumo idiota, la democracia real y no simplemente formal. La lista podría ser inacabable, así que simplemente la dejo ahí para que cada uno se la confeccione a su gusto. Para todos hay materia.

A favor existen aliados. El pensamiento que expresan las tres patas viene de lejos y de cerca. Un Berlinguer nos hablaba de la austeridad como forma de vida y producción. Dejemos claro, por si hiciera falta, que Berlinguer no se refería a la austeridad como el recorte a los derechos de los trabajadores y de las clases medias al modo actual. Se refería a una forma de vida y a una estructura económica y social distinta y alternativa. Todos los partidarios de los múltiples comunismos o socialismos, radicales, cristianos, budistas o lo que fueren, son antecedentes. Nunca la sociedad humana ha dejado de pensar en esos términos, incluso cuando el PIB era desconocido y el dinero era contante y sonante, en forma de moneda valor o por intercambio de valores de uso.

¿Es hora ya de aparecer políticamente con una plataforma con esas tres patas? Ahí está la cuestión que más problemas genera. La elección del momento y el miedo a los resultados que pudieran derivarse por un efecto reactivo del electorado. Cosa que también ocurre al otro lado del campo. La derecha, esa sin más soluciones que el desmembramiento social en beneficio de unos pocos, no se atreve a decirlo claro, aunque lo aplica mediante las mistificaciones mediáticas necesarias.

Otro factor relevante  en relación a las tres patas es la respuesta electoral que los movimientos sociales abundantemente vistos en acción van a tener. ¿Votarán o no votarán? ¿Sumarán o restarán? De ello depende en buena parte la posibilidad de apuntalar la silla o seguir con el movimiento de caída hacia la estabilidad completa del suelo plano.

Lluís Casas fabricante de taburetes.