viernes, 5 de julio de 2013

CEREBROS DE COMBUSTIÓN INTERNA

Es posible que les suene o no lo del ciclo de Otto. En todo caso, la mayoría nos desplazamos gracias a él casi cada día. Se trata de una aplicación termodinámica que se constituyó en forma de motor de explosión a base del consumo cada vez más indiscriminado de los combustibles fósiles, carbono antiguo, muy antiguo. Aquí tienen una cita más erudita por si les conviene:

“El primer inventor, hacia 1862, fue el francés Alphonse Beau de Rochas. El segundo, hacia 1875, fue el alemán doctor Nikolaus August Otto. Como ninguno de ellos sabía de la patente del otro hasta que se fabricaron motores en ambos países, hubo un pleito. De Rochas ganó cierta suma de dinero, pero Otto se quedó con la fama: el principio termodinámico del motor de cuatro tiempos se llama aún ciclo de Otto. Otto construyó su motor en 1866 junto con su compatriota Eugen Langen. Se trataba de un motor de gas que poco después dio origen al motor de combustión interna de cuatro tiempos. Otto desarrolló esta máquina, que después llevaría su nombre (motor cíclico Otto), en versiones de cuatro y dos tiempos.”

Dejo al margen, pero cito, por si hubiera alguna duda, la aportación ciertamente original y práctica del señor Diesel, cuando solo es tecnológicamente una derivada. De buen ver y de mal respirar, pero derivada al fin.
Como soy consciente que este es un blog más cinematográfico que mecánico, les advierto que la introducción es imprescindible para lo que sigue, no sea que abandonen la lectura precipitadamente y se pierdan la información relevante.

De la misma manera que hay motores endotérmicos, o de ciclo Otto o de combustión interna, términos a elegir por cada autor del tratado de divulgación, sorprendentemente, hay cerebros que funcionan según el mismo principio: el aprovechamiento energético parcial que contiene determinado material al que se le incita a la explosión y expansión mediante variados sistemas de compresión y/o encendido al mezclarlo con el oxígeno, elemento substancial en cualquier crematorio. El asunto podría no tener gravedad si no estuviéramos en el universo en el que estamos, pero como no es así, al analizar ese mecanismo cerebral peculiar hemos de tener en cuenta la no reposición de los materiales utilizados, lo que llamamos en general combustible y el desgaste que las explosiones y el movimiento consiguiente producen en el continente del núcleo energético. Cito además, impulsado indefectiblemente por la sostenibilidad terráquea, que estos sistemas de generación energética son torpes muy torpes, con aprovechamientos realmente nimios en relación a la verdadera capacidad del combustible. Es decir, hablando claro, tiramos por las salidas de escape, las que hubiera para cada sistema, el 80% de la energía, además de los olores y hedores correspondientes.

Para la mayoría de los seres provistos de elemento cerebral, la energía les llega desde el estómago, de modo que el calor, los ácidos y otros subproductos de la paella y el Rioja, o en su caso sus sustitutivos, no afectan directamente al meollo de la cuestión. Por simple alejamiento entre el horno propiamente dicho y la institución cerebral y sus funciones. Pero como para todo hay excepciones en esta vida y muy posiblemente en la otra, existen determinados grupos vivientes que han complementado o sustituido la alimentación energética del cerebro a través del estómago por la creación directa en el cerebro de altas temperaturas y explosiones ad hoc. Probablemente, si se fijan con detenimiento encontraran trazas de su existencia por los residuos contaminantes que dejan a lo largo de su vida y, también, sobretodo, en el desgaste más que evidente del output cerebral: ideas, pensamientos, parlamentos, etc. que resultan tener con obvia evidencia una rápida tendencia a la desestructuración lógica y a la incapacidad explicativa. Finalmente, esos seres con el agotamiento del combustible primario terminan funcionando simplemente con el núcleo fundacional cerebral, lo que en alguna ocasión he llamado el cerebro del cocodrilo, de escasa exigencia energética. Este núcleo es sensiblemente reducido en tamaño y capacidades, siendo especialmente apto simplemente para la agresión y para vida contemplativa al lado del río. De ahí, esos saltos de carácter tan específicos de esos individuos que aportan inestabilidad, miedo y rechazo entre los seres vivos no explosivos. El material que utilizan esos cerebros descompensados no es otro que el propio estock neuronal, que se va reduciendo paulatinamente a medida que el calor térmico y la necesidad explosiva lo exigen.

A lo largo de mi vida he considerado útil repetir lo que Carlos Linneo hizo con respecto a la clasificación biológica terrícola con esta derivada de las especies bien conocidas. Por exigencia del guión me explayaré con las, aun no se porqué, consideradas humanas.

El primer grupo está formado por los que circulando con vehículo creen que no ocupan espacio y embisten incisivamente sobre el espacio vital de otros y que complementan además con espectaculares expresiones al resto de usuarios de gilipollas. Hay otros relacionados con el botellón, con el turismo inglés en Lloret y otros muchos subgrupos vinculados con lo que el machismo expresa que están en las mismas fronteras del primer grupo, intercambiándose entre ellos actitudes y agresiones. Hay que resaltar que pertenecer a uno o varios de estos grupos no implica solidaridad entre ellos, al contrario, tienden a reaccionar mucho más explosivamente cuando se da la circunstancia de coincidencias de tiempo y espacio. En estos momentos, todos los tratadistas aconsejan al resto de los humanos un alejamiento rápido del lugar del encuentro y en todo caso, tratándose de personas previsoras unas llamadas preventivas al 112.

También hay un gran grupo de cerebros explosivos entre los grupúsculos de la revolución inmediata y entre las fuerzas que dirigen y que disparan balas de goma. Ambos pueden en determinadas circunstancias intercambiarse o transmutarse, como ejemplo eficaz cito en genérico a algún parlamentario catalán de la derecha.

De todos los grupos conocidos, el más peligroso y, por lo tanto, el mejor conocido es el que se corresponde al emprendedor financiero, al especulador de carne humana y al estraperlista de terrenos y viviendas. Estos casos son enormemente peculiares, porque dándose circunstancias de peligro de muerte siguen en sus trece en pos de beneficios y prebendas que no han de aprovechar por mor de su corta vida o por los delirios con que el autoconsumo neuronal los afecta.

Junto a ellos se encuentran en cercana descripción de comportamiento el político depredador, especializado en financiaciones fraudulentas, en favoritismos legales, en obras innecesarias pero altamente productivas en comisiones y obsequios varios. El tipo Barcenas para entendernos. Un tipo que aunque da nombre al grupo no lo agota, como muy bien se puede comprobar con el caso Palau, la Gurtel, la aristocracia fundamental del reino y el periodismo fraudulento de raíz laraísta (si son plebeyos) o godosiana (si provienen del medioevo).

Les he citado los más actuales y los más cercanos, pero simplemente tomando un crucero en Barcelona, el medio de transporte más popular y asaz arriesgado, puede uno visitar uno de los centros principales en el Mediterráneo, en donde confunden a los cavalieri con el berlusconismo.

Estén atentos, pues, en sus desplazamientos a estos especímenes que no son producto de la evolución darwinista, sino de una tendencia complementaria de autodestrucción masiva. No se acerquen y, mucho menos, mantengan conversaciones con ellos.


Lluís Casas por la divulgación y Enric Oltra por la investigación. Las donaciones a favor de realizar estudios superiores se realizan en el bar de Parapanda habitual para estos trapicheos.