domingo, 5 de abril de 2009

LONDRES: GRANDES MANIOBRAS. Ni sí, ni no, sino todo lo contrario.








Les prometí una continuación al comentario previo a la reunión en Londres del G-20 y la verdad es que la abundantísima información periodística deja pero que muy poco margen para decir alguna cosa sin repetirse. Por lo tanto optaré por considerarles muy enterados y les dirigiré a las ediciones económicas de los periódicos de estos días si quieren completar su conocimiento de los meollos del asunto. Hay material en abundancia, aunque el lector debe mantenerse avizor por lo poco distintas que son las opiniones, cosa que debería levantar suspicacias a los más prudentes.


Considero en primer lugar un enorme acierto mediático esa reunión del consejo de ministros mundial. Efectivamente han conseguido transmitir que de nuevo (y tal vez con mayor contundencia que nunca en etapas de presunta no guerra en los últimos cuarenta años) funciona algo parecido a un gobierno global. La cuestión lo exigía y el liderazgo del Presidente Obama lo facilitaba. Lo de acierto mediático no lo digo con ironía, sino con plena conciencia de lo que se jugaba si la prensa no transmitía adecuadamente escenario y obra. El resultado está en las cotizaciones de bolsa.


En segundo lugar, creo que hay que resaltar que la nueva presidencia americana es como un milagro para todos, imaginen ustedes lo de Londres con ese pajarraco de Bush entre medio. Obama ha facilitado la escenografía y cediendo en cuestiones que en otro momento hubieran sido imposibles, se ha podido presentar un remate final contundente.


En tercer lugar, a sabiendas de que así sucedería, dos cuestiones de gran relevancia fueron desplazadas a otros foros y a otro calendario, el medio ambiente y todo lo vinculado a la pobreza en el mundo. Los mismos titulares del comunicado lo confirman, pues citan esos asuntos conscientes de la soledad si no lo hacían, pero sin que posteriormente se haga un tratamiento adecuado. Tengo una cierta esperanza que puestos a ejercer de lo que son esos líderes, al menos algunos de ellos, vuelvan sobre el terreno en las próximas ocasiones y determinen nuevos programas y mayores esfuerzos y energías a esas cuestiones. Tengo menos reticencia hacia los asuntos ambientales, que se están imponiendo en todas las agendas, que hacia los que se refieren a la pobreza, afectados ellos por una doble condena, la de la propia debilidad y la desconsideración del capital.


En cuarto lugar, aparece el asunto de la seguridad y la paz que sorprendentemente no se trató directamente. Pero la firma de acuerdos importantes y el anuncio de menos agresividad frente a Rusia, Irán, etc. pone les cosas mucho mejor.


Y por fin señalo que las materias económicas, eje principalísimo del encuentro, tuvieron un tratamiento mejor de lo esperado, aunque faltas de concreciones importantes. Lo atribuyo a la necesidad de facilitar la sonrisa de todos los asistentes y espero que en los próximos meses veamos que significa la reforma financiera mundial y el FMI, por ejemplo. Creo sinceramente que sucederán muchas más cosas de las esperadas, aunque lejos de esa reformulación del capitalismo en clave social, al que tantos propagandistas sin vergüenza se han adherido. Habrá cambios y muchos, pero el beneficio, será siempre el beneficio. Aquí y en las chimbambas. Para confirmarlo lean hoy y mañana la lista de paraísos fiscales que quieren lavarse la cara.


Lavarse la cara, no cambiarla. Y comprueben que el gobierno español ha esperado el retorno de Londres para anunciar medidas contundentes contra el blanqueo de dinero y otras torpezas de los ricos. Una buena noticia, a la que le falta la descripción penal para los que usan de los paraísos sin permiso fiscal. Ya llegará eso, se lo dice alguien que piensa que de ilusión también se vive.


En fin, esta crónica anunciada, se limita a señalar algo que ya es mucho. Londres ha sido positivo y se vislumbran medidas de peso contra la crisis y contra algunas de las causas, me refiero al mercado financiero y a los dirigentes crápulas de tantas empresas implicadas. Solo por ello valía la pena ver la televisión. Hacía años que uno no podía disfrutar viendo al enemigo sufrir bajo las bombas, bombas de autolimitada intensidad. Hay que reconocerlo.



Lluis Casas, agobiado por tanto lustre.