Relatos de
Badalona (3)
Advertencia:
“Se me alcanza que un lector atento a los relatos de Badalona puede pensar que
en el mundo de la crisis social solo hay personas inmigradas, colectivos de
riesgo y dramas vitales. Todo y que el grueso sociológico está formado por
estas tipologías sociales patológicas, no son las únicas y con el desarrollo de
la crisis otros colectivos presuntamente a salvo de las incidencias de la
pobreza, del paro sin esperanza y de la pérdida de la vivienda se han visto
absorbidas por el agujero negro social.”
Emili es catalano parlante, cosa que
muestra una diferencia substancial con nuestros conocidos paquistaníes y con la
propia María, el personaje de la primera entrega.
Emili es una persona adaptada y
adaptable, experta en moverse socialmente, con una familia estándar, Emili es,
en definitiva, un miembro de la clase media.
Emili nunca hubiera imaginado el cambio
que la crisis operaria en él y en su entorno familiar. Ni él lo hubiera
imaginado, ni su familia, ni sus amigos, ni sus vecinos.
La vida de Emili se producía entre
negocios, en un ambiente de relajación financiera y de expectativas personales
y familiares exclusivamente positivas. Coche, viviendas, futuro asegurado,
ninguna preocupación económica de relevancia.
Emili tomaba las decisiones económicas y
personales en ese ambiente de tranquilidad y con la convicción íntima de que
“eso” no va a pasarme a mí. El “eso” pueden ustedes inventariarlo con lo que
cada uno interpreta: enfermedad, accidentes, desgracias variadas, riesgos
económicos, etc. y darle el valor a cada categoría que para cada uno importa.
No es de extrañar, pues, que el mundo de
Emili se complementara con una o varias hipotecas, con sus respectivos
avaladores y otros créditos diversos de carácter personal, pero dedicados a la
actividad empresarial. Emili no era un caso en absoluto especial, simplemente
era uno más de los que en su vida económica no acertaban a distinguir entre lo
personal o familiar y el ámbito del negocio. En Emili las dos economías eran
una sola. En apariencia, si todo va bien, no hay motivo de sospecha sobre la
estructura de los créditos, las hipotéticas afectaciones de ellos sobre el
patrimonio familiar y el del negocio.
En fin, un caso típico de pequeño
empresario.
El espejismo en que vivía Emili y su
familia se basaba en unos ingresos substanciosos pero vinculados a un
apalancamiento financiero arriesgado, tanto por su volumen, como por la escasa
capacidad de maniobra del propio negocio.
Emili no podía influir en las bases de
su sector empresarial, ni podía negociar con sus acreedores con garantía de
respeto. Ni, por supuesto, verse las caras con las entidades bancarias de las
que dependía en exceso, aunque por importes poco relevantes para la banca.
Les ahorro el detalle de la crisis de
Emili, puesto que no tiene gran importancia para el lector. Pueden imaginar y
acertarán. Solo debo explicar que la debacle fue total, absoluta, sin margen
para sobreponerse, ni siquiera para flotar un tiempo en espera de mejoría.
Emili se vio con su patrimonio en manos
de la banca, con miembros de su familia comprometidos, sin trabajo, ni
ingresos. Como empresario, sin el margen de seguridad mínima de pensión alguna.
Como la vinculación entre empresa y economía familiar era absoluta, todo fue a
parar a manos de los acreedores, dejando además una deuda subsiguiente de
cierta importancia.
Vuelvo a saltarme el periodo en que
Emili i la PAH de Badalona emprendieron con la banca la empresa de salvar todo
lo salvable y, simplemente, les diré que Emili acepto un acuerdo que no lo
hundía completamente, pero que le exigía compromisos que en un principio se vio
con la capacidad de cumplir. Emili, pienso que, con cierta satisfacción,
reemprendió si vida y se alejó de la PAH.
Emili recuperó una plaza de un trabajo
anterior a su experiencia empresarial, pero como la retribución no estaba a la
altura de las necesidades, Emili pasó al campo del pluriempleo con lo que tenía
una jornada más que completa.
Lo que Emili no valoró suficiente fueron
los límites jurídico-laborales que su trabajo básico determinaba con sus otras
actividades diarias. De nuevo, Emili arriesgó en demasía bajo el convencimiento
de siempre: todo irá bien.
Emili se encontró de nuevo sin empleo.
Tuvo que incrementar sus actividades laborales allí donde se produjeran y en lo
que se concretaba, independientemente de capacidades, habilidades u otra
consideración.
La nueva situación lo llevó al
incumplimiento de las obligaciones contraídas con la banca y de ello se derivó
la pérdida de los restos patrimoniales que circunstancialmente mantenía y
añadió el coste de los trámites judiciales a la deuda, una cifra de
consideración para cualquiera que estuviera en las circunstancias de Emili.
Con el nuevo golpe, Emili apareció por
la PAH para ver si la divina providencia en su poder alcanzaba a las
capacidades de la PAH en aras de la salvación civil.
Efectivamente, la providencia accedió a
la voluntad y condujo a Emili a una situación de cero patrimonios, pero cero
deudas. Un alivio inmenso.
En el momento que Emili abandonaba la
PAH yo mismo me introducía en el coche de un compañero mientras lo contemplaba
a él. Emili dirigió sus pasos hacia una motocicleta absolutamente nueva, de
“trinca” diríamos en la calle Provenza.
Anteriormente, Emili era poseedor de un
viejo ciclomotor con 500.000 km encima como mínimo. Habíamos coincidido,
motociclistamente hablando, en diversas ocasiones e intercambiando impresiones
sobre las dos ruedas (una deriva incomprensible del autor).
Al tiempo que Emili hablaba por teléfono
desvió la mirada hacia mí y contempló a la vez la motocicleta a la que parecía
acercarse.
Unos instantes bastaron para detenerse,
desviarse de la motocicleta y hacer como que algo lo detenía por teléfono.
Detención que permitió que el vehículo en el que yo estaba arrancara y de
alejara.
No tengo constancia de que Emili
terminara subiéndose a la motocicleta reluciente, aunque sospecho que sí.
Tampoco considero que eso fuera motivo de juicio por mi parte, pero si
reflexiono sobre la reacción, presuntamente culpable de Emili: Él le dio
importancia y quiso disimular una cierta culpabilidad.
La importancia que yo le doy es distinta
a la que pienso que le dio el propio Emili.
Yo pienso que Emili, como muchos,
todavía está todavía imbuido por la gran excusa para ciertas
irresponsabilidades: “a mí eso no me puede pasar”.
Lluís Casas motociclista