sábado, 1 de marzo de 2014

PRODUCTIVIDAD Y ESPECULACIÓN

Una orden / sugerencia  de José Luis Primero de Parapanda me hace introducir una cuña no prevista en el asunto con el que llevo dándoles la tabarra ya tres semanas. No lo hago simplemente por obediencia debida, sino porque la cosa tiene su interés y sus intríngulis y por ello no me puedo resistir.

Sin poder cubrir la totalidad de los flancos del caso, por simple ignorancia de un mundo tan extenso y variable, pienso que conseguiré dar algunas ideas al propósito de su interpretación económica. La interpretación de carácter moral no tiene discusión posible por lo que la obvio.

En primer lugar hay que clarificar lo que se puede entender por economía especulativa. No todos estarán de acuerdo, pero les propongo una primera definición a efectos prácticos de comprensión inicial. La especulación es una actividad económica que permite un significativo incremento de valor sobre una “mercancía”, producto (principalmente) sin operar prácticamente nada sobre ella. O, al menos, sin asumir costes de transformación equivalentes al incremento del valor esperado.

El ejemplo simple que todos tenemos en la cabeza es la especulación del suelo. Este es de escaso valor, si tiene una cualificación alejada de la edificación, y con una simple gestión administrativa “bien enfocada” puede incrementar su valor de forma estratosférica. Esto puede suceder de dos maneras, la primera (y más clásica) es obtener información privilegiada sobre supuestos programas de desarrollo urbano y/o económico, adquirir el suelo correspondiente y retenerlo hasta que su valor se incremente lo suficiente. El segundo método, más a lo bruto, se trata de confabular proyecto urbanístico y/o económico, modificación de la calificación urbanística y construcción. Es el método de la crisis, de elevadísimos beneficios, aunque con riesgos evidentes. A ello hay que añadir que es la puerta de entrada de la corrupción y de un modo “funcional” del capitalismo que se auto alimenta y lamina lo que seria un sistema de mercado abierto y dentro de unas coordenadas, que llamaríamos simplemente para entendernos, “honrado”.

El asunto puede trasladarse a todo tipo de mercancía que sea estratégica de algún modo, energía, alimentación, materias primas, recursos financieros, trabajo, etc.  y que sea susceptible de manipulación del precio al alza. Los métodos y tiempos son distintos, la realidad empresarial de fondo muy variada, con gangsterismo incluido. De hecho el negocio de la droga no es más que un asunto especulativo basado en el artilugio jurídico de la prohibición.

Ejemplos espectaculares, haylos, como la penicilina cuando era escasa (recuerden “El tercer hombre”, con Orson Wells en el papel de malo), los diamantes congoleños del fotógrafo Sebastiao Salgado (también hay película con Leonardo Di Caprio), el coltan tan necesario para esa industria del móvil, la guerra del opio en China como ejemplo histórico y muestra de la asociación de especulador, estados imperialistas y droga.

Seguir las  fluctuaciones del precio internacional del trigo o del arroz produce sorpresas que generan urticaria. Los picos en el precio son el resultado de las compras especulativas de grandes intermediarios que hunden al productor con su capacidad de compra y retienen el producto (con independencia de la necesidad de alimentar a la población) hasta que la demanda hace subir el precio hacia las estrellas. En fin, no sigo.

Dando por acabada la parte descriptiva, interpreto que la economía especulativa es en realidad un sistema fiscal regresivo y autoritario que afecta a las rentas del trabajo principalmente y a las empresariales en aquellos sectores en los cuales esa especulación es inexistente. Encarece artificialmente los productos (no hay valor añadido real), retiene materias primas para encarecerlas y genera tensiones financieras a su conveniencia y a coste de los “intereses generales”. Hurta, en fin, recursos y alicientes a la economía basada en abastecer necesidades humanas de un modo “normal”.

Desde este punto de vista, la economía especulativa tiene una productividad negativa respecto a sus víctimas concretas y respecto a la economía, falseando a esta en su conjunto. Resta productividad en función de las desestabilizaciones de los mercados y aumenta los costes.

Otro asunto sería si se puede medir la productividad de una empresa o sector especulativo, cosa que podría tener su interés intelectual para una tesis, pero que en la práctica económica me temo que hay función útil para ella. ¿Es más productiva una inmobiliaria que compra a 100 y vende a 6.000 con un periodo de maduración de la inversión de un año, que otra que solo coloca 100 pisos de los 1.000 proyectados, con incrementos de beneficio del 10.000 %?

Me temo que hasta aquí no llego, aunque como es lógico, las empresas dadas a esa manipulación tienen sus estándares contables, sus cotizaciones en bolsa  y su reconocimiento financiero. Están ensambladas en la economía mundial mediante los mismos criterios que otra cualquiera, simplemente establecen sus objetivos sin crear nada realmente sólido, sin “repartir” los presuntos beneficios de cualquier tipo y obligando a retorcer legislaciones, derechos y posibilidades de desarrollo.

Como aun estamos algo lejos de agosto del 2014, onomástica de una efemérides de enorme estulticia política que parece revolotear de nuevo en este siglo, pienso que continuaremos con el asunto.


Lluís Casas acumulando bitcoins que están baratitos.