No piensen que se trata de un cambio súbito en la letra del conocido tango de Le Pera escrito para mayor gloria de Gardel, sino de algo muy distinto, de una síntesis temporal que va desde el hoy hasta las presuntas elecciones generales del 2015. Poco menos de dos años.
El tiempo es corto o largo en la vida en según qué momentos, puede no ser nada en el amor, incluso cuando este está repleto de frustración y de añoranza como en el tango, pero cuando se trata de la degradación de la vida ciudadana la espera amorosa no se puede asumir, ni, por descontado, permitir.
El Streep Tease que el PP está haciendo público en estas últimas semanas, mostrando vergüenzas sabidas junto a otras menos conocidas y, aún, otras bien ocultas hasta hoy, no hace más que confirmar que un país no debe estar en manos de un grupo de clanes unidos por la avaricia del dinero y el poder, o por el poder y la avaricia del dinero. Incluso estamos viendo la lucha navajera fruto de la traición a la omertà. Solo nos falta ya, para componer por completo un panorama clásico, la aparición o la confirmación de algún cadáver y las fotos de las chicas (o chicos) ligeras de ropa al modo berlusconiano (excluyo los alicientes químicos por resultar obvios).
Martin Scorsese nos ha acercado a esos mundos en diversos films de gran factura y hoy mismo tenemos a disposición uno de plena actualidad: el “Lobo de Wall Street”. Tres horas de desbordante salto de los límites gravitatorios.
El PP, creyente por un lado en su misión redentora y por otro en la inexistencia de facturas a lo hecho, hace saltar la banca con mayorías no solo absolutas sino absolutistas en parlamentarios, alcaldías, presidencias de comunidad y todo lo que cuelga en votos. La dura realidad es que ese tipo de hegemonía no autoriza a un tipo de gobierno más propio de una junta militar al viejo estilo. Ni siquiera con puños enfundados en guantes de seda.
El estado real de los ciudadanos es deplorable en moral, en recursos para vivir y en opciones de futuro. Que tengamos que oír que España posee las cifras de pobreza más graves de casi toda Europa, que el número de desposeídos de vivienda y de trabajo está en los límites de la estratosfera, que el poco trabajo que se crea consiste en una especie de esclavitud que no alcanza al mínimo vital, que los Botines se cambian el calzado por botas de montar chapadas en oro al mismo tiempo que la información sobre usurpaciones de pisos por parte bancaria crece y sobrepasa lo que hasta ahora los mismos bancos nos permitían conocer, me parece fuera de toda lógica, incluso en la crisis, de toda razón humana y de toda conciencia religiosa para los que están en ella.
Aunque supongamos que la crisis va venciéndose, el ritmo de recuperación va a ser tan lento que sus influencias benéficas, si las hay, sobre la población sacrificada solo se notará, en el mejor de los casos, de manera muy discreta y poco reconfortante. Los problemas del paro, de la crisis de la vivienda generada por los embargos de hipotecas y ahora de alquileres, la intensidad de la reducción salarial no van a desaparecer en esos casi dos años que le restan al PP para ejercer de chulo piscinas. Por un lado, las tensiones que están aflorando en el seno de la derechota auguran meses muy fríos para su dirección actual. Por otro, la reacción ciudadana acumula razones y, ahora, incluso triunfos como en la sanidad madrileña y en el movimiento ciudadano burgalés. Otros han venido con mayor discreción mediática y, es de esperar, que la intensidad reivindicativa aumente e incluso se radicalice, como será el caso, sin duda, de la reforma de la ley del aborto. Todo ello, confío, que apriete las tuercas del magma derechil y le impida terminar la legislatura.
Si no fuera así, me temo, que las condiciones para el siguiente gobierno van a estar francamente imposibles. El cambio, que hay que desear, debe producirse pronto, lo más pronto posible, ya que tanto el proceso de descomposición actual puede durar lo suyo, como porque la recomposición social, económica y humana del país exigirá también un tiempo que la población puede no disponer.
Es hora pues, desde mi punto de vista, de reclamar alianzas políticas honestas, agrupaciones partidarias y un programa común de las izquierdas. Todo aquel que no asuma esa necesaria muestra de disposición unitaria (incluso con ciertas diversidades) va a hacer pagar un coste enorme al país.
Incluso para las reivindicaciones nacionales este momento exige aplazamientos, que podrán considerarse buenas inversiones de futuro. Digo aplazamiento, solo eso.
Personalmente observo en ciertos lugares de la calle, en donde se cuecen las desgracias de una crisis contra las clases trabajadoras, que el tiempo de las expectativas o de la espera a que escampe ha pasado. La realidad política, el hacer político institucional debe agriarse con todas las verdades y realidades que la gente ve y vive. Se trata de una inversión a corto plazo para no pagar una hipoteca a 30 años que no podemos asumir.
Lluís Casas, tomando medidas a la calle.