martes, 10 de diciembre de 2013

NUESTROS MADIVAS

Valga el artículo no como homenaje a un gran hombre e inmenso político, esfuerzo del todo innecesario, ni tampoco como recuerdo, por lo mismo, sino como autorreflexión sobre los sentimientos personales que Nelson Mandela generó  en millones de personas.

Precedidos hoy todos esos sentimientos por una emoción profunda a caballo de la satisfacción de haber coincidido en la vida con él y de pensar en otros Madivas más cercanos que las circunstancias históricas y personales no permitieron que su influencia fuera lo que, tal vez, debería haber sido.

Madiva era comunista, preso político de largo recorrido, fue torturado, fue aislado, fue humillado sin que nadie pudiera romper su estructura ideológica de acero. Ganó en la cárcel, como ganó fuera de ella. Y dejó a su país en otras manos así que consideró que su función ya estaba hecha y que el resto, otra enormidad, correspondía a nuevos protagonistas. Una nueva lección para quien cree que es imprescindible en política. Mandela fue útil como presidente y fue útil como ex presidente, como el acertadamente pudo preveer. De forma que Sudáfrica nunca se sintió huérfana, sino confortada.

Pero basta ya de lo que los medios van llenos, no hay palabras para significar lo que supuso Madiva para su país y para el resto del mundo. Dejémoslo así.

¿Ha sido Mandela una excepción afortunada?, ¿Una casualidad planetaria?, ¿está solo en la historia en su papel de recomponedor de odios y de justas venganzas? ¿O simplemente acompañado por Gandhi y alguno más?

No, no lo pienso así. Tal vez la magnitud de lo realizado no pueda ser comparado con otros muchos, pero su carácter político y personal si tiene, incluso aquí mismo, reflejos. Unos vivos y otros desaparecidos ya. La diferencia está en el carácter de cada pueblo, el sudafricano y el hispánico y su respuesta ante las apuestas de futuro.

Les hago una pequeña lista con los que me son más cercanos:

Gregorio López Raimundo, Marcos Ana, Marcelino Camacho, Miguel Núñez.

Añadan ustedes sus nombres, no discriminen entre una ideología u otra, solo aténganse al criterio básico: Perdón, si. Reconciliación, si. Olvido, no. Y todo ello de verdad, no manipulado.

Lluís Casas and company, llorando de emoción

EL MUNDO QUE VIENE YA ESTÁ AQUÍ. El País hoy (5/12/2013): “Todo vuelve, también la “dictablanda”, por Mercè Ibarz
Lluis Casas

Y, por lo visto, ya estuvo aquí, por lo cual es más adecuado decir que vuelve.
No piensen que siento satisfacción intelectual viendo que comentaristas habituales en prensa y de sólido prestigio toman prestadas ideas del que firma, pero al César lo que es del César, sea quien fuera el César. Simplemente quiero recordarles que en fecha reciente este blog, vanguardia de la libertad de opinión y que difunde ideas y comentarios nunca desmentidos, en concreto el 17 de Octubre pasado, publicó “¿Dictablanda”?. Pueden revisarlo.
El hecho en sí no tiene mayor importancia que la coincidencia de opinión y de reflexión histórica sobre lo que nos está pasando entre personas que con toda probabilidad tienen sus distancias de pensamiento. Si hay coincidencia significa que no hay casualidad (recuerden que en la novela negra el detective siempre afirma que la casualidad no existe, lo que hay es causas y consecuencias), sino que la visión sobre el asunto tiene  cierta solidez. En todo caso depositemos las esperanzas en que la coincidencia de la mirada a la historia solo sea eso y no se traslade también a la duración y a la dureza que la primera experiencia tuvo.
No solo la dictablanda anda como un fantasma recorriendo España. Sino que tiene también como ámbito territorial complementario la Europa del sur. La esclavitud como forma de explotación de los trabajadores, puesta en cuestión por la armada inglesa en el siglo XIX (y no solo por intereses morales), vuelve a aparecer incluso en nuestro propio patio. No están tan alejados en el tiempo los núcleos de esclavismo laboral en Sabadell, Mataró y algún otro, como para que hayamos olvidado lo que significan sobre la mano de obra inmigrada y sobre el resto de trabajadores de raíz autóctona. Los casos se refieren principalmente al sector textil, de forma que se compite directamente con las formas de explotación que hemos visto recientemente por televisión en Bangladesh bajo nombres sonadas de la industria internacional con beneficios inconmensurables ¿Es el espejo en el que mirar el futuro, nuestro futuro? O, ¿simplemente un producto del gansterismo empresarial en su más degradada versión en un momento dado cruyfista?
Para reforzar el hecho, aparece en Italia, concretamente en Prato un nuevo caso asociado a la muerte por asfixia de trabajadores esclavos orientales. Lo crudo del caso es que, a parte del esclavismo en sí mismo, este se da en una zona en donde el cooperativismo empresarial textil era sólido y muy vinculado a la izquierda italiana, en sus días del PCI. Recuerdo como hace muchos años ya, directivos de las cooperativas de Prato vinieron a Catalunya, centro textil por antonomasia entonces, para explicar cómo conseguían mantener una industria madura en un entorno de desarrollo tecnológico y de salarios en auge.
Parece ser que hoy, en donde había solidaridad de clase, métodos comunitarios de producción, diseño y distribución se ha instalado la selva neoliberal en su versión más bestia. Lo de Prato coincide también con una sólida y reincidente tradición, que se da en nuestro suelo, se dio en Alemania en momentos más crudos: el entorno, la ciudadanía, las instituciones locales, las entidades empresariales “normales”, las sindicales y todo quisque sabía del asunto y tenía constancia de la durísima vida de los esclavos vecinos. Y no pasó nada. Ni una revuelta para reventar las puertas de seguridad de los Auschwitz caseros, ni denuncias  ante los tribunales, ni nada consistente por lo que yo sé y la prensa haya puesto al descubierto.
Sin incendio todo seguiría igual. Con el incendio y las muertes ¿qué pasará? Lo dejo al arbitrio de su inteligencia, del pesimismo de la realidad y del optimismo de la voluntad.
Y como lo uno lleva a lo otro, en expresión que rompe los moldes de la racionalidad cuando es necesario, ¿no es esclavismo pasar a los trabajadores de la lavandería hospitalaria de un sueldo de mil euros a otro de 500 euros, en virtud de que en la miseria todos han de sufrir lo mismo?

Lluís Casas, retratista de la calle