No sé si por
haber contemplado la
Carmen de
Bizet a la vez que leía las últimas estadísticas de Hispania sobre producción
industrial, ocupación, licencias de edificación, salarios y beneficios y un
largo etcétera que les ahorro (le pido un perdón operístico al boss por esa
mezcla incongruente), se me produjo una sensación de injuriado, me vino un
convencimiento profundo de vilipendiado y la constatación empírica de engaño
supremo que me empujaron a pensar que hay crisis para ¿diez años más, quince
años más? Y todo ello me ha llevado a un largo lamento y a la reacción visceral
consecuente. Cosa lógica por demás, que se expresa en el título por medio de la
romántica creencia en los arranques hispánicos que Bizet expresó.
Por cierto, Bizet la palmó el día del estreno clamoroso de esa obra y a edad tempranísima.
Su muerte fue anunciada en el mismo auditorio parisino por la cantante que
representaba a Carmen en un arranque de premonición. La premonición era
contundentemente cierta. El romanticismo, vaya.
Si ello fuera
así, es decir que la transición entre “lo” de ahora y un cierto estado
económico más equilibrado entre clases y entre expectativas y realidades va a
durar lo que apunto o más, pienso que la política de bajo nivel de la oposición
política, social y ciudadana no tiene más remedio que endurecerse un mucho o
entregar las banderas, para una vez liberadas las manos, bajarse completamente
los pantalones. Es un decir a modo de cabreo.
Probablemente,
una recuperación económica que arrastre en parte mejoras en la ocupación y en
los salarios (cosas que está por ver que constituyan los motivos prioritarios
para los gobiernos actuales a todos los niveles) es lo que está esperando el
ciudadano de a pie y sobre todo el que carece de trabajo o se mantiene en
equilibrio a precario con ingresos parcos o muy limitados en el límite de la
sobrevivencia justa. Les recuerdo que la historia del paro en Hispania nos dice
que por debajo del 2% del crecimiento del PIB no hay creación neta de puestos
de trabajo. Las expectativas son ahora del 0,4 % del PIB para el año próximo.
El tiempo pasado
desde el inicio de la crisis y, sobretodo, desde la debacle laboral y salarial
posterior es ya como mínimo demasiado para la experiencia histórica de los
afectados. Al mismo tiempo, igual que yo con lo que reflejo al comienzo, la
sensación cada vez más extendida es que el largo plazo es el único término
temporal para las soluciones de la ortodoxia económica y política, si es que
podemos hablar de soluciones, más que de intereses hegemónicos. Además, esa
especie de esperanza está sin garantía ninguna que en el punto de llegada haya
el nivel de prestaciones sociales, de derechos ciudadanos y de democracia
económica que fue imagen de años pasados. Imagen cierta en algunos lugares y en
otros simples esperanzas.
Eso significa
que no solo es perentoria la recuperación de la ocupación, sino que las medidas
de emergencia social son imprescindibles. Emergencias que van desde
prestaciones económicas a simples apoyo alimenticio, al sostenimiento de los
suministros básicos de la vivienda, electricidad, agua, gas y, obviamente a la
propia vivienda.
El asunto es de
órdago. Crisis económica de primerísimo orden, ruptura de consensos sociales
como no se había visto desde antes de Bismarck, resquebrajamiento del proyecto
europeo (que estaba siendo ejemplo para el resto del mundo), abundamiento del
control oligopolista de la economía a casi todos los niveles, falta evidente de
lideraje político y social y un sistema financiero híper inflado sin correspondencia
ninguna con las realidades económicas. Enfrentamientos internacionales o
intranacionales que frustran expectativas y frenan caminos mejores para todos.
Frente a este
panorama, que unos días parece más negro que otros. Hoy lo es especialmente por
el drama de Lampedusa y, sobretodo, por las advertencias de las encuestas
electorales en Francia. Frente a ese panorama, digo, tal vez la izquierda
política, sindical, social, cultural deba atreverse a manifestar algo más que
las reclamaciones hechas hasta ahora. Una crisis de cinco años, experiencia que
ya hemos tenido en diversas ocvasiones es una cosa. Una crisis de veinte años
no solo cambia el tango del “no es nada”, si no que lo cambia todo.
Distribución del
trabajo, renta mínima garantizada, absoluta reforma fiscal, leyes anti
oligopolios, cambio en el régimen político y en las instituciones, etc. Estamos
hablando de una cita histórica como en otras ocasiones se han dado en estos
andurriales. Piénsenlo. Me parece a mí que no hay más. Ni siquiera ese
Francisco que genera ilusiones que serán ¿ciertas?.
Lluís Casas y
Enric Oltra consolándose mutuamente.