miércoles, 13 de marzo de 2013

BANCOS, HIPOTECAS Y POLÍTICA DE VIVIENDAS


En el momento en que escribo, la UE ha advertido al gobierno español que su legislación hipotecaria no cumple los requisitos necesarios para la protección del consumidor (es decir del hipotecado). Eso, traducido, significa que el sistema de embargo inmediato que se incluye en la ley hipotecaria actual no es más que un gran abuso de poder por parte del facilitador del crédito, las entidades bancarias.

Esa advertencia, que podría transformarse en algo más substancioso, obliga al ejecutivo español a revisar con mayor profundidad una ley que ya estaba camino de la reforma. Esa reforma, detenida a la espera de lo que ya ha dicho la UE, se contemplaba con una perspectiva bancaria, es decir, reforma pero suave, no vaya a ser que el sistema financiero, la madre del cordero, se nos cabree.

El PP e incluso el PSOE, ya tuvieron que asumir más mal que bien la ILP presentada por un millón y medio de españoles de a pie para que esa reforma no fuera un simple lavado de cara, sino que atendiera a solucionar los brutales problemas humanos que está generando la aplicación de la ley hipotecaria y lo que le cuelga entre las familias afectadas por la crisis y que sin trabajo no pueden cumplir con el pago de las cuotas. En un tris tras estas se ven en la calle, sin vivienda, que ha pasado a pertenecer al banco, y con una mochila repleta de una deuda complementaria fruto del un imaginativo diferencial entre el valor de la vivienda (reducido en un gran porcentaje) y la hipoteca debida a la que se suman, faltaría más, los intereses de los intereses de los intereses.

La suma de todo ello resulta a día de hoy una expectativa de respiro para las familias que aun están pendientes de embargo o que se sitúan en los límites finales del aguante económico de las cuotas de su hipoteca. También es lluvia de Mayo para el movimiento cívico, la PAH, que está llevando en todas partes una guerra total contra lo que es un desproporcionado abuso de poder y una legislación exenta de justicia y humanidad.

Ya veremos, pues, la salida a todo ello. Salida parlamentaria, salida callejera si la primera no atiende consecuentemente a la realidad social y salida financiera por lo que hace a la financiación de la vivienda en propiedad.

Las consecuencias que yo saco van por otro derrotero. La vivienda, considerada por la Constitución (eso intocable y sagrado según algunos) es un derecho fundamental y como tal debiera ser tratado en la legislación que le afecta. No es nada sorprendente que de lo dicho en la Constitución no haya salido nunca lo que la lógica más elemental deduciría: la vivienda tratada como la sanidad, como la educación, como la protección social. Es decir, la vivienda como un bien de necesidad básica que se provee fuera del mercado.

Esto es así por las peculiaridades de la economía española y por las esencias del empresariado patrio que han visto siempre el urbanismo, la construcción y por ende la vivienda como un generador de plus valías a todo ritmo. A ellos, con substancial adhesión, las entidades financieras han generado un negocio de grañidísimas cifras durante un larguísimo periodo. Hasta que ha pasado lo que ha pasado.

En fin, la ley hipotecaria actual estaría mejor vista si la vivienda familiar fuese objeto de facilidad de acceso, sin intromisiones del valor especulativo del suelo, sin retenciones en expectativa de incremento de beneficios y sin necesidad de dedicar la mitad de los ingresos familiares (o más) al acceso al techo básico. Simplificando, vivienda pública y de alquiler razonable en los porcentajes que los países compadres de la UE poseen. No menos del 30% del parque de viviendas. Aquí en nuestra casa, ese porcentaje da grima o risa, a elegir, y la dinámica financiera ha conseguido introducir en la neurona del miedo al futuro familiar la necesidad de poseer en propiedad el suelo en donde duermes. De ahí la preponderancia del gasto hipotecario en España.

Así pues, independientemente de la reforma que finalmente se aplique a la ley hipotecaria y a su sistema medieval de resolver los impagados (por cierto unas notas a pie de página, en la Inglaterra dieciochesca una deuda impagada conllevaba el pase a Australia en régimen de esclavitud temporal, o en el rezo del padre nuestro, tan de actualidad hoy, existen unas líneas sobre el perdón de las deudas, que según los sabios son deudas económicas, no de otro signo), lo que hay que hacer es crear ese parque de vivienda pública de alquiler accesible. Un asunto que hoy día tendría fácil solución en base al banco malo y a sus penosos activos pagados por todo quisque.

Lluís Casas desde el Vaticano a la espera que don Francisco diga algo con algún significado.