jueves, 30 de diciembre de 2010

BIUTIFUL



No voy a hacerles una crítica del film de Alejandro González Iñárritu, ni mucho menos. Simplemente recomendarles que, si no lo han visto, háganlo. Y, si lo hacen, agárrense bien los machos, puesto que el film no es para los flojillos de espíritu. Al margen, la simple contemplación del inmenso Javier Bardem ya vale la pena y los siete euros.


Estamos en la Barcelona de ahora en una aventura de descenso a los infiernos, tal que el Congo o el Perú de la semana pasada. La diferencia es la actualidad. La Barcelona de hoy, como muchos han advertido, tiene distintas caras: la del gran Woody Allen, una Barcelona satisfecha de haberse conocido y la que ahora el mejicano González Iñárritu nos muestra. Cierto que, como corresponde a un buen guión, hay acumulación de circunstancias que en la propia realidad no se dan en tan intensa conjunción. Pero es cine, no estrictamente realidad.


Me place ver ese descenso a los infiernos de una sociedad acomodada y me preocupa que sea de la mano de un mejicano y no de un autóctono. Me preocupa por el significado implícito de alejamiento de la dura realidad que nos rodea de los artistas y los intelectuales indígenas. ¿Dónde están…….? Que no dicen nada de nada.


Catalunya, lo he escrito de diferentes modos, es una sociedad muy cerrada, cercana a la mafia siciliana, pero sin sangre. Aunque, tal vez, sea al revés, la mafia siciliana es un derivado altamente agresivo del dominio catalán de la isla, ¿quién sabe?. De todos modos, nada se mueve en Catalunya sin que el poder real lo permita. Catalunya tiene una apariencia de liberalidad de vida que se rompe cuando se cruza la frontera ambigua de la crítica y, sobretodo, de saber la verdad. El asunto del fin del gobierno de izquierdas y el golpe contra Maragall del 2006 han de leerse desde esa perspectiva. Vean si no la siguiente lista, hecha a vuelapluma con el periódico delante:


Uno. La familia Carulla, Avecrem, sospechosa de manejos de fondos en paraísos fiscales. La familia Carulla fue elegida por el magma que manda en Catalunya para rehacer la moral del Palau. Un expolio burgués con connotaciones políticas de altos vuelos que terminará en nada por connivencia judicial y mediática. Más o menos como aquel escándalo de Banca Catalana.


Dos. Felipe González es nombrado por Gas Natural, una empresa catalana, miembro del consejo de administración con un sueldo o dietas de mucho más de 100.000 euros. Hay que aclarar que ese emolumento es por asistir a tres o cuatro reuniones federativas y por utilizar las zonas de influencia que un ex presidente del gobierno posee. Felipe González ya goza de una merecida pensión de presidente y probablemente otros emolumentos had hoc. Además, dice, es socialista y un defensor del ajuste duro sobre trabajadores y pensionistas. Un buen equilibrio ese del emolumento privado, más el público, más… y el ajuste para los otros. Síntomas que la presidencia de los gobiernos mata sensibilidades. O es que don Felipe González requiere ingresos extra para problemas familiares, si es así, nada que objetar, la familia es la familia. Eso debían pensar los de Gas Natural, para la familia todo lo que sea necesario.


Tres. Durante la manifestación del sábado y a la altura del Corte Ingles, frente a la perplejidad de los compradores navideños que no creían lo que veían sus ojos: unos miles de rojos pidiendo caña al gobierno, tres individuos echan cuentas sobre los ingresos de algunos. Sale el caso de Cataluña Caixa y de su ex presidente, otro socialista que quedó un escalón por debajo del anterior. Don Narcís Serra. La suma de dietas, sueldos, pensiones y otras circunstancias nos acerca peligrosamente al millón de euros. Reconocemos, un tanto asustados los contertulios manifestantes, que tal vez habremos exagerado algo, nos ponemos de acuerdo en cien millones de pesetas. Y, que se sepa, don Narcís no tiene descendencia que lo obligue.


Cuatro. En Cerdanyola, en un terreno de muchas hectáreas y de mal nombre Can Planas, se ha encontrado un inmenso vertedero de materiales más que dudosos. Por las fechas que la noticia indica, la cosa empezó antes del nunca bien alabado gobierno Pujol y duró y duró, tal que las pilas, hasta hace relativamente poco. Por lo visto, nadie se dio cuenta de nada, simplemente 60 camiones diarios con carga altamente contaminante visitaban el terreno y volvían más ligeros al lugar de origen. La casualidad indica que el nuevo gobierno convergente lo arreglará: pagará el ciudadano, no lo duden y no será probablemente con los dineros ingresados por el impuesto sobre las grandes herencias. La parte más curiosa de la noticia es que no se citan las empresas que depositaban cariñosamente su mierda en el terreno, ahorrándose sus buenos dineros, ni tampoco las empresas que se lucraron con el negocio del almacenamiento tumultuoso. Ni, obviamente los nombres de propietarios o directivos. Eso en catalunya no se hace. La Vanguardia dixit. Quien sabe, algún día alguien descubrirá carpetas con expedientes, pero, no lo duden, será dentro de muchos años y con las facturas pagadas.


Mientras esas cosas ocurren, el infierno que tenemos en casa sigue y se amplia. Si en Biutiful son chinos o subsaharianos, confabulados con nuestra aportación lumpen, hoy el infierno atraviesa el túnel de la Rovira y desciende lentamente por el Ensanche. La miseria se extiende incluso en territorio comanche.


Podemos hacer dos cosas, cerrar los ojos y cruzar los dedos o reducir el déficit. A ver si adivinan que se está haciendo. Efectivamente, cerrar los ojos, cruzar los dedos y reducir el déficit. Lo han acertado.



Lluis Casas, volviendo a casa por navidad.