Una vez terminada la conferencia de Bali sobre el cambio climático es hora de análisis y predicciones. Contando que este medio tiene el premio a la eficiencia informativa, me avanzo al mundo con lo siguiente, que a mi parecer, no será lo corriente en otros medios. Y lo hago por pasos.
Ante todo dejo al margen la tentación de las valoraciones tipo “ha sido estupendo, hemos avanzado mucho hacia el abismo”, para situarme en terrenos más paganos y seguros. No es que piense que no deba valorarse al detalle la conferencia y el espectáculo final, por lo estratégico que es respecto al futuro planetario y humano, si no que creo que desde el escepticismo histórico se pueden recomendar medidas dinámicas y pensamientos prácticos.
En primer lugar insisto de nuevo en que el cambio climático ya no será considerado por nadie como cosa menor y que los preocupados por el problema no se sentirán ninguneados como hasta ahora. No pienso en represalias por el mal rato que hemos pasado hasta ahora los que nos poníamos, con intensidades y matices distintos, el anagrama verde, pero, ¡demonios!, algo de ello merecemos. Insisto, el cambio climático va a ser eje de las propuestas políticas a partir de ahora, con el engarce hacia modificaciones del modelo productivo, con el consumo de energía como base y con políticas de precios y costes más reales. A partir de ahora, ya no hay duda alguna, el cambio climático existe. Acepto dudas sobre velocidades de cambio y adaptación. Y los riesgos que conlleva ir lento, aunque si al menos fuéramos seguros, algo sería.
En segundo lugar, dando un doble salto mortal, me referiré a las próximas elecciones generales en España. Serán las primeras en las que el cambio climático tendrá reconocimiento público de gran problema y de exigencia política para abordarlo. No es nada eso. Veremos cuantiosas novedades en propuestas y discursos de fondo. Y no todo lo que oiremos será producto de un brillante cerebro, por descontado. Todo el mundo, quiero decir, todos los ofertantes políticos se llenaran la boca con esa cuestión, los programas y las propuestas recibirán un intenso aroma verde. Ahí tienen un reto las formaciones políticas y sociales con experiencia y fundamentos en el ramo ecologista. Verán su producto manoseado por todos y su legitimidad genética negada por la fuerza del destino y del poder. Ello nos lanza una interesante fase política, que en otros países ya se ha producido en parte, la asimilación parcial y a menudo poco sincera pero con resultados prácticos, de las exigencias ambientales por todo el arco político y la reacción de las organizaciones verdes. Interesante asunto. En esas elecciones aludidas se podrá comprobar el estado del ánimo ambiental en el PSOE y el nivel real de la futura política ambiental del gobierno de turno. No son cosas etéreas: el impacto del urbanismo salvaje de estos últimos años, con la tentación de oponer medio ambiente y puestos de trabajo (el Las Vegas aragonés será todo un reto para las políticas de alambicación ambientales) Comprobaremos el papel de las regulaciones y de los informes de impacto ambiental sobre los proyectos empresariales y de infraestructuras. Y, como no, la reacción de esos agradables y comprensivos empresarios de fomento.
En tercer lugar cito a la sinceridad. No me he vuelto loco, también en el ámbito ecológico la sinceridad hay que comprobarla. Por ejemplo, aunque España firma siempre todo lo que le echan, es en realidad uno de los mayores torpes entre los países desarrollados. No cumple lo que dice, no hace lo que firma, se pasa por el forro todas las obligaciones a que se compromete. España es el mayor incumplidor internacional en materia ambiental. Los USA que hasta la fecha se negaban a firmar nada han hecho mayores esfuerzos que nuestro país en esta materia. Son, respecto a nosotros, unos ecologistas natos. Algún comentarista ha dicho que USA es un ejemplo para España. Y es bien cierto. La industria americana ha avanzado más y más rápido que la peninsular, las administraciones americanas son enormemente más sensibles que las hispanas y sus programas ambientales cien veces más ambiciosos y eficientes. La hipocresía nacional tiene en este terreno una enorme experiencia. No solo tenemos el reto ambiental, si no el reto de la verdad y la eficacia.
Cuarto. La pedagogía. Ecología y pedagogía se necesitan. La primera para progresar, la segunda para existir. El máximo reto ecológico es explicar que hay que hacer, como hacerlo, con que costes y sobre quien recaen y obtener un suficiente consenso social y político para llevarlo a cabo. Necesitamos un excelente comercial como ministro del ramo, que venda el producto en base a sus cualidades y a su fácil adquisición. Las acciones que deben desarrollarse son en general sencillas de entender, fáciles de aplicar y excelentes en cuanto a su impacto. Son medidas de desarrollo paulatino, no hay que poner la casa patas arriba, pero lo que se haga hay que hacerlo en serio. Vean el film/libro de Al Gore. En su capitulo final hay docenas de medidas plausibleS, posibles y eficaces con el cambio climático. La larga tradición de político pragmático que impone el sistema americano, hace que el ejercicio de Gore sea asumible por casi todos.
Quinto. Lo más importante es que cada uno hago lo máximo posible contra el cambio climático y lo haga bien. No debemos discutir si China o la India deben emitir más o menos, si no que debemos hacer nuestros propios deberes correctamente. Nos interesa, tanto des del punto de vista ambiental, como del futuro económico general. La exigencia técnica del ahorro energético y de materias no renovables imprime velocidad al cambio técnico general, a la elección de sectores nuevos, tecnológicamente avanzados. Esa exigencia mundial es para España una excelente oportunidad de progreso económico, de renovación sectorial y de diversificación productiva. A la vez sitúa a sectores poco dados a la eficiencia y a la difusión del desarrollo, cierto turismo peninsular por ejemplo, frente a un reto de renovación.