Leo, no se si
con aprensión o con cierto regusto de venganza, que Grecia está preparando una
reclamación a Alemania por un valor de 162.000 millones de euros (27 billones
de Pts. para quien sea tan duro de mollera con los euros grandes como yo), de
momento sin intereses, en razón a los costes que la invasión nazi en la
II guerra
mundial produjo al país. Simplemente con añadir los intereses que esa deuda
habría devengado en los 68 años pasados desde el final de la guerra, la cifra
podría cubrir más que ampliamente la suma de los rescates que la
Gracia actual
ha recibido.
Podríamos
encontrarnos conque estamos ante una nueva versión del cuento de la lechera,
sin duda alguna, pero a pesar de ello el asunto pone sobre el tapete algunas
cosas que se están olvidando en esta crisis tan mal gestionada. Por decirlo
educadamente y casi a la inglesa.
En primer lugar
el hecho fundacional de la
UE : No más conflictos bélicos en Europa,
substituyamos los enfrentamientos por la colaboración. Ese es el fundamento de la
UE : colaboración.
En segundo
lugar, el tratamiento benigno sobre el enemigo vencido que los aliados
occidentales aplicaron a Alemania y al resto de la
Europa occidental
rota (con la excepción, claro está, de España): el plan Marshall como ejemplo
no único, pero si principal en cuanto a la economía. También podría haberse producido
la desmembración radical de Alemania y su desaparición histórica. Motivos
habían para ello (tres conflictos a escala europea o mundial en menos de un
siglo provocados por unas ansias de hegemonía alemanas muy mal controladas
tanto por los mismos alemanes, como por sus adversarios tradicionales) y la
idea práctica de ello existió. También pudo producirse un nuevo
tratado de Versalles como en 1919 y arreando hacia una nueva crisis venidera.
En tercer lugar,
Grecia no es el único país que podría reclamar algo más que calderilla o
monumentos por causas similares a su argumento, España también, los antiguos
componentes de Yugoslavia lo mismo y eso solo citando solamente aquellos países
que hoy están en una situación crítica por muchas y diferentes causas, pero no
por que tengan tendencia al compadreo, a la deuda impagada, al trabajo relajado
y a vivir del cuento como se está haciendo entender a los alemanes. Eso
concuerda con cierta ideología racial que fue precisamente la causante de una
docena de holocaustos por valor de 60 millones de muertos (con perdón he
añadido ahí las estadísticas japonesas). Cifra que soy incapaz de traducir a
euros contantes y sonantes por dos motivos, no se dar un valor monetario a la
vida y, además no me da la gana de reducir el humo de los crematorios de
Auschwitz y el exterminio soviético a euros.
Desde mi punto
de vista, la defensa acérrima de su sistema bancario y su regusto por reducir
los problemas del Sur a ciertas tendencias de los viva la virgen, son causa de
una crisis mucho peor que la económica (que ya es decir), una crisis de
hegemonía y de dominio. Los ejemplos de la actitud alemana imponiendo casi de
forma exclusiva sus criterios y su visión del mundo devuelven la memoria a esas
tres ocasiones anteriores en donde jugaron el mismo juego, pero armados.
No es que no
debamos reformar, rehacer, reconstruir, etc. sino que lo debemos hacer en
colaboración y con el reparto adecuado de responsabilidades: No hace mucho,
Alemania provocó una crisis en la
UE por
imponer sus intereses desplazando burbujas financieras al Sur. Si ese es una
buena parte del origen de lo de ahora no queda exenta Alemania de costes
propios y de la debida colaboración. Incluida una política de respeto humano
hacia la
Europa mediterránea.
Viene a cuento
una anécdota relevante del asunto. En un encuentro de alto nivel entre
franceses y alemanes de hace una década, un ministro francés dijo muy
seriamente que había que tratar de la bomba atómica alemana. Los representantes
alemanes quedaron sorprendidos y alegaron que no disponían de tal arma de
destrucción masiva. El francés, muy puesto, les replicó que no estaban al caso,
su bomba atómica existía, vaya si existía, y se llamaba marco alemán.
Todos los
pueblos, gobiernos, etc. tienen su propia inquisición a la vuelta de la
esquina. La llamada Suiza, centro de especulación financiera y protagonista de
una limpieza callejera ejemplar, constituyó durante esos años negros del
dominio9 nazi un centro de atracción para judíos y otros como palanca de salvación.
Esos suizos (con las excepciones que haya que poner) devolvían al personal
hacia la frontera en donde las SS o la
GESTAPO los
estaba esperando. Fueron excluidos de este tratamiento aquellos
refugiados que llegaban con bolsillos repletos o con listas de
cuentas en la misma Suiza o en cualquier otro lugar accesible a los bancos
helvéticos. No son cifras pequeñas las de las personas que se vieron primero
envueltas en un retorno obligado y después en una cómoda estancia en un campo
de exterminio.
Otro más en
Suecia, de la cual poco a poco empezamos a conocer un oscuro pasado de
fascismo, no de simple coqueteo, sino de adhesión franca que duró casi tanto o
más que el tercer Reich. Las novelas que nos llegan ahora de ese norte,
impúdicamente blanqueado, nos señalan los robustos árboles ideológicos que
abrazaron gobiernos y una parte de los suecos.
Dejo lo aquí por
no hacerme el pesado, pero a la lista habría que añadir muchos más países que
hoy se pasean con la frente muy alta y desvían la mirada frente a la tez
soleada de los mediterráneos.
¿No sería más
simple continuar con la idea fundacional europea?
Lluís Casas, pateándose
Europa