martes, 17 de agosto de 2010

EL TIEMPO QUE HACE





La reflexión metereológica en este triste verano playero es sinónimo de lo vacía que está la agenda política real, la de los políticos y los partidos, la de la prensa (qué triste la prensa) y la del ciudadano en general. Como parece que no hay materia seria en la agenda de lo importante, nos refugiamos en el comentario sobre la tramontana (que no nos abandona ni a tiros), del frío polar en las playas y de las tormentas eléctricas en la montaña. Lo dicho, como no hay nada de que hablar seriamente, nos pasamos la mañana o la tarde tiqui tiqui con el tiempo.


Claro es que el asunto este verano está bien motivado. Tengo frente a mí, mientras tecleo en el ordenador, un puerto deportivo, unos de los cuatrocientos mil que hay en nuestra costa mediterránea, y he constatado que nada ha entrado o salido de él en los últimos cuatro días, al menos nada que lo haya hecho sobre la superficie del agua.


Hoy mismo, alguna portada nos informa de la campaña sindical por la huelga general, lo hace aprovechando la habilidad de un secretario general (casi permanente) de uno de los sindicatos distribuyendo panfletos en la Barceloneta, eso si, calzando zapatillas menorquinas que denuncian que su verdadera vocación veraniega no está junto a los guiris barceloneses, sino junto a la meritocracia catalana de Mahó o la aristocracia de medio pelo de Ciutadella. En fin, esa es la noticia del día. Para qué seguir.


Pues bien, si no me equivoco estamos en el verano con más tensión política real desde hace al menos una década. Para certificarlo les cito todo lo ocurrido en los cuarenta o cincuenta días que van de final de junio hasta hoy, repasen los titulares y verán, también incluyo un pequeño anticipo del ciclo político que está a las puertas, elecciones en Catalunya, con un previsible cambio de gobierno si Millet no lo impide, elecciones locales en mayo, con previsiones de grandes cambios en la distribución del poder local y treinta y pico de asuntos de primer orden entre los que no faltan la reforma laboral, la huelga general y las pensiones. Para el final me reservo la débil recuperación económica que haría tragar al ciudadano todo lo que le echen si se confirmara de veras. Yo, personalmente, junto con Catarella (el adjunto del inspector Montalbano), pienso que no va a ser así. Pienso que la recuperación iniciada va a frenarse (o a desaparecer) gracias a la eminente actuación de los ministros de economía, afectos a la estabilidad presupuestaria y a la presión del monopolio financiero y despreocupados al máximo por la ocupación y el nivel de vida medio de la mayoría inmensa. Por si lo dudan, busquen entre los papeles reflexiones entre los mandamases de la economía que hablen de ello, de llegar a fin de mes, de los ahorrillos, del precio en el supermercado, etc. Oigan, y eso que digo no es demagogia, simplemente forma parte esencial de la economía. Me atribuyo los comentarios de Paul Krugman, nobel por si no lo saben, que van en esa dirección.


La preocupación liberal por una estricta selección de macro magnitudes económicas ha echado por la borda una larga serie de conceptos más directamente vinculados al día a día de la ciudadanía y que dan sentido real a la preocupación económica.



Si leen los papeles en la sección fucsia, verán que la economía está entendida como algo externo a nuestra vida. El tipo de interés no es la expresión del coste de nuestras necesidades en vivienda, sino simplemente la retribución del capital. Hombre, digo yo, la uno no quita lo otro, me parece a mí, que ambas interpretaciones merecen pareja importancia. Pero una ha perecido en su presencia mediática y la otra ha arramblado con la totalidad de la explicación. Como si comiéramos tipo de interés en conserva o PIB a la brasa. He ahí una sugerencia para la nueva temporada de El Bulli, cerrado por falta de materia prima ahí mismo, enfrente, más allá del Cap de Creus.



Lo dicho, Lluis Casas, sin nada que decir.