Don Lluis Casas
No se puede descartar que Josep Piqué sea un personaje de Matrix. Todo parece indicar que podría ser Cifra. Por otra parte, ciertos colegas sostienen otra hipótesis. Ambas hipótesis arrancan de un debate que sostuvimos el otro día en torno al siguiente tema: ¿por qué Josep Piqué se desliza hacia el acatamiento global y en posición genuflexa a todo lo que diga su partido, incluido lo más inverosímil? Por pura cortesía empezaré con la otra opinión, distinta a la mía. Mis contertulios afirman que Piqué está secuestrado por el grupo dirigente de su partido porque le tienen pillado con relación a ciertos desbarajustes en su época de alto ejecutivo de una importante empresa. Así, pues, están los términos de nuestra discusión.
Una y otra postura coinciden en que Josep Piqué no es exactamente un personaje homologable a lo más rijoso del Partido Popular. En su biografía no consta que especialmente haya habido contaminación nacionalista ni una particular ingesta de tapas variadas con sabor a sepulcro del Cid o a los viejos duelos y quebrantos. Digamos que tendencialmente iba escorándose hacia el liberalismo económico y político y, hombre versátil, cuando el neoliberalismo era un león rampante pudo decirse, más o menos: “Esto es lo mío hasta que cambie el viento”. En todo caso, esto no cuadra con la reedición del movimiento de los apostólicos. Más tarde, siendo ministro de Exteriores, debió orearse un poco por esos mundos de Dios, y debió caer en la cuenta de por dónde iban los grandes movimientos geopolíticos y geoestratégicos. Poco debió costarle a nuestro hombre, pues al fin y al cabo había sido fichado por el partido popular para contribuir a darle un cierto barniz centrista, moderado y de modernidad neutra.
... Y sin embargo, Piqué mutatis mutandi fue deslizando su aparente envoltorio ideológico hacia otros derroteros a medida que el partido popular se iba echando al monte con capa, chambergo y trabuco por el (imaginario) imperio hacia Dios. Lo que es mucho decir. Mis contertulios y un servidor compartimos esta primera parte del “estado del arte”. A partir de ahí, sin embargo, ellos establecen la hipótesis de que el otrora mánager, tras los desaguisados de la empresa química, no tuvo más remedio que disfrazarse de noviembre y acogerse a sagrado, buscando desesperadamente la inmunidad. Yo pienso que no es descartable esta opinión, pero no la tengo por razonablemente convincente. De ahí que les expusiera mi teoría de Piqué en Matrix.
No es cosa de explicar el relato de esta película. Pero sí parece obligado recordar que los personajes de dicho film creen que están en un mundo real o, lo que es lo mismo, no saben que están manejados por un potente ordenador. Sólo un caballero es consciente de que aquello es un descomunal trampantojo: se llama Cifra. Este hombre es consciente de que no puede estar fuera del programa del ordenador (aquí podría haber un punto de conexión con la hipótesis de mis contertulios) y decide seguir la corriente. Y elevando el bistec, que tiene encima de la mesa, a la categoría de la madalena proustiana, le dice a otro personaje: “Yo sé perfectamente que esto no es un bistec, esto es cosa de Matrix... Pero, amigo mío, la ignorancia es la felicidad”.
El dilema, en todo caso, es el siguiente: ¿en qué escenario Josep Piqué hace menos disparates? ¿Como mánager o como dirigente político? En su tradicional oficio fue aproximadamente inútil; como político, este Cifra se limita a seguir la corriente y comerse de gañote unos trozos de carne imaginaria.