lunes, 10 de septiembre de 2012

HOY, MAÑANA, PASADO MAÑANA



Un lunes metido entre festivos no es un buen momento para hacer grandes equilibrios con la letra, pero a riesgo de ello y a instancias superiores, no en número, sino en escalafón, me atrevo a ello en medio de ensoñaciones forzadas por un pastillamen preventivo de una gripe estival y aparentes obligaciones profesionales.

Como no podía ser menos, un diez de septiembre es inevitable referirse al día siguiente, a la manifestación convocada y a sus argumentos. Ya la semana anterior intenté dejar claro que mi independentismo catalanista está repleto del concepto de una sociedad justa, equilibrada, sostenible y, si me dejan decirlo, más amable y tranquila.

Este relleno lo llevo conmigo desde el día en que mis padres me insinuaron que por la calle era mejor no hablar en castellano y que lo que oía en casa entre los familiares era forzoso que en casa se quedara. Por ello es para mí tan o más importante que la reivindicación soberanista en si misma.

Me importaría un pimiento tener en Catalunya un estado propio para que el sistema fiscal siguiera las líneas del actual, para que los sindicatos fueran ninguneados como ahora, para que el ciudadano solo pudiera acceder a medios de comunicación unívocos y aplastantes. Para que BankCaixa siguiera ejerciendo, con mayor intensidad, esa especie de dictablanda informativa y de control de la política económica. Y un largo etcétera que les ahorro en beneficio de su inteligencia y habilidad en adivinar lo que no he puesto.

Con ello a cuestas, mañana estaré en la mani. No pienso dejar la reivindicación nacional exclusivamente en manos de esa “seva” antigua y ahora aparentemente recién pintada para aparecer como cosa nueva. Estaré, a poder ser, detrás de una pancarta que especifique, sin duda ninguna, que deseo un estado social y ecológico y que la política neoliberal es en el fondo anti nacional (nacional en el buen sentido del término, no se me confundan).

Si el estado español hubiera tenido éxito en su modernización y en su camino federal, otro gallo nos cantara. Pero, por lo vivido en los últimos años, el nacionalismo rancio de siempre, los intereses aristocráticos de siempre, las prebendas de siempre, la derechona de siempre y la falta de valentía y de modelo alternativo de la izquierda nos llevan a pensar que tan vez hasta aquí hemos llegado.

De todas las maneras y a pesar de mi presencia mañana en el Paseo de Gracia, en donde pienso resistir de pie y sin moverme por la fuerza de la multitud, será soberanamente crítica a la primaria idea que con la independencia “està tot fet”. El día siguiente es tan importante como el 11 y me hubiera gustado leer, oír y ver los proyectos para ese objetivo. Un modo a la manera de Joan Fuster, cuando decía: "abans si un parlava en català, deia, anem a sentir-ho. Ara, si un parla en català, dic, a veure que diu”.

Hay muchas, demasiadas preguntas sin respuesta en esa cadena de expresiones sin concretar sobre la formación de un estadio propio. Las hay tanto en el presunto periodo transitorio, como en el modelo de sociedad. De hecho casi podríamos afirmar que no hay nada dicho, con lo cual la cosa pinta demasiado frágil.

¿Qué pasa con el sistema de pensiones? Y con la moneda. ¿Qué hacemos con la UE? Qué organización territorial va a desplegarse. ¿Qué sistema electoral tendremos (hasta ahora Catalunya ha sido incapaz de dotarse de uno)? Y así miles de preguntas que no están ni en la mente del fervor independentista, ni en las estrategias de unos y otros.

No apunto, porque me da vergüenza hacerlo, una pregunta fundamental: en paz o no. Cosa que no depende de una de las partes, sino de las dos y a veces, ni eso.

Hay que saber, antes de entrar en un juego a que se juega y con quienes.

Lluís Casas rehabilitándose de la acumulación de años en el hombro izquierdo.