El mayoral ha
vuelto con fuerza de Granada, tanta que en plena noche encuentro su nota
advirtiendo que toda Parapanda espera mi explicación sobre ese misterio del
rescate si, rescate no. Menudo problema.
Para hacerme
una idea de la actualidad y escribir las menos tonterías posibles, leo la
prensa, escucho la radio y observo la
TV. El resultado es absolutamente desesperanzador. Si alguien
pretende entender lo que ha sucedido esta última semana en base a lo que se publica
o lo que el gobierno informa va listo. Mejor que se encomiende al Dr. Sano de
Figueras, seguro que se acercará mucho más al núcleo cierto del asunto.
Pero en
fin, las cosas están como están y de nada sirve lamentarse de que la
información es poca, oscura y mediatizada. En todo caso sí hay algunas
clarividencias que aparecen entre los resquicios de la oscuridad. Será porque
esa luz todavía no ha sido capturada en alguno de los agujeros negros que
cubren la parte o el casi todo de la crisis. Estas clarividencias son las que
siguen:
Efectivamente
se trata de un rescate, independientemente de que el término produzca
sarpullidos en las pieles delicadas de los descendientes del gobierno del
imperio. El país está siendo rescatado y no desde ahora sino desde hace ya
muchos meses. Lo de ahora es, en esencia, un rescate al aire libre. Los
instrumentos han ido variando, unos lo han sido con aportaciones financieras a
los bancos directamente (créditos blanditos del Banco Central Europeo), compras
de deuda pública, otros mediante exigencias de rigor mortis, perdón rigor
presupuestario que permitan pagar los tipos de interés de alta especulación y
las deudas públicas que antes fueron privadas. Por lo que no hay duda alguna
que la economía española está siendo rescatada. En todo caso, falta saber si
por la armada real o por la brigada corsaria. O, lo más seguro, por ambas a la
vez.
Otra luz es
que el sistema que aparece
en los medios es algo así como lo que sigue: la UE da crédito al Estado español para que este resuelva
sus problemas con la banca interna. A ver si nos entendemos, se trata de un
crédito, por lo que devenga intereses y obligación de devolución, todo ello a
cargo ya del estado. Lo que este haga con sus bancos, todo y supervisado por
los hombres de negro o los de la capucha, deviene en asunción de
responsabilidades públicas. En síntesis: el estado español asumirá las deudas
de sus bancos y con ellas los riesgos que comportan. Los líos en que se metan
los chicos del gobierno solo a ellos atañen, si no molestan a Berlín.
Como no
quiero ser agorero, de entrada la cosa tranquilizá un poco. Parece ser que
nuestras cuentas de la caja de Parapanda están más seguras que ayer, e incluso
ese fondo de pensiones que está perdiendo dinero tal vez se estabilice y algo
quede para la residencia privada que nos espera. Pero ese alivio momentáneo no
está solo. Le acompañan unas medidas que nadie cita, pero que alguien sabe y
que los entrañables dirigentes de la
UE , o sea, los alemanes de Merkel, apuntan a jubilaciones, pensiones
y otros gastos suntuarios. Los próximos días van a ser interesantes puesto que
todo lentamente va a saberse y contabilizarse.
Como las
cosas no son de un solo color, me dicen que la gran banca, el trío de ases, que
tienen, al parecer, resueltos los problemas están que trinan puesto que esperan
que la supervisión tudesca les vaya a exigir lo que no exigen a la banca
alemana o francesa. Bancas que tampoco están como para tirar del carro. Hay
pues una guerra bancaria en la
UE. Tan vez es la oportunidad para que la banca extranjera
que no pudo hace unos años ocupar una parte del mercado español, con un fracaso
de estrepitoso, se resarza ahora. Tal vez ahora pueda ser distinto e intenten
inmovilizar a quienes aun tienen fuerzas de reserva. Tal vez.
A todo ello
me hago la pregunta que viene en el título, ¿a quien deben los bancos
españoles? Ya sabemos por qué deben: la especulación inmobiliaria, esos más de
300.000 millones de euros metidos en urbanizar las cretas de los montes
Ibéricos, pero ¿quien les prestó todo ese dinero? Es decir, ¿quien compartió
riesgos y estupidez con la banca española? No fueron los ahorros de los de
dentro del estado federal. Los españoles no tenían ahorro suficiente para pagar
el festival, se endeudaron con hipotecas que les concedieron alegremente y sin
seguro. Por lo tanto, ese flujo de dinero prestado vino de fuera, esos que
llaman mercados y en los que están los bancos alemanes, franceses, entidades
financieras vinculadas a ellos y
otros varios.
El rescate
bancario actual transformará esa deuda privada externa en deuda pública, sin
pasar por las horcas caudinas de la suspensión de pagos, del quite de la
deuda y por todos los
etcéteras que acompañan, en general, a los fracasos financieros o
empresariales. Como les está pasando a esas familias que no pueden pagar la
hipoteca y se quedan sin piso y con una carga financiera de regalo.
Esa pequeña
luz que nos ilumina nos muestra el porque del extraño comportamiento alemán, de
las exigencias brutales respecto a Grecia, por ejemplo, simplemente quiere
cobrar y quiere cobrarlo todo. Sus bancos, sus grandes inversores arriesgaron y
se metieron en negocios que no tenían garantía. Ahora todo el coste está
pasando a manos de los estados. Por lo que estos tienen que recortar para pagar intereses y
principal.
Perdónenme
si simplifico un tanto, pero entre la inmensa maraña de mala información me
quedo, de momento, en lo de antes, en que todavía queda por ver mucho de lo que
acompaña al rescate bancario y a un cierto respiro, provocado más que nada por
la insoportable tensión de estas últimas semanas. Es como el descanso que le
llega al que está pendiente de condena y finalmente se la comunican.
Lluis
Casas, sacando humo por las orejas.
MENTALIDAD
DE ESTADO MAYOR
Domingo 3 DE
JUNIO, noche, sesión de TV. El paro en España. De pronto, después de
entrevistas en la calle y en algunos despachos profesionales, aparece el
Congreso de los Diputados y un despacho ocupado por dos miembros de la comisión
parlamentaria ad hoc. Una del PP y la otra del PSOE, la presidenta y la
vicepresidenta de la comisión. No es un debate, se trata de una conversación
sobre el paro y la reforma laboral y los efectos entre el personal de a pié.
Hay miradas
sorprendidas entre ellas y miradas al objetivo, parecen decir por lo bajo, ¿qué
hacemos aquí bajo los focos, el micro y la cámara? ¿Por qué nos hemos metido en
este lío? Una con el porte de la aristocracia dieciochesca, la otra con la
inseguridad del recién llegado.
Las
preguntas del periodista apuntan más a la humanidad que a la esgrima
parlamentaria y a los argumentos de la ley de reforma laboral. Las respuestas
de las ilustres no hacen ni caso al periodista, se enzarzan entre ellas en una
pelea de falsedades, de incomprensión del problema, de alejamiento de lo que
está viviendo el personal. El periodista les advierte de ello, intenta meterlas
en la realidad, pero después rectifica y opta por dejar que se desnuden frente
a la audiencia.
Así quedan,
no solo desnudas de argumentos, de confianza, de conocimiento, sino que además
quedan en simples marionetas que hablan con lengua ajena y repiten, cual loros
amaestrados, lo que les han enseñado. Mostrando por lo tanto su incapacidad de
pensar, de aprender, de escuchar y de ser individuos humanos. Pertenecen a una
secta, es decir a dos sectas.
La cosa se
tensa, las miradas entre ellas matan, mientes se dicen. El periodista les
ofrece la última tabla de salvación, un parado reciente, de más de 50 años, les
explica por teléfono que mientras era despedido (junto a otros muchos) pocos
días después de la reforma laboral, por la puerta de atrás de la empresa
entraban trabajadores de una ITT para substituirlos, sueldo más bajo, contrato
basura, etc. La ley queda hecha trizas. Las diputadas sentenciadas. Las palabras
inútiles. Todo queda dicho. Pero ellas no se dan cuenta.
No. Las
diputadas no entienden, si es que han escuchado al testimonio, lo que este les
ha explicado. No entienden que detrás de las leyes hay gente, posible
sufrimiento, trampas, intereses monetarios, mentiras, errores. Lágrimas.
Familias que ven el futuro más negro que el carbón. Las diputadas no ven eso,
ven pugna parlamentaria de baja estofa. Ven argumentos de mal pagador, ven un
futuro lejano resplandeciente para el que llegue. Hay que hacer duros
esfuerzos, después, como el cielo, llegará el premio.
El
periodista corta el programa sin decir nada. No hace falta. Brutal.
Hasta aquí
la crónica, ahora la reflexión. Esas diputadas representan a una buena parte de
la clase política del país. No a toda, aun quedan representantes con la
inteligencia, el tacto y la capacidad emocional para enlazar con lo que ocurre
en la calle a los ciudadanos. Pero no son muchos.
La mayoría
pertenecen a los dos partidos que hegemonizan la política española desde
siempre en la democracia. Y todos se comportan como miembros de un estado mayor
que decide la vida o la muerte de sus tropas en función de objetivos que
ninguno de los soldados comprende. Pero eso no es relevante para un estado
mayor. Lo que cuenta es la posible victoria, si la hubiera, no el coste humano.
En todo caso llegaran a sentir necesidad de hacer balance en recursos
materiales, en pérdidas o ganancias territoriales, en avance o retroceso. Hacen
las leyes en términos de estado mayor, alejados de lo que ocurre en la calle,
en la fábrica, en la casa, en la escuela, en el hospital. Sin sentimientos.
Solo con los grandes objetivos en mente y las grandes maniobras como
instrumento.
No sirven
para gobernar en democracia. Y no se han dado cuenta. Quedaran solos sin
entender lo que ha sucedido mientras tanto.
El domingo
pasado, el periodista Jordi Évole retrató la circunstancia. NO se si fue
consciente de la enorme dureza exhibida, creo que si, de ahí su parcial
retirada de la escena, el abandono de la tribuna para dejar a los actores
totalmente solos.
Lluis
Casas, lejos, muy lejos