domingo, 26 de junio de 2011

EL PRESIDENT DE LA GENERALITAT Y LOS INDIGNADOS




El President de la Generalitat de Catalunya, su gobierno, el para- gobierno que es Don Antoni Duran i Lleida (una especie de primer ministro que no tiene nombramiento) y los de la misma cuerda ideológica se hallan totalmente superados por el significado y el posible porvenir del movimiento de los indignados impulsado hace solamente mes y medio. Ese alejamiento lo es tanto desde la perspectiva política, como de la del orden público. Obviamente, la izquierda tampoco está muy cómoda, pero son otras causas y otras perspectivas.Un repaso somero las declaraciones presidenciales en torno al asunto confirma el alejamiento racional tanto de lo que dicen los indignados, como de lo que significa la acción de gobierno desencadenada por la derecha nacionalista en Catalunya. Unas veces trasluciendo una comprensión totalmente falsa por las personas y los asuntos de los indignados, otras atribuyendo pecados mortales de orden público a la más mínima, otras desalojando con malas artes en función de ciertos requerimientos de limpieza, otras exagerando lo uno y lo otro, volviendo luego a la inútil compresión, etc., etc. Mientras tanto y por encima de algunos errores, el movimiento crece, se extiende y obtiene simpatía y colaboración de todas partes.Me referiré a lo último que ha aparecido en los medios, con un President perdonavidas, salvador de la democracia formal e ignorante de los efectos sobre la población de los recortes en las prestaciones sociales y del paro de las que presume la totalidad de su gobierno. Creo sinceramente, que el President se halla en una nube de triunfo electoral, de desconocimiento del sufrimiento de los parados, de los jubilados, del escaso porvenir de los jóvenes, etc.El President no acierta a darse cuenta que los casi ochocientos mil parados catalanes, en donde abundan los jóvenes y los jóvenes licenciados y en donde el porcentaje de paro permanente se incrementa rápidamente, le han espetado en la cara que quieren soluciones. Que no piensan esperar cruzados de brazos a la década de los años veinte próximos para emprender una vida razonablemente humana. Y que eso no se hace dando dinero al más rico, a los bancos, a Ryan Air, a las concesionarias de autopistas, etc. o posibilidades de enormes negocios al sector privado de la educación, de los servicios sociales y de la salud.Si hay que apretarse el cinturón, piensa la mayoría, que sean todos los cinturones y en adecuada proporción a las cinturas respectivas. Si no es así, el asunto tiene otro nombre que está en la calle plenamente asentado. No hay tanto pan para tanto chorizo. Una expresión de puro sentido común.Los dolores callejeros que se han producido en Barcelona, unos con una clara carga pacífica y de intenso debate ciudadano, otros con apariciones de cierto nivel de violencia, no son nada extraño dadas las condiciones sociales que imperan hoy por hoy y el entorno político con que se encubren decisiones de clara afectación a la mayoría en beneficio de la minoría. El nivel de violencia en Catalunya siempre ha sido muy bajo, con excepciones ocasionales venidas de los extremos, pero nunca como para llamar a la caballeria.El President de la Generalitat y todo su entorno se encuentran incapacitados para desarrollar las políticas adecuadas a las circunstancias del país. Su modelo es inadecuado, no sirve. Su forma de plantear los recortes sociales y la inversión van en camino inverso a lo necesario, el planteamiento político y comunicativo está a cientos de miles de millas de lo que la ciudadanía entiende. Simplemente, en palabras de un Winston Churchill, en política, peor que una mentira es un error. Y el President está en un profundo error, que le impide reconocer la realidad, ni el verdadero estado de la ciudadanía. Los resultados electorales le han incapacitado para ver y sentir la calle.Empiezan a aparecer en los medios de comunicación las consecuencias humanas de los recortes, de una dimensión que los ciudadanos no pueden entender, como el de aquella persona afectada por una enfermedad crónica en la vista que si no es operada de urgencia la perderá definitivamente y el sistema público le da demasiados meses de plazo. Es simplemente un caso entre muchos. Como la novedad de la denuncia policial contra las personas que se oponen pacíficamente a los desahucios (medio millón en toda España), que dejan familias en paro en la puta calle. Desahucios promovidos por una normativa que el partido del President, CIU, ha impedido modificar y que no hace más que favorecer a los bancos, detentadores de las hipotecas asesinas. El President haría bien en fijarse en pequeñas noticias, como la que nos expone que el mismísimo Botín, presidente de la primera entidad bancaria española, tuvo que enfrentarse en una junta de accionistas a las críticas de los indignados de su propio banco. No es ejemplo para olvidar.El ciudadano no puede comprender porque con un gasto social por debajo de la media europea y una presión fiscal en el mismo orden, la solución es no operar a esa ciudadana.La cuestión está en saber si el President y su gobierno entienden en donde nos han metido. Probablemente no. No mienten, sino que están en un error. O mienten y están en un error, cosa no prevista ni por Sir Winston.