¿Cómo está el asunto de la moneda?
Después de una campaña electoral, que evitaré calificar por puro desconocimiento adjetivo, les comentaré algunas cosas en relación a la situación económica que dicen padecemos y que es la preocupación (o debería ser) principal en estos momentos para cualquier político que se precie.
Como ya consta en este diario digital por testimonio del que firma, nos hallamos más bien en una fase de creciente dificultad para definir con cierta garantía que es lo que pasa en la economía y como se debe actuar. Diariamente los gobiernos que cuentan en este asunto, los USA, la UE y pocos más se ven sorprendidos por la profundidad de los efectos financieros que están en el origen de la crisis (ojo avizor, crisis en un sentido de pérdida de puntos de crecimiento y de orientación de futuro, puesto que estamos todavía en números positivos del PIB). Tan es así que el gobierno americano y el británico están comprando (con hábiles maniobras) las entidades financieras que no pueden soportar el batacazo de sus riesgos inmobiliarios. Tampoco están muy finos mi vecino Sarkozy y su socio nuclear Brown cuando piden por favor a las entidades bancarias que digan la verdad y nada más que la verdad sobre sus malos negocios inmobiliarios, a fin de que puedan ser ayudadas diligentemente y no joroben al personal y a la economía más de lo que lo han hecho.
No piensen mal respecto al autor por este comentario, lo anterior está en los periódicos de hoy día 25 de marzo. La compra de entidades financieras privadas por el sector público es una forma poco ortodoxa de resolver la cuestión, pues se supone que en una economía liberal cada uno ha de aguantar la vela que le toca. La contradicción forma parte de la esplendida capacidad de innovación del mundo liberal, que es y no es, según convenga, tal que un Quant cualquiera en medio del universo nuclear. Por otro lado, contiguo al sistema financiero, el mundo inmobiliario está contaminando al resto de la economía con su, aquí si, crisis de elefante. La capacidad de crear empleo en la construcción y de potenciar la industria suministradora de materiales, sistemas técnicos de la vivienda, etc. es muy importante.
Con la caída en plan Big Bang inmobiliario todos estos sectores se ven afectados y no pueden tomar la vía exportadora, puesto que la obra está igual aquí que allí. Solo les hago notar la gran importancia para este nuestro estado de la actividad inmobiliaria. No hay duda de ello si en los últimos ocho años han mirado por la ventana contando el número de grúas existente. Otro aspecto a tener en cuenta es el miedo a lo inmediato, efecto que tiene también efectos nocivos. Las familias están proveyendo horas difíciles y acumulan ahorros reduciendo el consumo, como el de los automóviles y otras inversiones no esenciales. La deriva afecta también a la capacidad de gasto de las administraciones (sobretodo a las CCAA) por la reducción de los ingresos fiscales provinentes otra vez de la construcción. Los presupuestos públicos para gasto social pueden salir con lesiones y no digamos ya la inversión.
En fin, ya ven ustedes, que el patio no está para muchas alegrías. ¿Nos llevará esto a una crisis real? Es decir ¿un crecimiento negativo, una reducción del empleo permanente, etc? Esta es la pregunta que todo el mundo se hace, puesto que lo que se intuía primero, un reajuste en la composición del crecimiento económico, se hace mucho más grande cada día que pasa, transformándose en lo que acertadamente alguien ha llamado cambio de ciclo.
Como la brujería no forma parte de mis conocimientos básicos no les voy a dar ninguna receta, ni recomendación para mañana, ni pasado. En todo caso, pienso que todo apunta a una situación más grave de la que nadie imaginaba, pero todavía en situación de control. Hay que esperar a las elecciones americanas para ver si un presidente o presidenta demócrata asume la situación o sigue jugando a la ruleta rusa con ella (ya saben lo aficionado que es el actual residente en la Casa Blanca a este juego). El cambio presidencial podría generar una acción concertada entre los USA, la UE y los países emergentes, en todo caso, ya ven, solo podría materializarse a partir de esas elecciones. El petróleo, la guerra de Irak y las materias primas entre otras cosas podrían aportar alguna buena noticia que diese margen de maniobra a los gobiernos en esas circunstancias venideras.
¿Y aquí qué? De momento viéndolas pasar. El efecto adormecedor de las elecciones continúa activo y no se observan movimientos de realismo económico eficaces. Las expectativas y las previsiones van ajustándose a lo mínimo: crecimiento anual no más allá del 2%, que significa una pérdida de puestos de trabajo significativa.
El presidente optó por unas elecciones en período de crisis, que no es el momento más oportuno para ello, excepto si estas se realizan en clave de cambio de gobierno, cosa que como era de preveer no ha ocurrido. Lo que piensa el gobierno al respecto no lo sabemos más que por lo que el tío Solbes nos ha dicho con la boca párvula. Es decir no mucho. No conocemos la dimensión real de la crisis en España, no sabemos los planes inmediatos para hacerle frente. Solo alguna consideración respecto al tratamiento de los parados, formación y poco más. Si ello se debe al cansancio electoral, lo aceptaría si se ponen las pilas rápido. Si responde a una auto-complacencia, me temo lo peor. Aunque en este caso, el tío Solbes dispone de un superávit para amortiguar el golpe uno o dos años. Después ya veremos.
¿Tiene alguien información sobre cómo ve el gobierno el cambio de tracción en la economía de la construcción hacia…. [Lo siento, pero no me sale el cierre de la interrogación; debe estar en crisis también]
Si la tiene que la pase.
Lluis Casas ansioso