miércoles, 5 de octubre de 2011

BAJO LA CARPA DE UN CIRCO



Sabido es que la marina romana era la encargada de instalar en el circo Máximo las carpas de lona para que el Sol fuera clemente con el público de tribuna asistente al espectáculo. El asunto era debido a la compleja maniobra que requería la instalación y era la marinería, experta en el velamen, quien estaba adiestrada para el caso. Cosa del todo imprescindible dada la larga duración de las celebraciones.


El circo fue en sus tiempos un instrumento de dominación y de hegemonía en la sociedad imperial: Panem et circenses, era el lema que algunos emperadores o políticos de alcurnia romanos utilizaban en pos de su carrera o de su permanencia en el poder.


El pueblo romano de aquel entonces se conformaba con comida básica gratis (el famoso trigo siciliano o egipcio) y las consabidas distracciones en el circo que se ofrecían al mismo precio que el alimento básico, con animales, carros, gladiadores y otras grescas variadas, con o sin sangre. Morituri te salutant, que decían los que se jugaban la vida en ello. Ni Holywood ha conseguido reeditar en la pantalla lo que fue ese magno espectáculo en la realidad.


No es novedad que hoy, en la sociedad moderna, estamos más o menos en las mismas. Podemos cambiar el circo por el fútbol o la fórmula uno, o el tenis (al albur de cada cual), el pan por la litrona y las tapas o por cualquier buena mezcla de distracción mental y suministro básico, sino gratuito (de eso ya casi no queda), al menos baratillo. Y ello condimentado con ese objeto de deseo que es la televisión, instrumento substitutivo de la carpa romana para la comodidad del espectador. La eficacia del invento resulta enormemente mejor que el sistema imperial, ya que no hace falta ponerse el chándal para asistir al espectáculo, sino que es suficiente darle al mando a distancia. Ello evita los comentarios post, que tan atribulados tenían a nuestros ancestros, pues eran motivos de bulla y, a veces, de clara rebelión. Ya se sabe, en cuanto se juntan las gentes cualquier rescoldo se vuelve un fuego intenso.


Todo ello viene a cuento de la falta de reacción popular respecto a los sufrimientos de la crisis actual. Llevamos casi cuatro años con ella y pocas esperanzas para un gran porcentaje de la población respecto a mejores expectativas. Con un sistemático acrecentamiento de riesgos y dolores para la mayoría. Unos no tienen trabajo, otros sospechan que no lo tendrán, otros esperan que los despedirán y los que quedan miran sus cuentas de ahorro con la sospecha que pueden evaporarse en segundos.


Las reacciones, haberlas las ha habido, con los sindicatos, la izquierda sin rémoras, la gente del 15 M, el movimiento anti expropiación, etc. pero en conjunto todavía es una respuesta limitada, muy medida, incluso educada dado el contexto y con un fair play que ya querría Pepe, el defensa del Madrid.


Y, eso, que en dos ocasiones hemos tenido elecciones, resueltas en beneficio claramente de la derecha que se presentaba sin decir lo que haría, cosa evidentemente clara para pensar que las víctimas serian las de siempre. Como así ha sido.


De ello podríamos deducir al menos tres caminos de futuro. El primero, con el que cuenta la derecha y sus socios, es que el miedo altamente acrecentado por los medios siga paralizando a una población que no recuerda ya la lucha social en serio.


El otro es, por descontado, el estallido social incontrolable e incontrolado que producirá mucho ruido y pocas nueces. Es el segundo refugio de la derecha que piensa que con los guardias y alguna zanahoria puede recomponer la situación a su gusto.


El tercero es, evidentemente, la respuesta política y social madura y organizada con alternativas de gobierno y cambio de modelos sociales. Lo más difícil de construir ahora mismo, aunque ya hay muchos en ello, pero no los suficientes.


Tendremos elecciones, volverá la derecha postfranquista al poder y el panem et circenses a intensificarse.


Lluis Casas en el Camp Nou.