“…ya se acabó el alboroto / y ahora empieza el tiroteo / y ahora empieza el tiroteo”.
La canción de Federico García Lorca (cuyo cadáver es el más mal buscado de la historia) puede convertirse perfectamente en la canción de este otoño. Los datos están ahí, casi cinco millones de parados y subiendo, con un porcentaje de familias sin ningún ingreso que clama al cielo, una economía que no arranca todavía, un frenazo inmenso al gasto público que debilita a la alicaída demanda interna, las provocaciones habituales de los ejecutivos de banca, culpables de enormes fechorías y que se llevan millones en dinero público al socaire de presuntas indemnizaciones por hacer quebrar a bancos o cajas de ahorro, como en Nova Caixa Galicia o la CAM alicantina, de momento. La chulería del MAFO autor de la operación del siglo, deje usted caer a las cajas, los bancos oligopolistas se lo agradecerán. Y un etcétera más que largo.
Y de inmediato unas elecciones que conmemoran la desaparición del dictador, aunque no del franquismo subyacente en la derecha hispánica.
No me parece un mal plan para un otoño más que caliente.
Añadan a ello los deslices, inoportunidades que ministros, consellers y presidentes varios van dejando por ahí sin querer darse cuenta de lo frágil que está la moral. Ahí es nada ese demócrata cristiano candidato de CIU que parece haberse pasado a PxC con su discurso culpabilizador de la inmigración. Toda crisis requiere una victima propiciatoria que pertenezca, claro está, a los estratos sociales más débiles. Pueden ser los judíos, o los gitanos, o los chinos. Hoy toca a la inmigración.
Los efectos que ya se están viendo en la sanidad catalana a causa de los recortes más que brutales son el anuncio de lo que sucederá en otras comunidades de inmediato. De voces médicas autorizadas me llega que se ha traspasado el límite por debajo del cual los efectos son ya determinantes para la salud (la que les queda) de los pacientes. No digamos ya sobre la educación, el elemento básico del futuro de la sociedad, el punto de equilibrio social, maleada con cargo a maestros y profesores.
Todos cuentan con el miedo del personal a que el asunto empeore. Es el detalle que les da alas y aliento en su torpeza frente a la gestión de la crisis. Ese miedo paralizador no es de efectos permanentes, puede desaparecer y dejar espacio a otros sentimientos no precisamente calmos y reflexivos. Tendremos en Grecia el anticipo, un país al que se le está diciendo que pague una deuda con el dinero que no tiene.
No es que me este dejando llevar por una especie de de depresión agresiva. Ni mucho menos, sino que, como otros muchos, tengo leída y entendida mucha historia. Y sé que a los pueblos se les puede pedir enormes sacrificios a condición de que vean una cierta justicia distributiva y un final que justifique esfuerzos y sacrificios. Y hoy esto no es así.
El cóctel está preparado y solo falta servirlo. La pregunta es: ¿sabe el barman de qué va?
Lluis Casas
La canción de Federico García Lorca (cuyo cadáver es el más mal buscado de la historia) puede convertirse perfectamente en la canción de este otoño. Los datos están ahí, casi cinco millones de parados y subiendo, con un porcentaje de familias sin ningún ingreso que clama al cielo, una economía que no arranca todavía, un frenazo inmenso al gasto público que debilita a la alicaída demanda interna, las provocaciones habituales de los ejecutivos de banca, culpables de enormes fechorías y que se llevan millones en dinero público al socaire de presuntas indemnizaciones por hacer quebrar a bancos o cajas de ahorro, como en Nova Caixa Galicia o la CAM alicantina, de momento. La chulería del MAFO autor de la operación del siglo, deje usted caer a las cajas, los bancos oligopolistas se lo agradecerán. Y un etcétera más que largo.
Y de inmediato unas elecciones que conmemoran la desaparición del dictador, aunque no del franquismo subyacente en la derecha hispánica.
No me parece un mal plan para un otoño más que caliente.
Añadan a ello los deslices, inoportunidades que ministros, consellers y presidentes varios van dejando por ahí sin querer darse cuenta de lo frágil que está la moral. Ahí es nada ese demócrata cristiano candidato de CIU que parece haberse pasado a PxC con su discurso culpabilizador de la inmigración. Toda crisis requiere una victima propiciatoria que pertenezca, claro está, a los estratos sociales más débiles. Pueden ser los judíos, o los gitanos, o los chinos. Hoy toca a la inmigración.
Los efectos que ya se están viendo en la sanidad catalana a causa de los recortes más que brutales son el anuncio de lo que sucederá en otras comunidades de inmediato. De voces médicas autorizadas me llega que se ha traspasado el límite por debajo del cual los efectos son ya determinantes para la salud (la que les queda) de los pacientes. No digamos ya sobre la educación, el elemento básico del futuro de la sociedad, el punto de equilibrio social, maleada con cargo a maestros y profesores.
Todos cuentan con el miedo del personal a que el asunto empeore. Es el detalle que les da alas y aliento en su torpeza frente a la gestión de la crisis. Ese miedo paralizador no es de efectos permanentes, puede desaparecer y dejar espacio a otros sentimientos no precisamente calmos y reflexivos. Tendremos en Grecia el anticipo, un país al que se le está diciendo que pague una deuda con el dinero que no tiene.
No es que me este dejando llevar por una especie de de depresión agresiva. Ni mucho menos, sino que, como otros muchos, tengo leída y entendida mucha historia. Y sé que a los pueblos se les puede pedir enormes sacrificios a condición de que vean una cierta justicia distributiva y un final que justifique esfuerzos y sacrificios. Y hoy esto no es así.
El cóctel está preparado y solo falta servirlo. La pregunta es: ¿sabe el barman de qué va?
Lluis Casas