Si ustedes se interesan por las noticias locales sabrán de una tesis doctoral que expone a la luz pública un nuevo engaño de la ilustre burguesía catalana (o barcelonesa, si quieren precisar).
Esto es, la reforma en profundidad, a lo largo del siglo XIX, de muchos edificios góticos que no daban la talla histórica para adaptarlos a una presencia más ilustre de forma que el visitante foráneo sintiera una gran sintonía con el brillante pasado medieval de la ciudad en forma de palacios, palacetes y otras construcciones de “calidad”. Incluso ese periodo de la ciudad fue preferido a su anterior estructura romana a causa del significado medieval para el lustre nacional. Barcelona (eufemismo de Catalunya) fue la que dominaba el Mediterráneo con rango casi imperial durante más de un siglo. Mar, en donde incluso los peces incorporaron la cuatribarrada en su fisonomía para poder circular sin impedimentos de Valencia a Atenas (lo pueden constatar en la Casa Gran o sea, l’Ajuntament de BCN, en un espléndido retablo del Consulat de Mar, reforzado por las pinturas de 1929 del gran Sert en el Saló de Cròniques).
El Periódico de Catalunya nos ha proporcionado la difusión del trabajo académico y algunas de las exitosas transformaciones de lo que, aquí, llamamos el Barri Gòtic, o el Gòtic a secas. Nombre que ahora a todas luces tendremos que modificar por la chapuza de la Reneixença. Se propone, a tal efecto, Chapuzas.
Algunas de estas “adaptaciones” eran conocidas, como la de la fachada falsa de la catedral, pero no al extremo de lo que la operación de maquillaje supuso y nos expone el ya ilustre académico Agustín Cócola.
En una irónica frase, El Periódico nos dice que el edificio en donde se expone la obra de Picasso (todos pensábamos que era un palacio gótico verdadero) es más nuevo que algunos de los cuadros del malagueño. Que nosotros, chusqueros de medio pelo, no lo supiéramos, tiene un pase. Pero ¿y el mundo de las artes plásticas? Ni siquiera lo murmuraron por lo bajinis.
Lejos de mi pensar que las reliquias arquitectónicas del pasado no puedan rehabilitarse, adaptarse, reformarse y mejorarse. Nada de eso; siempre he pensado que el mejor método para que un edificio histórico se mantenga en buen estado de revista es que funcione y, por lo tanto, sufra las modificaciones necesarias para ello. Otra cosa es condenarlo a una paulatina ruina. Ahora bien, en todo caso, el respeto al pasado y a la verdadera historia, ni que sea simplemente arquitectónica (que no lo es) merece que esas acciones reparadoras se hagan con exquisito cuidado, para evitar convertir una plaza de toros en una cuchipanda de mercachifles. Incluso hoy, hay normas y supervisores para evitar cuchufletas con el pasado (que no se han aplicado a ese monstruo de sagrada familia).
Dicho eso, me permito volver por mis fueros y explicarles que si bien todas las burguesías han disfrutado de una hermosa hipocresía que nuestro aragonés de Calanda reflejó en diversas ocasiones, la nuestra, la nostrada, tiene el récord mundial de desfachatez.
Hoy tenemos ese nuevo ejemplo, al igual que el también citado de la sagrada familia, que no responde a ninguna caridad cristiana, ni al mínimo respeto por el arte (que puede suponerse a Saudí), ni siquiera a los sufridos vecinos del templo ultra explotados en razón a unas obras sin licencia que no les permiten una vida normal. Incluso esos católicos burgueses impulsores del desaguisado pretenden ahora desplazar edificios y, lógicamente, a sus residentes para mejor lustre de su cinismo.
Si quieren más ejemplos, la historia de Catalunya está repleta, tanto la más inmediata, como la que se puede remontar a la acumulación de capital en base a negreros y explotadores de colonias. Todo ello bien cubierto de alfombras persas y apariencias de digno prócer.
La Lliga de Cambó no fue otra cosa, bajo la hipócrita fachada del catalanismo siempre funcionó el interés de clase y la supeditación de la democracia al negocio. Cambó terminó asentado con Franco, recuérdenlo.
Recuerden también la escasa presencia de la reivindicación nacional seria durante muchos años, mientras los negocios podían desenvolverse sin grandes riesgos.
No dejen de mirar ese preclaro ejemplo de consistencia política que es CIU, sobre todo ahora, reclamando independencia (el dret a decidir) y pactando reiteradamente con el PP, ya en tiempos finales de Jordi Pujol y ahora bajo el mando neoliberal de unos más jóvenes dirigentes sin más esencia que el “anar fent”.
La hipocresía, sea sexual, política, social, educativa, religiosa y ahora arquitectónica es un dominio en donde nuestra burguesía escasamente ilustrada ha brillado intensamente.
¿Cómo es posible que los autores del modernisme fuesen también los que falseaban la ciudad mesocrática medieval por falta de columnas y otros adornos pascuales más propios de la aristocracia?. Han cambiado talleres por palacetes, qué ignorancia y qué renuncia.
Lluis Casas, cabreado.
Respuesta del matrimonio P(rat) de L(lobregat) – M(ataró) B(arcelona)
Querido maestro, Algunos extremos del post reciente de Lluís Casas merecen una matización. Por ejemplo, no se puede decir que la fachada de la catedral de Barcelona sea una "falsificación". Su historia revela otro tipo de miserias de la burguesía nostrada. La catedral primitiva tenía la portada donde ahora está el ábside, hacia el mar. Cuando se rehízo, invirtiendo su sentido, la nueva fachada quedó incompleta (hubo por medio un par de guerras civiles y una larga decadencia). La gente de la Renaixença se propuso acabar el monumento, igual que ahora se propone acabar la sagrada familia sin Gaudí ("qui diu que no s’acabarà mai és que no coneix el nostre poble"). Hubo un concurso público, y fue elegido el proyecto de un ancestro ilustre de mi no menos ilustre consorte, don Joan Martorell Montells (maestro de Gaudí, por cierto). A la hora de poner manos a la obra, los munícipes encontraron el proyecto premiado demasiado caro y se cubrió el expediente fabricando otra cosa más baratilla, que es la que hay. Era ya época de retallades."Hermosear" los monumentos históricos, por otra parte, no es una exclusiva de nuestra burguesía. Quien quiera comprobarlo no tiene más que acercarse a la Cité de Carcasona, ruina histórica embellecida, o falsificada, con elementos espurios de gusto romanticista por el señor Viollet-le-Duc, mentor de algunos arquitectos nostrats como Puig i Cadafalch, que hizo algo semejante con Santa María de Ripoll. Hay falsificación si se quiere, pero el prejuicio de que una obra de arte es intocable es un concepto muy posterior, ya de nuestros días. Las mismas características tuvo la gran oleada "artística" de la contrarreforma que llenó templos y catedrales románicos y góticos de altares barrocos, frisos quebrados y columnas salomónicas.Todo eso no oscurece el pasado de Catalunya, admirable en unas épocas y desharrapado en otras. La historia está ahí, al alcance de quien quiera conocerla, tozuda. Incluida la historia de nuestra burguesía, que ha sido españolista cuando así convenía al "negoci" y soberanista en las ocasiones en que han pintado bastos desde el poder central.Un cariñoso saludo, a ti y al blog.
Esto es, la reforma en profundidad, a lo largo del siglo XIX, de muchos edificios góticos que no daban la talla histórica para adaptarlos a una presencia más ilustre de forma que el visitante foráneo sintiera una gran sintonía con el brillante pasado medieval de la ciudad en forma de palacios, palacetes y otras construcciones de “calidad”. Incluso ese periodo de la ciudad fue preferido a su anterior estructura romana a causa del significado medieval para el lustre nacional. Barcelona (eufemismo de Catalunya) fue la que dominaba el Mediterráneo con rango casi imperial durante más de un siglo. Mar, en donde incluso los peces incorporaron la cuatribarrada en su fisonomía para poder circular sin impedimentos de Valencia a Atenas (lo pueden constatar en la Casa Gran o sea, l’Ajuntament de BCN, en un espléndido retablo del Consulat de Mar, reforzado por las pinturas de 1929 del gran Sert en el Saló de Cròniques).
El Periódico de Catalunya nos ha proporcionado la difusión del trabajo académico y algunas de las exitosas transformaciones de lo que, aquí, llamamos el Barri Gòtic, o el Gòtic a secas. Nombre que ahora a todas luces tendremos que modificar por la chapuza de la Reneixença. Se propone, a tal efecto, Chapuzas.
Algunas de estas “adaptaciones” eran conocidas, como la de la fachada falsa de la catedral, pero no al extremo de lo que la operación de maquillaje supuso y nos expone el ya ilustre académico Agustín Cócola.
En una irónica frase, El Periódico nos dice que el edificio en donde se expone la obra de Picasso (todos pensábamos que era un palacio gótico verdadero) es más nuevo que algunos de los cuadros del malagueño. Que nosotros, chusqueros de medio pelo, no lo supiéramos, tiene un pase. Pero ¿y el mundo de las artes plásticas? Ni siquiera lo murmuraron por lo bajinis.
Lejos de mi pensar que las reliquias arquitectónicas del pasado no puedan rehabilitarse, adaptarse, reformarse y mejorarse. Nada de eso; siempre he pensado que el mejor método para que un edificio histórico se mantenga en buen estado de revista es que funcione y, por lo tanto, sufra las modificaciones necesarias para ello. Otra cosa es condenarlo a una paulatina ruina. Ahora bien, en todo caso, el respeto al pasado y a la verdadera historia, ni que sea simplemente arquitectónica (que no lo es) merece que esas acciones reparadoras se hagan con exquisito cuidado, para evitar convertir una plaza de toros en una cuchipanda de mercachifles. Incluso hoy, hay normas y supervisores para evitar cuchufletas con el pasado (que no se han aplicado a ese monstruo de sagrada familia).
Dicho eso, me permito volver por mis fueros y explicarles que si bien todas las burguesías han disfrutado de una hermosa hipocresía que nuestro aragonés de Calanda reflejó en diversas ocasiones, la nuestra, la nostrada, tiene el récord mundial de desfachatez.
Hoy tenemos ese nuevo ejemplo, al igual que el también citado de la sagrada familia, que no responde a ninguna caridad cristiana, ni al mínimo respeto por el arte (que puede suponerse a Saudí), ni siquiera a los sufridos vecinos del templo ultra explotados en razón a unas obras sin licencia que no les permiten una vida normal. Incluso esos católicos burgueses impulsores del desaguisado pretenden ahora desplazar edificios y, lógicamente, a sus residentes para mejor lustre de su cinismo.
Si quieren más ejemplos, la historia de Catalunya está repleta, tanto la más inmediata, como la que se puede remontar a la acumulación de capital en base a negreros y explotadores de colonias. Todo ello bien cubierto de alfombras persas y apariencias de digno prócer.
La Lliga de Cambó no fue otra cosa, bajo la hipócrita fachada del catalanismo siempre funcionó el interés de clase y la supeditación de la democracia al negocio. Cambó terminó asentado con Franco, recuérdenlo.
Recuerden también la escasa presencia de la reivindicación nacional seria durante muchos años, mientras los negocios podían desenvolverse sin grandes riesgos.
No dejen de mirar ese preclaro ejemplo de consistencia política que es CIU, sobre todo ahora, reclamando independencia (el dret a decidir) y pactando reiteradamente con el PP, ya en tiempos finales de Jordi Pujol y ahora bajo el mando neoliberal de unos más jóvenes dirigentes sin más esencia que el “anar fent”.
La hipocresía, sea sexual, política, social, educativa, religiosa y ahora arquitectónica es un dominio en donde nuestra burguesía escasamente ilustrada ha brillado intensamente.
¿Cómo es posible que los autores del modernisme fuesen también los que falseaban la ciudad mesocrática medieval por falta de columnas y otros adornos pascuales más propios de la aristocracia?. Han cambiado talleres por palacetes, qué ignorancia y qué renuncia.
Lluis Casas, cabreado.
Respuesta del matrimonio P(rat) de L(lobregat) – M(ataró) B(arcelona)
Querido maestro, Algunos extremos del post reciente de Lluís Casas merecen una matización. Por ejemplo, no se puede decir que la fachada de la catedral de Barcelona sea una "falsificación". Su historia revela otro tipo de miserias de la burguesía nostrada. La catedral primitiva tenía la portada donde ahora está el ábside, hacia el mar. Cuando se rehízo, invirtiendo su sentido, la nueva fachada quedó incompleta (hubo por medio un par de guerras civiles y una larga decadencia). La gente de la Renaixença se propuso acabar el monumento, igual que ahora se propone acabar la sagrada familia sin Gaudí ("qui diu que no s’acabarà mai és que no coneix el nostre poble"). Hubo un concurso público, y fue elegido el proyecto de un ancestro ilustre de mi no menos ilustre consorte, don Joan Martorell Montells (maestro de Gaudí, por cierto). A la hora de poner manos a la obra, los munícipes encontraron el proyecto premiado demasiado caro y se cubrió el expediente fabricando otra cosa más baratilla, que es la que hay. Era ya época de retallades."Hermosear" los monumentos históricos, por otra parte, no es una exclusiva de nuestra burguesía. Quien quiera comprobarlo no tiene más que acercarse a la Cité de Carcasona, ruina histórica embellecida, o falsificada, con elementos espurios de gusto romanticista por el señor Viollet-le-Duc, mentor de algunos arquitectos nostrats como Puig i Cadafalch, que hizo algo semejante con Santa María de Ripoll. Hay falsificación si se quiere, pero el prejuicio de que una obra de arte es intocable es un concepto muy posterior, ya de nuestros días. Las mismas características tuvo la gran oleada "artística" de la contrarreforma que llenó templos y catedrales románicos y góticos de altares barrocos, frisos quebrados y columnas salomónicas.Todo eso no oscurece el pasado de Catalunya, admirable en unas épocas y desharrapado en otras. La historia está ahí, al alcance de quien quiera conocerla, tozuda. Incluida la historia de nuestra burguesía, que ha sido españolista cuando así convenía al "negoci" y soberanista en las ocasiones en que han pintado bastos desde el poder central.Un cariñoso saludo, a ti y al blog.