viernes, 29 de abril de 2016

VOLVEMOS (O NOS LLEVAN) MUY ATRÁS EN EL TIEMPO



Me permitirán una cierta licencia para expresar un pesimismo personal que va y vuelve cual Guadiana. Aunque debo admitir que de vez en cuando no viene mal ponerse en lo peor. Es una manera, si está bien manejada y adornada con copa y puro, de remontes posteriores eficaces.

Desde hace unos años asistimos a la consolidación de una tendencia hacia la crueldad por parte de estados, administraciones internacionales, etc. que coinciden con la impresión (reforzada por análisis cuantitativos) que las clases muy acomodadas han decidido abandonar cualquier veleidad igualitaria, desprenderse de la democracia real y social, impulsar o tolerar con alegría las derivas populistas parafascistas, mirar hacia otro lado cuando surge una necesidad urgente de aplicación de los derechos humanos, de los derechos constitucionalmente aceptados. Además parece que ni la crítica, ni la fotografía indignante del abandono, ni la reflexión desde la religión o desde los sentimientos más elementales hacen mella ni en los tenedores del poder económico, ni en sus delegados en la política. No hace falta recordarles la inmensa crueldad frente a los migrantes de la guerra. Ni la inacción frente a la situación de desespero familiar con el paro, los desahucios y las lacras crueles instaladas en nuestro país. No cabe dejar de lado otro tipo de crueldad más cercana, la que se desprende de la intervención personal que nos ofrecen a menudo los medios: personas concretas que muestran su indignidad con el maltrato a otras personas en clara situación de desventaja. Si quieren un comentario ilustrado y eficiente, lean a Joaquim Sempere en Mientras Tanto.  

Como con lo anterior me parece suficiente para hacerme entender por los lectores, paso a hacer las siguientes preguntas que me parecen de interés, aunque no resuelvan nada:

1.   ¿Se les ocurre que en otras ocasiones históricas ese abismo entre los pudientes y el resto ya se ha producido y ha derivado (con tiempo) hacia cambios de gran radicalidad?
2.   ¿No les sorprende que este momento histórico, lleno de posibilidades organizativas, de comunicación inmediata, de líneas de influencia y delegación políticas, sigamos con una debilidad de cambio tan acentuada?
3.   ¿No les extraña esa paciente espera (no se sabe de qué) de los afectados por las derivas sociales y sus entornos, mientras pasan años, cambian legislaturas, se hunden bancos y se malgastan oportunidades de mejora?
4.   ¿No resulta extraño que la filiación política y la sindical que son ejes de agrupación para el cambio estén en cifras ridículas?
5.   ¿Cómo es posible que la multitud de mareas existentes, salud, educación, vivienda, etc. no se haya transformado en una gran palanca de cambio y se hayan establecido en reivindicaciones sectoriales cada vez menos atendidas por la prensa y la ciudadanía?
6.   ¿Qué hay bajo la actitud juvenil de aceptar jornales medianos por jornadas completas, sin agitación social y rebelión?
7.   ¿Cómo es que se acepta la emigración económica a la ventura cuando se ha recibido una previa formación elevada, tal como la aceptaban nuestros abuelos y bisabuelos?
8.   ¿No les sorprende la inocencia de propuestas políticas y sociales en torno al bien común o cosas parecidas, cuando hace casi dos siglos que se empezaron a ensamblar metodologías sociales y políticas mucho más aceradas en la crítica y el análisis?
9.   ¿Resulta tan lamentable el estado de reflexión sobre las experiencias pasadas que despreciamos lo que costó tanto construir: organización política y social para el cambio e ideología de soporte?
10.          Dejo el espacio para que ustedes añadan a voluntad lo que quieran.

              SANT JORDI O EL DRAC ES MENJA EL CAVALLER

Siento añadir a lo dicho un comentario entre irónico y crítico a la jornada de Sant Jordi reciente. En otros tiempos me resultaba imposible no producirme una hernia con el peso de los libros adquiridos en la jornada del 23 de Abril. Incluso no evitaba el acarreo del bulto por la paradas callejeras y por la visita arriesgada al interior de las librerías. Todavía recuerdo la emoción del día y la elaborada lista de preferencias literarias que cuidadosamente preparaba durante semanas para no caer en tentaciones ingobernables el día de autos. Tampoco olvido los años juveniles en que estuve detrás del tenderete, ya como asesor de compras o como acarreador de paquetería ilustrada.

Hoy, en cambio, no me atrevo a salir de casa. La aglomeración manifiesta que provoca un día soleado me impulsa a recogerme en el sofá y leer, en vez de comprar (si uno tiene la suerte de alcanzar la zona de venta). Tampoco es que la oferta sea digna de reconocimiento, salvo algunas excepciones de garantía y honorabilidad comprobadas este año ha sido insulso de cojones (¿Cómo es que Juan Marsé no es el autor ganador del día, por poner un ejemplo garantizado?). La lectura al final de la operación tampoco ayuda a celebrar la jornada: los premios de venta señalan cosas irreconocibles desde el punto de vista literario o del interés por las cosas reales de este mundo. Claro está que después de los líderes de ventas, siempre hay otros  (escritores de valía) que consiguen colocar un digno número de ejemplares. Una cosa por la otra, nos consolamos. Reformistas recalcitrantes que somos.

En fin, la alegría que desprende el comentario del Boss sobre el asunto no es compartida por el que firma. Tal vez vista desde Pineda de Marx la cosa cambia, pero desde la plaza Lesseps resulta invivible.


Lluís Casas, como ven, necesitado de unas elecciones

viernes, 8 de abril de 2016

SIGUIENDO HACIA DAMASCO (otra vez y las que hagan falta)

Escribe Lluis Casas


Nadie puede asegurar que Pablo (el de Tarso o el de ahora) cayese una sola vez del caballo en su ruta hacia Damasco. Las fuentes citan una ocasión, la que interesa a los efectos objetivos del recopilador, pero no dicen nada sobre si antes o después hubo más caídas con menos trascendencia. Por ello puede presumirse que en un recorrido tan largo y con los caminos en el estado en que estaban en la época, no sería raro que un jinete diera de bruces contra el suelo en reiteradas ocasiones y más después del deslumbramiento ocasionado por la caída mediáticamente reconocida.

En fin, dado que racionalmente podemos considerar la posibilidad de diversas caídas en la ruta damasquina, también hemos de valorar que la nueva política va a caer del caballo en más de una o de dos ocasiones y que por su apego a las cosas terrenales ninguna de ellas va a destacar como la del Pablo bíblico, aunque juntas van a ser todo un manual del aterrizaje forzoso.

Durante estas fechas vacacionales, tan plenas de actos cercanos al paganismo más descarado, El País nos anticipó ciertos contenidos de un libro en el que doña Ada Colau expresa sus opiniones urbi et orbi y que probablemente va a ver la luz en el próximo Sant Jordi en una acertada estrategia mercantil. La lectura reposada de sus opiniones respecto al resto de los humanos que El País pone al descubierto deja un raro sabor de boca y genera una pregunta solemne: ¿esa señora quiere aliados, o piensa que ella sola puede con todo?

Resulta muy elocuente la petición expresada por la alcaldesa al periodista recopilador respecto a ICV para que esta se comporte con generosidad en sus planteamientos unitarios de izquierda. Nada hay que decir a esta petición, pero  dado el enorme aval bancario y organizativo con que ICV asume sus acuerdos electorales conjuntos, no entiendo bien la petición. ¿Es, tal vez, una solicitud de harakiri total?

Habitualmente, el personal entiende que la generosidad es una virtud que fluye en todas las direcciones, por lo que quien pide generosidad debe estar dispuesto a aportarla. No creo que doña Ada discuta este principio. Por ello me pregunto: ¿Esas censuras que los acuerdos de izquierda en Comú se han planteado respecto a nombres relevantes de ICV, nada recriminados de corrupción o de dejadez de responsabilidad, deben contabilizarse antes o después de la generosidad (que pretendo) recíproca?

No deja tampoco de ser sorprendente que en unas fechas en donde Podemos pasa su personal vía crucis, una aliada se inmiscuya en la descripción psicológica de sus líderes en valoraciones de orden subjetivo. Dejar a un periodista estos elementos (y los que permanecen a la expectativa del 23 de abril) no me parece el resultado de una pensada estrategia política. Por el contrario, da que rumiar en que sea un fruto espurio de una sed de protagonismo arriesgado. De cualquier manera, es acreditativo de una caída de caballo.

Ya puestos en el análisis de la nueva política y con una gran apertura de miras, podemos averiguar qué hay de nuevo en esa implantación de centro derecha de Ciudadanos/Ciutadans. Sin ser excesivamente detallistas con el concepto no hay duda que ellos se incluyen en las nuevas alternativas políticas.

A la vista de los modos que la negociación sobre el gobierno que se desarrolla en la plaza pública se exponen, no me es muy difícil dudar de la novedad de tácticas y estrategias, a parte, claro está, de sus aciertos o torpezas con el presunto objetivo. No solo estos Ciudadanos que se quieren ejemplares hurgan en la finta y en el giro “in situ”, al estilo de Xavi el qatarí  o el divino Iniesta, sino que desplazan la pelota desde una esquina a otra del cuadrilátero político, ora en el reclamo al partido Popular, ora exigiendo transparencia y honestidad, ora materializándose en plena guerra fría.

Como ya tengo leídos unos 50.000 periódicos, revistas y comunicados de prensa radiados o televistos no creo errar en que nada nuevo veo en los Ciudadanos, al menos en sus prácticas conocidas y dejo en estado de interrogación mi opinión sobre sus prácticas financieras, cuando (y sí) se sepa quiénes son y a cuánto asciende la factura y como son las propuestas de pago. Otra caída del caballo a contabilizar, sin duda alguna.

Para no dejar la nota incompleta y considerando que sería una desfachatez añadir al PP y al PSOE a la lista de la nueva política, añado que Podemos también nos deja este mes de Marzo tan pascual con unos ejemplos evidentes de novedad. Me refiero a sus problemas de organización interna. Es decir, a sus íntimas convivencias entre discrepantes. Debo reconocer que es la primera vez que veo a un responsable de organización ser destituido en público por su (según la autoridad competente) incapacidad. Hasta ahora la antigua política cortaba la cabeza a la vez que alagaba el eximio trabajo del cercenado. La nueva política, por lo visto, corta la cabeza e impide la pensión consecuente. Eso sí es nuevo, pero me permito añadirlo a la lista de caídas.

Lluís Casas con el contador Geiger en la mano.