viernes, 30 de noviembre de 2007

DE LA FISCALIDAD, LA DEMOBGRAFIA Y LAS PENSIONES



Lluis Casas

Si no recuerdo mal, el asunto de cabecera ya fue tratado en una anterior ocasión: en mayo pasado. Me reitero en lo dicho entonces y vuelvo al tema motivado por el informe mensual de La Caixa, que hace mención a la fiscalidad (en relación al crecimiento y el ciclo económico) y los presupuestos del 2050, en un ejercicio de malabarismo presupuestario más propio de los circos de América del Norte.

Ahí es necesario un pequeño introito en torno al tipo de comentarios y al posicionamiento de las cajas de pensiones, entidades afortunadamente marcianas en el mundo económico: como tiene intereses privados son gestores de fondos, sus aportaciones responden a las de la banca en general, con ciertas matizaciones benevolentes.

Inicio las maniobras, desplegando las velas del bajel bergantín, afirmando que la presión fiscal --la recaudación fiscal dicho de otro modo-- es saludable tanto para el crecimiento sostenido, como para la estabilidad social, ¿estamos?. Un nivel fiscal adecuado a la riqueza existente y a las necesidades es toda una garantía para población, ciudadanos y, ¡ojo al parche!, para el mundo económico. Un sólido nivel de prestaciones sociales públicas es el mejor pegamento social, la mejor garantía de estabilidad económica. Las rebajas fiscales son apenas una burda trampa para clases medias obcecadas con el recibo del fisco. Las rebajas fiscales suelen producir déficits sociales públicos, educación, sanidad y servicios sociales. Y hacen emerger servicios privados para pudientes. Una anécdota que supone un paradigma: en USA (¡vaya por dios!) hay servicios de extinción de incendios privados. Uno se hace su seguro, paga y si tiene un incendio vienen los bomberos privados y lo apagan. Como el vecino, al que se le ha contagiado el incendio, no tiene seguro privado, no se lo apagan, tendrá que esperar a los bomberos públicos voluntarios. No es broma, así funciona también la sanidad privada y la escolaridad y los servicios para ancianos, etc. etc.

La elección de la rebaja fiscal cuando hay necesidades obvias es un mal negocio para los pobres, por descontado, pero, ¡ojo!, también para las clases medias que terminarán abonando a las entidades aseguradoras privadas más de lo que se han ahorrado fiscalmente. Con un riesgo sobrevenido, los seguros privados no tienen piedad, y si no pagas te quedas fuera y si eres un cliente incomodo también.

Dicho lo anterior, voy a alguna sutileza. La fiscalidad, como todo en la vida merece cambios y transformaciones. Lo que era útil y justo ayer, hoy, tal vez, no sea lo mejor. Por lo tanto, periódicamente hay que revisar política y técnicamente el sistema fiscal. Nadie debe rasgarse las vestiduras por ello; ahora bien, esas reformas y adaptaciones periódicas deben cumplir un objetivo principal: la fiscalidad debe mantenerse como proveedora de recursos económicos al sistema público de prestaciones sociales y cualquier incremento o reducción debe traducirse en una modificación de los derechos sociales. Y, a la vez, el sistema fiscal debe responder a una eficaz y honesta progresividad en función de rentas y riqueza. La fiscalidad bien entendida es un mecanismo de solidaridad y de utilidad, eje a mi parecer del comportamiento verdaderamente humano. Así de claro. El candidato electoral que propone reducciones fiscales debe anunciar en que reducirá las prestaciones sociales. Alguien me dirá que la reducción fiscal se traduce en un incremento de la economía y por lo tanto en un incremento de la fiscalidad de forma inducida, de modo que lo que se reduce, crece luego. Es esa una teoría poco práctica, pues es difícil de demostrar en la realidad y en todo caso podría asumirse en parte en determinadas circunstancias: crisis económica interior de importancia y permanente y nivel de prestaciones sociales alto o muy alto. Eso se da, afortunadamente en contadas ocasiones, y las decisiones que se toman respecto al fisco conllevan su propia revisión así que se producen mejoras económicas. Todos estaríamos de acuerdo que en ese marco de crisis se rebajara la subvención para animales de compañía. En otro caso nos situamos en el Chile de Pinochet: rebajas a los ricos y costes a los pobres.

Dicho esto, paso a la demografía, utilizada ella para prevenir las crisis más espectaculares del sistema. Si el porcentaje de pasivos supera un determinando índice, se acabaron las pensiones, etc. etc. Nos dicen. No voy a negar que la demografía provoca duras incidencias en los sistemas de protección social; ahí es nada lo que ocurre ahora mismo con nuestros mayores, pero no suscribo la creencia chusquera en que a acción, reacción. El sistema social no es lo mismo que el choque entre masas físicas. El tiempo y diez mil variables más intervienen para modificar el curso de la historia. Por lo que propongo que en la ecuación demografía-pensiones se introduzcan otras variables como la productividad, el ahorro, las cotizaciones progresivas más adecuadas, etc. Tanto los diputados, como los sindicalistas deberían entender que todo cambia y que hay que lograr que sea para bien…de todos.

Entre las mejoras que pienso que se podrían introducir a costes bajísimos estaría que el sistema público de la seguridad social permitiera que sus cotizantes pudieran elegir, sobre los porcentajes existentes, márgenes mayores de aportación a fondos individuales. Les estoy diciendo que un trabajador podría planificar su pensión futura en base a la parte obligatoria y regulada y a sus propias aportaciones al sistema público. De ese modo y mediante garantías de riesgo y retribuciones relacionadas con la deuda pública (de todas las administraciones) el sistema público ayudaría a incrementar el nivel de ahorro, sin especulación alguna, y obtendría una excelente previsión respecto a la capacidad económica real de los futuros pensionistas. Rediseñaríamos nuestro sistema de solidaridad, convirtiéndolo en un sistema de solidaridad entre generaciones y de capitalización personal.

Si, como le ocurre a muchos trabajadores, su empresario no ha cotizado por ellos en un período determinado y por lo tanto su jubilación se ve reducida o alargada, ¿no sería bueno que pudiese recuperar ese déficit mediante aportaciones personales en algún buen período retributivo?

He oído a algún (plasta de) sindicalista muy ortodoxo exabruptos sobre propuestas parecidas. Creo que en esas posiciones de mejor que nada cambie están los peores cambios. Mucho hay que hablar respecto a ello, pero ahí queda.

Lluis Casas, planificador quinquenal

EL NUEVO CAMBIO CLIMATICO


Entrevista a Don Lluis Casas

Metiendo bulla. Querido Don Lluis: su reciente artículo sobre el cambio climático en este blog ha sido muy comentado. Por lo demás debo decirle que ha tenido una difusión muy amplia, toda vez que el boletín diario de Comfia lo ha reproducido y enviado a unos 90.000 suscriptores. Le informo también que este ciberperiódico ocupa un lugar destacadísimo en el ránking mundial de los `papeles´ que están colgados en internet: según la auditoría Alexa ocupa el lugar 112.500 en el escenario global, lo que es toda una proeza. Pues bien, el Consejo de redacción de esta bitácora ha creído conveniente hacerle una entrevista sobre tan significado asunto: el cambio climático. Don Lluis, usted disculpe: ¿qué hay, además de la necesidad de enfrentarnos a tan serio problema, de moda en todo ello?


Don Lluis Casas. En los comportamientos sociales y políticos a menudo se encuentran posturas cercanas a la estética pero con escasa ética de fondo. Podemos admitir una cierta moda, entendiéndola como una postura de poco calado personal, en las manifestaciones particulares frente a los problemas ambientales. Mucha gente expresa su sentimiento favorable al medio ambiente y contra el cambio climático, pero poca sabe lo que verdaderamente significa su expresión respecto al esfuerzo personal y colectivo que conlleva. Otra cosa es utilizar expresiones o incluso publicidad directa, hasta cierto punto manipulada, para reforzar una imagen empresarial de responsabilidad. De eso hay abundantes ejemplos en cada periódico que leemos y los nombres empresariales que hacen ostentación de lo que no tienen, o no son, son renombrados y conocidos.


Los sistemas de acreditación europeos, ISO, EMAS, etc. tienden a valorar lo objetivo frente a la pura propaganda. Fijémonos, pues, en ellos y exijamos que las posturas empresariales estén avaladas por acreditaciones honestas.

De todos modos, una moda es una cierta respuesta a la emergencia de ideas o de posturas. En ese sentido bienvenida una moda ambiental. Como el río va en esa dirección, el acompañamiento frívolo no hace mucho daño. Pero, atentos, la cuestión principal está en otro lado.

Metiendo bulla. Dispense, don Lluis. ¿Qué entiende usted, en este caso, por “cuestión principal” y, más todavía, dónde está ese “otro lado”?

Don Lluis Casas. Lo principal es determinar y asumir que estamos en una fase de transformación económica y social que afectará a muchos sectores productivos en función de su desarrollo técnico y científico. El coste energético, la reducción de los impactos ambientales, en definitiva la huella sobre el cambio climático deberá reducirse tecnológicamente. La industria que no esté preparada o dispuesta a esta transformación será sustituida. Como ejemplo, los vehículos a motor de explosión actuales serán obsoletos en cinco años. Los materiales para la construcción se adaptarán rápidamente a las exigencias de bajo coste energético y aislamiento térmico, como muestran los recientes codigos tecnicos. Y así muchos otros.

No puedo valorar otros aspectos que tenderían a modificar hábitos de vida, puesto que en este caso estamos ante una clara especulación intelectual.

Estas cuestiones no son nuevas, han sido expresadas desde la ciencia y desde la política en muchas ocasiones, lo nuevo será la fuerza moral de la constatación indudable del cambio climático y las exigencias normativas que se implantaran.

Metiendo bulla. De todas estas cosas ya habló en su tiempo Enrico Berlinguer. Recuerdo especialmente la polvareda que levantó su famoso discurso sobre la austeridad y las ampollas que levantó dentro y fuera de su partido, el partido comunista italiano. Lo cierto es que Berlinguer fue un anticipado y, curiosamente, nadie lo dice; ni siquiera los ambientalistas, muy celosos ellos de haber sido la partera. Ahora bien, podría darse el caso que de las posiciones estéticas se pasara a las “de interés”, esto es, a entender que, tal como dices, alguna solución tendrán que darle a todos esos productos que entrarán aceleradamente en una fase de obsolescencia...

De todas formas, querido maestro, pienso que no se puede hablar del cambio climático sin entrar, gradualmente, a fondo en las necesarias reestructuraciones y reorientaciones del modelo productivo y de los consumos. Digo gradualmente. El problema es y, por ello, le pregunto de manera impertinente: ¿abordarán los agentes sociales en sus prácticas contractuales unas medidas que establezcan prioridades, vínculos y compatibilidades con las exigencias del cambio climático? Porque, sin impugnar la estética, se pude caer en el riesgo --¿lo estamos ya?-- de un bla, bla, bla por los siglos de los siglos...

Don Lluis Casas. Varias preguntas en una sola. Respondo por partes, que es forma científica de entenderse. Las llamadas a la conciencia en pro de un desarrollo menos económico y más cultural, más favorable a la vida humana que a los objetos, son más que viejas, aunque siempre actuales. Podríamos citar a los filósofos esclavistas griegos, como ejemplo contradictorio. Pero más cercanos tenemos filósofos y políticos de raíz comunista (Berlinguer como comunista democrático, W. Harich, como comunista autoritario y otros de ascendencia religiosa, como Gandhi o el mismo Juan 23, sin ir más lejos. Desde el lado de la ciencia la documentación del primer club de Roma daba los toques adecuados en el ya lejano 1972. Hay un fondo ideológico indudable y sólido en pro del desarrollo basado en bienes intelectuales y colectivos (una vez se ha alcanzado un bienestar social considerable) frente a lo que llamamos consumismo frenético. Esto enlaza confortablemente bien con las exigencias actuales y con la visión de un nuevo concepto de selección natural aplicado a los humanos, lejos ya de la lucha por la vida biológica.

De todos modos creo que a pasos se avanza con mayor seguridad y pienso que ahora es el momento de asumir lo que razonablemente y políticamente se pueda y deba, un cierto cambio de modelo pautado, dar prioridad a las medidas de reducción energéticas, etc. Como la ciencia y la tecnología podrían tener respuestas a la demanda de energía en un futuro, hay de dar tiempo a los científicos y a los ingenieros, creo prudente ser expectante en cuanto a los modos de vida sociales, al margen de creencias y pensamientos. Ese cambio de modelo conlleva reestructuraciones productivas relevantes. Un mayor protagonismo tecnológico y posiblemente mucha novedad en productos de consumo que absorben poca energía. En cierto modo, poco a poco va aflorando ese esquema productivo: reutilización de productos, mayor durabilidad, eficiencia energética, etc. Los precios de la energía, del agua, etc. cuando se internalizan en los precios favorecen las tecnologías y los consumos “verdes”. Eso lo estamos viendo día a día. Ojo ahí, el sector público debe velar para que este proceso no induzca a dualidades sociales. El bla, bla, pienso que ya está formalmente superado.

Metiendo bulla. ¿Formalmente superado no es una cierta exageración, Don Lluis?

Don Lluis Casas. No, no lo es. Ninguna empresa importante ha dejado de observar, seguir y aplicar medidas en el sentido ambiental. Como ejemplo puedo exponer la crisis de las empresas automovilísticas basadas en el modelo americano, coches grandes y dilapidadores de carburante, que pierden cuota de mercado frente a los europeos y japoneses con tecnologías alternativas. Esas mismas empresas en crisis en los USA tienen éxito en Europa utilizando criterios técnicos parecidos a sus oponentes europeos y japoneses. El ritmo, la intensidad y la extensión mundial de ese cambio son los objetivos. Europa y Japón no pueden ser islas ambientales. Para no parecer excesivamente optimista, cito al transporte (por tierra, mar y aire) verdadero eje de la producción mundial actual, como factor de choque, muy duro de pelar. Sector en el que coinciden grandes intereses económicos, un enorme número de trabajadores y un concepto del consumo vinculado a una pretendida libertad individual y al reconocimiento social. Otro será, indudablemente, el encaje de bolillos sindicales respecto a productividades, salarios y ocupación en un mundo de cambio acelerado.

Metiendo bulla. Un momento, Don Lluis. Afine un poco más la puntería, que usted puede. Aclare eso del “encaje de bolillos”. Y, si le parece –le recuerdo que usted puede-- eche mano de cómo vincular “productividades, salarios y ocupación” con la berlingueriana propuesta de cambiar gradualmente el modelo de producir y consumir. Lo digo porque también existe una estética sindical, basada en la retórica del lenguaje congresual que poco tiene que ver con la rutina de las prácticas contractuales que siguen, por lo general, instaladas en las prácticas de los viejos tiempos de Doña Cadena de Montaje.

Don Lluis Casas. Debo reconocer que es más fácil hablar que hacer, comentar que disponer de un programa político y económico de acción. Pero ahora bien, pienso que el entramado político social del estado de bienestar y del mundo sindical (regulación, legislación, etc.) puede ser un importante activo frente al cambio si hay, primero, pensamiento y acción política y, segundo, perspectiva de futuro de los sindicatos y empresas. Me explico: el cambio puede ser visto como uno más de los procesos de reestructuración industrial o económica que hemos vivido y, como ellos, si podemos planificarlo mediante acciones públicas y entendimiento con amplios sectores sociales (empresas y sindicatos) podríamos tener un buen programa de transición. O, en todo caso, mejor que una cabalgada sin control. De ahí esa expresión, tal vez no muy afortunada, de encaje de bolillos. Se trata de aprovechar el sistema político basado en el acuerdo y el pacto para ofrecer una alternativa al caos que genera el cambio.

Respecto a eso, un poder público que encabece el cambio es fundamental y lo haga con sentido colectivo y social. La formación de los trabajadores, la facilidad para integrar la ciencia y la tecnología en la empresa, la elección de sectores sensibles para que dispongan de un cauce acordado de cambio, me parecen estrategias razonables y útiles.

El precio de los hidrocarburos es un síntoma de lo que puede suceder con los recursos energéticos y a la vez un excelente incentivo del cambio, en ese aspecto hay experiencia histórica reciente. Aunque es bueno tener presente que el futuro no nos es conocido, aunque si imaginado.

Metiendo bulla. Y usted que lo vea, don Lluis...

Don Lluis Casas. Mejor que lo veamos todos.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

A SU SALUD, MAESTRO HOBSBAWM





Lluis Casas

Doy por supuesto que la presencia de Eric Hobsbawm en Barcelona no ha pasado desapercibida para la mayoría de los lectores de la prensa libre y gratuita de Parapanda. No es casi nada tener un cerebro de esas dimensiones y con noventa años de experiencia a cuestas. E.H. es posiblemente el mayor representante vivo de la izquierda intelectual europea nacida a principios del siglo pasado y cuajada en la revolución soviética y en el enfrentamiento antifascista. Si además le sumamos su más que excelente pluma, leerlo es un placer, y su más que original visión de la historia, concluiremos que estamos ante todo un personaje, al que los medios tienen abandonado. Ellos se lo pierden, pues tiene mucho que decir.

El título del articulillo no es una dedicatoria a E.H., aunque está influido por su hábil deducción que el siglo pasado empezó al final de la primera guerra y terminó con la autodisolución soviética. Un siglo de menos de 70 años construido en torno a una revolución, es a mí parecer un siglo aritméticamente raro. El título se lo dedico a esas, por desgracia ya pocas personas vivas, que surgieron humana, política e intelectualmente del núcleo de enfrentamiento social de los primeros veinte años del siglo pasado y que por razones de edad están en trance de pasar a la historia, escrita o no. No pienso solamente en personas vinculadas a la política o a la reflexión intelectual, incluyo, bien convencido de ello, a solemnes representantes de la cultura, la ciencia, la tecnología y como no, de los movimientos sociales.

Me siento por motivos de aprendizaje y por edad como hijo suyo y lamento su paulatina desaparición, pues creo que son, la mayoría, imposibles de substituir. Y no solo por razones de humanidad, sino, principalmente, por razones de extremo egoísmo frente a un futuro un tanto tenebroso.

Esas generaciones que podríamos definir como desprendidas de su ambición personal en cuanto a poder y dinero, pero extraordinariamente exigentes por lo que hace a presencia humana, rigor ideológico, consecuencia vital y poderío personal. Han estado en todas partes y han dejado grandes influencias en el presente. Médicos en la guerra, políticos en los conflictos, literatos hegemónicos, militantes de su conocimiento y, todos ellos, impulsores de la justicia social y sólidos muros frente a la ignorancia de todo color. Tal vez como sucedió en el renacimiento, solo que elevado a la enésima potencia. Probablemente ha sido como colectivo sociológico la generación más influyente de la historia y por ello creo que su desaparición ha de notarse.


El siglo pasado se vivió entre luchas marcadas por la conciencia social, de clase, por modelos económicos definidos desde su óptica de desarrollo colectivo y en torno a esas pugnas nació, creció y dejó su impulsa ese gran conjunto humano que vemos hoy desaparecer biológicamente.


Por motivos muy personales y aprovechando la estancia de Eric Hobsbawm les rindo homenaje.

domingo, 4 de noviembre de 2007

PRODUCTOS DE SUPERMERCADO

Mi más que asidua participación en este práctico supermercado de ideas ha estado bloqueada unas semanas por deberes personales diversos. Presento mis excusas al presidente del gremio de mercaderes y a los obligados usuarios.

Aprovecho esa circunstancia de ligero alejamiento para meterme en diversos asuntos que estas últimas semanas han golpeado las más que diversas sensibilidades ciudadanas y que son habituales de mis reflexiones en este medio. El hecho de incorporarlos juntos a modo de compra de supermercado se debe a que pienso en las circunstancias político electorales definidas por el próximo mes de marzo. Cada una de las reflexiones afecta sonoramente al resultado electoral y son fruto de un cierto desconcierto gubernamental sobre las prioridades y los aliados que dan votos y legitimidad a las izquierdas.

La ordenación de la casuística corresponde exclusivamente a su aparición neuronal, sin importar calendario, significación política o de posibles indemnizaciones. Les ahorro interpretaciones freudianas a la luz de su escasa consistencia en épocas de genómica desatada. Voy a ello.

Primera: Si alguien creía que aquello que se dio en llamar la crisis de las infraestructuras en Catalunya era agua pasada, se equivocó de lleno. Un año es menos que veinte, si nos atenemos al paso del tiempo recomendado por el ilustre tanguista. Y si entonces, el debate era en torno a insatisfacciones económicas ya por falta de inversión, ya por agotamiento de determinadas estructuras de movilidad, ahora la crisis es de dimensiones planetarias que abarca el modelo de estado y la confianza en los ingenieros de caminos, especie, ella, muy madrileña. Si entonces el ciudadano catalán estaba en manos de una gran melancolía tanto por su bolsillo, como por su impresión de futuro, ahora la cosa es bien distinta. El apagón, recuerden que solo fue el reciente verano, demostró como la privatización empresarial de sectores básicos fue un engaño mayúsculo orquestado por los poderes de la centralidad (al mejor modo postsoviético posible) que dio en acabar en un notable e indigno apagón en la periferia. Las debilidades del poder público, principalmente el hegemónico en Madrid, el ansia por el dividendo por encima del servicio y otras menudencias por el estilo se tradujo en un impacto ciudadano que fue sobrellevado con santa paciencia por un lado y mucho descaro por otro. No habiendo terminado este asunto, a falta de informes técnicos y políticos recién anunciados y en espera de sentencias más ejecutivas, el AVE, pájaro de mal agüero donde los haya, ha terminado la faena que Endesa dejó inconclusa. Ahora el buen ciudadano piensa que Catalunya está que se cae. Y aunque les parezca exagerado, la impresión popular y mediática no es más que esa. Sin alardes políticos, ni altibajos de encuesta electoral de momento, la conciencia intima ciudadana está dispuesta a mostrar cosas nuevas (tal vez votando cosas viejas o no votando en absoluto). Es un mar de fondo ya muy profundo y muy difícil de superar, incluso contando con la inauguración de una estación de lujo. Es digno resaltar que medio país puede estar en zona de colapso, con costes altísimos para ciudadanos y empresas, sin que pase lo que tiene que pasar, es decir responsabilidades a todos los niveles, cambios y enmienda. Podemos disponer de la evidencia que pocas, poquísimas cosas se han hecho adecuadamente y que no les ha pasado casi nada a los presuntos responsables.

¿Se imaginan ustedes a los ilustres propietarios del Corte Inglés impávidos frente a una caída de ventas por falta de llave en la puerta del almacén? ¿Creen que el consejero delegado no daría con la puerta en las narices a una buena docena de mal empleados? Estoy seguro que el jefe de departamento responsable estaría en el INEM, ahora mismo. Pues bien, la clase política, la técnica (ojo al dato, mi parecer estamos ante una horrenda cadena de despropósitos técnicos) y la empresarial responsables de un inmenso desaguisado aguantan agarradas a un poste ardiendo. Cualquier cosa más que acontezca del mismo estilo, que dada la calidad de los proyectos en marcha puede suceder en cualquier momento, pondrá la caldera en fase explosiva. Resalto lo siguiente: No hay respuesta adecuada a los problemas, ni empresarial, ni técnica, ni política. Están en cuestión no solo la capacidad de los gobiernos, sino, mucho más grave, la capacidad de las organizaciones que gestionan obras, infraestructuras y que tienen nuestra vida en sus manos. Aprovecho para recordarles un artículo del abajo firmante titulado, ¿los suizos son independentistas?, en que resaltaba que la conciencia de la buena administración atemperaba los ánimos cantonales. Ahora estamos en el supuesto inverso. Les advierto que últimamente me siento cantonalista radical. Y ello, aduciendo que el mismo territorio y población que sufre los dislates de unas obras mal concebidas, ha vivido hace tres trienios un proceso de transformación urbanística, los juegos olímpicos, ejemplarmente ejecutada a la vista de lo de hoy. Las molestias fueron mínimas, se sabía por que y los plazos se cumplieron con exactitud suiza. ¿Alguien se imagina a la RENFE o al ADIF preparando los juegos para un día D y una hora H fijados 6 años antes y sin posibilidades de aplazamiento? Nunca se hubieran hecho los juegos con semejante personal.

Segunda: La crisis inmobiliaria muestra lentamente sus garras. Los efectos derivados del impacto americano se hacen poco a poco evidentes en nuestro país, reducción de la actividad inmobiliaria, crecimiento del paro, fricciones hipotecarias. La crisis trasatlántica se juntará con la propia a no tardar. En fin, sin ser alarmistas, estamos en un aterrizaje suave pero efectivo del mecanismo de crecimiento de los últimos años. No es que no fuera posible, ni que no sea deseable. El problema es que no edificamos el recambio en el momento oportuno y tendremos que esperar y ver. La productividad no está en buen momento y la reacción de otros sectores es desconocida. Tendremos empacho de incertidumbre con PIB a la baja. Las cabezas parlantes, que no se si pensantes, nos advierten por obligación que no pasa nada grave. Pero ciertos medios se hacen eco de que la banca no muestra determinadas cifras desde hace unos meses. Algo habrá, si esto es así y está por llegar. Insisto en un calendario de horror, hemos pasado de un crecimiento (no cito el término desarrollo ex profeso) a una latente crisis a cinco meses de unas elecciones planteadas como un degüello. La guinda la está poniendo la inflación, que ha aparecido con cara de rabia y afectando, hay de mí, a productos básicos alimenticios.

Tercera: Las alegrías presupuestarias del gobierno, cheques y subvenciones para todos, producto de un superávit galopante y muy costoso en términos sociales, juntamente con un gran crecimiento de las necesidades sociales por los efectos demográficos ya conocidos (envejecimiento e inmigración) van a generar tensiones políticas y económicas. Una ley de la dependencia, pensada adecuadamente para los más afectados requiere recursos y una excepte gestión. No tenemos ni lo uno, ni lo otro. Un diablillo me explica que los expedientes de los catalanes necesitados de asistencia inmediata están en unas cajas apiladas en espera de algún milagro, sin ni siquiera registrar (¿cómo estarán en otras comunidades?). Mientras, los derecho-avientes de esas prestaciones simplemente se mueren o permanecen en estado deplorable de soledad y falta de atención. ¿Entienden lo que les digo? A mi parecer estamos dilapidando recursos públicos sin priorización social, buscando votos o fotos al tuntún y dejamos todo el lateral derecho sin defensa posible. No es un comentario a la ligera. Un estudio adecuado de las decisiones que las CCAA toman respecto a la financiación de los equipamientos sanitarios, sociales, educativos, nos advierte que se emplean los más variados artilugios de lujo para desplazar la carga financiera al futuro y poder construir ahora y disponer los servicios de inmediato. No está mal hecho, no señor. Aunque muestra una dura realidad, las necesidades van por un lado y el sistema de financiación de las prestaciones y servicios públicos por otro. El personal esperaba lo que la ley les prometía y de momento de lo dicho no hay nada.

Cuarta: Nuestra querida vivienda. Estos últimos tres años lo hemos visto todo. Precios por las nubes, hipotecas estrafalarias, familias atadas de pies y manos. Promotores alegres y confiados, banqueros en pleno disfrute de las comisiones y los intereses. Políticos prometiendo el oro y el moro, incluso al borde del acantilado. Y una enorme cantidad de posibles y reales familias en busca de una solución a su estado carencial de 500.000 euros por 70 metros cuadrados o su exceso de carga financiera de por vida. El espectáculo es más que lamentable, el fracaso de cuatro años de: ahora si, ahora vamos a tener política de vivienda, es incalificable dentro de la ortodoxia declamativa. El número de viviendas de alquiler asequible (el eslabón débil de la cadena de la oferta de vivienda y el eje de cualquier política pública coherente), sea en el formato que sea, que ha llegado al usuario es ridículo. Punto.

En fin, como ven hay necesidad de mucha alegría y buen vino para disponer el voto en la urna. A fe mía, insisto.

Lluis Casas, ritornato