No crean que no acepte, e incluso me divierta, el lado cómico de la política. Pues claro que sí, cualquier circunstancia de la vida puede ser vista y explicada en clave de humor. Un humor que debe corresponderse con el contenido real del asunto del que nos reímos. Esa es la única condición desde mi punto de vista para ello. La risa es crítica, inconformista, punzante para que sea una risa humana, adulta, rica.
Por eso no creo que uno pueda reírse impunemente de las victimas y de los verdugos como si fueran la misma cosa, como por ejemplo en la última guerra de Gaza me resultaría insultante y deformante un chiste a propósito de judíos y palestinos. El mismo caso seria con el ligeramente lejano holocausto. No es lo mismo reírse de los nazis y de sus prisioneros a la vez, como si todo nos fuera igual.
En fin, no creo que sea lícito, en términos filosóficos e incluso políticos, reírse de la democracia o del conjunto de los políticos como si no hubiera detrás asuntos de gran relieve y de consecuencias graves y enormes diferencias entre ellos y entre el pensamiento que los sustenta, así como su capacidad de poder en los medios. La broma verdadera es la burla del poderoso. La broma es una parte más de la visión de la vida, pero vivir de la broma acrítica, alejada de cualquier circunstancia real me parece no solo un negocio simple, sino una tomadura de pelo y un enorme riesgo de desmotivación política, rayando desde este punto de vista con un cierto fascismo light. Que fácilmente puede transformarse en duro.
El programa Polonia de TV3 tiene a mi parecer todos los ingredientes negativos del ji, ji ja, ja acrítico, no explicativo, incluso a pesar de su éxito o precisamente por ello. Sus creadores tienen oro monetario en sus manos y lo explotan al máximo. Los tenemos en la radio y el la TV desde hace muchas temporadas. Recuerdo especialmente un programa de radio que me produjo una reacción virulenta. El día en el que el entonces presidente Maragall anunció en sede parlamentaria su no presentación a las elecciones, el equipo de cómicos mezclaba las palabras reales en directo del presidente con su substituto de ficción, junto con otros personajes. El resultado fue esperpéntico. Nada que ver con el dramatismo político, institucional y personal de la ocasión. Creo que fue una enorme humillación para la democracia y para la persona que la encarnaba en aquel momento. Nadie reclamó nada, con los cómicos nadie se atreve, ni ellos mismos.
Todo ha sido así en Polonia, desde un humanizado Franco a caballo a un papa doméstico que disfruta haciendo tonterías. Así, Franco aparece como un vejete cascarrabias (eso sí, tenía “sus cosas”) casi tan entrañable como el abuelo Cebolleta. La realidad es mucho más dura, ni Franco, ni el papa de Roma, ni el rey de España puede ser vistos exclusivamente como torpes actores cómicos de algunas acciones de escasa importancia, son actores de gran relevancia política e histórica, cuyas conductas han producido consecuencias enormes en el país. En el caso del Franquito de marras, una guerra civil y una durísima y cruel dictadura. La broma ha de partir de ahí.
Recuerdo que el precedente del programa actual tenía que ver con el Barça, hace ya algunos años, y consiguió que el entonces presidente barcelonista Núñez, un personaje del mundo especulador inmobiliario de Catalunya con acciones que se cuentan en la historia inmobiliaria más truculenta, acabase siendo un personaje simpático y amable. Nada que ver con su acción efectiva sobre la ciudad.
Los personajes políticos que aparecen en Polonia no aguantarían más allá de dos o tres programas. No tiene ninguna gracia real el acento y la inexpresividad del presidente Montilla, más allá del detalle en concreto, aunque podrían tener mucha mayor critica desde otros puntos de vista. Como tampoco la tiene la mayoría de los demás personajes. Un político tan turbio como el ex ministro de interior del PP ha aparecido como una especie de diablillo estúpido. Lamentable.
Catalunya tiene una larguísima tradición de caricatos, dibujantes y escritores o periodistas que manejaban contundentemente el humor con eficacia y sentido. Hoy Polonia nos retrotrae a un sin sentido, que no es un non sens francés, y que aligera la conciencia respecto a muchos de los personajes que aparecen. Lo peor del cómico.
Lluis Casas arriesgándose a que se burlen de el