Con lo que está cayendo y la propuesta ideológica neoliberal no cesa. Da igual el espectáculo protagonizado por la banca internacional, o por los líderes de ese mercado fullero de la bolsa moderna, que van apareciendo uno a uno con las manos esposadas. O los inventos inmobiliarios, con precios por las nubes y promociones de nunca acabar, nunca mejor dicho lo de no acabar. Por no citar ese cáncer nuestro de los vividores de lo público y de la corrupción.
La ideología no descansa. Tenemos ración ideológica por parte de los empresarios, al menos de los que salen en los medios farfullando no se que cosas respecto al despido libre, al ajuste salarial y a los contratos a su gusto. Canción que es casi de cuna, puesto que se repite haya o no crisis, vayan o no bien los negocios. Sirve para cualquier momento de la coyuntura o de la superestructura.
Para algunos empresarios lo que hay que tener es un buen sistema de explotación sobre los trabajadores, de forma y manera que ni sindicatos, ni derechos, ni gaitas. Pagar poco, muchas horas y si hace falta a la calle que ya es hora. Eso si, piensan que el consumo debe volver por sus fueros, faltaría más. Todo el mundo debe renovar coche, televisor y calcetines y a ser posible de su marca. Aunque claro, no cuentan que se haga con el sueldo que cada uno cree que debe pagar en la fábrica, en el taller o en la oficina, puesto que esos sueldos no dan para ello. Tal vez alienten que se pague con otros recursos. ¿Unas horas extraordinarias en momento de crisis y de reducción de la producción o tomando las esquinas de las poblaciones para ofrecer lo mejor que se tenga? Algo deberían decir al respecto esos señores. ¿Como piensan esos empresarios que el consumo se recupere? Sin salarios y por intercesión milagrosa. Los más apañados esperan que el gasto público en inversión les de un empujoncito, si puede ser personal, pero de ahí no pasan.
Hay más ideología para repartir. Solo cabe leer a los sesudos expertos en impuestos que reparten dividendos exigiendo una rebaja de la fiscalidad directa (una más) y un incremento de la indirecta. De modo y manera que los más ricos se beneficien de la situación, pobrecitos ellos. Nos la están jugando desde hace tiempo con los impuestos sobre el patrimonio, sobre sociedades que por su propia definición afectan a quien más tiene, como afirma la doctrina, eliminando paulatinamente coeficientes, introduciendo deducciones y correcciones. El impuesto sobre las rentas ya ha sufrido drásticas transformaciones que dejan libre un sinfín de ingresos financieros y patrimoniales. Todo a gusto de unos pocos.
No veo yo estos días a ningún predicador de estos explicar como y quien pagará la factura de la banca o de la solidaridad al inmobiliario desfallecido. Deben pensar que vendrá en nuestra ayuda algún paraíso fiscal. Eso si, son acérrimos partidarios del equilibrio presupuestario y del déficit cero. Aunque no cuentan como se forma el saldo resultante de las exigencias de salvación nacional de la banca, del inmueble y de la fábrica de automóviles.
No citemos ya a los cariacontecidos promotores que esperan un rebrote del trauma inmobiliario, escondidos detrás de las pifias solemnes de otros o atrincherados por la banca como colaboradora necesaria. Por no citar el extravío público respecto a la vivienda que pierde día a día la oportunidad histórica de ofrecer al país un nuevo paradigma de la vivienda digna y pública.
Y no olvidemos a esos exclamadores de financiación para las pequeñas empresas (dormidos hasta ahora), empresas ahogadas por la retención del crédito bancario. Individuos que no tienen vergüenza ajena en sentarse al lado de los piratas bancarios y sus botines. Exigen y exigen al estado fondos sin límite y no aportan la más pequeña reflexión sobre la falta de banca pública o de regulación financiera y participación en la privada cuando esta necesita auxilio y respiración artificial.
En fin, ya ven ustedes que no carecemos de ideas brillantes para hundirnos más en la crisis, ahora si, haciéndolo a la manera de los neoliberales o de las derechas autómatas: solo los no ricos.
Lluis casas impertinente, ya me perdonaran por la demagogia.