miércoles, 18 de marzo de 2009

ACERCA DE LA MODERACIÓN SALARIAL







El afamado editor parapandés que me acoge en Metiendo bulla me pregunta sobre ese título inicial. Me dice, ¿tiene sentido eso que piden a gritos los empresarios? ¿La moderación salarial, término efeumístico que encubre a la vez la limitación de incrementos salariales y la reducción pura y simple de los mismos, es una forma de actuar adecuada contra las inclemencias de la crisis?[1]


Ha habido coincidencias en torno a la pregunta, primero el president Montilla hizo unas declaraciones sorprendentes que necesitaran de un comentario específico
[2]. No ha sido la del president la única casualidad en torno al encargo. La crisis de SEAT ha puesto muy crudamente encima de la mesa sindical la continuidad de la empresa. Una forma de chantaje que viene siendo habitual con nuestras empresas con raíz exterior. Volviendo a la pregunta inicial, debo advertir que el asunto tiene distintas respuestas, lo que no es una afirmación a la gallega para escabullir el bulto.


En primer lugar hay que definir si estamos en una estrategia de negociación empresa a empresa, o en el marco de acuerdos más o menos globales entre patronales y sindicatos, o bien, para acabarlo de complicar, si en el escenario está incluida la administración acogiendo compromisos dentro de grandes pactos de estado. Esa escenografía es básica para responder, la dialéctica de la negociación empresa a empresa tiene sus lógicas que no son las mismas cuando subimos el nivel y consideramos negociaciones más globales. También hay que considerar el tipo de crisis que intentamos aplacar, si lo es a nivel de empresa o más general de sector o de un territorio, o vamos hacia un conflicto mucho más amplio, estatal o mundial.


En cualquier situación sociolaboral una negociación por el futuro comporta saber de que futuro hablamos, de que costes se tratan, de que medidas aplicaremos y como distribuimos todo ello entre los implicados. Añado una cierta dosis de partida de póker o de mus, según el ambiente en que estemos. Lo que digo no es una broma, en este tipo de negociaciones las estrategias del juego cuentan, vaya si cuentan. Cito además una componente que creo relevante, los asalariados están, en general, dispuestos a sacrificios solidarios y por ello a una cierta claudicación permanente cuando se trata de manifestar solidaridad con los que están sin trabajo. Cosa que no ocurre con sus oponentes empresariales. Ese componente sociológico provoca que el empresario tenga mayor margen de maniobra. Empresario o patronal, que viene a ser lo mismo. Una mirada a acuerdos de cierto relieve en el pasado reciente nos confirma siempre que esa disposición de solidaridad constituye un factor siempre presente y siempre operante. Lo que valoro en alto grado, pero que afirmo que es un riesgo. El asunto tiene una componente básica en torno al papel del sindicato como mobilizador de mejoras salariales y de condiciones de trabajo, pero hoy la pregunta del editor nos lleva más allá, en la lucha por la supervivencia de empresas, sectores, territorios y paises y como se incardina en ello la cuestión del salario como variable estratégica.


Definamos ahora pues los marcos de esa situación negociadora. La crisis de raíz financiera e inmobiliaria y de amplitud planetaria se ha extendido a la producción a través de la reducción del consumo intermedio provocado por la drástica reducción de la producción inmobiliaria y por el retraimiento del consumo. Ese retraimiento ha sido consecuencia en parte de la debacle inmobiliaria y de la baja capacidad de maniobra de las familias endeudadas en hipotecas y similares y por el miedo al futuro, claro está, que ha emplazado a las familias al ahorro máximo en bienes de consumo duradero, principalmente los automóviles. La retracción total del consumo es de órdago y tiene una tendencia a permanecer mientras no desaparezcan los nubarrones y el chubasco que está cayendo. Es, como muchos expresan, un círculo vicioso, crisis, paro, reducción del consumo, más paro, más reducción del consumo, etc. Al que añadimos de reducción de los precios en un avance hacia la deflación, la peor situación para los que deben repararla. Hay que añadir, para más INRI que los salarios en los últimos veinte años han tenido una perdida constante en el PIB. La advertencia viene a cuento ya que el porcentaje de consumo sobre los ingresos es muy superior para las clases trabajadoras, es decir una reducción salarial tiene un impacto sobre el consumo muy elevado. Esa situación económica exige acuerdos amplios en el tiempo y en las dimensiones sectoriales y territoriales (evolución de la industria, renovación de los sistemas de financiación, impulso a nuevos sectores tecnológicos, reformas potenciando la educación, extensión de la protección social, mejora de la productividad social, etc.), acuerdos que están más en el extremo de los pactos de estado que en la negociación empresa a empresa.


Una negociación del estilo “una a una” prima la circunstancia, las ventas, la inversión prevista, la evolución del mercado concreto en donde se desenvuelve la empresa. Ahí, la motivación salarial puede tener un carácter estratégico para salvar una mala situación o puede ser simplemente una táctica empresarial contra los trabajadores utilizando informaciones no contrastadas. La situación la tenemos cercana en SEAT o en NISSAN, en donde las direcciones patronales juegan a ganar puntos sobre los salarios sabiendo que la otra parte desconoce hasta que límite es o no importante el asunto en la perspectiva concreta de la crisis. Difícil es tender estrategias a ese nivel, pero si debemos reconocer que el ajuste salarial pude tener consecuencias beneficiosas si va acompañado de una actitud empresarial adecuada. Los salarios pueden recuperarse después.


Si hablamos de sectores, comarcas o distintas unidades de negociación colectiva nos empiezan a aparecer otras cuestiones no estrictamente vinculadas al salario, ni a la empresa propiamente dicha. Ahí los esfuerzos salariales, si son acordados, deben ser altamente compensados por medidas de dinamización económica, de inversiones a largo plazo, de acuerdos de revisión en función de objetivos más colectivos. Lo que leen es la participación de las administraciones como agentes catalizadores conjuntamente a empresas y sindicatos. Nunca en ese estadio el salario es un recurso estratégico de salvación de empresas, sectores o territorios. Es uno más en una larga lista en donde todas las partes ceden y aportan compromisos. La valoración es global puesto que el objetivo es un futuro distinto de la realidad previa a la crisis. Insisto, un futuro distinto.


Si nos desplazamos a los pactos de estado, ahí la cosa es más sencilla respecto al salario. En este contexto el sacrificio salarial no es ni de largo algo estratégico para la crisis
[3], sino que es un elemento de compromiso sindical, como el control de los conflictos, que atiende más a mantener acuerdos y compromisos altamente complejos que a participar en la solución de la crisis de una manera significativa. Ahí el salario debe tener claro hacia donde va en el futuro, como por ejemplo la recuperación de su participación en el PIB, unas nuevas políticas sociales que son salario social, otras políticas de vivienda que eviten el endeudamiento hipotecario, la mejora de la formación, el incremento de la productividad por nuevas inversiones públicas, etc. En definitiva, pienso que la moderación salarial, sea lo que sea lo que signifique, es algo un tanto inmaterial que tiene que ver con la creación de un marco de confianza económica, de acción conjunta y de búsqueda coordinada de un nuevo futuro. Que nada definitivo puede hacer frente a una crisis de consumo, de financiación, salvo en algunas excepciones muy concretas.


En un reciente documento del que facilito copia a la redacción, se expresa numéricamente lo que los salarios significan frente al producto total, al menos en la escala de la producción final del producto. Los datos son de SEAT y están referidos al año 2007. El peso salarial de la planta es respecto al valor medio del producto final de un 8%, todo el resto es aportación de proveedores y valor añadido en el precio (SKODA está en el 13%, igual que la central Volkswagen). Esa cifra demuestra que aunque moderemos el factor salario en SEAT su situación no variaría, a menos claro está que pasemos a la simple esclavitud. Como corolario añado la importancia de calcular que esos perceptores de salario son la base del consumo, serán quienes comprarán la producción y que en el marco de una crisis generalizada la expectativa de la exportación es muy limitada. De ahí el papel crucial del sector público como regulador del consumo generando inversión y gasto.




[1] Por no añadir cuestiones sobre el tiempo de trabajo, turnos, etc. que siempre van asociadas.
[2] http://www.revistalafactoria.eu/articulo.php?id=448
[3] Tal vez con la excepción de dinámicas perversas como fue la inflación pasada como referencia de actualización salarial y en cuanto el problema es de inflación de precios.