lunes, 30 de mayo de 2011

VIOLENCIA CONTRA LOS ACAMPADOS



El manejo del aparato policial siempre es complejo y arriesgado. Es fácil quedar corto en la actuación y mucho más fácil, por la idiosincrasia mayoritaria entre los miembros de la policía y por el asunto en si mismo, pasarse de la raya. Hay que reconocer que a veces el material opositor a la policía en determinadas circunstancias, tampoco facilita una acción mesurada y tranquila. Las cosas como son.


Los conflictos de seguridad y más cuando son masivos y callejeros son difíciles de medir. Tan es así, que hasta el año 2007, momento en que Joan Saura se hace cargo del asunto, los medios de comunicación, el Parlamento y en general los políticos eran extremadamente prudentes al comentar las acciones policiales. Se entendía, creo que muy adecuadamente, que esa materia era tan delicada que el consejero o consejera de turno asumía unos riesgos que le era muy difícil manejar. Había, pues, que respetarlo, dentro de lo que el sistema democrático permite.


Durante los últimos cuatro años esa prudencia institucional, que no quería decir silencio o tolerancia, se rompió y se estableció un pim pam pum contra el consejero y contra ICV en los medios y en la actitud de los políticos de la oposición (incluso en determinados momentos entre sus socios de gobierno). Al margen del acierto o desacierto en la gestión de tan difíciles asuntos, se llegó a esperpentos difíciles de aceptar en una democracia asentada y en un país que no tiene rasgos violentos en si mismo. La máxima exageración de la cosa fue la petición de dimisión del consejero antes de su toma de posición. Cosa que aludía a que, incluso en democracia, determinadas fuerzas políticas no estaban legitimadas para ejercer ciertos cargos o funciones. Ahí se vio de qué iría la cosa y la legislatura. La Vanguardia, aunque no solo ella, enardeció el ambiente con cualquier excusa, fuera o no al caso.


En fin, la historia de los cuatro años es suficientemente próxima para que los lectores y críticos la recuerden perfectamente. En una desgraciada y poca adecuada acción en la plaza Universidad, el director general de la policía fue cesado. Tuviera o no responsabilidad directa y suficiente, el cargo de director general es un fusible político para utilizarlo como vía de apaciguamiento si ello hace falta. Así se hizo. No recuerdo a partir de ese momento acciones controvertidas de la policía de magnitud semejante. Las acciones en tranquilizar y legalizar la acción policial en las comisarías, mediante la aplicación de las recomendaciones internacionales, las famosas cámaras, dieron en eliminar sospechas, denuncias y otras hierbas. La policía quedó a salvo de críticas ciertas, puesto que su actuación en los momentos delicados de los interrogatorios quedaba reflejada en filmaciones. El código ético ultimó la aplicación de las medidas para que los Mossos fueran una policía ejemplar. Todo ello aderezado con la finalización del despliegue y las duras negociaciones sindicales en torno a los asuntos habituales laborales.


Hay que resaltar que el despliegue de la policía autonómica exigió un esfuerzo organizativo y demográfico que generaba riesgos evidentes. Y que la valoración final fue lo suficientemente positiva para la mayoría. Sin evitar las críticas sobre la falta de efectivos que periódicamente aparecen en cuanto uno o varios delitos se concentran territorialmente. Las estadísticas avalan que la seguridad en Catalunya es más que suficiente y que las mejoras a aplicar pueden hacerse con el tiento y la tranquilidad de lo que está aceptablemente bien.


Esta última semana hemos asistido a una acción valorativamente peor a lo visto en los últimos años, puesto que fue planificada en todos sus aspectos sobre un colectivo (los acampados del 15 de Mayo) que había dado suficientes pruebas de tranquilidad y mesura dentro de una reivindicación y acción de nuevo corte. A las excusas sanitarias o de simple baldeo del espacio público, se añadieron, con extremada torpeza, motivos ajenos a los ocupantes de la plaza Catalunya, como la hipotética celebración de la Champions en Canaletas y el uso en el territorio utilizado para debates y votaciones de material altamente sensible a la seguridad como son los ordenadores portátiles, las bombonas de butano adscritas a la cocina y, tal vez, ese extremadamente peligroso instrumento, que es la cacerola popular. Insisto que en ese caso todo estaba a la vista y la programación policial exhaustiva.


Si nos saltamos la descripción de los hechos concretos del viernes, conocido y visto por la mayoría, nos situamos simplemente en el área de los resultados: la policía autonómica entra a saco y ensangrienta más de una cara y más de dos espaldas de los acampados.


Resultados sobre la acción en si misma, sobre las consecuencias posteriores, sobre la extensión del conflicto y sobre lo que entendemos por espacio público y por democracia, participación y mecanismos de opinión. Y ahí si que hay responsabilidad política más que evidente. Un consejero de Interior no puede estar cómodo, como parece el actual, presentándose en público con el bate de béisbol con que el programa televisivo Polonia lo humaniza. El bate es instrumento, fuera del campo de juego, de violencia de máximo nivel y puede asociarse tranquilamente con el fascismo callejero. Pero a nuestro ilustre consejero estas cositas le hacen gracia. Será porque no tiene imagen que preservar, recuerden lo próximo que ha estado respecto al famoso 3% de las promotoras y constructoras. Recuerden que no es hombre de matices y de comprensiones. Un individuo que primero dispara, en sentido figurado, y después pregunta.


Esas gracias televisivas aceptadas como algo propio por el conseller han dado en finalizar, de momento, en una acción en donde la desmesura, la falta de proporción y la falta de gestión inteligente son la muestra de las capacidades y de los objetivos del responsable político. Esa muestra ha estado combinada con una impresentable explicación de los porqués y comos, explicaciones que daban para la risa grouchiana sino fueran asuntos tan importantes y delicados.


Incluso alguno de sus compinches de largo recorrido se ha visto obligado a mentarle la madre, En sentido completamente figurado. Aunque el Presidente no ha dicho gran cosa, síntoma que incluso su insensibilidad hartamente conocida ha dado en reconocer que en el flanco de Interior tiene algo más que un problema.


Me atrevo a afirmar que si la entrada de CIU en Interior se hubiera hecho con mesura y prudencia, aprovechando todo lo bueno existente, si no se hubiera utilizado la boca sin freno, ni las decisiones perentorias sin justificación, incluso el mismo consejero hubiera sido más racional y consecuente con los hechos. Pero cuando uno se lanza por esas vías de absurda venganza política y de creencia ciega en que solo uno tiene la razón, luego pasa lo que pasa.


Todas las policías democráticas tienen sistemas de mediación de conflictos. De forma que cuando se actúa menos con contundencia porque ya no es necesario y se evitan muchísimos riesgos totalmente innecesarios, a la vez que se visitan mucho menos los centros nosocomiales para restaurar la salud y los brazos y piernas afectados. La mediación significa la existencia de respeto para todos, la aceptación que la crítica, que el espacio público, que la protesta pacífica es un bien en si mismo, estemos o no de acuerdo con lo que se reclama. Cuando esa mediación es inexistente y anteriormente se empezó a desplegarla, siendo boicoteada y, después, simplemente despedida, significan lo que ustedes, lectores con raciocinio piensan.


Efectivamente nos falta un pedazo de verdadera democracia en la sede de la policía.



(1) Véase
http://www.youtube.com/watch?v=ibLIV-xVSuY




Lluis Casas partidario de la ley y el orden, pero no de cualquier ley y orden.