En plena semana de noticias desalentadoras, que exigen algo que se ha ido perdiendo --la capacidad de agitación, de acción, la rebeldía frente al poder, etc-- les enumero algunas cosillas que nos tiene deparado el futuro, si alguien no lo remedia.
Primer apunte. Lo tenía anunciado en este medio desde hace algunos meses y años. La estructura financiera del país descansa (es un decir) en dos patas totalmente distintas. Una la de los bancos, todos ellos privados con objetivos prioritarios de máximo beneficio; es una estructura oligopolista en la que dos instituciones cortan el bacalao y todo lo demás. La otra, las cajas, con un estatuto peculiar que se acerca a la propiedad colectiva y con objetivos sociales, responde a una cercanía al ciudadano y a las pequeñas empresas, tiene un arraigo territorial fuerte y una gran dispersión de entidades, lo que algunas veces es un factor positivo y otras negativo. La tercera pata hace tiempo que desapareció, la banca pública. Mal vendida a la banca privada por cuatro duros, dejó al gobierno federal huérfano de la acción financiera directa. Hoy con la crisis y la reacción negativa de la banca privada a acelerar el crédito, se echa a faltar mucho.
Pues bien, el largo proceso de privatización de las cajas ha dado esta semana un paso muy importante con la victoria de los sectores propensos al desarrollo de las acciones participativas y a la expulsión de los “políticos” de los consejos de administración. Eso es un paso enorme. Es curioso que las cajas sufran ataques por su politización, concepto que desconozco su significado preciso, cuando la crisis ha atacado por igual a la banca privada que a las cajas. En los dos casos por asociarse excesivamente con el submundo inmobiliario. Pero para unos es politización y para otros flores a María. Si politización es que la representación política, comunidades autónomas y administración local, ocupen puestos relevantes en los consejos, he de decir, que es una politización muy sana. Prefiero a mis representantes políticos ahí que a la ambición desmedida de los ejecutivos auto seleccionados. Simplemente hace falta cierta prudencia normativizada para evitar que se tomen decisiones de alto riesgo. Cosa que puede hacerse sin grandes estragos.
La cosa está clara, la banca ha de ser privada y ha de comerse al 50% del mercado que según su parecer está en malas manos, es decir, no está en sus manos. El asunto es de cientos de miles de millones de euros. No está mal.
Como de una propiedad colectiva se trata, estaría bien que la izquierda defendiera con uñas y dientes esa circunstancia y no se tumbara a la bartola mirando el espectáculo. O conformándose con algunos sueldos que puedan caer.
Segundo apunte. Es el sistema fiscal. También es todo un largo proceso de destrucción de un sistema progresivo y suficiente a los objetivos públicos. Poco a poco, la gran propiedad y los ricos en general han ido trasladando la presión fiscal sobre los sectores medios y, sobre todo, sobre el salario. Hoy el incremento del IVA va en la misma dirección. Para recomponer las finanzas públicas se busca la fiscalidad indirecta y se pone el ejemplo europeo. Pero cuando se trata de comparar IRPF, sociedades, patrimonio, SICAB, presión fiscal, evasión fiscal, etc. Europa desaparece. Eso va a determinar un poco más un país con las patas de la financiación pública no solo torcidas sino empequeñecidas. El debate se centra en la detracción del consumo que el incremento del IVA puede suponer. Eso es una parte y, según mi parecer, la menos estratégica. El consumo suntuario pude detraerse todo lo que se quiera, el consumo que impulsa la economía no es el Porsche Cayenne, sino el gasto familiar estándar. Los consumidores ricos no gastan ni más ni menos por la presión fiscal indirecta, son pues unos excelentes objetivos para los impuestos. Otra cosa es el pan y la sal de cada día.
Lluís Casas, Pitoniso Pito, para los que no lo saben, ese personaje acierta con el ganador de la liga desde hace décadas.