martes, 16 de marzo de 2010

UN PAÍS HISTÉRICO




Por motivos profesionales ocasionales me encuentro cercano al mundo de las emergencias, aunque sin capacidad de actuación, afortunadamente. Por lo que he vivido relativamente en cercanía los sucesos de esta última semana. Lo que va a continuación es el poso que me ha quedado.

Lo de la nevada ha confirmado lo que ya se sabía. Catalunya está en la senda del histerismo agudo. Histerismo de la corporación periodística tan solo preocupada por el titular, venga a cuento o no, y de la oposición que se agarra a un clavo ardiendo (incluso cuando nieva) por pura ansia de desgaste. Unos y otros poco favor hacen al país y a sus ciudadanos. Pasó con el viento, pasó con el fuego y ha pasado de nuevo con la nieve. En los tres casos, sucesos extraordinarios, absolutamente imprevisibles en sus consecuencias sobre el terreno, que es aquí una variable que normaliza en un sitio y causa hecatombe a trescientos metros.


Que una persona afectada por cortes de carretera o de trenes o por falta de alumbrado se cabree, es lo más normal del mundo y así hay que aceptarlo. Mientras a uno no le vaya según crea que le ha de ir, todo lo demás no importa. Es inútil argüir que la naturaleza nos pilla desprevenidos y sin defensas, colectivas y personales, de vez en cuando y que no es razonable prepararse para lo que no es nada común. El afectado se queja y se cabrea. Y ya está. Hasta aquí no deja de ser medianamente normal.


Lo otro es distinto, el periodismo, si es que queda algo de él, insufla en los momentos más delicados toda la agresividad e inconsecuencia posible para tener portada. Es inútil que se sepa que cuando la naturaleza rompe con la rutina no hay programa que valga y si, además, el 70% del territorio queda afectado en tres horas los recursos son imposibles para todos. El caos aparente duró aproximadamente 12 horas y se prolongó hasta 24 por causas de aglomeración camionera en las carreteras. El apagón de Girona aportó otro tanto de incomodidad gruesa y de larga espera temporal, pero afectaba a una porción pequeña de la población y sus causas eran técnicas, dejando a parte el incumplimiento crónico de las eléctricas. En este ambiente, algunos cronistas, muy pocos y con escaso peso en las portadas, aportaron algo del supuesto seny. Dijeron que una sociedad montada en la movilidad queda fácilmente afectada por los fenómenos metereológicos graves. Y eso ocurre en todas partes, como este largo invierno nos demuestra. La serie de afectaciones en Francia, con 50 muertos no lo olvidemos, en Alemania, en gran Bretaña, en los USA ahora mismo, en Italia, etc. ha sido considerable y de dimensiones enormemente superiores a las que se ha sufrido en Catalunya. Los demás países han resistido las acometidas naturales (amplificadas por esa manía humana de establecerse en donde le place sea seguro o no) lo mejor que han podido y no ha habido reclamaciones al estilo catalán. En Europa y los USA la población y los medios de comunicación saben que frente a las tormentas graves nada es previsible y que permanecer en cas es una sabia medida. Incluso el alcalde de Londres con voz de trueno les dijo a sus administrados que no compraría más limpianieves por muy duros que se pusieran. Afirmaba que para tenerlos durante diez años en los almacenes simplemente por si acaso no valía la pena. Aquí, una voz habitual en la radio pública de primera hora de la mañana despertaba a sus oyentes al grito estentóreo de que el iba a dar información de la realidad, cuando la administración solo daba partes oficiales, sinónimo de mentira según su argumento. Su realidad consistió en dar micro a algunos cabreados por quedar bloqueados en la carretera. Entre ellos camioneros pillados entre Francia y Catalunya y en espera que Francia pusiera semáforo verde. En otro caso fue un usuario del ferrocarril, quejoso de la travesía peatonal y nevada que tuvo que hacer, desde el lugar del bloqueo hasta el pueblo más inmediato. Fantástico. El detalle hace el fenómeno y sin más comentarios circunstanciales. No había acceso en vehiculo al tren y en su caso el grosor de la nieve lo hacía imposible.


Como ante todo fenómeno no programable, la actuación administrativa se ha quedado corta y es mejorable en base a la experiencia concreta. Cosa obvia. Pero resulta inimaginable disponer de suficientes recursos humanos y materiales para hacer frente ipso facto a la enorme dispersión de necesidades y de salvamentos que estos casos de gran agresión natural producen. Sea nieve, lluvia, fuego, etc. Sobre todo, cuando la población, o buena parte de ella, considera que puede utilizar el vehículo aunque les adviertan que la cosa está chunga. Por carretera, con aviso de nevada y sin cadenas. Para reaccionar tal como la prensa exige, el gobierno y las demás administraciones necesitarían un ejército persa al completo, digamos un millón de efectivos, todos con cadenas, con capacidades hercúleas y con posibilidades de elevarse por encina de los 50 centímetros o más de nieve acumulada. Todo ello, como ven, muy accesible de disponer. O bien, cerrar el país por decreto y esperar a ver que pasa. ¿Se lo imaginan?


Ha habido unos días en Catalunya que parecía, por la prensa y por los gritos opositores, que el país estaba en plena conflagración bélica e iba perdiendo por goleada. No fue así, en pocas horas la inmensa mayoría de los ciudadanos y del territorio recuperó la normalidad. Quedó eso si, el problema del abastecimiento eléctrico y de la reacción anormalmente fría de las empresas suministradoras de energía. No es un problema de Girona, como algunos arguyen, no hace poco Barcelona disfrutó de un suceso mucho peor.


Hay que recordar a quienes entregaron el sistema eléctrico al mundo privado, entre ellos encontraremos a casi todos los gritones de ahora, que ellos fueron los verdaderos culpables de su mal funcionamiento actual. En su día se separó la producción, la distribución en alta y la distribución en baja en distintas empresas privatizadas. Aunque de hecho, los máximos accionistas de todo son los mismos, las llamadas eléctricas. De separación real nada. De protección al consumidor poco. De tolerancia frente a los monopolios mucho. Las eléctricas se han lanzado a grandes negocios internacionales abandonando las infraestructuras de su base. Y ahí está el problema que pude resolverse.


En fin, ayer mismo, la brigada mediática autóctona catalana, don Josep Cuní al frente, seguía con su propia tabarra en medio de una normalidad más que acusada. Estos individuos, cantores de sus egos a través de medios incluso públicos, no tienen más argumento sólido para sus diatribas que la apropiación de los medios que han alcanzado. Y los utilizan en campañas que les darían vergüenza no hace muchos años. Esas estrellas mediáticas no razonan, no investigan, ni mantienen la ecuanimidad imprescindible del gran periodismo. Simplemente pontifican sobre lo que desconocen. Hacen escarnio por que dominan el medio. Y todos tan contentos. Si un día la moda es el integrismo o el racismo, dios nos coja confesados, con dichos elementos en las pantallas y micrófonos.



Lluís Casas entre la nieve y el cabreo. (Homenaje a Jean Ferrat)