lunes, 26 de enero de 2009

Y SI NUESTRO GOBIERNO FUESE ANALIZADO POR EL SENADO DE ... LOS ESTADOS UNIDOS?




No se si estarán al caso, por eso se lo cuento. La designación de los miembros del gobierno federal estadounidense no es sólo competencia del Presidente, aunque el Senado debe dar su aceptación a cada uno de los secretarios (ministros) propuestos. Si tienen a mano una cinemateca, les recomiendo “Tempestad sobre Washington” de Otto Preminger, en donde un Henry Fonda aspirante a secretario de estado debe sudar la camiseta para conseguir el nombramiento a causa de sus veleidades izquierdistas de juventud. Un film espléndido en si mismo y con el que se aprende teoría política a raudales.


Pues bien, ese sistema de filtro y depuración, que valora hasta el color de los calcetines de los aspirantes y que no acepta nunca un incumplidor con el fisco nos puede parecer exagerado visto desde Europa donde las formas son distintas. Pero por la luz y el brillo de los actuales ministros de nuestra galvánica federación nos hace sospechar que, de vez en cuando, el sistema americano debería emplearse aquí. La reflexión la ha provocado ese artículo publicado en este medio, sin firma alguna, ni referencia libresca que identifique a su posible autor, dando a entender que ciertas cualidades imprescindibles para el ministro de trabajo están ausentes en quien ejerce la actual magistratura y muy presentes en tres personalidades alternativas:
¿PARA QUÉ SIRVE EL MINISTERIO DE TRABAJO? Estoy de acuerdo con la reflexión filosófica y práctica, y la extiendo a varias docenas más de ministros. También estaré de acuerdo si ustedes ponen en la lista alcaldes, regidores, consellers y presidentes del Barça.


¿Qué valoran los senadores de Tejas, Minnesota y Nueva York? Que no se les cuelen espías de Irán, en primer lugar. Que el aspirante responda intelectualmente y por curriculum político y personal a las exigencias del cargo. Que tenga buenas amistades entre los que lo investigan, sean del bando propio o no. Lógicamente entienden que debe ser algo más que letrado y conocedor de la administración y sus normas y algunas miles de cosas más. No hay manual para la investigación y unos pasan deprisa el duro trámite y otros se encallan por menudencias. Pero lo bueno del caso es que el Presidente que los elige y los aspirantes saben que hay un calvario de por medio. Y esto, señores míos, está más que bien. Finalmente, si el aspirante no ha resultado un fugado de Alcatraz, el Presidente se pasa por el forro la investigación y lo nombra. El riesgo es suyo, pero la ciudadanía se ha enterado del número de novias del futuro secretario.


Bromas a parte, creo sinceramente que ese peaje, si quieren ustedes regulado y debidamente expiado de la vida personal, es una costumbre política que responde a una higiene necesaria. Además aportaríamos interés y un cierto trabajo a nuestro aburrido senado.


¿No les parece?


Por cierto, cojan la lista de ministros con foto incluida y pregúnteles por sus habilidades, experiencia, conocimientos y demás y comprueben si pasan el filtro o no. Es el juego del senador. Un juego más arriesgado que el póker.



Lluís Casas, haciendo de Charles Laugthon, senador por Virginia