viernes, 2 de enero de 2009

NAVIDEANDO






Las fiestas navideñas están marcadas por ciertos reflejos condicionados como el turrón y los regalos. No comentaré la dulzura turronera, sabor al alcance de todos, pero sí me atendré al asunto de los regalos para empezar esta crónica de urgencia. De hecho, la acción social del regalo es, por antonomasia en navidad, el núcleo de las relaciones familiares y no tan familiares. Las excusas son múltiples, l’amic invisible, el caga tió, Noel, Reyes. Todo en dos semanas escasas. Es el delirio consumista, incluso para los que como a mí nos gusta regalar, y no veas lo que nos gusta recibir regalos.


Mi hija nos propuso un regalo en forma de entradas para el Palau, en donde una María Dolores Pradera a pesar de una edad significativa todavía ejerce de diva de boleros y canciones latinoamericanas de siempre. Un público entregado disfrutó de lo lindo. Yo me atuve a la nostalgia de esas canciones con ciertas reflexiones que les pongo a su alcance.


El bolero es la canción, o el poema con música, de la depresión. Puede ser la predepresión, la depresión en si misma, o la post depresión, incluso el recuerdo deformado de la depresión. No hay bolero que no refleje ese dolor de vivir que apunta a la renuncia (ya me ha salido una frase de bolero). Sorprendentemente, las letras ya muy usadas para los de mi edad (que nacimos y crecimos pegados al aparato de radio del comedor) y que probablemente son lejanas a nuestra juventud actual, son de una enorme calidad literaria. Reúnen contundencia expresiva, insinuación y precisión descriptiva. Vaya que son en general pequeñas joyas. Por eso no me extraña nada que nuestro Manolo (Vázquez Montalbán) escribiera (a parte de la crónica sentimental de España) en frases de bolero. El estilo le cuadraba perfectamente y lo utilizó con intensidad.
El comentario surge por comparación con las letras de ciertas músicas muy oídas (tal vez no escuchadas) de hoy. Para matizar, hay que declarar que siempre existe música con excelentes letristas, aunque, pienso, van de capa caída.


Ya ven que los regalos dan para mucho.


Otro regalo navideño, la financiación autonómica, también ha llegado. Lo ha hecho de la misma forma con que el gobierno ha llevado la, digamos, negociación sobre el asunto, tarde y mal. Para cumplir el formalismo de las leyes, no olvidemos que el estatut y la financiación son leyes de estado de máximo nivel, nos entregan el día 30 de diciembre (vaya por dios por un día no es el último posible) un texto de rancia literatura administrativa con las propuestas para Catalunya y el resto de comunidades. Texto que este blog les ha facilitado antes que el tío Solbes lo escribiera. Curiosamente en una propuesta financiera no hay cifras, la parte importante de la cuestión y la que clarificará si los mecanismos pensados funcionan a tono con lo dispuesto en el estatut.


Observaran que me refiero en exclusiva al estatut, es decir a la propuesta de Catalunya, sin citar las demandas de otras CCAA. Lo hago a sabiendas y en aras a la justicia. En primer lugar es Catalunya y su estatut el que abre la puerta a una revisión a fondo de la financiación autonómica. Siempre ha sido así. Cuando desde Castilla León alguna indocumentada histórica dice que la propuesta de Solbes le suena a sardana, no se equivoca. Claro que suena a catalán. Como sonaron los primeros estatutos que lo fueron por impulso de Catalunya. Como lo han sido las actuales revisiones. Si alguien piensa que la estructura federal del estado se hace desde, digamos, las orillas del Duero o incluso desde las orillas del Turia, va listo, e igual de lista iría la estructura federal.


En todo este asunto, hay que esperar que termine para declaraciones más radicales, huele a falta de senado, huele a falta de representación territorial real. Huele a lo que la constitución actual dejó para más adelante. Hoy, pienso yo, ya es más adelante.


La financiación, además, debe resolver una inadecuada relación entre territorios aportadores de fondos y territorios receptores. Esto debe seguir así, la solidaridad interregional no está en duda desde Catalunya. Lo que hay que rectificar es que el ciudadano que vive en Catalunya reciba al final del proceso menos que si viviera a orillas del Guadalquivir. Sorprendentemente, los airados lideres de algunas comunidades, que no entienden lo que se les dice, o no quieren entender, y que las dirigen con mano de hierro no han hecho nunca ninguna propuesta solemne y aplicable de solidaridad interna. Simplemente poniendo en el tramo autonómico del IRPF un recargo a las rentas altas de su comunidad funcionaria una línea obvia de solidaridad interior. No señor, no se ha hecho. Prefieren las entregas entre comunidades, que como ya he dicho desde Catalunya no ponemos en duda.


En fin, el regalo del tío Solbes por navidad es un turrón que no termina de definir el sabor, ni la textura. La cosa, a buen seguro, durará un mes más como mínimo. Igual que los restos del turrón navideño.



Lluís Casas mirando al home dels nassos.