Con la crisis económica del 2008 están aflorando sin pintura de recubrimiento alguna las capacidades reales de hacer política, la plasmación en el momento concreto de la esencia de la cada opción parlamentaria o social, la concreción de la concepción profunda de la democracia, o del gobierno y la capacidad real de impulsar pensamiento y acción para un mundo mejor en este momento solemne (frase que atribuyo aquí a casi todas las opciones políticas democráticas sin discriminación). Esto es aplicable, faltaría más, también a las personas, como nuestro equipo económico encabezado (¿?) por el tío Solbes. Los interrogantes anteriores se aplican a la duda provocada sobre la capacidad de discernimiento y de acción, incluso de pensamiento libre de prejuicios, del superministro y del equipo que le da apoyo. En Enero del 2009, cuando todo el orbe sabe al dedillo todo lo de la crisis, el ministro se descuelga con una confesión intima a un periódico: existe la crisis y será dura. Una confesión que ha demorado nada menos que 9 meses. Añade, para alarma de todos, que ya no sabe qué hacer.
En el corto trayecto que va del verano del 2008 hasta hoy día, han sido muchos los personajes de la política, de la economía y del mundo social y sus respectivas organizaciones que han quedado al descubierto. Como la relación es larguísima, me abstengo de citarla exhaustivamente, y dejo dicho quiénes son haciendo una finta y citando a los que a mi parecer sí han estado a la altura (a alturas diversas, pero alturas). En Europa Brown y Sarkozy, llevando a remolque a alguien que ha dado la sorpresa por su timidez, Angela Merkel. Todos ellos líderes de gobierno o estado. Desde las oposiciones parlamentarias nacionales ha sido más difícil salir a la palestra. Unos que lo tenían muy bien por su tradición reciente, la izquierda francesa, liados como estaban a lanzarse ladrillos han perdido una oportunidad de oro y han dejado el terreno exclusivamente para ese tiburón de Sarkozy.
Los líderes europeos, o los grandísimos funcionarios europeos, han brillado por su ausencia, algunos han seguido la estela más cercana u obligada, como el presidente de la comisión, que casi nunca tiene nada que decir. Incluso algunos muy significados están dejando ir aire económico a regañadientes, es decir, décimas de tipo de interés, comiéndose una vida pública basada en el dejar hacer a los financieros peligrosos y ahora innombrables, o en perjudicar el componente social de la política, del gobierno y de la economía. No citaré a los sindicatos, sintiéndolo profundamente, no sé que citar. Y en cuanto a empresas y empresarios, el dios del autobús urbano de Barcelona nos coja confesados.
En los USA, detonador del asunto de la crisis y esquina hacia la que todo el mundo mira hoy día, hemos visto una rebelión a bordo en la Casa Blanca con mutaciones vertiginosas desde el liberalismo libérrimo a la nacionalización de la banca. Con el presidente cesante a remolque, sin enterarse de nada o haciendo de rémora. El cambio ha sido de tal magnitud que no lo hemos digerido aún. La pugna por dejar hacer a la crisis creando millones de parados o de inaugurar un largo período de dirección pública de la economía no está decidida. Los ilustres republicanos reaganianos, junto a sus correspondientes demócratas, se resisten a ceder y luchan por ver en directo un nuevo 1929. Una lucidez de espanto. Con todo, la reacción norteamericana ha sido rápida, tal vez menos acertada que la inglesa o menos clara que la francesa, pero dados los parámetros de allí, en Washington, hay que reconocer que nadie podía esperar tamaño cambio. Además, la llegada de un presidente adulto y letrado puede dar mayores esperanzas a un reformismo global en detrimento del infierno liberal.
A todo eso, en este rincón del mundo, apartado de las corrientes de pensamiento, de los flujos de información cualificada, de las nobles influencias ideológicas, rincón en donde nada es cierto o mentira y donde sólo cuenta una riña de corral entre gallos desgastados y con poca pluma que lucir, miramos el exterior perplejos y en ocasiones deslumbrados. Cómo es posible --pensamos desde aquí-- que Sarkozy, líder de la derecha francesa, les diga a los morros a los banqueros que se han acabado los repartos de beneficios mientras haya que pagar la factura pendiente. O qu hay que cambiar profundamente la concepción de la riqueza y el enfoque financiero. Palabras mayores que obligan a mucho, independientemente del grado de sinceridad de quien las utiliza. Lo mismo ocurre con lo hecho por Brown, que como buen escocés hace y habla menos que su homólogo francés. Y no digamos del debate en profundidad entre los ilustrados americanos en torno al keynesianismo, al papel del estado en la economía, etc., etc.
Por lo que sé, aquí todos dicen lo mismo (expresión amable del gran Woody Allen) a mi plin que duermo en pikolín. Ideas pocas, ya que deben estar prohibidas, tanto entre los políticos, como entre los académicos de la economía. Nadie se moja. Me temo que estamos cortos de meninges oficiales, oficialistas o simplemente voluntarias.
Es duro asistir a un más que probable renacer de una concepción social de la vida económica y no ver cómo la pedagogía política de la izquierda ocupa esa plaza de divulgador, de aportador de novedades. ¿O es que no tenemos ni socialdemócratas en España?
Lluís casas, menchevique